Una escritura clandestina
Decía Heráclito que todo fluye nada permanece y un proverbio ruso afirma que allá por donde el agua no pasa…el libro pasa. Dejando de lado las posibles interpretaciones, o confirmaciones / negaciones de la validez de los dichos, cierto es que al agua cuando se le cierra el paso, busca el más mínimo resquicio por el que filtrarse…lo mismo podría afirmarse de las obras de algunos escritores en el país de los soviets, cuando ya se respiraba una atmósfera cuartelaria que confirmaba la apuesta del otro cuando afirmaba que un socialismo sin libertad devendría un cuartel, obras que se difundieron8 para eso estaban los clandestinos samisdazt) a pesar de las amenazas, las cárceles, el exilio, o…la muerte. Si el poeta decía que la poesía era un arma cargada de futuro y se suele mantener, habitualmente con indudables tonos despectivos, que tout le reste c´est littérature , en el caso del que hablo el escribir se había convertido en una actividad de alto riesgo, haciendo que pareciese que los dirigentes del país consideraban la literatura como algo de suma importancia: o bien, para consolidar los valores del socialismo en construcción ( siguiendo las líneas maestras del << realismo socialista >> teorizado, es un decir, por Zanov) o, por el contrario para luchar contra el poder y fomentar la disidencia .
Si tal carácter opresivo que señalo se había convertido en el pan nuestro de cada día para la totalidad de la población ( Sheila Fitzpatrick, << Le stalinisme au quotidien. La Russie soviétique dans les années 30>>. Flammarion), hasta para los cuadros de la nomenklatura que del día a la mañana podían verse convertidos-a pesar de ellos mismos- en traidores, saboteadores y…otras lindezas ad hoc, nada digamos de los escritores que , en muchos casos, prestaban su airada voz que recogía el clamor de esos << millones de seres que gritan a través de su boca torturada>>, por recurrir al verso de Anna Ajmátova, que era una de las numerosas personas que tuvieron que malvivir sorteando en la medida de los posibles las innumerables trabas que les conducía a una << escritura clandestina>>; la lista sería larga: André Biely, Alexandre Blok, Mijaíl Bulgakov, Varlam Chalamov, Mikhaël Sholojov, Sergei Essesin, Máxim Gorki, Vladimir Maiakoski, Isaac Babel, Ilya Erhenburg, Vassili Grossman, Evgenia Guinzburg, Ossip Maldestam, Boris PasternakNina Berberova, Iossif Brodski, Victor Kravchenko, Vladimir Nabokov, Alexandre Soljenitsin, Marina Tsvetaieva, Ievgueni Zamiatin, …a esta apresurada lista puede añadirse el nombre de Lidia Chukóvskaia ( 1907-1996), la que hubo de esperar a años después de la muerte de Stalin, y a pesar de la supuesta apertura posterior al XX congreso del PCUS, para ver publicada, en su país, hubo de esperar hasta finales de los ochenta su sintomática novela ahora traducida pulcramente por Marta Rebón: << Sofia Petrovna. Una ciudadana ejemplar >> ( Errata Naturae, 2014). Las vueltas y revueltas que pasó lanovela y su autora nos son presentados en un ubicador epílogo de la traductora y de Ferran Mateo.
La escritora vivió aquellos años en directo y la situación le afectó directamente en su cotidianeidad ( su marido, un destacado físico fue detenido en 1937 y fusilado al año siguiente), lo que le empujó a la literatura con la guía de que «mi obra se escribió con la huella de los acontecimientos aún fresca en mi mente». Así pues, su novela- escrita entre 1939 y 1940 en un cuaderno escolar- recoge de manera casi especular ( de speculum = espejo) sus vivencias y la de muchos de sus conciudadanos que padecieron la ascensión y la inmediata caída: de héroes a bandidos por arte de un chivatazo, de un cambio en la dirección en el comisariado de turno, etc. Lidia Chukóvskaia recurrió a las palabras para combatir el miedo que atenazaba al personal, contraviniendo muchos de los valores dominantes, como reflejo de la visión del mundo que esquemática y forzadamente se imponía desde el poder, e incidiendo en casos individuales-aspecto que parecía de mal gusto ante el colectivismo imperante- al prestar su voz a las víctimas de diferentes atropellos, y haciendo que su testimonio hiciese perdurar unos tiempos en los que la vida no resultaba fácil de ninguna de las maneras, ya que las paredes oían, los arreglos de cuentas podían revestirse de grandilocuentes palabras ideologizadas, etc. Su compromiso se tradujo en constantes firmas de apoyo a los distintos represaliados y disidentes que iban apareciendo en el panorama , lo que le valió ver prohibida la publicación de sus obras.
La protagonista que da nombre a la novela, Sofia Petrovna, era una viuda de un médico de campanillas y su oficio era el de mecanógrafa en una de las editoriales más importantes de Leningrado; su cumplimiento fiel de sus tareas hace que fuese considerada como una ciudadana ejemplar. Su entrega va a hacer que el ascenso, tanto en el escalafón como en lo salarial, no se haga esperar y el resto de compañeras de trabajo van a pasar a depender de su mando. Su hijo, Kolia, ha cursado los estudios de ingeniero y tampoco tarda en obtener un indudable éxito. Ambos viven de acuerdo con los principios del partido y de la revolución y se animan mutuamente de cara a entregarse con creciente denuedo a la construcción del socialismo, en un solo país que proponía el secretario general.
Dice el refrán que no hay bien que dure cien años, a madre e hijo la situación acomodada les duró un suspiro, a lo que sucedió un cúmulo de suspiros ante la represión creciente y espectacular de las grandes purgas y los procesos moscovitas. El enrarecido ambiente en el que iban cayendo en desgracia uno tras otro, los líderes de los primeros momentos de la revolución, va a conmover en lo más hondo a Kolia, ejemplar ciudadano, hijo de la ejemplar ciudadana, y como en las obras de Arthur Koestler ( << El cero y el infinito >> o en la de Victor Serge( << El camarada Tuláyev >>) – otras destacadas << voces de la medianoche >> dejando de lado otros testimonios-, lo increíble va a apoderarse de la realidad y las mentes de los espectadores y víctimas del terror van a quebrarse ante la inseguridad que corroe el orden establecido.
Del mismo modo que toda moneda tiene sus dos lados, su cara y su cruz, en la historia que nos es presentada la vida va a cambiar de sino y las nuevas condiciones van a exigir un aprendizaje para aprehender lo que a todas luces resulta inaprensible.
El libro es una verdadera sacudida para el lector que se sentirá conmovido ante los hechos que se le narran, provocándole verdaderos escalofríos ante la gélida, y pausada, mirada que se le ofrece sobre la verdadera cara de los caminos que dicen conducir al supuesto paraíso y que acaban siendo un verdadero infierno terrenal.
Una lograda novela-testimonio, otra más, que refleja en el campo literario aquello que afirmase Aristóteles sobre el ser: que se dice de muchas maneras…la realidad se narra, igualmente de múltiples maneras; en esta ocasión la dura realidad relatada se ve acompañada de un acompasado verbo, teñido de ciertos tonos melancólicos que parecen indicar algo así como que cualquier tiempo pasado no fue mejor pero fue al menos más soportable, rasgos, los señalados, que hacen que la verdad vaya llegando dosificada a los ojos lectores y al corazón de ellos.