Ua fábula en forma de porvenir
Necesitamos una segunda existencia al menos. Del mismo modo que elaboramos los recuerdos y nos hacemos con una historia necesitamos embarcarnos hacia una fábula en forma de porvenir. Hasta ahora usábamos los libros, luego han venido las películas y los juegos on y offline. La segunda vida cada uno también la vive dónde puede.
Supongo que las mismas precauciones que tomábamos con los libros valen para los otros medios. Hay al menos dos tipos de libros: Los libros que nos ayudan a volvernos más autónomos y los libros que nos ayudan a volvernos menos crueles. Los libros de la primera especie ayudan en las contingencias individuales que producen fantasías individuales. Son estas las fantasías a cuya reelaboración dedican la vida los que procuran la autonomía; y con ello la esperanza de remontamos a nuestros orígenes y, para utilizar la expresión de Nietzsche, de convertirnos en lo que somos. Libros de la segunda especie son importantes para nuestras relaciones con los demás, para ayudarnos a advertir los efectos de nuestras acciones sobre otras personas. Estos son los libros relevantes para conciliar la ironía privada con la esperanza de poder ayudar realmente a algún prójimo.
La importancia de elaborar recuerdos nunca se exagerará. Tanto más se repite el pasado cuanto menos conciencia se tiene de recordarlo -recordad, hay que elaborar el recuerdo para no repetir. ¿No es cierto que sólo vuelven como espectros aquellos muertos que se ha despachado con excesiva premura, sin rendirles las necesarias exequias, y que los remordimientos revelan menos un exceso de memoria que una impotencia o un fallo en la elaboración del recuerdo?
Hace unos años encontré en la residencia donde pasaba sus últimos días mi madre a la persona que me enseñó a leer, ella preferiría decir la que fue testigo de cómo aprendí. Le contó la historia a mis amigos. Me quedé de piedra, era tal cómo yo acostumbraba a contarla. Los pedantes tenemos un problema, no nos tomamos muy en serio la veracidad de ningún recuerdo. Estamos hartos de las juergas que se corren “ciertas” victorias a nuestra costa. Salí de la residencia pensando que a la vieja maestra se le debía haber ido un poco la olla.
Tampoco se puede exagerar mucho en la importancia de elaborar esperanzas. Ocurre aquí como con el genio, con lo ingenioso de la humanidad; si se pudiera suprimir, no habría existido nunca. Los hombres pueden ser, en la tierra, los guardagujas de su camino todavía no decidido en cuanto a su salvación, pero tampoco en cuanto a su condenación. En conjunto, el mundo sigue siendo el mismo laboratorius possibilis salutis que hay que elaborar profundamente.Hartos de elaborar ideas que no desembocan nos dedicamos a lanzar consignas. Como si estuviéramos leyendo un texto sagrado podemos considerar la lectura como la política: un proceso constante de elaboración y formulación de predicciones que conducen a la construcción de una verificación.
Creemos saber muchas cosas que no sabemos, porque cabe la posibilidad de conocer con la cabeza lo que se ignora con las vísceras, de la misma manera que se puede perdonar con la mente pero no con el corazón. El conocimiento puede ser una proposición o una disposición. Para convertir lo primero en lo segundo, según un proceso de doble dirección para conocer con la cabeza lo que conocemos con las entrañas, y saber con las entrañas lo que ya conocemos con la cabeza, hay que embarcarse en un proceso que Freud llamaba «elaboración». Toda buena forma de pensar está abonada a la necesidad de reelaboración.
Ya quisiera yo reconocerme mis ideas, no puedo, si aspirara al mínimo protagonismo no debería hablar más que de sensaciones y visiones: nunca de ideas -pues ellas ni emanan de mis entrañas ni son nunca verdaderamente «mías». Mi segunda vida, esa que me monto con los media, es más mía que la otra, del mismo modo que Don Quijote pretendía a los hijosdalgo hijos de sus obras, no de “alguien”. El entrañarse es la existencia verdadera para Pessoa: Es la que soñamos en la infancia, la que continuamos soñando bajo un sustrato de niebla y no esa “falsa, que é a que vivemos em convivencia com otro/ Que é a práctica, a útil/ Aquela em que acabam por nos meter num caixao”.