Úrsula Von der Leyen dispone “campos de deportación” fuera de la UE para migrantes

Von der Leyen y la ultraderecha: la UE avanza hacia una política migratoria excluyente”

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha propuesto un polémico plan de “Campos de Deportación”, siguiendo el modelo italiano en Albania. Esta política refleja un giro radical hacia la extrema derecha, nada extraño en el caso de doña Úrsula, que “de casta le viene a la galga”

POR HANSI QUENAU PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

La política migratoria de la Unión Europea (UE) ha experimentado un alarmante giro hacia la derecha, como demuestra la reciente propuesta de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de abrir centros de deportación fuera del territorio comunitario.

Esta iniciativa no es una anomalía aislada, sino que forma parte de un patrón creciente en Europa que refuerza políticas de inmigración restrictivas y excluyentes. Lo que estamos presenciando no es solo un endurecimiento de las leyes migratorias, sino un intento descarado de externalizar la responsabilidad de la crisis migratoria, empujando a los migrantes fuera de la vista y, en consecuencia, fuera de la mente.

El anuncio de Von der Leyen sobre la posibilidad de seguir el modelo italiano en Albania, —campos de deportación gestionados por personal europeo en suelo extracomunitario—, es una clara muestra de cómo la UE busca deshacerse de su responsabilidad.

Estos centros, disfrazados de “soluciones prácticas”, son solo el último ejemplo de la deshumanización de los migrantes en Europa.

Desde el acuerdo con Turquía hasta el más reciente pacto con Túnez, la UE ha perfeccionado la técnica de pagar a terceros países para que gestionen el “problema” migratorio, una política que no solo es moralmente reprochable, sino que también socava los derechos humanos de los solicitantes de asilo y migrantes.

El cinismo de la externalización migratoria

La propuesta de Von der Leyen no es nueva. La UE lleva años explorando la idea de trasladar el problema migratorio fuera de sus fronteras, evitando enfrentar de manera directa las causas estructurales de la inmigración. El modelo de Italia en Albania, que ahora se propone replicar, revela el verdadero objetivo de estas políticas: alejar a los migrantes de la vista de la ciudadanía europea, mientras que los gobiernos populistas y de derechas se anotan puntos políticos.

Es importante destacar que estos campos de deportación no son meros centros de procesamiento, sino lugares donde los derechos humanos son violados sistemáticamente. Un informe reciente, citado en El País, revela que centros de detención en Turquía, financiados con dinero europeo, han sido escenario de graves abusos contra los migrantes. A pesar de estas denuncias, Bruselas mira hacia otro lado, escudándose en acuerdos financieros que solo buscan apaciguar a los gobiernos autoritarios de países fronterizos como Turquía o Túnez.

Este enfoque deshumanizador no solo ignora las terribles condiciones que enfrentan los migrantes en estos países, sino que también pasa por alto la responsabilidad histórica de Europa en la creación de las circunstancias que obligan a miles de personas a huir de sus hogares.

Las guerras, las políticas económicas neoliberales impuestas por instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, y el saqueo de recursos naturales en África y Oriente Medio son factores clave que empujan a la migración forzada. Sin embargo, la UE prefiere ignorar estas realidades y seguir fomentando políticas migratorias que, en lugar de abordar las causas de la migración, solo buscan contenerla a cualquier precio.

La mano dura de los gobiernos europeos

El viraje hacia la derecha de Von der Leyen no es un caso aislado. Está alineado con la creciente influencia de gobiernos y partidos políticos ultraconservadores y populistas en Europa. En países como Italia, bajo el gobierno de Giorgia Meloni, o Polonia, donde Donald Tusk ha suspendido el derecho al asilo, la narrativa anti inmigrante se ha convertido en un pilar clave del discurso político.

Este auge del autoritarismo de derecha se basa en la creación de un“enemigo externo” que, en este caso, son los migrantes. Al mismo tiempo, se refuerzan fronteras internas, como demuestra la erosión del acuerdo de Schengen, con más países cerrando sus fronteras en un intento de bloquear el flujo de personas.

Este endurecimiento de las políticas migratorias es parte de un movimiento más amplio que busca consolidar un proyecto europeo basado en la exclusión. Mientras se levantan muros físicos y legales para detener la migración, se refuerza la idea de que Europa es un bastión asediado por “invasores”. Esta retórica, aunque popular entre ciertos sectores de la sociedad, no aborda el problema real: la creciente desigualdad global y las crisis humanitarias que impulsan la migración.

 

Derechos humanos en jaque

Las consecuencias de este enfoque son devastadoras. Las organizaciones de derechos humanos han advertido repetidamente sobre las violaciones que sufren los migrantes en estos centros de deportación. Sin embargo, la UE parece más preocupada por el “efecto disuasorio” que por el respeto a los derechos fundamentales. La presidenta Von der Leyen menciona que la política migratoria solo será sostenible si se aumenta el número de deportaciones. Esta afirmación es reveladora, ya que reduce el fenómeno migratorio a una cuestión de números y gestión, ignorando completamente la dignidad humana de las personas afectadas.

La idea de que los países de origen de los migrantes deben aceptar las devoluciones bajo amenaza de sanciones o presión económica solo refuerza la desigualdad entre el norte global y el sur global. Al mismo tiempo, se perpetúa la narrativa colonial de que Europa tiene el derecho de decidir quién entra y quién no, y bajo qué condiciones.

 

 

 

 

 

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