Visibilicemos las jerarquias en ciencia!
Por Xavier Zambrana
Dejadme diferenciar la autoridad racional de la irracional. El psicoanalista Erich Fromm lo explicaba así:
La autoridad racional se basa en el conocimiento, y ayuda a crecer a la persona sobre la cual se ejerce. La autoridad irracional (también llamada jerarquía) está basada en el poder y sirve para explotar la persona sobre la cual se aplica. Es decir, es diferente afirmar que un experimento o un artículo está mal y correctamente justificar el porqué, que simplemente afirmar que está mal porque alguien con poder lo dice.
El sistema de publicaciones que tenemos hoy en día es un claro ejemplo donde la jerarquía ha conseguido reinar por encima del conocimiento. En general, la decisión de publicar o no un artículo en una revista científica la hace una sola persona, el editor encargado del artículo. Se supone que la decisión es científica, es decir, basada en el conocimiento o la observación de la natura. Aun así, es imposible que los editores sean especialistas en todos los tópicos que revisan, por lo tanto tienden a confiar en los revisores. Los revisores en principio son científicos objetivos que altruistamente dan su opinión sobre un artículo por el beneficio de la ciencia. Aun así, la opacidad del proceso de revisión (los autores no saben nunca quién son los revisores, y los editores basan su opinión en la de los revisores) da a los revisores una clara autoridad sobre los autores. Además de crear esta jerarquía, el proceso también crea impunidad. Como los autores no saben quién son los revisores, los revisores no sienten la necesidad de ser rigurosos. Total, que la validez de un artículo acaba siendo decidida por un no especialista (el editor) y por dos o tres más personas conocedoras del tema (los revisores) que disfrutan de anonimato e impunidad, a pesar de que su revisión pueda no estar basada en motivos científicos. Creo que esta manera de hacer ciencia reduce muchísimo la calidad de la investigación que realizamos hoy en día.
Otra importante jerarquía es la creada por las diferentes revistas científicas. Al aceptar el uso del ‘factor de impacto’ (FI)[1] como una especie de medida de la calidad de las revistas, la comunidad científica ha creado una jerarquía basada en el FI. En términos generales, se ha aceptado que la mejor revista en cualquier tópico es aquella con un FI más elevado. Por lo tanto, publicar un artículo en una revista de alto FI inmediatamente clasifica el trabajo de las investigadoras como extraordinario, mientras que la publicación en una revista con bajo FI denota mediocridad. Es verdad que la última palabra la tiene la comunidad científica, y que hay artículos a revistas de alto FI que son considerados como de baja calidad, y hay otros a revistas de bajo FIN que son considerados como la crème de la crème. Aun así, la confusión creada por esta jerarquía de revistas puede durar mucho tiempo. Además, aquí lo que es importante remarcar es que nuevamente el discurso sobre qué es o no es calidad, originalidad, dificultad, etc. lo marcan unas pocas personas. Estas pocas personas son básicamente los editores de las revistas científicas de alto FI así como los revisores que estos editores escogen para revisar los artículos. Además, los editores de revistas con alto FI acostumbran a escoger científicos con renombre para revisar los artículos, haciendo que este proceso todavía esté más sesgado.
Fijaros que la opinión de estas pocas personas que, utilizando el sistema jerárquico del FI, accede a definir el significado de calidad, originalidad, relevancia, etc. en ciencia se ve retroalimentado por nuestros sistemas opacos de financiación. Como se supone que los artículos publicados en las revistas de alto FI son de alta calidad, la mayoría de financiamiento se invierte en aquellos proyectos o individuos que publican en estas revistas. Esto claramente reduce los espacios de disidencia científica. Es decir, los científicos tienen que tomar una decisión: o trabajan en lo que ellos piensan que es importante/interesante/original o trabajan en lo que un grupo pequeño de gente impone como calidad. Estas dos opciones se pueden superponer a veces, pero no es el caso en general. De este modo es como, ayudada por unos procesos de financiación totalmente opacos, la jerarquía del FI define las temáticas sobre las cuales hacemos investigación.
Cómo se puede cambiar todo esto? Podemos pensar una manera de compartir nuestro trabajo científico sin crear jerarquías? Creo que la respuesta es que sí, y además encuentro que es bastante sencilla. Defiendo un sistema de publicación abierto[2], global, transparente y autogestionario. Imaginad una plataforma de internet donde se pueda compartir cualquier tipo de investigación. Las diferentes ramas científicas se dividen entre diferentes secciones autogestionadas de esta plataforma. Suponed que un grupo de científicos decide compartir su trabajo en la plataforma. Antes de hacerlo, cada uno de los autores tiene que crearse un perfil en la plataforma. El perfil de cada científico muestra, como mínimo, todos los artículos en los cuales el científico ha colaborado, así como todas las revisiones de artículos que ha realizado. Además, todos los perfiles son transparentes a todos los miembros de la plataforma. Entonces, una vez el artículo ha sido colgado en la plataforma, la revisión se hace públicamente. Es decir, el resto de científicos comentan de forma voluntaria y transparente sobre la validez, calidad, etc. del artículo en cuestión. De este modo, los lectores de un artículo también pueden leer los comentarios/opiniones/debates relacionados con el artículo. Este sistema sencillo acaba con las jerarquías mencionadas antes puesto que elimina las revistas y los editores. Gracias a la transparencia, también acaba con la impunidad de los revisores anónimos. Y además, promociona debates no agresivos basados en hechos – una actividad muy valiosa para mejorar como investigador y que lamentablemente resta completamente escondida hoy en día debido a nuestro opaco sistema de publicación.
He tenido la ocasión de discutir esta idea con diferentes colegas científicos. En general siempre he encontrado bastante sencillo de expresar el porqué este sistema basado en las jerarquías irracionales es nocivo y como nos podríamos organizar para hacerle frente. Esto, de alguna manera, me hace ser optimista sobre un futuro anti-autoritario en ciencia. De hecho, en estas discusiones, unos de los peros que he escuchado es que ‘Si revisar artículos es un proceso tan transparente como tú describes, es probable que profesores famosos no revisen nada, puesto que esto les haría perder su reputación’. Este comentario me hizo gracia puesto que da en el clavo otra vez. Si tenemos una reputación, la tendríamos que poder justificar, no? Y si no podemos, quizás es que ya no nos merecemos esta reputación. Los científicos valoramos el conocimiento y es por eso que no nos importa darle reputación a aquellas personas que tienen más conocimientos que nosotros mismos. Este tipo de reputación es lo que Eric Fromm definía como autoridad racional, la cual ayuda a crecer a la persona sujeta a ella. Sin embargo, una reputación injustificada es muy nociva: crea frustración entre aquellos que están sometidos a ella, además de dar una autoridad científica a alguien que no la merece, y que consecuentemente puede crear confusión en la comunidad científica. La plataforma autogestionaria, abierta, transparente y global que he descrito ayudaría a hacer desaparecer estas jerarquías en la ciencia, y al mismo tiempo reconocería el trabajo hecho por aquellos científicos que se involucran altruísticamente en la revisión de artículos.
El lector, a estas alturas, se habrá dado cuenta que el escritor no tiene un gran aprecio por las jerarquías. Efectivamente, creo que la jerarquía (entendida como autoridad irracional) no es positiva en ningún aspecto de nuestras vidas. Aun así, cuando hablamos de ciencia, esto no es una creencia, sino un postulado sobre el cual se apoya el progreso científico. Por un lado, la ciencia avanza gracias a teorías basadas en la lógica y en su no-refutación mediante experimentos. Las teorías y observaciones pasan a ser conocimiento gracias al consenso de la comunidad científica, que se establece mediante el debate y las confirmaciones experimentales. Por otro lado, las jerarquías pueden limitar el debate científico, semi-imponer consensos y malmeter la lógica sobre la cual las teorías científicas se apoyan. Por lo tanto, creo que señalar jerarquías o estructuras de autoridad injustificada en ciencia es una obligación de cualquier científico.
Finalmente, me gustaría hacer notar que intencionadamente no he hablado sobre la ciencia como robo organizado a la población[3]. La razón por la cual no lo he hecho es que creo que los problemas de jerarquías mencionados anteriormente podrían cohabitar tranquilamente con una organización económica de la ciencia mucho más justa para la población mundial.
Xavier Zambrana Puyalto (@xavislow)
[1] El factor de impacto de una revista A en el año X se define como el número total de citas recibidas por los artículos publicados en A durante los dos años precedentes a X (X-2 Y X-1), dividido entre el número total de artículos publicados en A durante el mismo periodo. Por ejemplo, si A tiene un FIN=2.4 en X, esto quiere decir que todos los artículos publicados en A durante los años X-2 Y X-1 recibieron de media 2.4 citas en aquellos dos años.
[2] El significado ‘abierto’ es el que le ha dado la comunidad informática con el Open-source software, o los wikis.
[3] Para aquellas personas que no sepan de qué robo estoy hablando. Dejadme explicar dos estafas importantes.
Publicaciones: Unos investigadores (mayoritariamente contratados con dinero de los estados) trabajan y obtienen resultados que pueden ser interesantes para otros investigadores. Deciden publicar los resultados en una revista científica, y para hacerlo les toca pagar. La revista se queda con el copyright del artículo. Una vez el artículo se publica, todo el mundo (los que han financiado el trabajo y autores incluidos!) tiene que pagar a la revista para poder leer el artículo.
Financiación: Los estados imponen tasas a los ciudadanos. Con algunos de estos impuestos, los estados pueden financiar investigación fundamental (de alto riesgo). Cuando se descubre un resultado que se podría acabar transformando en un producto, se incentiva a los investigadores a patentarlo. El estado le da los derechos de propiedad intelectual (PI) a los autores del descubrimiento y/o a su institución. Con la patente, el estado crea durante un cierto tiempo un pequeño monopolio para los autores de la patente. Durante este tiempo, los autores pueden o bien montar una empresa y desarrollar el producto, o bien vender su idea a alguna otra empresa que lo hará por ellos. Notad que el riesgo de desarrollar un producto en este momento es muy inferior al del comienzo – cuando el alto riesgo fue impuesto a los ciudadanos a través de sus impuestos. La realidad es que en cualquier caso, la inversión inicial de los ciudadanos se la acaban repartiendo unas pocas manos. Si estas pocas manos consiguen desarrollar un producto, los ciudadanos pagarán por un producto que ha sido desarrollado gracias a su inversión. Gracias a la privatización de las ideas, el estado se asegura que la riqueza o el conocimiento no sea nunca mutualizado. O quizás no me entero demasiado, y los ciudadanos están tan contentos que su inversión haya contribuido al progreso que no sólo no piden que se les devuelva la inversión, sino que prefieren pagar otra vez por el producto 🙂