Un buen regalo
Pago para no tener que hacer un regalo. Acepta el pago el psicoanalista tal como la aceptan algunas putas, para no tener que mezclarse en tus asuntos. El amigo invisible simboliza la incomodidad de tener que agradecer que caracteriza a una época de analfabetos emocionales.
No cobraba a mis colegas, les decía que ellos sin duda ayudarían a otros que lo necesitaran, me callaba lo de que por favor no me hicieran regalos por navidad. Pero la verdad es que una vez regalé un jamón que volvió luego a mi casa y no precisamente del colega al que se lo había enviado. Un potlach entre compañeros de profesión.
Decía Proust que a un alma delicada le agobia que alguien esté obligado a gratitud con ella; a un alma grosera, el saber que ella está obligada a gratitud con alguien. Un ironista diría que a las almas delicadas no nos importa deber nada a nadie. Nietzsche hubiera dicho: ¿No es dar una necesidad? ¿No sería entonces compadecerse el aceptar? Una manifestación más de la “virtud que hace regalos”.
Un buen regalo, como un buen amante, debe sorprender. Un buen regalo ha de asustar un poco a quien lo recibe. Si se espera o se hace para devolver o porque toca llevarlo a esa fiesta es más difícil hacerlo como Dios manda. Un proyecto de satisfacción no es lo mismo que el final de una carencia. ¿Quieres agradecer un buen regalo? Acéptalo con buen corazón.
Aceptar las cosas como si fueran regalos es todo un arte de vivir. Puede considerarse si no una prueba al menos una necesidad de la existencia de Dios. Para el ateo el peor momento es cuando se siente verdaderamente agradecido y no tiene a quién dar las gracias. El gran pintor puede presumir de mezclar todos los colores con buen gusto, del gran santo se puede decir que mezcla todos sus pensamientos con gratitud. Todos los bienes tienen mejor aspecto cuando parecen regalos. Ante la alegría de agradecer todas las posibles fechorías parecen retirarse a un segundo plano.
Tanto para dar como para hacerse con un buen regalo hay que incorporarlo a una historia. Según la abuela del Camino de Swan era vulgar valorar un regalo por su utilidad, lo importante era asociarlo con una idea o un recuerdo. Eso lo asciende, como lo hace el coleccionista con sus cosas a la que las libra de la servidumbre de su utilidad al hacerlas formar parte de la colección.
Va a haber menos “cosas” que regalar y más necesidad que nunca de regalar cosas. ¿Cómo puede ser posible? ¿Cuál es el lado buen de eso? La marca distintiva de la prosperidad era el aumento de la especialización. La marca distintiva de la pobreza es el regreso a la autosuficiencia. Cuando llega la pobreza pasamos del intercambio que se hace para obtener una ganancia al que se hace para consolidar las relaciones sociales. Los comerciantes intercambian productos, los que están fuera del mercado, regalos.
Como cada vez va a ser más difícil pagar a los “los profesionales” tendremos que mojarnos más dando y recibiendo regalos que nunca. ¡Qué alegría sería poder rechazar ciertos regalos envenenados! ¡Ya quisiera más de un pobre poder pasar de ellos! Los beneficios que obtienen pueden resumirse en el proverbio esquimal: “Los regalos hacen esclavos lo mismo que los látigos hacen perros”. Ciertas ayudas convierten a los receptores más en dependientes de los que les ayudan que en personas agradecidas por los bienes que reciben.