Weltschmerz le dicen, lo que el 68 nos dejó
52 años después de 1968, habitamos un presente en el que todo cambia menos el capitalismo galopardo.
Ya no nos estamos aburriendo, nos están matando esta diversión.
52 años después de 1968, habitamos un presente en el que todo cambia menos el capitalismo galopardo.
La sociedad global actual produce con cínica violencia, la miseria incesante de un ahora sin futuro. Simultáneamente, esta sociedad nos permite espacios de aparente inversión de esa realidad, fundados en mecanismos de seducción e integración que generan apatía, separación, adicciones e inercias, engendrando un exacerbado voluntarismo evasivo. El tiempo parece no rendirnos, pues nuestro rendimiento diario está dirigido hacia otrxs en una espiral diaria jerarquizante. Es un tiempo donde existen muchas más causas que rebeldes y donde cada vez hay más formas de prohibir sin estar prohibiendo.
En esta precarización total del presente sin proyectualidad producimos a ciegas un mundo HD que no nos pertenece, somos apenas imágenes fragmentadas que nos representan atomizadas y disminuidas en nuestro potencial creador. Se nos enseña a ser explotables, conformistas, innovadoras, autocomplacientes y competitivas hasta el punto –diario- del desgaste total; la bruma confusa avanza hacia adentro, fagocitándonos como un parásito que nos habita, que lanza una ofensiva frontal contra lo que somos: nuestra corporalidad, nuestro ser-conscientes, nuestra vitalidad, imponiendo campos de experiencia –como el horizonte de la juventud inagotable-, y horizontes de expectativas, ajenos pero deseables.
El Capital al lograr no solo absorber la revuelta sino incorporar a la sociedad entera dentro de su lógica de autovalorización, logra devorar ya no solo el proceso de producción, sino el trabajo y al consumo como circuito integral de dominación totalizadora de los flujos de la sociedad que le sostiene.
El capitalismo puede hacerse de muchas armas contra nosotrxs, incluidos a nosotrxs mismxs. Las cadenas parecen estar reforzadas de forma interna por nuestra propia actividad diaria. Aun así, existen grietas y fisuras que prefiguran la transformación radical de la sociedad en su conjunto aquí y ahora, y como tal, la transformación de lo que somos en el presente. Lxs inconformes somos pulsión de muerte, tanto del “sistema”, como de lo que somos dentro de él. Dentro de cada unx existe una pulsión renovadora: la autodestrucción creadora de un mundo más allá de la mercancía. El proceso de transformación radical del que hablamos es indisociable así de una lucha por nuestra propia identidad desde las entrañas, ya que al interior de estas relaciones históricas se sostiene la dominación que nos sofoca.
No hay transformación sin la transformación de las identidades individuales y colectivas, sin la refundación radical de nuestras vidas cotidianas. No se trata únicamente de recuperar y gestionar de modo consciente, y sin explotación humana de por medio, la riqueza social que bajo las relaciones sociales capitalistas producimos. Es un tiempo oportuno para darle un sentido más profundo, al ejercer nuestra capacidad como comunidades de seres humanos libres de darle la forma a nuestra vida social sin más mediaciones mercantiles-estatales-patriarcales. La forma a través de la cual producimos esto pueden otras (antiproductivismo), la cultura, la ciencia y la política pueden ser otras (crítica del progreso). La visión del trabajo puede ser otra (¡abajo el trabajo masacrante!). el amor puede ser otro (afectos cooperantes no lucrativos), la forma en la que se relacionan lxs humanxs puede ser multiforme (huelga contra el tiempo): la vida puede y tiene que ser otra cosa más allá de los confines de esta sociedad del descontrol.
Lo que existe, como bien sabemos desde las entrañas y la razón crítica, no puede ser verdad.
Non ex nihilo (nada es nada)
El 68 expresa un proceso global de insurrección y rebelión y es en sí un hito dentro de un proceso histórico que abarca toda la segunda mitad del siglo veinte. En el 68 emergieron movimientos sociales radicales que, en conjunto, impugnaron las relaciones sociales establecidas, no sólo en el ámbito de la producción o en el escenario democrático, sino que cuestionaron las formas adquiridas por cada una de las dimensiones de la vida humana bajo la reproducción social existente: las relaciones de familia, de género, la sexualidad, la salud física y mental, la cultura, el rol de la universidad, la vida cotidiana, la violencia cotidiana. En suma, el 68 expresó una rebelión general que recorrió toda la sociedad poniendo en jaque la hegemonía política, tanto en su versión capitalista liberal, como en su versión periférico-criolla y soviética autoritaria.
El 68 en sus vertientes más radicales cuestionó no sólo la miseria que produce este mundo, sino el supuesto horizonte de bienestar que ofrece con sus clases medias (hoy día en franca degradación). Dejó en claro también, una vez más, que o nos auto liberamos, o estamos continuamente dirigiéndonos de una esclavitud a otra, acercándonos cada vez más hacia la proletarización total del mundo dentro de la democracia directa del capital.
En México, hasta las demandas por la democratización de la sociedad fueron recibidas desde entonces por el Estado paternalista posrevolucionario como una amenaza interna a los valores nacionales y la estabilidad de la modernidad mexicana, por lo cual, la represión al movimiento que culmina con la matanza del 2 de octubre mostró el rostro completamente irracional del capital en territorios que da por hecho dominados y por lo tanto mostré las limitaciones que un movimiento estudiantil y popular encuentra frente a la embestida del poder militarizado sobre una sociedad civil apenas en proceso de organización.
http://https://www.youtube.com/watch?v=8zudYZCiwck
Sin inercias en la memoria, sin veneraciones supersticiosas provenientes de especulaciones instituidas, es tarea nuestra remontar ahora la derrota histórica: aprehender a ver a través de las veladuras, las disolvencias, y las verdades históricas impuestas. Tal vez por eso seamos un fantasma trasnochado pero invicto e ineludible, que pone a gritos y silencios el reconstruir la vida, es decir, destruir la forma dominante de la abundancia y las formas de ser sociales instituidas. Es posible retomar críticamente los saberes y prácticas comunitarias precapitalistas no dogmáticas u opresivas, así como (re) inventar nuevas formas de convivencia y riqueza social aún inéditas, fundadas en una nueva relación metabólica con la naturaleza.
Ese sería el horizonte invicto de la (anárquica) autorevolucion recomunizante: destrucción de los especialistas fragmentados
//reintegración de los estudios a la vida//
//supresión del trabajo voluntario precario//
//subversión contra el consumo ansioso//
//Sentir placer en todas las transiciones//
//el cuidado es un descubrimiento revolucionario: abandonemos sin abandonarnos//
//alto total a la industrialización del mundo: ahora//
//repartición autónoma del todo lo fragmentado: reintegración del todo//
//la renuncia será también nuestro destino.
“La revolución no es –la sociedad contra unos pocos-, porque no hay –la sociedad-, sino siempre una sociedad determinada, y contra ella es la revolución”.