Tu enemigo está en ti. Mírate en este espejo. Una clave de lo que nos pasa
El grado de abyección personal y colectiva al que hemos llegado. Gente como nosotros, en 2009 vuelve a demostrarlo en un “concurso” de la televisión francesa. No te pierdas esto, aunque conozcas los experimentos de psicología social de Stanley Milgram, Philip Zimbardo, y el de la “Tercera Ola”, porque merece un análisis a fondo.
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En la noche del sábado 26 de marzo al domingo, la segunda cadena de TVE, repitió el programa “La Noche Temática” titulado “La naturaleza del mal” con la emisión de dos documentales: “El juego de la muerte” y “La ciencia del mal”. Lástima que “La NT” se emita tarde, en lugar de en horario de máxima audiencia (las 22,00 horas). Los vídeos estarán disponibles hasta el 6 de abril en la web http://www.rtve.es/television/documentales/la-noche-tematica/ y caso de que ya no, los hallaréis en otras direcciones que os presento al final. En la web de tve2 tenéis también la posibilidad de copiar la transcripción de todas las voces del documental doblado al español y conservarla: poned en marcha el video, pausa, definid el texto, copiar y pegar; pero tiene la pega de que sólo aparecen la pregunta y el voltaje aplicado, si se verbalizan; para más detalles, la transcripción que yo he hecho, en la Nota 2.
“El JUEGO de la MUERTE” documental escrito y producido por Christophe Nick, recoge el experimento realizado para la televisión francesa en 2009, en forma de supuesto programa piloto para un concurso de televisión llamado “La zona extrema” (La zone Xtreme), sin emisión al aire, ni dinero en juego, sólo 40 euros pagados por adelantado por dedicar tanto tiempo al asunto. Un concurso con el habitual aspecto que suelen tener todos los que ahora mismo vemos en la televisión, con jugadores muy normales y corrientes, espectadores muy normales y corrientes, y todos reaccionando como normalmente lo haríamos cualquiera de nosotras (más o menos); un escenario y puesta en escena de calidad, perfectamente adecuado y creíble. Y estamos hablando de un país tan civilizado, moderno, similar a nosotros y próximo, como Francia, y en 2009.
No se explica en el documental cuales han sido los criterios de selección de los voluntarios (además de no haber participado en ningún otro concurso de tv), pero teniendo en cuenta que había un equipo interdisciplinar con psicólogos sociales, y que dicen corresponden con el perfil buscado en la década de los 60 por el doctor Milgram, cabe esperar que han sido correctos. Milgram en realidad, en su primer experimento al menos, sólo exigía que el participante tuviese una edad entre 20 y 50 años. Además, el director del equipo es nada menos que el psicólogo social Jean-Léon Beauvois, autor del “Tratado de la servidumbre liberal. Análisis de la sumisión” (Editorial La Oveja Roja. 2008, 270 páginas; con prólogo de Slavoj Zizek) que me sirvió de guía e inspiración para parte de mi largo texto publicado en Kaos en la red y titulado “Sumisión de la clase trabajadora. Psicología social. Estilos empresariales. Trabajo hoy. Alternativa PDF 28 páginas” (2/9/2013), con enlace al final.
Los seleccionados sólo sabían que participarían en la puesta a punto de un nuevo concurso de tv, y que no habría dinero en juego (por tanto, tampoco premios para ellos). No se enteraban de qué iba el supuesto concurso hasta que, de uno en uno, tenían la entrevista con el jefe (el productor, Christophe Nick). Primero se procedía al sorteo amañado por lo que el papel del “alumno” le tocaba siempre al actor cómplice, y el del examinador, al seleccionado. Entonces se les informaba de que había 27 preguntas que debería responder el “alumno”, y que el examinador daría descargas eléctricas cada vez que se equivocase, pero no de la escala de descargas y que podían llegar hasta 460 voltios. De ahí que alguno caiga entonces en la cuenta de que sufrir alguna dolencia cardiaca era un criterio de exclusión, pero sin sacar la conclusión de que podría ser no sólo porque las descargas fuesen frecuentes (dependiendo de los errores, podían llegar a 27), sino muy altas. Al parecer, a ninguno de los seleccionados se le ocurrió hacer la pregunta tan elemental de a cuánto ascendía el voltaje, y todos aceptaron. No se nos explica en el documental cuánto tiempo transcurrió entre su aceptación y la realización del concurso; el caso es que nadie se lo pensó más ni se echó atrás, tal vez porque el “alumno” tampoco había mostrado mayor interés pese a ser quien sufriría las descargas. De los detalles sólo se enterarán una vez estén ya sentados para concursar en el plató del programa. Así que ya no tendrían mucho tiempo para considerarlo y deberían reaccionar sobre la marcha, lo que asemeja a la mayoría de las situaciones que nos encontramos en la vida real, porque quienes nos quieren imponer una obediencia abusiva tampoco nos avisan con tiempo de sobra pues eso aumentaría las posibilidades de nuestra resistencia y negativa a obedecer. Milgram tampoco puso al tanto de los detalles a sus sujetos hasta que ya estaban metidos en el experimento. Aceptan los 80 seleccionados, y seguido firman participar y la cesión de derechos de imagen; a cambio reciben 40 euros (se entiende que por adelantado), el equivalente de lo que los 4 dólares que pagaba Milgram. En cuanto a la cesión de la imagen, que no es como en el caso de Milgram para un experimento universitario, sino para una cadena de televisión, creo que es un tanto abusiva, porque en realidad no saben en lo que se meten; no sé cómo se habrá procedido, pero lo correcto sería contar con su autorización al final, una vez comprendida la importancia del experimento y que no se trata de hacer un juicio sobre su persona, dados los precedentes de otros similares con resultados incluso peores (como el de Zimbardo). Aunque al parecer no se firma expresamente un contrato sobre el desarrollo de programa, sí que hay un contrato explícito e implícito (NOTA 1).
Un EXPERIMENTO y su RESULTADO. Ni los concursantes ni el público del plató están al tanto de que en realidad no es un concurso piloto de televisión, de que el sorteo de roles está amañado para que el candidato “alumno” sea siempre la misma persona: un actor que debe cometer siempre los mismos errores, por lo que las descargas (falsas), siempre son de la misma escala de voltaje ascendente, y las reacciones de dolor, quejas, acogerse al derecho a abandonar, etc., son siempre en los mismos momentos y términos, sea quien sea el examinador y su comportamiento. Para asegurar esta homogeneidad del papel del “alumno”, su voz ha sido grabada previamente al programa piloto. El concurso es una repetición, de forma moderna, espectacular, familiar y lúdica, del experimento psicológico que hace 55 años realizó el doctor Milgram. Los resultados obtenidos son todavía más preocupantes y perturbadores, tanto en el comportamiento de los 80 “concursantes” como del público asistente, que ni protesta ni se rebela ante lo que asiste, sino que incluso al contrario, con su actitud general, sus aplausos y participación (cuando se equivoca el “alumno”, el público debe gritar “¡Castigo!” o sea, que el concursante examinador le aplique una descarga eléctrica en progresión ascendente), supone una presión adicional al “concursante” voluntario, para que continúe haciendo cada vez más daño al “alumno”, pese a sus reiteradas quejas y reclamo de finalizar.
El 80% (en el documental dicen “81%”, pero así no salen las cuentas) de los concursantes llegaron hasta el final dando dos descargas de 460 voltios. En el experimento de Milgram llegaron al final (menos voltios, 450), “sólo” el 62%. En el concurso, a raíz del momento crítico de los 180 voltios en que el “alumno” pedirá parar, sólo 9 cumplieron con su deseo, y el propio y llevaron hasta el final su resistencia (se considera como tal, cinco negativas a proseguir, claras y seguidas, durante una misma pregunta) a la autoridad, que utilizó incluso la presión del público que pedía seguir. A partir de los 320 voltios, cuando el “alumno” se niega a responder a las preguntas y todo apunta a que puede estar muy mal, otros 7 examinadores que anteriormente se habían intentado rebelar sin éxito, por fin se negaron firmemente a continuar, porque no soportaron el sufrimiento del “alumno” y su propio conflicto interior. En total fueron 16. Los restantes llegaron (desde los 20), hasta los 460 voltios, y por dos veces. Aunque ya con la descarga de 180 voltios en la pregunta 12, el “alumno” dijo que lo dejaba, que paraba, y reclamo varias veces su derecho a hacerlo, no fue del todo coherente y siguió respondiendo; pero tras contestar a la pregunta 19, ya se negó en firme a responder: “¡Me niego. Me niego a contestar!. Sacadme de aquí. No tenéis derecho a obligarme”. Y sin embargo, le dieron de 8 a 9 descargas crecientes hasta 460, y 5 descargas posteriormente a esa declaración y que tras decir “¡Me duele el corazón. Dejadme salir!”, no se le sienta ni quejarse; lo mismo podrían haber estado aplicando descargas a un difunto. Si llega a haber más preguntas ¿cuántas más de 460 habrían estado dispuestos a asestarle?.
En el documental en realidad no creo que lleguemos a ver a 80 concursantes, sino muchos menos, pero si los que se niegan a llegar hasta el final son 16 y suponen el 20% porque el 80% si lo han hecho, eso confirma que en total son 80.
En la NOTA 2 transcribo todo lo relevante de la parte de las descargas, salvo lo correspondiente al momento de retirarse de los 16, que conviene lo veáis en el vídeo del documental (desde poco antes de la primera hora).
Supongamos que la diferencia, con respecto al experimento de Milgram, de 18 puntos porcentuales (80% menos 62%) pudiese atribuirse a la presencia y presión del público que no existía en aquel, y a que la dirección de programa, llegado un punto de negativa a continuar del “alumno” y en consecuencia de algún examinador, llega a decir “Nosotros asumimos toda la responsabilidad”. Y que eliminado esto, el porcentaje hubiese sido el mismo ¿cómo deberíamos valorarlo?
Hemos llegado a tal punto de idiotización (digámoslo por su nombre) que ya no hace falta investirse de autoridad científica, militar, religiosa, patronal, etc., sino que, en parte gracias a la televisión y su lavado de cerebro cotidiano desde la más tierna infancia, a la importancia que le damos a ese medio, al compromiso firmado (aunque lo “viole” la empresa por presionar a continuar con la tortura), y la simple “autoridad” de una conductora de concurso televisivo, famosa, joven, guapa y frívola (no ataco a la persona que hay detrás de ese papel, Tania Young, que estaba al tanto de todo, interesada en el experimento e impactada por el grado de obediencia del que era testigo) que no repite más que cuatro frases-mantra como “No te dejes impresionar [por su sufrimiento y quejas, ni por la violación flagrante que estamos cometiendo con las bases del concurso porque le impedimos abandonar cuando lo está reclamando y le torturamos contra su voluntad, ni porque tampoco hacemos caso a tus deseos de parar], continúa”, es suficiente para llevar a la mayoría abrumadora de los “concursantes” (tanto hombres como mujeres adultos), al punto de que a partir de los 200 voltios y sobre todo de los 400, habrían podido causar un gravísimo daño al “alumno”, llevándolo al estado de agonizante, incluso quizás a la MUERTE, aunque no disfruten nada con ello. Desoyen la llamada de la empatía más elemental con un torturado por ellos y contra el que no tienen nada, a pesar de sus sentimientos en contra, ¡sólo porque alguien con un poquito de autoridad les dice que deben hacerlo! pues inicialmente han adquirido un compromiso de colaboración (limitada a la voluntariedad de ambos participantes), y sin necesidad de recurrir a amenazas de castigo, intimidación, sin el menor riesgo de represión o represalias, ni siquiera el soborno monetario, ni la devolución de los 40 euros.
Veremos más delante, por la existencia de una variante del experimento, que la figura de “autoridad” de la presentadora-conductora parece fundamental, y esto sería lo más grave, que una figura de “autoridad” tan irrelevante, consiga, cuando menos, el mismo resultado que en el experimento de Milgram presentado expresamente como científico, y por tanto con mucha más supuesta legitimidad y trascendencia, frente al programa piloto de un entretenimiento.
Me pregunto si cada seleccionado pensaba que sólo habría un programa-piloto, un ensayo general (el suyo), o sabía que también había otros (con otros examinadores y –supuestamente- alumnos), ya que sólo conocía su entrevista en solitario con el jefe de producción junto al otro supuestamente seleccionado, el actor. Si entendía que eran sólo ellos, podría haber más presión para que “hiciese bien” su papel como concursante y no estropease el espectáculo; pero la presión debiera disminuir porque, como veremos, siempre quien primero “se raja” es el “alumno”, por lo que podían sentirse liberados para abandonar también, siquiera sea por empatía y respeto a su decisión de retirarse.
En el tramo pre-final, desde los 380 voltios (ya avisa al concursante el cuadro de palancas de que la descarga es peligrosa), el “torturado” no responde a las preguntas y ni siquiera se queja, por lo que, debiendo ser tan intenso el dolor y con tanto acumulado, cabría pensar que está inconsciente, o algo peor. ¡Aún así, le asestan doble ración de 460 voltios, de la zona más que peligrosa, definida como XXX!. Y los que llegan hasta el final serán aprobados por la conductora-presentadora con un “Tenemos ganadores” “¡Bravo, bravo, ha ganado!” “Acabáis de ganar 1 millón de euros”, lo que ni siquiera es cierto en el “programa piloto”. Los examinadores están contentos por ganar y se interesan por cómo estará el torturado, aunque les ha importado más cumplir bien su papel que su estado, pese a no recibir ningún premio. Si los examinadores han sido capaces de llegar hasta el final cuando al ser el programa piloto no ganan nada más que los 40 euros ya cobrados ¡imaginaos si efectivamente pudiesen llevarse los 100.000 euros!. ¿Cuántos se habrían plantado cuando sin dinero sólo lo hizo el 20%?
Ni siquiera los psicólogos sociales, familiarizados con los resultados de otras repeticiones del experimento de Milgram, se esperaban semejante grado de obediencia, pero quizás es porque no han tenido en cuenta que el sujeto del experimento no iba a contar con ningún apoyo por parte del público, sino al contrario.
A los examinadores, la presentadora-conductora del concurso, al sentarles ante el cuadro de mandos, les explica el sistema de descargas:“Va de descargas ligeras a descargas peligrosas, pero ¡atención! nunca le van a provocar un daño irreversible”. Lógicamente, si les dijesen que podría dejarle con el corazón gravemente dañado, en silla de ruedas o provocarles la muerte, nadie participaría (al menos por el miedo de salir en la tele como un asesino); pero el hecho de que el daño pueda ser reversible no quiere decir que no pueda ser muy grave y que luego pueda necesitar medicación o rehabilitación, pues ya les ha avisado de que las descargas avanzadas son peligrosas. Para que no se les olvide, en el cuadro de palancas de descarga, las de 380, 400 y 420 voltios, están agrupadas bajo el cartel de “choc dangereux” (conmoción peligrosa), y las de 440 y 460, bajo una triple X (XXX) que da muy mala pinta porque no se sabe bien qué quiere decir y está más allá de “peligroso”. Ya los voltios 320, 340 y 360 estaban agrupados como “choc tres intense” (conmoción muy intensa). Además, los sujetos no debieran confiar ciegamente en esta declaración, sino seguir su propio criterio según van viendo la reacción del “alumno”, porque como lo han diseñado los experimentadores, pasado un nivel de descargas, todos (tanto examinador como público) deben tener la impresión de que está inconsciente e incluso de que ¡agoniza o está muerto!. Además, todas sabemos o intuimos cuánto duele una descarga de 230 voltios, que es la tensión que tenemos en casa.
También desde el principio le deja claro al examinador que “Si decides plantarte, lo perderías todo”, por lo que está claro que el examinador puede plantarse, e implícito que si es el “alumno” quien decide plantarse, también se paralizaría, tanto más porque es él quien más tiene que ganar o perder y el que estaría sufriendo las descargas. En el doblaje y la transcripción que hace la versión de “La Noche Temática” de tve2, es todavía más claro porque la presentadora habría dicho “Y si decidís parar, lo perdéis todo”. Sin embargo veremos que esta parte del contrato no será respetada por el programa, tanto cuando se plante el “alumno” (no lo soltarán) como cuando quiera hacerlo el examinador, a quien en base a supuestas reglas del concurso contrarias a lo pactado, se le exigirá que continúe (“Tienes que continuar. Son las reglas”), consiguiéndolo en la mayoría de los casos. Ya que han dado su consentimiento con la firma de un compromiso, y están allí ante todo ese aparato profesional y técnico, y el público, se sentirán obligados a dar las primeras descargas, pero cuando ya es más que evidente que el “alumno” sufre mucho y se niega a continuar, no hacen caso de la presión moral y empática que él ejerce sobre ellos, sino de la de unas simples frases por parte de la conductora del tipo “Que no te impresione, continua”, “Tienes que continuar. Son las reglas”, y en el límite, poder lavarse las manos si ocurre algo (“Nosotros asumimos toda la responsabilidad”), aunque debieran verse libres de todo compromiso porque el programa está violando contra el “alumno” el contrato de voluntariedad.
Esta declaración de que “Nosotros asumimos toda la responsabilidad” marca una diferencia con respecto al experimento de Milgram en el que está inspirado éste; y la otra gran diferencia es la presencia del público. Ambas refuerzan más la tendencia a la obediencia.
A la vez se está dando el fenómeno que ya Milgram llamaba “escalada del compromiso”. No es lo mismo ir ascendiendo de 20 en 20, desde una descarga de 20 voltios, que dar directamente descargas de 460 voltios, a lo que es más fácil que podrían negarse de principio. Como las primeras resultan leves, es fácil quitarles importancia e ir entrando en el juego perverso. Cada vez que da una descarga se hunde más, y más tiende a justificar lo que está haciendo o tendría que cuestionarse, así que se procede a una huída hacia adelante, a la vez que se van habituando a hacer daño, pues el siguiente paso ya no parece tan malo, es “más de lo mismo” y la “mejor” manera de salir de este lío es llegar hasta el final y terminar de una vez. Pero esto no debería tener tanta fuerza si la empatía tuviese la que quisiéramos reconocerla, pero no es así. Oyen al torturado, pero no lo ven, y eso les ayuda a acallar la empatía que existe en ellos y aminorar el conflicto, a la vez que hablan por encima de sus gritos, para así prestarles menos atención. Hay una flojera, una debilidad, una impotencia asombrosa a la hora de plantarse “¡me cagüen la leche, de aquí no paso, me largo!”; importan más las consideraciones sobre el respeto a la autoridad, a “no quedar mal en la tele” montando un pequeño lío (¡aunque te estés comportando como un torturador!), que el sufrimiento que estás provocando contra la voluntad del otro que no te ha hecho nada para merecer eso ni de lejos.
La “autoridad” de la conductora, se impone a los derechos contractuales, a la empatía con el torturado (grita, se queja, está furioso por retenerle contra su voluntad, por torturarle) y a los propios valores del examinador. Es como estar en trance, entrar en el estado agéntico, o sea, convertirse en un mero ejecutor de órdenes, en “un mandao” dispuesto a todo, aunque a la vez se esté oyendo los lamentos, suplicas y gritos del torturado. Pasará a prestar oídos sordos a sus gritos y a hablar por encima de ellos para imponerse en su conciencia y marcar distancias emocionales. Y cuando se les revela la verdad del experimento, los más obedientes dicen que ya lo suponían, que no podía ser verdad que un programa de tv llevase a nadie a tanto sufrimiento, aunque su comportamiento delata que se lo habían creído (nerviosismo, risa floja para liberar la tensión, preguntar y pedir autorización a la conductora, hacer trampas para ayudar al “alumno” a responder correctamente…); es una forma de justificarse, no asumir su responsabilidad, lavar su conciencia, no aprender nada y volver a hacer lo mismo si se presenta otra ocasión parecida; estos son los peores. ¡Y no lo serán mucho más que la media o la mayoría social! Por lo general, los participantes están agradecidos por la experiencia pues han aprendido mucho de sí mismos, y saben que en adelante deberán estar más alertas en todo lo relativo a la obediencia.
El PÚBLICO fue conseguido como para cualquier otro concurso; gente de edad generalmente joven o mediana. A la juventud se le atribuye una energía y capacidad de rebeldía, e incluso de insolencia contra la autoridad, que no esperaríamos de un público compuesto de ancianos traídos de un asilo. Cada grupo estaba compuesto por 100 personas, y pasaron por el “concurso” 20 grupos, en total 2.000 personas. Cada programa del concurso, tendrá sólo a un examinador, por tanto, sólo una sesión de descargas, con 100 espectadores, que es lo que da al ojo la visión del documental. Si os fijáis, si son 80 los examinadores, aquí hay algo que no me cuadra, que debe estar mal explicado en el documental. Porque si no queremos que el público repita programa y compruebe que no tiene sentido que el mismo “alumno” torturado vuelva a ser seleccionado una y otra vez, para sufrir la prueba con distinto examinador, con la misma sucesión de preguntas, respuestas, descargas y reacciones (el alumno, antes de la primera pregunta ya se escabulle de la cabina y todo lo que se oye de él es una grabación) y que por tanto se mosquee sobre la autenticidad de lo que viven, no actué espontáneamente, y se falsee con respecto a ellos el resultado del experimento, debiera haber 80 grupos de 100 personas que no vuelven a repetir la experiencia, luego 8.000 personas espectadores en total, lo que habría sido una muestra muy importante para sacar conclusiones sobre la actitud del público ante la tortura, la obediencia a la autoridad del animador que le dirige, y de la conductora del programa. Diez días duró el experimento, lo que viene a suponer una media diaria de 8 sujetos, y debieran haber sido ochocientos espectadores diferentes.
El caso es que había mucho interés en observar también el comportamiento del público presente en directo. Esta es una diferencia crucial con los experimentos llevados a cabo por Milgram. Un animador, previamente, les explica a todos en qué consiste supuestamente el concurso, que se darán descargas eléctricas crecientes “de 20 en 20 y llega a extremos considerables” (dice). Este animador se convierte en la figura de autoridad para los espectadores, y sin embargo para nada tiene un aspecto impresionante ni intimidante; joven, con su ropa gris oscuro y su gorra negra, ni siquiera llega al nivel de portero de discoteca, y no se parece a ninguna figura de autoridad tradicional que imponga respeto (profesor, doctor, ejecutivo, segurata, policía municipal). Al principio de cada programa, la presentadora-conductora del mismo vuelve a explicarles en qué consiste y que cada vez que se equivoque el “alumno” deberán reclamar descarga gritando “¡Castigo!”, y la gente lo escucha animada, aplaudiendo y repitiendo la palabra, divirtiéndose. Cuando ocurre que algún examinador/a se resiste a continuar y parece que puede abandonar, la conductora apela a la opinión del público buscando evidentemente su complicidad para continuar, y éste lo expresa así, con aplausos e incitaciones a “¡La fortuna!” y “¡El millón!” de euros.
Del público se espera que sea dócil al guión, a las indicaciones del animador (aplaudir, levantarse, etc.), pero no puede sentirse tan intimidado como el concursante, porque de entrada son una masa, y lo mismo que pueden gritar juntos según el guión, pueden armarla gorda juntos contra lo que está ocurriendo. Por eso creo que en el público hay una responsabilidad que no ha sido suficientemente subrayada. Nos representan a todos cuando no movemos un dedo con las cosas que pasan en la sociedad, a pesar de poder organizarnos porque estamos juntos en los centros de trabajo y de estudio. Cierto que en esa situación se impuso en el público el espíritu gregario, de “rebaño” sometido al pastor-animador, pero dada la gravedad de lo ocurrido cabía exigir a sus miembros una actitud más crítica y autónoma.
Pues bien, pensemos en que, incluso aunque algunos espectadores hubiesen repetido la experiencia, habría siempre para ellos una primera vez, auténtica, perfectamente creíble. Quizás también sabían que se estaba grabando (no en directo, en el aire), que por tanto, se podía repetir lo que hiciese falta sin mayor estropicio, y que además se trataba de un programa piloto, que no se emitiría y en el que ¡no había premio de 1 millón de euros!. Aunque todo esto último no se diese, siempre tendríamos la primera condición y ante esto ¿cuál fue su comportamiento?.
Que sepamos, ¡ni uno sólo! de los miembros del público, fue capaz de expresar descontento públicamente, y menos levantarse, ponerse de pie y gritar “¿qué cojones está pasando aquí? ¡esto es inadmisible! ¿vamos a seguir asistiendo a esta sesión de tortura pública y encima jaleando? ¡hay que poner fin a esto!¡el examinador debe abandonar, soltad al candidato ya, vayámonos todos y denunciémoslo en las redes sociales, ante los medios de comunicación y la policía!”. Esto es, esa minoría actuante, denunciando con poderío, firmeza y convicción, podría haber servido de ejemplo, de modelo de desobediencia, creado la diferencia y quebrado todo el proceso, porque hubiese ganado a otros, y así hasta llegar a una masa crítica que echase abajo el concurso, por bronca del público y por fomentar en los concursantes la resistencia a continuar. De modo que el experimento, en lugar de ser una repetición ampliada y a peor del de Milgram, podía haber sido el de la influencia “revolucionaria” de una minoría activa, como otros experimentos (incluso variables del de Milgram NOTA 3) demuestran aunque se tenga poco interés de profundizar por ahí porque no conviene al sistema. ¡Pero no existió esa minoría!. ¿Hubo alguien o varios que lo pensaron, pero no se atrevieron o estuvieron esperando a que otra persona tomase la iniciativa y como todas pensaban lo mismo, unas por otras, no llego a ocurrir? Quiero creer que yo sí habría montado el follón, y sin esperar a que otras tomasen la iniciativa, aunque me echasen del estudio, y no porque conociese previamente los experimentos de Milgram, pero ¡vete a saber!. El caso es que si la grabación de los programas duró diez días, muchos tuvieron tiempo para hacer algo, siquiera a través de las redes sociales, y sin embargo, no hubo ninguna filtración ni escándalo previo que motivase denuncias, etc. En el documental no se nos explica nada que quite fundamento a esta reflexión.
Parece ser que el público jugó siempre un papel negativo, bien porque no apoyó los momentos de resistencia de los examinadores o porque contribuyo directamente a la presión siguiendo las exhortaciones de la conductora y del animador del concurso cuando un examinador se esforzaba por ser capaz de desobedecer y plantarse con firmeza (se entendía que lo era a la quinta negativa seguida, durante el tiempo de una pregunta y, claro está, sin dar otra descarga).
¿Y SI el CONCURSO SE HUBIESE EMITIDO por TV?. Ahora la pregunta que podemos hacernos es: caso de que el experimento se hubiese emitido como concurso, en una cadena, día y hora de máxima audiencia, si gente corriente tuvo ese comportamiento en el plató en su rol de público ¿cuál habría sido la reacción de la gente en su rol de espectadores ante la tv en sus hogares, solos o en compañía, con la distancia de no estar presentes en el plató, no pudiendo intervenir allí, y habiendo ocurrido los hechos siquiera unas horas antes (el programa, grabado y emitido en diferido)? Y si la emisión –aunque grabada- hubiese sido supuestamente en directo ¿la gente habría llamado en masa a la cadena de televisión para protestar (al menos desde que el torturado quería retirarse), exigiendo que se interrumpiese de inmediato el programa, estallado en protestas las redes sociales, etc.?.
El experimento podría haber tenido validez a condición de haber grabado antes también a los otros 79 examinadores, comprometiéndose a guardar silencio hasta la emisión del programa, y si se hubiese conseguido que no se filtrase nada a la prensa a través del público del plató y los profesionales. De hecho, el experimento llevó 10 días y el público en general no se enteró. Se podría haber emitido primero la actuación de un examinador que hubiese llegado hasta los 460 voltios, pero que comprendiese la importancia del experimento, aprendido la lección y desease expiar su falta y hacer esa contribución a la reflexión de todo el país. De seguido, se habría emitido el documental más o menos como lo conocemos, por lo que todo habría quedado en su contexto, poniendo especial cuidado en salvar de la quema pública al examinador que, por servicio a todos, se había prestado a la emisión entera de su programa. Habría sido un experimento social histórico y de mayor trascendencia que la emisión radiofónica de “La guerra de los mundos” por Orson Wells en 1938.
¿Qué habría ocurrido si el experimento hubiese sido en España, donde estamos acostumbrados a matar toros en las corridas y otros “festejos”, y a que los toreros sufran cornadas? ¿Si hubiese sido en 2009 a poco de empezar la crisis, en 2012 con el pico más alto de las protestas, ahora con una desmovilización casi total e ilusionismo electoral?
Una VARIANTE del EXPERIMENTO. Los investigadores introdujeron una variante con otros 5 concursantes (al menos, los que aparecen en el video, porque no se dan más datos, NOTA 4): la presentadora-conductora abandonaba el plató al llegar a los 80 voltios, dejando sólo al examinador/a, con el público (video, a las 1,23 horas). Aunque seguía existiendo la presión de las reglas y el compromiso, la del poderoso medio televisivo a través de la situación (escenario, focos, cámaras, público), el 75% se detuvo pronto (seguramente a partir de que lo solicitó el “alumno”). Esto demostraría que el peso decisivo entre todos los factores, lo tendría la autoridad de la presentadora-conductora que personificaba casi todo lo demás. En segundo lugar estaría la presión del público manejado por el animador para que influyese para seguir; y en tercer lugar estaría la presión del acuerdo con la productora y del propio medio televisivo. La soledad del sujeto ante unas reglas y un entorno que presiona, es muy importante a la hora de ceder a la obediencia, por encima de la empatía y de sus valores morales explícitos; pero si no existe alguien que expresamente represente esa autoridad y que esté presionando sobre la marcha (la presentadora), es más fácil que acabe resistiéndose, también a la “opinión pública” (el público), y desobedeciendo. Sin embargo, si efectivamente fueron sólo 5 los sujetos del experimento, me parece una muestra demasiado pequeña para dar por concluyente ese 75%, pues podría haberse dado la conjunción afortunada de que fuesen personas como las 16 de la versión estándar. Para que las conclusiones fuesen comparables en seguridad, la muestra debiera haber sido también de 80 examinadores.
NO AVANZAMOS, RETROCEDEMOS. Pese a lo que supuestamente debiéramos haber progresado con la experiencia y el conocimiento histórico (tantas guerras, documentales en tv sobre el nazismo, el Holocausto, etc.), el comportamiento de los partícipes en los experimentos de Milgram de los años 60 no era más obediente de lo que lo somos ahora, pues por lo que parece deducirse de este “concurso” ¡ahora lo seríamos más!. ¿Guarda esto alguna relación con la realidad social y política? Juzgad por vosotras misma lo que fueron en rebeldía y protestas, de la juventud, las mujeres, el movimiento estudiantil, el movimiento obrero (mayo del 68 francés, Italia, España, Argentina…), anticolonial, por las libertades, contra la discriminación racial, contra la guerra de Vietnam, etc., las década de los 60 y 70, y comparadlo con lo que tenemos ahora en todo el mundo, y con nuestros derechos que, en vez de aumentar, disminuyen. En los años 60, con inocentes concursos televisivos del tipo de quién es capaz de responder más preguntas de cultura, etc. ¿habría habido concursantes y espectadores en el plató y en casa capaces de admitir semejante divertimento a cuenta de la tortura?. No lo creo, y aunque no fuese por progresismo, por la censura de las creencias religiosas y el “buen gusto”.
¡Borregos! Eso es lo que han hecho de nosotros desde la autoridad en la familia, en la enseñanza, en el trabajo, la banalización de la violencia en las películas y telefilms, la televisión y sus entretenimientos cada vez más idiotizantes, y así ocurre lo que ocurre a diario, en todos los ámbitos de nuestra existencia a la vez que nos creemos muy libres, maduros, decentes y hasta valerosos. ¡Normal que se aprovechen de nosotros y más que lo harán en el futuro, contando con una juventud domesticada (en el sentido de amansada y asentada en el domo, la casa) de maduración psicológica retrasada porque ni siquiera se emancipa del hogar paterno hasta los 30 años! de modo que pasan de casa de los padres a ser padre/madre de familia sin apenas haber conocido la época de la rebeldía juvenil emancipada y madura.
Con semejante psique no hace falta dar muchos pasos para caer en las actitudes sociales y políticas más sumisas, resignadas, indiferentes a las agresiones a los demás, a su sufrimiento, autoritarias, xenófobas, neofascistas, imperialistas y hasta genocidas. Así de fina es la línea que separa la mentalidad liberal burguesa de la contrarrevolucionaria y criminal. Así de fina es la línea que personas corrientes han traspasado en el experimento, torturando “porque sí”.
Con semejante mochila psicológica, tamaña tendencia a la sumisión, al servilismo, y a obedecer aunque hagamos mucho daño a quien no nos lo ha hecho ni lo merece, no es extraño que traguemos carros y carretas durante esta crisis, que no haya explosiones sociales, que tengamos tan poco empuje para hacer propuestas políticas serias, combativas y realistas a la vez, que soportemos lo que se está haciendo a la gente que huye de países en guerra o miseria por lo que nuestros capitalistas y su Estados provocan también allí, que tengamos tan poca iniciativa para la investigación y la crítica a fondo sobre esta sociedad, este modo de vida, el sistema capitalista y su Estado.
Y no se puede alegar, ni con el experimento de Milgram, ni con el concurso televisivo, que los participantes estuviesen sometidos en ese momento a una relación contractual capitalista (menos todavía de tipo feudal o esclavista, etc.), a la disciplina y dominio empresarial o del Estado, que si no continuaban tuviesen que devolver dinero, y que por eso se bloquearon a la hora de desobedecer; porque ni los concursantes, ni mucho menos los espectadores, iban a sufrir sanción, despido, pérdida monetaria, ni castigo de ninguna otra clase. ¡No era más que un puto concurso de mierda y le hicieron el juego a la sumisión más abyecta y a una de las prácticas más inhumanas (la tortura) disfrazada de entretenimiento y diversión!. Comparado con esto, incluso una relación capitalista corriente es más decente.
Cierto que todos estamos desde la infancia en buena parte formateados como el tipo humano necesario para el buen funcionamiento de la Megamáquina capitalista. Que tanto los concursantes como el público son personas sometidas a diario al Capital y al Estado y que eso acabará trasladándose también a otras situaciones de su vida. Pero también lo es que la obediencia a la autoridad es una constante en toda la historia de la Humanidad, aunque con grados y características diferentes según las épocas, los modos de producción (comunismo primitivo, esclavismo y despotismo “asiático”, feudalismo, capitalismo), y que si es posible es porque hunde su raíz en la dependencia del bebé, del infante que, para sobrevivir, debe confiar en y obedecer a sus mayores, y en la tradición de la familia patriarcal y su autoridad sobre los hijos/as.
Cierto que también somos capaces de revelarnos, de desobedecer, de protestar, incluso de insurreccionarnos contra la autoridad, la explotación y la opresión. Pero también que nos cuesta muchísimo. Una revolución comunista en Europa a principios del siglo XX habría costado menos sufrimiento y vidas que las dos guerras mundiales y todo lo que ha ocurrido después, pues habría impulsado también la revolución en EEUU, Canadá, todo el continente americano, Japón, China, toda Asia y Oceanía, y África empezando por el norte y Sudáfrica. Pero hemos padecido dos guerras mundiales, el holocausto por los nazis, el holocausto por las bombas atómicas sobre Japón, la guerra fría, la guerra contra Vietnam-Laos-Camboya, la amenaza latente del holocausto nuclear, etc. Incluso en los momentos o períodos de desobediencia, sigue habiendo una fuerte tendencia, tanto por nuestra naturaleza psicológica, como por el contexto histórico, a pasar de una obediencia a otra, de una sumisión a otra, aunque sea menor o más progresiva históricamente; de oponernos al capital y su Estado, pero someternos acríticamente a la dirección del sindicato, del partido, del líder más o menos carismático o mediático, del nuevo Estado que también nos oprimirá; de pasar a jugar un rol social de explotador y opresor que nunca creímos que seríamos capaces.
Eso mismo lo demuestra otro experimento, el del doctor Zimbardo.
“La ciencia del mal” es un documental cuya parte más interesante es la explicación e imágenes sobre el experimento llevado a cabo en 1971 por el doctor Zimbardo, en la universidad de Stanford (EEUU), con voluntarios que eran estudiantes de dicho centro. Consistía en crear una cárcel experimental en la que, por sorteo, unos voluntarios tuviesen el papel de guardianes y otros, el de prisioneros. Una vez más, la educación liberal burguesa no fue obstáculo para que unos y otros se metiesen e identificasen tanto con su papel, que prácticamente se olvidasen de que era un experimento y lo viviesen como la realidad, cayendo los vigilantes en un comportamiento fascistoide y sádico, y los presos, en muchos casos, en la sumisión e incapacidad para rebelarse. El experimento afectó al propio Milgram y llegó a tales extremos que hubo de ser interrumpido abruptamente, durando sólo 6 días.
Con lo que ahí se descubrió, se hace más comprensibles (no, justificables) comportamientos abyectos como los de los carceleros norteamericanos en la prisión de Abu Ghraib (Irak), y nos pone a todos en guardia sobre el peligro que determinadas situaciones, los contextos, sistema de relaciones, entrañan en sí, por lo que hay que evitarlos si no queremos caer en roles funcionales, o sea, en el juego y corrompernos.
RESTANDO TRASCENDENCIA al EXPERIMENTO a mayor gloria del PODER. Una de los primeros ataques a las revelaciones de los experimentos de Milgram, fue tacharlos de crueles e impropios de la ética científica, exagerando todo lo posible sus posibles efectos negativos sobre los verdaderos sujetos (los examinadores), cuando en realidad fue positivo para ellos al enseñarles el peligro de su tendencia, hasta dónde podía llevarles en inhumanidad. Pocos experimentos de psicología habrán hecho una aportación gran grande para ponernos en guardia sobre una cuestión tan trascendental, y por ello molesta a quienes quieren mantener oculta esa tendencia, porque les beneficia.
Una actitud muy extendida entre la burguesía y sus servidores “científicos”, es la de minimizar el valor de estos experimentos, o tratar de limitar sus implicaciones reales a los casos extremos del nazismo, fascismo y lo que ellos entienden como comunismo, de modo que no se cuestione la realidad cotidiana de la sociedad capitalista ni la educación familiar, escolar, de los medios de comunicación, por la que hemos sido condicionados/as y seguimos condicionando a la descendencia, para que acepte su sumisión al sistema.
Que se trata de tergiversaciones del significado del experimento de Milgram, lo demuestra sin lugar a la menor duda su repetición tan poco autoritaria, apolítica y a la vez supuestamente lúdica, en el supuesto concurso de la televisión francesa, con el comportamiento del “concursante” y del público invitado, que obtienen resultados ¡peores, más inhumanos! que los del experimento original de Milgram.
Todavía el 26 de septiembre de 2014, venía en El País una noticia referente al experimento de Milgram titulada “Los voluntarios que torturaban en nombre de la ciencia”, firmada por Miguel Ángel Criado, que seguramente podréis localizar preguntado en Google por su artículos en El País. Cuenta cómo se han descubierto en la universidad de Yale, una caja de documentación relativa al experimento de Milgram, y con los comentarios posteriores al mismo de sus participantes, destacando que si actuaron así lo hicieron porque estaban contribuyendo al conocimiento científico. Con esto, hay algunos doctores listillos que pretende restarle importancia al experimento, como si en realidad los partícipes hubiesen mostrado un gran interés por la ciencia y no una enorme tendencia a la obediencia, de modo que “No hubo un comportamiento burocrático de sometimiento a las normas, sino un verdadero entusiasmo por la ciencia”, ¿incluso a costa de hacer daño hasta la (supuesta) probabilidad de muerte a la (supuesta) víctima “alumno” aunque ya ¡desde los 150 voltios! se esté quejando del dolor, y más en concreto en el corazón (alega que tiene un problema cardiaco) y negándose ¡a gritos! a seguir participando en el experimento, y exigiendo que paren, le suelten, le dejen marchar, porque era también un voluntario y no un prisionero, y sólo por saber “cómo afecta el dolor al aprendizaje” (la excusa dada para el experimento)?.
¡Claro que hicieron una gran contribución al conocimiento científico, pero no por aquello por lo que estaban “torturando” (la relación entre dolor y aprendizaje), sino por el simple hecho de torturar progresivamente cuando podían haberse negado perfectamente a hacerlo al poco de empezar, sobre todo ante las súplicas y el terror del “torturado” que llegaba a sufrir los letales 450 voltios después de dejar de quejarse tras sus últimas intervenciones en tono agónico reclamando que le soltasen.
Que los sujetos “torturadores” del experimento digan cosas así, es perfectamente comprensible como racionalización, lo mismo que los nazis eliminaban judíos para librar a la humanidad de un supuesto parásito infrahumano que la enfermaba, o sus doctores (y los japoneses) realizaban inhumanos y monstruosos experimentos con los prisioneros justificados por la “ciencia” médica militar, o los aliados se inventaron todas las excusas (falsas además) del mundo para justificar los bombardeos con bombas incendiarias y napalm sobre las ciudades alemanas y japonesas (de manera), y lanzar dos ¡no una! bombas atómicas sobre dos ciudades japonesas preservadas para ello de bombardeos previos (para comprobar lo que podía hacer la bomba atómica sobre ciudades intactas), por no hablar de acontecimientos anteriores, posteriores, actuales y del futuro.
Gracias a la obediencia, la distancia y la deshumanización de las víctimas, es más fácil achicharrar desde el aire a decenas de miles de civiles, con mujeres, niños y ancianos, que disparar cara a cara sobre una ancianita y el nieto que lleva de la mano, o a alguien de otra raza y lengua que de la propia.
La introducción por Milgram de la variante que describo en la NOTA 3, demuestra que lo que movía a los examinadores era ante todo la obediencia a la autoridad, no el cumplimiento a toda costa (¿hasta quizás la muerte del alumno?), del supuesto objetivo científico. Por eso, cuando otros se atrevían a cuestionar esa autoridad, los examinadores se sumaban a la desobediencia y abandonaban el experimento, resolviendo así el posible conflicto interno que estuviesen viviendo.
El experimento francés del concurso de televisión, echa definitivamente abajo todas esas maniobras para ningunear el valor del experimento de Milgram. Ahí nadie puede alegar que estaba causando daño a otro porque creía que estaba haciendo una gran contribución a la ciencia (¿cómo afecta el dolor al aprendizaje?), porque no era más que un puto divertimento, una mierda de concurso televisivo, y se estaba torturando con el aplauso del público. Aquí, la presión venía del siervo imbécil que llevamos dentro, de la voz de la famosa y bonita presentadora, y del público sin mayor autoridad que la de la masa, y no había ninguna supuesta gran causa a defender (la patria, la libertad, “el mundo libre”, la paz, la especie humana, la raza, la ciencia, la fe, la salvación…). Pero esos doctores listillos parecen ignorar que ya en 2009 se hizo ese experimento televisivo. ¡Qué nivel “científico” y cuanto atrevimiento para cuestionar a Milgram!.
La OBEDIENCIA de los SERVIDORES de la MEGAMÁQUINA, y sus MECANISMOS. Los experimentos de Milgram de 1961 se hicieron para comprender mejor las causas del Holocausto sobre judíos y otros muchos prisioneros, y otros comportamientos. Ayudaron a entender mejor cómo somos, el por qué de nuestro pasado, lo que ocurriría en los años siguientes en la guerra norteamericana en Vietnam, lo sucedido hasta nuestros días por todo el mundo y lo que vendrá. Zimbardo, con su experimento, quiere llamarnos la atención sobre el comportamiento en situaciones jerárquicas. Ambos experimentos son situacionales, y a fin de cuentas una gran parte de nuestro comportamiento diario se desarrolla en situaciones de una mayor o menor jerarquización. En ambos se demuestra que lo más determinante no es lo “cabrón” que sea o no cada uno, sino algo que llevamos en nuestra psique, seguramente desde nuestros orígenes en la jerarquía de simios parecidos al chimpancé más que al bonobo, y que se activa peligrosamente en situaciones con cierta jerarquía, como las sociedades de clase y con Estado, o los experimentos de Milgram, Zimbardo, y el “inocente” concurso de televisión.
¿Y nos extraña que seamos siervos de la Megamáquina capitalista, de las empresas y del Estado, y que por su “buen funcionamiento” o mera perpetuación, lleguemos a sacrificar a millones de personas en la miseria, y las guerras mundiales o localizadas?.
Sabido es que las relaciones jerarquizadas suelen servir para que cada cual eluda su responsabilidad por la consecuencia, en otros, de su actos; desde el “soy un mandao” cuando ejecuta un desahucio sin alternativa habitacional, al “me limito a cumplir órdenes” del soldado que comete crímenes de guerra, y la “obediencia debida” del militar golpista y genocida. Un experimento sobre el sentimiento de responsabilidad en este sentido, lo cuenta la noticia de El País del 23 de febrero, titulada “Seguir órdenes nos hace sentirnos más irresponsables. Un experimento muestra que cuando obedecemos somos menos conscientes de los efectos de nuestras acciones”, firmado por Daniel Mediavilla que seguro podéis encontrar preguntando en Google por él y sus artículos en El País.
El hecho de repartir las tareas, fragmentar el proceso, también facilita el cumplimiento del objetivo final y el sentimiento generalizado de irresponsabilidad. Así, los nazis, para llevar a los judíos hasta los campos de exterminio, contaban con la colaboración de los funcionarios civiles que manejaban el papeleo con las listas de los que debían ser localizados para su deportación a destino desconocido, con la policías locales que debían asegurarse de que llegasen a la estación de ferrocarril, los ferroviarios que conducían los trenes, los prisioneros de los campos que colaboraban encarrilando en el proceso a los recién llegados, etc. Todos eran unos eslabones, pero entre todos hacían la cadena.
La responsabilidad también tiende a diluirse cuando la decisión pueden tomarla varias personas, porque se produce el conocido efecto de “unos por otros, y la casa sin barrer”, pensando que otro lo hará, o ¿por qué tengo que ser yo quien lo haga?, etc., en lugar de hacer lo que hay que hacer, y tomar la iniciativa que puede arrastrar a otros. Y las consecuencias pueden ser desastrosas, como las experiencias y los experimentos demuestran.
Aparte de este concurso, hay que recordar el experimento de “la Tercera Ola” en un curso de un instituto de enseñanza norteamericano (1967), que dio lugar a un movimiento gregario de corte identitario fascistoide, demostrando la vulnerabilidad de la juventud a la manipulación con cuatro claves, y mostrando que la educación liberal burguesa no prepara ni inmuniza contra la fascistización de los alumnos, sino que permite que el proceso de fascistización se dé con una celeridad asombrosa, aunque sea esto en lo que menos se quiere incidir cuando se comenta el caso.
Unid todo esto a la siguiente noticia y podréis sospechar los peligros si fuesen capaces de crear el adecuado fármaco o control a distancia de la actividad cerebral: El País, 23 marzo, “Las neuronas que nos hacen valientes. La modulación de un circuito neuronal convierte a una rata en una perfecta cobarde” firmada por Javier Sampedro, que fácilmente podréis localizar preguntando por sus artículos en El País.
Debemos estar muy atentas a estos mecanismo individuales y colectivos, porque a la par que y contribuyendo al debilitamiento de la clase trabajadora, en Europa en particular, se irán desarrollando movimientos cada vez más reaccionarios, apoyándose en el rechazo a los inmigrantes, a los refugiados, a los musulmanes; y los procesos pueden desarrollarse mucho más rápido de lo que nos tememos, si se den aceleradores como los atentados terroristas yihadistas que estamos sufriendo.
¿ES TODO ESTO INSUPERABLE? Confío en que no, porque en nuestra especie, a lo largo de toda la historia en todo el mundo, hay pruebas más que sobradas de capacidad de crítica, desobediencia, rebeldía y revolución. Confío en que ayudados por la dinámica que suele surgir de los procesos de lucha autoorganizados (a partir de las asambleas con gran participación, y sus delgados para representarlas y coordinarse), podamos tener a ralla la tendencia a la obediencia.
El propio Milgram sacó esta importante conclusión de sus experimentos: “cuando un individuo desea hallarse EN OPOSICIÓN A LA AUTORIDAD, LO MEJOR QUE PUEDE HACER ES BUSCAR APOYO a favor de su postura EN LOS DEMÁS miembros del grupo. En la mutua ayuda que los hombres se prestan, halla el baluarte más fuerte que pueda tener contra los excesos de la autoridad”.
Y sobre todo que por la plena conciencia del problema, seamos capaces de generar otro contexto social que nos permita avanzar hasta superar el capitalismo y de su Estado, y reducir este problema al mínimo posible gracias a relaciones sociales, instituciones, normas, recursos de ayuda psicológica colectiva e individual (NOTA 5), y nuestra alerta permanente.
Ya sabemos que lo que se vive en una instancia (familia, escuela, empresa), tiende a trasladarse y cumplirse también en otra con algún rasgo de autoridad legítima, aunque se abuse. Todavía no disponemos de una explicación definitiva de todos estos procesos de obediencia, espíritu gregario, irresponsabilidad; de cuánto de ello pueda corresponder a nuestra naturaleza más profunda, a nuestros genes, y cuánto dependa de las circunstancias históricas y cómo los activen, y también se desactiven en los procesos de lucha, rebelión y revolución. Pero tenemos evidencia sobrada de la enorme peligrosidad de la obediencia y de que la tendencia que debemos superar es muy poderosa y resistente, tanto en lo personal como en lo colectivo.
Por tanto, la confianza en que otro mundo y otra Humanidad son posibles, no puede venir de la minusvaloración del problema, como si fuese una cosa marginal, anecdótica casi, una curiosidad científica, sino de que seamos plenamente conscientes de su enorme gravedad y trascendencia y por tanto estemos muy alertas de nuestro comportamiento y del de los demás, de cómo nos relacionamos en los centros de trabajo, de estudio, en los barrios, en nuestras luchas, en las asambleas, en los sindicatos y partidos. Porque el enemigo no está sólo ahí fuera, en la forma en que más o menos solemos reconocerlo, ni tampoco sólo en las ideas que podemos analizar, desenmascarar, combatir racionalmente, sino en lo más profundo de nuestra psique no racional, en todas y cada una de nosotras. (NOTA 6)
Un EJERCICIO PSICOLÓGICO. La pregunta que todas nos hacemos es ¿qué habría hecho yo en el lugar de los sujetos del experimento de Milgram, de éste, del de Zimbardo…?. Vistos los resultados y salvo que tengamos indicios claros de que no caeríamos (nos detuvieron y torturaron durante el franquismo y aguantamos sin denunciar a los compañeros, etc.; hemos plantado cara al empresario en solitario, sin el apoyo de los demás, y peleado como un jabato, etc.) nos convendría ser modestas, y pensar que lo habríamos hecho, como la gran mayoría. Mejor, hagamos un ejercicio de imaginación, e identifiquémonos a tope con algunos de los participantes (basta ver los documentales), pensemos que somos nosotras, y que la hemos pifiado ya una vez en cada caso. Y luego fijémonos en aquellos que se han salvado e imaginemos que somos nosotras las que actuamos así, comprendiendo los diferentes talantes, como se observa en este caso del concurso, y tomándolos de modelo. Internet nos facilita el ejercicio porque podemos repasar esos documentales una y otra vez, para fortalecer la identificación positiva. Recordemos también alguna de las ocasiones en las que nos hemos doblegado e imaginemos cómo deberíamos haber actuado. Imaginemos situaciones que se nos podrían presentar y cómo podríamos responder. Tengamos siempre presente las lecciones de estas experiencias, sean de otros o nuestras.
Pero el ejercicio más valioso será siempre aprender de la práctica en la lucha, apoyarnos mutuamente para superar nuestros miedos, sentimientos de soledad e impotencia, la tendencia a obedecer; empeñarnos en la autoorganización mediante asambleas, para debatir, decidir y actuar; en asumir la responsabilidad por nuestras decisiones, no dejarlas en manos de sindicatos, partidos, etc.; defender a los represaliados y detenidos por desobedecer; mostrar a los demás la legitimidad y liberación de la desobediencia.
Es muy importante difundir al máximo posible este conocimiento, para que la gente esté más atenta y resulte más difícil utilizar esta tendencia a la obediencia contra nosotras.
Es por eso, por lo que te pido que des el primer paso, y PASES ESTE ARTÍCULO.
NOTAS:
NOTA 1.- Si bien es cierto que sólo firman una cesión de derechos de imagen (para emitir las del programa), sí hay un contrato explícito e implícito. Se les decía, y así se grababa en el supuesto programa piloto, que si salía bien todo y se emitía el concurso efectivo (lógicamente, cabía esperar que fuese con otros participantes), si el candidato alumno aguantaba las 27 preguntas (asociaciones de palabras) sin retirarse antes (soportando las descargas eléctricas que pudiera haber por sus respuestas equivocadas), habría un premio de 1.000.000 de euros que se repartirían así: 900.000 para el alumno y 100.000 para el examinador que daba las descargas. Pero si el alumno, que es el que sufría dolor y el mayor estrés, no seguía adelante, no se podría terminar el cuestionario, y ambos no ganarían nada; si el examinador no se sentía capaz de seguir dando descargas, también podría detener el cuestionario, incluso aunque el alumno quisiese continuar; le haría una faena, pero él también perdería los 100 mil euros, así que no se podría atribuir a un capricho o ganas de fastidiar a un desconocido; por tanto, ambos debían aguantar el probable dolor o estrés hasta terminar las 27 preguntas y ganar el premio. La esperanza estaría en llegar hasta la última pregunta sin ningún fallo o muy pocos y por tanto sufriendo sólo las descargas más livianas, y llevarse ambos el premio. No había obligación de llegar hasta determinada pregunta o a cierto nivel de descarga por el mero hecho de participar en el concurso. Sin embargo, los concursantes en el programa piloto sólo se llevarían 40 euros por adelantado (el equivalente a los 4 dólares que pagaba Milgram) independientemente de cuántas preguntas alcanzasen, de si se retiraban o no.
Esto debe ser evidente cuando en el plató de tv, al inicio de la grabación del programa piloto, la presentadora-conductora, presenta el concurso como una prueba de “valor, capacidad de resistencia y autocontrol”, por parte de los dos concursantes: el candidato al premio mayor o alumno que sufrirá las descargas en caso de equivocarse, y el examinador que las dará por un premio menor. Esto implica que en algún momento podrían plantarse, como parte de las normas admitidas del juego.
No se puede confundir la necesidad de llegar hasta la pregunta 27 para poder ganar el premio, con la supuesta obligación de llegar a la pregunta 27 también para cumplir con el contrato o compromiso con el concurso, que no existe en esos términos, porque el concurso se podría detener con que uno cualquiera de ellos así lo quisiese, sin que por ello se incurriese en incumplimiento alguno de contrato.
De lo contrario, no sería una prueba de valor, sino de sometimiento y miedo. Sometimiento a la obligación de llegar hasta las 27 preguntas (fuese cual fuese el nivel de descargas alcanzado), por más miedo a las consecuencias del incumplimiento del contrato que a las de las descargas y el darlas; así podría ocurrir que ¡todos llegarían a las 27 preguntas aunque sea contra la voluntad del “alumno”! y como sólo esa sería la condición, y no, hacerlo sin superar un nivel determinado de descargas, resultaría que ¡todos los concursantes ganarían el millón de euros!, lo cual no tiene mucho sentido para un concurso y también sería ruinoso para el productor.
En cuanto se traspasa la línea de la voluntariedad y hay obligación de continuar por el mero hecho de estar en el concurso, ya no hay rastro de valor, capacidad de resistencia y autocontrol, sino sometimiento, obediencia pura y dura a la autoridad.
Es más, expresamente le dice la presentadora al examinador en el plató de tv, al comienzo del concurso: “Si decides plantarte, lo perderías todo”. No le dice “Recuerda que sólo tiene derecho a plantarse el candidato alumno”. Tampoco “Recuerda que no puedes plantarte, porque estás obligado por el concurso”. Y se supone que en ese caso de incumplimiento de contrato, habría alguna sanción económica para el concursante que se hubiese plantado, sea el examinador o el alumno, y de esto no se habla en ningún momento, ni con el jefe (productor), ni con la presentadora-conductora ,ni hay contrato que diga tal (sólo cesión derechos de imagen); es más, reciben por adelantado 40 euros, y si hubiese riesgo de sanción por no llegar a las 27 preguntas y fastidiar todo un programa de televisión, lo lógico es que también hubiese el aliciente de una mayor gratificación. Si el examinador, que ha cobrado ya 40 euros, puede plantarse con todo derecho contractual (no digamos ya moral), con mucho más motivo el alumno, que sufre las descargas y también sólo por 40 euros (caso de haber premio real, sí sería el que más ganaría, pero también el que más podría perder con descargas peligrosas y más que peligrosas como veremos), lo que obligaría a parar el concurso, pues no tendría sentido que se plante, que no quiera seguir respondiendo a más preguntas y que sin embargo se le obligue a continuar, se tome su silencio como repuesta errónea y se le sigan administrando descargas, pese a que ya ni siquiera es capaz de quejarse de dolor.
Si me he detenido tanto en esta cuestión es para que lo tengáis en cuenta durante el desarrollo del experimento y el comportamiento del experimentador, porque aquí habrá intento de imposición de un contrato ficticio, “ilegal”, de hecho una vulneración del contrato por parte del programa, un ejercicio abusivo de la autoridad, muy parecido en intensidad a la presión ejercida durante el experimento de Milgram con sus cuatro exhortaciones: – Continúe, por favor. – El experimento requiere que usted continúe – Es absolutamente esencial que usted continúe –Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.
No sólo la autoridad quiere la obediencia para un fin malvado, sino que para vencer la resistencia del ejecutor, recurre a la mentira.
NOTA 2.- Las descargas van de 20 en 20, desde los 20 voltios a los 460 inclusive como límite al borde de lo letal. Por tanto, 23 niveles de descargas para 27 preguntas. De llegar al 460 y haber preguntas pendientes, se repetiría el nivel de 460 voltios.
El “alumno”, falla también a la pregunta 12 (de 27) y al recibir 180 voltios dice “Ay, joder. Yo paro, ¿eh?. Esto ya no tiene gracia”. Pero la conductora le indica al examinador “Que no te impresione. Continua”, cuando ya podría haberse detenido perfectamente porque así lo había expresado el “alumno”. Algún concursante recuerda a la conductora que el “alumno” dice que quiere parar, pero la conductora insiste en que continúe, vulnerando así flagrantemente las propias bases del concurso, y ¡la obedecen!
En la 13, vuelve a equivocarse, 200 voltios, y dice “¡Ya vale! ¿Me oís? No es un chiste.”. Un examinador pregunta a la conductora “Si me planto, lo perdemos todo” y “las descargas las recibe él” y la conductora les responde “Es tu turno. Continúa”.
En la 14, vuelve a equivocarse. Una concursante dice “Esto es una tortura”. La conductora le contesta “Que no te impresione”, y le responde “Lo digo más por él. Lo mío es fácil”, pero sin más resistencia, le aplica los 220 voltios, y el “alumno” dice: “¡Esto es insoportable! ¿Me oís? ¿Entendéis lo que os digo?” y ante la vacilación de una examinadora, la conductora le dice con cara seria “Adelante, continúa”.
En la 15, vuelve a errar; 240 voltios y grita “¡Dejaos de gilipolleces! ¡Ya vale! ¡Dejadme salir! ¡Dejadme salir!”. Con lo ocurrido con los 180 y después, con esto está más de sobrado para finalizar el concurso sin más dilación y sin más permiso que el del “alumno”, pero una examinadora mira a la conductora y le pregunta “¿Puedo parar?” y ésta le contesta “No te dejes impresionar. Continúa.” ¡y lo hace!
En la 16, otra vez se equivoca; una examinadora dice “No puedo seguir haciéndole daño. No me siento bien” y la conductora le responde “Que no te impresión. Continúa” ¡y sin ofrecer más resistencia, le aplica 260 voltios! ante lo que el “alumno” reacciona: “¡Dejadme salir! ¡Dejadme salir! ¡Dejadme salir!. Duele demasiado. ¡Dejadme salir! ¡No podéis retenerme aquí! ¿Me oís?”. Una examinadora le dice a la conductora “Mira, perdona…”, le interrumpe el “alumno” “¡Dejadme salir, joder! ¡Mierda!”, y prosigue “Si no juego… Está sufriendo” y la conductora, vuelta “Que no te impresione. Hay que continuar” ¡y sigue con la pregunta 17!
En la 17, error, 280 voltios. “¡Sacadme de aquí, por favor! No quiero seguir jugando”, y una examinadora “¿Qué hago” y la conductora “Te toca a ti. Continúa”
En la 18, error. Una examinadora dice “Una descarga de 300 voltios me parece un poco fuerte. No sé qué hacer. Lo siento mucho, no lo hago con gusto” ¡pero igualmente se los aplica!. “¡Parad, por favor. No puedo más. Por favor.”
En la 19. Una examinadora “¿Puedo parar?”, y la respuesta “Tienes que continuar. Son las reglas” ¡Mentira!”. Insiste: “Pero no se encuentra bien…”, “Es la lógica del juego. Tienes que continuar”, y hace la pregunta 19, y como se equivoca, descarga de 320 voltios. Un examinador “Me va a odiar, pero estoy obligado” ¡Si nada te obliga, y menos las reglas del juego, él se ha retirado y se le está obligando como un prisionero a sufrir esa tortura!. Una examinadora dice “Es inhumano” ¡pero seguido le aplica los 320 voltios! Y el “alumno” reacciona con una novedad “¡Me niego. Me niego a contestar!. Sacadme de aquí. No tenéis derecho a obligarme”. Un examinador comenta “Esto es sádico”.
(video 29,10 minutos) En el control del programa avisan al equipo de que a partir de ahora el “alumno” no contesta a las preguntas. Pero en la imagen no aparece la pregunta 20, sino directamente la 21, y suena error, porque si no contesta cuenta como tal, y por tanto es merecedor de 360 voltios
En la 21. Como previamente ha dicho que ya no responderá y que está sufriendo, alguna experimentadora se planta, se niega a seguir “Él ha decidió no contestar y yo no puedo seguir”. A quienes reaccionan de esa manera y empáticamente con el sufrimiento del “alumno” se les dice “Nosotros asumimos todas las consecuencias” para probar si liberándola supuestamente de toda su responsabilidad, es capaz de seguir hasta el final con las descargas. Y a una que a pesar de eso está dudosa se le dice “Ahora mismo el candidato quiere parar, pero en 10 minutos te agradecerá que hayas continuado”. O sea, traducido “por su propio bien, el de los dos, a pesar de su deseo expreso, de que estemos violando el pacto del programa, debes continuar torturándole por el dinero y por el programa”; ¿todo por la pasta? ¿por los 40 euros que ya han cobrado porque en realidad para ellos no hay ningún premio de 1 millón de euros? ¡qué cojones le va a agradecer!. Y esta examinadora, a la vez que dice “Esto es una cuestión de conciencia” ¡le aplica 360 voltios!. Y el “alumno” responde con una expresión de dolor “¡Ahhhh!” ante lo que reacciona esa examinadora diciendo (mientras el torturado grita que le dejen salir) “Hacer sufrir a alguien inútilmente me hace sentir mal. Estoy sufriendo igual que él” ¡pero está siguiendo sólo porque la conductora se lo pide!, mientras el “alumno” sigue gritando “¡Me estoy mareando. Dejadme salir. Dejadme salir. Dejadme salir. Dejadme salir!”. En el doblaje de TVE, dice “¡Me duele el corazón. Dejadme salir!”. Otra examinadora pregunta “¿Estoy obligada a continuar?” y “Continúa”. Otro examinador “Es horrible” y “Que no te impresione”.
En la 22, una examinadora le dice “Tienes que acertar porque la próxima es una descarga peligrosa”. No responde, tomado como error, 380 voltios. Silencio, no se queja. Una examinadora dice “No reacciona. Es preocupante ¿no?” y la respuesta “Adelante. Continúa”. Otro también reacciona inquieto por el silencio y pregunta “¿Pasamos a la pregunta 23 o paramos?”. ¡Y siguen a la 23!
En la 23, sin repuesta, y descarga de 400 voltios. Silencio, no se queja.
En la 24, sin respuesta, un examinador dice “Yo también puedo decidir. No sigo”, “Que no te impresione. Continua” ¡y ahí van 420 voltios! Silencio, no se queja
En la 25, sin respuesta, ¡440 voltios!. Silencio, no se queja
En la 26, sin respuesta, ¡460 voltios!. Silencio, no se queja
En la 27, sin respuesta, otra de ¡460 voltios!. Silencio, no se queja. Y entonces ¡ganadores de 1 millón de euros! (si no fuese un programa piloto).
La relación entre pregunta y descarga es la siguiente: 15 (240), 16 (260), 17 (280), 18 (300), 19 (320), 20 (340), 21 (360), 22 (380), 23 (400), 24 (420), 25 (440), 26 (460) y 27 (otra vez 460).
NOTA 3.- Milgram introdujo en su experimento una variante muy importante. Al examinador que daba las “descargas” le acompañaban como supuestos colaboradores otras dos personas que en realidad lo eran de Milgram. Cuando estas dos se negaban a seguir aplicando las descargas y el “doctor” ordenaba al examinador que siguiese dándolas solo, éste, reforzado por la iniciativa de los otros, también se negaba en el 90% de los casos, desafiando a la autoridad.
En otra variante del experimento de Milgram realizada en 2011, son dos los examinadores, uno el verdadero sujeto del experimento, y el otro colaboraba con los psicólogos. Cuando éste último se niega a seguir, el sujeto del experimento se anima y se niega a sustituirle y continuar con las descargas.
Ved este video de 33,35 minutos http://eltrabajonoshacelibres.blogspot.com.es/2012/02/la-capacidad-de-hacer-el-mal-el.html “Obediencia a la autoridad: el experimento Milgram en 2011”
Una mujer se niega incluso a empezar cuando le explican todo el procedimiento.
NOTA 4.- Confieso que no me salen las cuentas. Si fueron seleccionadas para el concurso 80 personas y ninguna más, como se explica al principio del documental, y apartamos 5 (cuando menos, que son las que se ven) para esta variante con conductora-presentadora que se retira, como no podemos utilizar dos veces al mismo concursante, nos quedan 75 para la versión clásica. Si a estos les restamos los 9 (desde 180 voltios) y los 7 (desde 380 voltios) que se niegan a seguir según he relatado, y que suman 16, nos quedan 59 (75 menos 16) que siguen hasta el final. Estos 59 de 75 suponen el 78,66%, no el 80 ni el 81%.
NOTA 5.- Hay muchos libros del campo de la “autoayuda” que son útiles para reforzar la autoestima, el respeto por una misma, la capacidad para resistir presiones, chantajes emocionales, agresiones, decir NO y afirmarse frente a vendedores, personas y relaciones tóxicas, sean desconocidos, amistades, parejas, jefes en el trabajo, etc., aprender a hablar ante un público amplio y llevar la contraria a la mayoría, etc. Por lo tanto, igualmente podrían desarrollarse muchos recursos orientados más expresamente a todo lo que tiene que ver con la autoridad y la obediencia, que se aprovecharían también en los colectivos que deben luchar por reivindicaciones para que cada uno de sus miembros y el conjunto sean menos vulnerables a la tendencia a la obediencia. Una buena tarea para psicólogos y terapeutas progresistas.
NOTA 6.- Muy reveladora esta información sobre el experimento de Milgram: “Los resultados mostraron que, entre los participantes (todos morales y buenos), los que rechazaban la orden de hacer daño eran aquellos que podían articular mejor su posición y plantear una justificación de principios a su negativa para continuar con los choques eléctricos. Eran aquellos dispuestos a poner en duda la autoridad, pero no la de otro, sino la que reconocían como propia: los religiosos que se permitían objetar una disposición de su iglesia; los de izquierda que podían criticar posiciones de la misma izquierda.”. En http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/el-experimento-de-milgram/14630062
DOCUMENTALES y material para PROFUNDIZAR:
El documental “El juego de la muerte”, de 1,33 horas, entero: https://www.youtube.com/watch?v=64cuhc3vx5A Con voz que explica en español, voces originales en francés y subtitulado en español Por partes: http://www.youtube.com/playlist?list=PLF91217D98C7F7E0E .
El documental “La ciencia del mal”, de 49 minutos, de la NT, también aquí — https://www.youtube.com/watch?v=pQwDJ3oDDVA&ebc=ANyPxKrAzXsyAhf_PF1YKA7Br0kGv_TQ81FHVSaLCL1IDmfH_o1XP6i4eQ9gTRWLmDtx16zbxvwl
Otros accesos http://asambleademajaras.com/videos/detalle_video.php?idvideo=451 http://www.documentales-online.com/la-ciencia-del-mal/
Una repetición moderna (2006), británica, del experimento de Milgram, copiándolo al detalle, con candidatos reales, no actores (salvo el “alumno”), en un programa impulsado por el conocido mentalista inglés Derren Brown, dando a los participantes la garantía de que podían retirarse en cualquier momento del experimento y conservar el dinero. Pero más del 50% continuó aplicando descargas hasta los 450 voltios sin usar el derecho que tenían de retirarse: https://www.youtube.com/watch?v=MhppSITo-Eo
El experimento de Milgram explicado por él mismo: http://www.youtube.com/watch?v=plTi12wf374 [aquí al finalizar da entrada a videos sobre Zimbardo]
Una buena representación sintética del experimento en la película de ficción “I como Icaro” de Henri Verneuil de 1979, con Yves Montand, en la que se señala muy bien algunos aspectos del experimento y de la división social del trabajo, la parcialización de tareas y dilución de la responsabilidad total, para la ejecución de los crímenes sociales en videos en Youtube: Parte I https://www.youtube.com/watch?v=7JFIP98ASxU Parte II https://www.youtube.com/watch?v=PVCnq86MZoA
Sobre el experimento de Zimbardo, con una entrevista a él, aportando información muy valiosa, incluidas entrevistas con los sujetos del experimento una vez terminado y consideraciones sobre el heroísmo: http://www.rtve.es/alacarta/videos/redes/redes-pendiente-resbaladiza-maldad/736047/
Texto, muy bien desarrollo sobre el experimento de Milgram, y que se puede descargar como archivo pdf, de la psicóloga Mercedes Santos http://www.antimilitaristas.org/spip.php?article1990&var_recherche=Milgram#forum5295
El libro de Philip Zimbardo “El efecto Lucifer” Paidos, sobre el experimento y muchísimo más, como el heroísmo, 676 páginas. También tiene una web: http://www.lucifereffect.com/
El libro de Stanley Milgran “Obediencia a la autoridad” Desclee de Brouwer. Bilbao.
Más, texto: http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Milgram
Sobre el experimento “la tercera Ola” en un instituto de enseñanza norteamericano (1967), que dio pie a la película “La Ola” (con acontecimientos inventados, sobre todo el final) Documento explicativo en http://chiabai.zarcrom.net/articulos/laola/#footnoteref4_796pip8 .
Con varios videos de experimentos de Milgram y Zimbardo (uno en particular sobre la falta de asistencia a una persona necesitada que es un verdadero escándalo), el artículo en El País titulado “5 experimentos clásicos sobre el mal que aún siguen inquietándonos”, firmado por Jaime Rubio Hancock, del 5/10/2014 que podréis localizar en la web http://verne.elpais.com preguntado por sus artículos en Google.
Información sobre el experimento de Milgram y acceso a otros experimentos importantes de psicología social http://isdfundacion.org/2012/08/02/experimentos-psicosociales-n%C2%BA2-la-obediencia-a-la-autoridad-milgram-1961/
Podéis proseguir la búsqueda y encontraréis numerosos vídeos y textos de gran interés sobre el tema.
PARA PROFUNDIZAR algunos de mis artículos más relacionados con éste. CÓPIALO para ir accediendo con tiempo a los enlaces.
“Sumisión de la clase trabajadora. Psicología social. Estilos empresariales. Trabajo hoy. Alternativa PDF 28 páginas” (2/9/2013) PDF con imágenes, en color, 28 páginas, arriba a la derecha del artículo o al final del mismo —— http://2014.kaosenlared.net/especiales/e2/indignacion-globalizada/item/67164-sumisi%C3%B3n-de-la-clase-trabajadora-psicolog%C3%ADa-social-estilos-empresariales-trabajo-hoy-alternativa-pdf-28-p%C3%A1ginas.html
“Zombis: un género contra el precariado (trabajador precarizado)” (24-8-2015) — un comentario mío —- https://archivo.kaosenlared.net/zombis-un-genero-contra-el-precariado-trabajador-precarizado/
“Zombis. Un caso de cultura de masas. Sus efectos en el «Horizonte 2050» de la Mega-Crisis.” (25-6-2011) —- http://2014.kaosenlared.net/noticia/zombis-caso-cultura-masas-efectos-horizonte-2050-mega-crisis
“Humanidad, verdugo, víctima y esperanza” (19-9-2008) —– http://2014.kaosenlared.net/noticia/humanidad-verdugo-victima-esperanza
“Heroísmo, cultura de masas y nuestro futuro” (6-9-2008) —– http://2014.kaosenlared.net/noticia/heroismo-cultura-masas-nuestro-futuro
“Juventud marginada, identidad confusa; 1ª parte) Pandillismo y degradación social” (11-4-2008) —– http://2014.kaosenlared.net/noticia/juventud-marginada-identidad-confusa-1-parte-pandillismo-degradacion-s
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“Montoro-Bruselas agitan el garrote LOEPSF. PODEMOS e IU, callan” (23-3-2016) —— https://archivo.kaosenlared.net/montoro-bruselas-agitan-el-garrote-loepsf-podemos-e-iu-callan/
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“Libro: “Rutas sin mapa” de Emilio Santiago Muíño. Comentarios” (10-2-2016) — comentario importante — https://archivo.kaosenlared.net/libro-rutas-sin-mapa-de-emilio-santiago-muino-comentarios/
Para acceder a mis artículos, informes y libros. Los artículos a partir de 2015, los podéis encontrar poniendo https://archivo.kaosenlared.net/author/aurora-despierta/ o escribiendo en Google: Aurora Despierta. Kaos en la red, y cogiendo la primera que aparece, o lo mismo poniendo “Aurora Despierta” site:kaosenlared.net
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PARA NO TENER NINGUNA DUDA, disponer de la relación completa de mis documentos en Kaos en la red, hasta el 1/12/2015 con TODOS los ENLACES CORRECTOS, lo mejor, DESCÁRGATE la versión PDF del artículo “PODEMOS 20-D: del “Juego de tronos” al juego del trilero” (1-12-15) — https://archivo.kaosenlared.net/podemos-20-d-del-juego-de-tronos-al-juego-del-trilero/ Y directamente como archivo PDF https://archivo.kaosenlared.net/wp-content/uploads/2015/12/Podemos-trilero-para-PDF.pdf