Venezuela. La política comunicacional hoy
Luchamos contra la miseria y el hambre. Luchamos contra el desbastecimiento que acompaña a la hiperinflación, y peleamos contra la rabia, la insatisfacción y el terror de sobrevivir. Nuestra pelea es paso a paso, día a día, hora a hora. Centavo a centavo.
Mientras avanzo, veo cómo el dinero se convierte en Dios. Los ideales y los valores se pierden, hoy se diluyen y suenan a recital de pastor evangélico. La nobleza puede costarte la vida. Los niños andan en retroceso, cuando no se puede probar el amor. Nuestro pueblo está sometido a los designios del misterio del mercado. Los precios son las noticias. El comerciante es el enemigo, en este cataclismo que significa la libertad absoluta del valor de uso en un contexto pre•bélico.
Caminar en la jungla, observar cada detalle, guardar distancias. Los sistemas de transporte público son violentados normalmente por el hampa. La sensación de caos se acentúa con las declaraciones de los partidos de la burguesía. La violencia que se destila de los medios sólo promete destrucción, castigo, desregulación, liberación de precios, privatización. Los discursos pierden consistencia, las referencias se hacen obsoletas por las acciones de los que se escudan en su poder simbólico. La culpabilidad es un balón que rebota en paredes de todos colores, mientras las subjetividad nos impide apreciar lo macro de las estrategias. Y esa subjetividad acarrea el hipercriticismo que nos alude, como representantes de una gestión en el medio íntimo que hoy es la Red. La realidad es que para construir una política comunicacional que no sea tildada de jalabola, de complaciente y ciega ante la realidad de una guerra cruenta y sanguinaria contra el chavismo en Venezuela deberíamos buscar la esencia de esta rebelión. La naturaleza salvaje de esta negativa a dejarse dominar por las transnacionales petroleras y el lobby zionista que domina a Washington.
Hoy, la política comunicacional de nuestra revolución depende, para vivir, de la transmisión de nuestra ofensiva contra el enemigo. Necesitamos en primer término que nuestras filas, nuestros combatientes sepan que estamos haciendo lo imposible y dejando la vida en el tránsito de consolidar nuestros sistemas de producción y distribución. Necesitamos que nuestros hermanos y hermanas conozcan las flores que nacen en el lodo. Es urgente que la sonrisa del campesino, la pujanza del obrero y la furia de nuestros intelectuales, la templanza de las madres y la ignominia de los traidores sea ventilada. Porque estamos enfocados trabajando en lo positivo. Porque responder a la intención de asesinar a los militantes de esta fuerza política y desarticular el estado revolucionario es un deber y un compromiso de vida. Porque desconocer la voluntad de Hugo Chávez al designar como sucesor a Nicolás Maduro presupone una ausencia de reflexión por parte del Comandante del panorama post Chávez. Y eso es imposible.
Es cierto, la coyuntura es económica. Y lo económico nos dice que nuestro país cambió para siempre, en esa convivencia insana que nos dejó diecisiete años de revolución y que hoy nos explota en la cara, con una caída histórica del precio del petróleo. Nada es lo de antes. Nada será igual, en esta historia que estamos escribiendo con sangre.
Sabemos igualmente que la información es un derecho inalienable. En un mundo hiperconectado, donde los testimonios anónimos e infundados son generadores de matrices de opinión mundiales, creemos que el conocimiento y la legitimación del conocimiento depende del poder hegemónico y creo que nadie puede dudar que en Venezuela está sucediendo un fenómeno sociopolítico que enfrenta al poder popular y a la burguesía local, que es la punta de lanza del imperialismo norteamericano y sus secuaces europeos. No hay un hegemón comunicacional en Venezuela. Lo que hay es una batalla encarnizada por mostrar la miseria de esta guerra obviando a los culpables, satanizando la gestión pública, destruyendo reputaciones y legitimando sicariatos contra los intentos de crear nuevos lenguajes, nuevos modos de aproximarse a la realidad en conjunción con el registro, la documentación y la promoción de logros y los avances del pueblo venezolano y el Gobierno Bolivariano. Esta guerra desigual, dispersa y viral que emprende el pueblo venezolano (ponga en esta sección la inserción de los medios comunitarios como piedra angular de los proyectos de comunicación) delimita los tiempos actuales. Es histórica, y épica. Se nos oponen los oligopolios comunicacionales más grandes del planeta, asociados y servidores de los intereses políticos del capitalismo internacional. Usan las lenguas y las manos de personajes locales, de sus medios, de sus computadoras y pagan en efectivo. En el medio, están los opinadores de oficio, los descontentos, los críticos y los hipercríticos, los intelectuales alertando, los traidores señalando, los sobrevivientes declarando su lealtad y entre muchos otros, un pueblo que espera por el momento histórico para el que fue entrenado durante tantos años.
Nuestra política comunicacional es esperanzadora, valiente, terca y chavista. No creo que se pueda pedir más en las trincheras.