Acerca de las imágenes y su contemplación

 

 

Traigo a esta página dos libros, cuyo tema apunta en el mismo sentido aunque la verdad es que lo hacen desde ópticas completamente dispares, del mismo modo que la extensión, profundización en los asuntos de la imagen y su contemplación difiere de manera notable; y vamos por partes.

Narrar la mirada

No es la primera vez que me acerco y con gusto a libros de Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977), que se mueve tanto en el campo del ensayo como en el de la narrativa (https://kaosenlared.net/la-fotografia-espejo-de-la-memoria/ Este enlace conduce a un artículo que a su vez contiene otros dos comentarios a diferentes obras del autor). Ya desde el Prólogo de su «Yo estoy en la imagen. Ensayos afectivos y ficciones críticas», editado por Acantilado, somos puestos al corriente de la visión que Hernández defiende y, en consecuencia, su manera de acercarse a la observación de las imágenes y el discurso que en torno a ello usa. La tensión entre sujeto y objeto es obvio que se da en el acto de contemplación, del mismo modo que, a pesar de lo que se pretenda imponer a los estudiosos de la historia del arte, no es posible acercarse a dicho acto limpio de polvo y paja, ya que cada cual previamente carga con un bagaje del que no puede desprenderse y que, en cierta medida, influye en la contemplación y en la consiguiente interpretación; por hablar en deleuziano, no basta con los perceptos sino que también juegan un papel de importancia los afectos. Vamos que no podemos dejar fuera del museo o de la sala de exposiciones nuestras emociones, deseos, lecturas, la propia subjetividad…sino que precisamente ello influye en nuestra mirada, y en la respuesta que recibimos de la imagen, haciéndonos vulnerables. A continuación, y el que avisa no comete traición, subraya las vibraciones y la resonancia que surgen en la relación con las imágenes; confiesa: que más allá de sus textos de corte académico «en textos de catálogo y en algunas intervenciones en el límite de la crítica del arte, ensayando también un tipo de escritura donde se filtra lo autobiográfico, la experiencia afectiva, la narrativa e incluso a veces la ficción».

En cuatro apartados divide sus intervenciones que recogen parte de su quehacer durante quince años: Imágenes (punzantes), Tiempos (retorcidos), Espacios (desplazados) y Memorias (alteradas), en los que se confirman sus palabras recién mentadas. Sí en la primera parte, pone el acento en el impacto que las imágenes provocan en el espectador, haciendo vibrar su memoria, deteniéndose en las relaciones entre las imágenes y las palabras, en la responsabilidad del espectador y en la ética de las imágenes, no cabe pues, dejarlo todo en la habitual cantinela de que la abundancia de imágenes nos insensibiliza, postura que no hace sino hacer recaer la culpa en las imágenes, considerando así al espectador y su mirada como seres sin voluntad, ni deseo, como meros títeres movidos por los objetos, las imágenes; recupera en este orden de cosas la figura del (con)testigo que supone una implicación en la mirada al colocarse en el lugar del otro. Destaca igualmente cómo en algunas ocasiones se llega a ver aspectos no vistos con anterioridad o que no estaba en la imagen pero que remueven la memoria. Barthes asoma con sus distinción entre studium y punctum, suponiendo el segundo una invitación /incitación a ir más lejos. Distinguiendo más adelante entre foto-objeto y foto-imagen. La presencia de Walter Benjamin, de Susan Sontag y del nombrado Roland Barthes, en especial, acompaña su travesía en los artículos de este apartado del mismo modo que en el segundo en el que Walter Benjamin y su concepción de la historia como un tiempo abierto, en el que se entrelazan pasado, presente y futuro domina Al tiempo que va narrando las circunstancias de elaboración de los diferentes ensayos y las imágenes que las han provocado, deja ver la influencia que cobran ciertos pensadores en su visión, llegado a indicar los momentos clave de dicha penetración y hasta el peso de las enseñanzas de algún profesor que le tocó en suerte. En el tercer apartado el foco es puesto en las relaciones espaciales en las que nos movemos, subrayando que siempre estamos en algún lugar y en algún tiempo, haciendo que la contemplación de ciertas imágenes empujen a asociarlas con deseos y con tiempos pretéritos…

No me extenderé más, en el flujo de imágenes y las reflexiones que van rebotando en las diferentes observaciones de obras (en las hojas del libro no son pocas las imágenes que dan cuenta de las obras de referencia) que van desde algunas de carácter histórico a otras de carácter más personal, como es el caso de algunas representaciones de muertes de seres queridos, los recuerdos íntimos que trae su observación, los filtros que a veces son utilizados como sistema de protección ante la crudeza de algunas representaciones…lo visible y lo legible, la escritura y su relación con la fotografía…y las imágenes que actúan como el phramakongriego: unas sanan y otras dañan.

Esta recopilación de ensayos, clasificados con tino, suponen un zambullirse en cuestiones esenciales y las relaciones que entre ellas se establecen: memoria, conocimiento, duelo, y otros puntos de contacto, haciendo que en las ideas que Hernández expone se contengan unas lecciones de interés y la apertura de nuevas vías para la experiencia vital y transformadora, a lo que ayudan las notas a pie de página que son esparcidas por el autor como «migas de pan para señalar el camino de la lectura».

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La mirada de Mercè

Con una prosa desenfadada, Mercè Ibarz entrega su visión con respecto a las obras de arte en su «No pienses, mira. Ante la obra de arte», publicado en los Nuevos Cuadernos Anagrama. Peca de modestia la mujer al señalar al concluir su recorrido que «no es una erudita del arte, soy una de sus amantes», y lo señalo ya que tal afirmación contradice su dedicación durante años a ser profesora de arte y cronista de exposiciones, amén de su incursión en otros dominios (https://kaosenlared.net/tras-el-rastro-de-merce-rodoreda/ ).

Confiesa la ensayista su trayectoria en estas lides de consumidora (¡qué palabra!)de arte, narrando su experiencia personal en lo que hace a la contemplación de diferentes obras de arte, en diversos museos. Pone el acento en que no es lo mismo ver unas reproducciones en libros, o carteles de algunas pinturas u otras obras artísticas, que verlas en directo, que viene a suponer una nueva visión, que abre un espacio, con sus detalles, no aprehendidos con anterioridad; esto no quita para que en algunas reproducciones ya sea en soporte papel o en pantallas, se puedan captar algunos de talles con mayor precisión. Se apoya en Marcel Duchamp y su afirmación de que si una obra perdura es debido a los espectadores, que son quienes hacen una obra de arte, o al menos la consagran como destacable, lo que hace que Ibarz reivindique su condición de creadora, onda duchampiana, honor que comparte con todo espectador que se precie. Le seguimos en sus visitas a museos…empezando por Matisse y más tarde toparía con los surrealistas, dejándole un tanto tocada alguna de ellas, Leonora Carrington, siguiendo de admiración y sorpresa con Frida Kahlo y Remedios Varo, sin obviar a la fotógrafa Kati Horna. Más adelante irán apareciendo otras visitas, otras obras y sus impresiones sobre ellas; en algunos casos conociendo casualmente, y con grata sorpresa, algunas pintoras hasta entonces desconocidas, es el caso de Njideka Akunyili Crosby. Posteriormente presenta sus Diez mejores cuadros, que al final superan el número anunciado, que me abstengo de reproducir (quien quiera conocer su hit no tiene más que acercarse al libro).

Toma el título de la obra de la afirmación de Wittgenstein que mantenía que primero mirar para después pensar; la percepción antes que el juicio. Aplicando el criterio a Simone Weil que sostenía que tras ver el cuadro era conveniente cerrar los ojos, mantener la imagen de lo visto, para después volver a mirar.

Da a conocer su relación con los museos y ciertas necesidades que le fueron surgiendo para poder hablar de éstos con cierta probidad…por el camino van quedando algunas opiniones acerca de la labor de los críticos, y sobre la capacidad de volver a la mente que poseen ciertas imágenes.

Y…nada más, o bastante más.

Por Iñaki Urdanibia para Kaosenlared

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