VENEZUELA, la revolución que nunca fue
Por Maité Campillo
‘El motor de la historia es la lucha de clases. . .
El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura, y como el trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella, el fruto íntegro del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de la sociedad’
Esta es mi jornada de reflexión. Antes de que se adentren sobre este bosquejo de trazos en carácter internacionalista, es mi deseo verbalizar y dejar claro, aunque siempre fue una evidencia en sí, que yo nunca he sido ni soy antichavista, tampoco chavista, por razones obvias, ideológicas, ajenas a los postulados políticos de Chávez y muchos de sus seguidores. No por eso me impide reconocer ese tesón en mérito, de intentar transformaciones y convivencia por vías pacifistas donde los desgarros sean mucho más leves. Creo que lo hubo, manipulado o no, el deseo de crear una sociedad más justa y humana en Venezuela (frente a esas bandas de cebones y comparsas de ladrones), antimperialista y antihegemónica contra los EEUU.
Habrá personas que me criticarán, no es fácil coincidir en la ortodoxia, pero lo que nunca me prestaré es a ser hipócrita ni religiosa convencida. Clara evidencia en mi. Soy y seguiré siendo lo que mi propia conducta me dicta, antifascista, y el qué mas da, o eso qué tiene que ver, no me sirve, cuando se trata de potencias antagónicas al mundo posible por el que estoy luchando. No por ello voy a dejar de decir lo que pienso, porque nunca me gustó votar con la nariz tapada. Ni de hacer mi humilde análisis de un país hermano al que estimo y respeto, tanto como sigo amando a Cuba, pese a la distancia ideológica impuesta . He actuado en él, y convivido con gente maravillosa de ese pueblo entusiasta en diferentes estados, dispuestos a un mundo posible libre de esclavitud y dominio imperialista.
Lo conocí dentro de una gira por varios países indoamericanos (cuando el referéndum recusatorio contra Chávez), donde pude observar y valorar un pueblo ansioso de justicia, libertad y lucha, por cambiar la sociedad capitalista que sembró impresionantes focos de marginación. Igualmente vi otra parte de la sociedad muy bronca, impresionantemente provocadora, escalofriantemente fascista. Dispuesta hasta la muerte por conservar sus privilegios y su poder hegemónico. También conocí zonas de pureza rural, campesinas, e indígenas, y me adentré a ellas como una más, acogida. Observé lugares atestados de turismo en bienestar, ajenos a problemáticas sociales, muy lejos de ellas, y rincones urbanos a forma de hervidero en discusión conmovedores. En todas partes, turísticas o no, vi ese enfrentamiento abierto de clase en todos los lugares recorridos, y vi que el fascismo era mucho más que atrevido a las provocaciones, más que vanguardistas en sus postulados, mafia camorrista, con cuadros preparados para ello ante un pueblo mayoritariamente relajado; como esperando de su líder (Chávez), todo… precisamente cuando todo estaba por conquistar y ellos, deberían ser los principales protagonistas en abanderar su propio presente y futuro en primaveras de justicia.
Es evidente, nadie duda a estas alturas, que por mis convicciones, comentarios y notas escritas en los diferentes medios, nunca he sido partidaria de revolcones interclasistas ni por engaño de “revoluciones” pacifistas. Honestamente hablando creo que sólo llevan al fracaso. A una muerte prematura del potencial revolucionario de transformación social, al transfuguismo de intereses personales, estrangulamiento y disgregación de los sectores más explotados, a su aborrecimiento y apatía (fundamentalmente de la clase trabajadora); al potencial corrosivo siglo 21, de liberados y funcionariado, parásitos de estamentos de Estado-partidos, y sindicatos trasformados desde el siglo 20 en democracias pitiyanquis y empresas embrionarias del mismo sistema de opresión; a golpes de estado y, cuando consiguen la mayoría en las urnas, a una presión frontal dura contra sus líderes de barrio más humildes en dicho proceso de “transformación” (más castigados que los propios líderes nacionales): “los todo”, destacados en amor y fe en un mundo nuevo, serán relegados a servidumbre: “los listos”, se irán reincorporando y adaptando al viejo sistema como uno mas.
En el año 2002 el presidente Chávez fue secuestrado en un golpe de estado. Mejor dicho un golpe, de los poderes económicos fascistas en connivencia con la CIA. “Gracias a un grupo de élite militar”, y de algunas personas (no muchas) Hugo Chávez fue liberado, y restituido en su función de presidente. Una vez libre entre los suyos (ahora muchos más), en vez de iniciar un proceso revolucionario arrugó las alas y comenzó su interpretación en retahíla de perdones y mías culpas en predicador evangelista; entre sollozos pidió públicamente el perdón a los implicados y la reconciliación, en vez de mandarlos entre nubes de alcanfor al museo de cera de los desterrados, como hubieran obrado cualquiera de los países llamados demócratas y liberales más papistas que el Papa, más yanquis que el propio Tío Sam.
Ahí se vio claramente que ese proceso no era revolucionario. Que sus líderes no estuvieron a la altura para haber asentado un golpe definitivo a la oligarquía del país. Dieron carnaza en demasía, se negaron a andar el camino de liberación; no cerraron los medios de información golpistas y fascistas provocadores. No expropiaron las suficientes empresas capitalistas, que financiaron y trabajaron con dichas fuerzas golpistas, a la vez de “depurar” o mejor restituir el ejército por milicias, comités de defensa de la “revolución pacifica”-electoralista, así como a las distintas policías degradadas y corruptas de intereses, aferrados al oscurantismo entre elementos fascistas y mercenarios, campando a sus anchas por toda Venezuela, asesinando a jóvenes obreros y estudiantes, a lideres sindicales, provocando insurrecciones armadas.
Chávez y los suyos han tenido más que tiempo, muchos años para emprender una verdadera revolución, dentro de la contrarevolución; tenia un pueblo entregado y “una parte importante del ejército”, de su parte, si es que eso es posible cuando de pueblo se trata, y no responde a intereses mediáticos desde el Pentágono, como “entretenimiento” para crear nuevas bases más solidas para la perpetuidad del sistema de alienación. Pero faltó la formación ideológica. El crear actitudes hacia una nueva forma de vida antagónica, a la dejada tras la conquista sufragista, que generase conciencia de clase más allá de intereses puramente personales; avance real entre las capas más desprotegidas en su medio de vida, elevando su capacidad teórico-practica de futuro.
Faltó la creación de cuadros revolucionarios. Una vanguardia realmente comprometida, en la construcción de un Estado Socialista, y por supuesto, faltó coraje, para exterminar la contrarrevolución fascista. Sobró en esa nueva imagen, de una sociedad real y distinta (de un mundo posible sin ataduras que rompen el equilibrio social), la palabrería hueca religiosa, sobrada de ella en los templos de todita Venezuela, y faltó el rigor sobre la palabra para desnudar, desmantelar con argumentos y hechos, a tantos y tantos corruptos en el gobierno, parlamento, partido, sindicato, directivos de Estado… que sólo se han dedicado a enriquecerse y a vivir como pitiyanquis del whisky con soda, es simplemente un ejemplo.
¿De verdad no se ha podido contra el terrorismo mediático, contra el empresarial y religioso (siempre al lado de las multinacionales), ni contra los malandros desclasados y mercenarios podridos, deshumanizados? ¿Cómo se puede dejar libremente a elementos fascistas, claramente golpistas como a Capriles, Leopoldo López, el alcalde de Caracas, empresarios de la corrupción, directores de medios de la degradación social, a la rubia Tintori aupada por el mundo más reaccionario que bronce tañera? Algunos de ellos incluso, llamando al asesinato del propio presidente y sus ministros. Ahora después del batacazo electoral, los traidores y corruptos, correrán como ratas al nido reaccionario de la “Patria”, otros lloraran su derrota, algunos se irán a casa, a la de Europa o EEUU, otros a la iglesia a redimir pecados, o escuchar el canto de las aves enviadas por Chávez, transformado en paloma o colibrí, otros a pelear entre ellos botellazo en mano, ebrios de ambición y descalabro, insultos y ajuste de cuentas.
¿Qué ha llevado a que millones de trabajadores voten a los opresores fascistas?. Es la pregunta mediática del momento. A pesar de que digan que muchos se abstuvieron como protesta, contra la política del gobierno. Pero eso es mentira. Ya que la participación electoral, fue de un alto rigor en votación; que compraran votos, bueno, eso siempre lo ha hecho la derecha, pero, ¿tantos?; que compraran a los indígenas… pueda que lograran algunos de sus sectores más empobrecidos culturalmente y, no con un cargamento de whisky, pero sí es posible con un cargamento de dólares, el yanqui siempre está al acecho de los movimientos populares para dividir y vencer, asumir y alienar. ¡No es normal que los tres diputados elegidos por los indígenas votaran a los fascistas! Pero lo que si ha hecho, que millones votaran a la contra, ha sido la desidia de un partido y un gobierno ajeno a la educación de futuro de todo un pueblo. Desidia y palabrería hueca para impedir el avance histórico. Para impedir el camino hacia la revolución verdadera, dejando que la derecha hiciera a su antojo todo tipo de sabotajes, y proselitismo contra el gobierno. Y, sobre todo, la gran corrupción de muchos de los líderes chavistas (no lo digo yo), lo dicen o dijeron incluso los militantes, ex-ministros, militantes de base, e intelectuales de izquierdas.
Quizá no se supo elegir al protagonista de la transformación social, más allá de su bondad o predisposición. Pues un militante (más siendo dirigente), es o debe ser otra cosa ajena a la mediocridad. Un líder es otra cosa, menos voluble y flotante, con mayores actitudes y conciencia (dentro de una inmensa Venezuela), preñada de intereses político-económicos e ideológicos bien siniestros. Pero no sólo Maduro, la mayoría de la actual dirección chavista, está lejos de actuar como verdaderos revolucionarios, trabajando codo con codo con el pueblo más concienciado (no lo digo yo), lo dicen o dijeron muchos militantes venezolanos, y es que dentro del sistema capitalista, hasta la ideología proletaria se convierte en empresa de Estado capitalista.
¿Qué ha pasado en estos pocos años, para que los chavistas hayan perdido millones de votantes, se le esfumó la fe al pueblo o aterrizó sobre Venezuela la maldición de los dioses de Malinche?… ¡y no sólo que los hayan perdido, sino que los hayan ganado los fascistas!. Lo normal hubiese sido la abstención, lo anormal hubiera sido un golpe revolucionario para desbancar a la actual diligencia, y haber tomado las riendas para iniciar un verdadero proceso de revolución socialista. Estoy segura, que para tomar la decisión “anormal”, el pueblo de Venezuela ha tenido y tiene, suficientes militantes, que lucharían hasta la victoria final. Es decir, hasta desbancar a la burguesía fascista, de todos los poderes que ostenta en la República Bolivariana; que son muchos y bien definidos, disputados.
¿Cómo se pueden hacer cambios profundos, en la sociedad venezolana, respetando y pidiendo colaboración a la oligarquía mafiosa pro-yanqui?
¡Ni que decir tiene que los capitalistas, necesitan de la explotación de los trabajadores, para seguir siendo capitalistas! Por lo tanto esa contradicción sólo se puede resolver con la toma de los trabajadores de los medios de producción, del control sobre la economía y medios de información, su trasformación, y concepto ideológico de una vez por todas de las instituciones (todas ellas facciosas), su carácter bélico ajeno a la naturaleza y humanidad de los medios represivos policiales y militares.
Por otro lado está el tema del petroleo. ¿Por qué no repercute en el pueblo venezolano el gran caudal del petroleo?, ¿quienes controlan la explotación y venta de esta materia prima?. Según algunos de los militantes, profesores, intelectuales y hasta periodistas, hay una mafia compuesta de pro-chavistas, bien instalados en el poder político, sindicalistas mafiosos y un grupo bien numeroso de militares corruptos, que se han estado forrando de millones de dólares (que puntualmente invierten en paraísos fiscales de Europa y EEUU), que viven como los pitiyanquis del Whisky a secas, y como pitiyanquis actúan: ¡todo para mi!, ¡nada para el pueblo! Para que el pueblo siga saboreando la ley de la marginación económica, y de la humillación postrado en la servidumbre.
Pareciera que Maduro no se entera de nada, pareciera que no quiere enterarse, y pide la dimisión de sus ministros, de la dirección del PSUV, ¡pero él no dimite!. Pareciera que con el no va la cosa, pareciera que no es responsable de nada… ¿Será la oligarquía la que se encargue con el apoyo de los militares?. ¿Llegará por fin ese enfrentamiento ajeno a los postulados pacifistas?… Si sólo juegas a las elecciones sabes que en cualquier momento puedes perder; las reglas del juego es someterte a sus intereses, te gusten o no… y, las consecuencias serán más trágicas, para trabajadores y desocupados o estudiantes de las capas más humildes, no para los políticos profesionales, esos no. Los “profesionales democráticos”, están para servir a dios y al diablo, seguirán viviendo del maná del Estado en la propia Venezuela, y en cualquier parte del mundo.
PD.
‘Cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora, de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!’
(Citas de K. Marx, 1875)
Maité Campillo (actriz y directora de Hatuey, teatro indoamericano)