Josep Pla al desnudo, vestido, al bies y al revés

 

Por Iñaki Urdanibia

«La extraña manera de existir de José Pla ha dado siempre la impresión de ser un tipo inaferrable y movedizo. Y es que, como él mismo dice, es un vagabundo, un fugitivo, una sombra huidiza. “¿Somos algo más que sombra?”, se ha preguntado a veces en sus libros. Conoce a mucha gente, pero a él ¿quién le conoce?. Casi nadie»

«No soy un producto de mi tiempo: soy un producto contra mi tiempo. Nunca está de más saber que –como sostuvo cierto teólogo— quien quiera casarse con el espíritu de la época muy pronto se quedará viudo».

                                                                   Autoentrevista de Josep Pla

Del escritor catalán nacido en 1895 y fallecido en 1981 se pueden conocer sus obras pero su persona queda en el desconocimiento más absoluto; para más inri, este hombre solitario creó una imagen que en vez de ayudar despista; decía Pessoa que el poeta es un fingidor, y en cierta medida podría aplicarse al escritor ampurdanés lo dicho en lo referido a su vida, ya que él ocultaba algunos pasajes, muchos, de su vida para dar una imagen de su figura, edulcorada, que no se aproximaba para nada a la realidad; era consciente de lo público de su figura y tenía que acomodarse a tal estatus. Añadiré una cosa que le oí decir al gran poeta y traductor Ángel Crespo: conoce la poesía, no conozcas al poeta, lo cual, por cierto, no era aplicable a su entrañable persona, ya que era una bellísima persona. Esto último sucede habitualmente a la hora de acercarse a algunos autores, ya que algunos avatares, o muchos, de su existencia hacen que se sienta cierto resquemor hacia ellos, no pasaré lista, pero ahí están Louis-Ferdinand Céline, Martin Heidegger, Ernst Jünger, Jon Mirande o Vargas Llosa, por nombrar algunos casos paradigmáticos; y es que resulta harto difícil deslindar con nitidez al autor y su obra, más cuando por medio anda la política. Es lo que sucedió con Josep Pla (Palafrugell, Girona, 1897- Lofriu, Girona, 1981), sin lugar a dudas uno de los más importantes escritores catalanes contemporáneos, cronista de la Cataluña cotidiana, y de otras historias y latitudes, poseyendo una prosa realista, con rasgos irónicos, que sabía incorporar el lenguaje coloquial a su clara escritura,  no habiéndosele  concedido el Premi d´Honor de les Lletres Catalanes tal vez debido a sus balanceos políticos y sus amistades peligrosas o malas compañías.

Ahora ve la luz, una voluminosa biografía de más de mil quinientas páginas firmada por Xavier Pla (Girona, 1966) -ningún lazo de parentesco le une con el biografiado a pesar del apellido homónimo- y editada por Destino: «Un corazón furtivo. Vida de Josep Pla» que realmente escudriña hasta los rincones más recónditos de la vida y la escritura del biografiado; ya anteriormente había, leído o más bien hojeado otra obra del profesor: Ficció autobiográfica i veritat literária, editado por Quaderns Crema, 1997, al igual que había leído por la misma época un libro de Cristina Badosa: Biografía del solitario, publicado en Alfaguara, 1997. Al que ahora dedico estas líneas en alguna medida me trae a la mente aquella aseveración de Jean Baudrillard de que el exceso de información resulta el grado cero de la información, y aún no siendo de aplicación calcada al libro que tengo entre manos, hace falta buen apoyo para sostenerlo, sí que algo de esto se da ya que la exhaustividad de Xavier Pla roza, por no decir chapotea, en el abuso. Nadie podrá decir que el gerundense habla de oídas, sino que es obvio que pisa fuerte, tanto que hay momentos en que parece que el pie se le queda hundido en el suelo que transita, haciendo que sus demoras, deleitándose en algunos episodios, resulte excesiva para quien se atreva a entrar en el volumen en el que Xavier Pla demuestra conocer todos los archivos, guardados, en plan urraca, por la familia del escritor presentado. La prueba de lo que afirmo se constata en las cincuenta páginas de Principales fuentes bibliográficas, a la que se añade un ubicador, en su amplitud, índice onomástico que cuenta con casi cuarenta páginas. Adorno afirmaba que el todo es la no-verdad, en este caso no diré que la verdad detallada ad nauseam deslumbre y también llegue a hacer que la lectura resulte, por momentos, realmente cansina, pero sí que hace la lectura pelín morosa.

El volumen consta de cuatro partes: 1ª) 1897-1935 / 2ª) 1936-1939, 3ª) 1940-1981, y la 4ª) Paratextos finales a los que ya he aludido. Me atrevo a decir que la obra tiene ciertas tonalidades propias de salvar al escritor, no pudiéndose negar de ninguna de las maneras que el biógrafo cumple a rajatabla aquello que se cita, de Siegfried Kracauer, en el exergo inicial: «el historiador debe bajar al inframundo para resucitar a los muertos» y es claro que el autor lo hace con tal profundidad que nos entrega un Pla que se nos antoja casi vivo. Así se nos da a conocer su vida, sus estudios, la vida a todo gas en París, las liquidaciones del editor, sus amoríos, la guerra, y se muestran las dotes del escritor como periodista depurado. Somos conducidos por los vaivenes , y sus relaciones con Cambó, y su colaboración con su admirado Tarradellas. Le vemos salir de las catacumbas, y se nos ofrecen detalles de su brillante Cuaderno gris, al igual que los avatares relacionados con la cuestión portuguesa. Vemos la antipatía descarada, recíproca, con don Eugenio D´Ors, el hipócrita santificado,…Queda claramente expuesto que fue un hombre que no pudo vivir sin utilizar alguna máscara, dependiendo del momento y el contexto, ofreciendo diferentes imágenes que iban de «unas máscaras de una dulzura extremada, una delicuescencia blanda, un estado coloidal inasible, una morbidez que rota constantemente la pornografía – todo ese chorro de jarabe académico que podría alterarse con una tendencia al viperinismo fundamental », de modo y manera que con tales máscaras ocultaba el espejo del alma.

Se sigue pormenorizadamente sus derivas en lo político que algunas veces parecían mostrar una tendencia a adaptarse, cual camaleón, a diferentes posiciones, desde el catalanismo tibio, a no hacer ascos al ascendente franquista, y…su estancias en Cataluña y fuera de ella, y su espíritu viajero, en algunas ocasiones viajes llenos de aventuras, escribiendo sobre todo, lo humano, lo demasiado humano: cocina, política internacional, crónicas, colaboraciones periodísticas; se destaca la entrevista que le hiciese el periodista Joaquín Soler Serrano, en RTVE, en la que se ofrecía un retrato humilde sin que se evitasen los destellos de egolatría, acompañada de una sencillez destacable.

Por si lo dicho fuera poco, que lo es, si en cuenta se tiene la magnitud de la biografía, ésta va acompañada de ochenta fotos, suyas, de su familia y amigos, caricaturas, las mujeres con las que se relacionó, amén de reproducciones facsímiles de cartas, de carnets y documentos oficiales.

Retomo estas palabras de Valentí Puig en su El hombre del abrigo, ya que considero que toma el pulso del escritor con verdadero tino: «Es posible que la vida consista en estar siempre en un lugar muy distinto de allí donde desearías hallarte. Una gran dosis de este desasosiego explica la obra de Pla, cuando una ‘fuerza oscura’ lo impulsaba a salir de casa, viajar, observar, pero ‘quizá no tenía otra justificación que la de volver un día u otro a casa’, echarse bajo los pinos y ver volar una urraca y un arrendajo y ver pasar ‘en el límite del campo una pequeña bandada de perdices –maravillosa—que apeonaban’. ‘¡Volver a casa, siempre!’. No dedicarse a hacer de hijo pródigo: ‘Todo es inseguro, todo es incierto. No tenemos más remedio que aceptar la tierra donde hemos nacido, por amarga, misérrima o buena que sea». y…el siempre cambiante e intempestivo Pla que podría hacer suyas aquellas palabras del otro: «No, no estoy donde ustedes tratan de descubrirme, sino aquí, de donde les miro, riéndome».

 

 

 

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