El 5 de noviembre de 2024 el “republicano” Donald Trump venció a la “demócrata” Kamala Harris en las elecciones presidenciales estadounidenses. Trump venció a Kamala en todos los frentes, en número de votos y en colegios electorales. Esta contundente victoria de Trump en las urnas ha dejado noqueados en la Unión Europea a los defensores de la “democracia liberal” estadounidense que no pueden digerir que un personaje claramente reaccionario como Trump haya podido ganar por goleada las elecciones presidenciales a una candidata “demócrata” en la cuna de la “democracia del mundo libre”. Mientras, los representantes de la extrema derecha europea se frotan las manos y se toman una copita a la salud de Trump, como fue el caso del primer ministro húngaro Viktor Orbán que celebró la victoria del estadounidense con vodka.
La primera pregunta que nos podemos plantear es por qué Donald Trump ganó de forma tan arrolladora. La base social de Trump está sustentada en la burguesía, la pequeña burguesía, los supremacistas, los machistas, los xenófobos, las sectas religiosas y los LGTBIfóbicos. Esa masa social por sí misma no es moco de pavo pero, así y todo, insuficiente para obtener un triunfo tan arrasador como obtuvo. El senador “independiente” Bernie Sanders ya le dio un primer aviso al Partido Demócrata para entender la clave de bóveda de su radical derrota: “No debería ser una gran sorpresa que un partido demócrata que ha abandonado a la gente de la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora le ha abandonado”. Esto merece un matiz. En rigor, la clase trabajadora siempre ha estado olvidada por la gran burguesía estadounidense. Si bien los descendientes de los “padres de la patria” se consideran, hoy como ayer, como los “patriotas” por excelencia, esos “patriotas” deslocalizaron sus grandes empresas, es decir, llevaron sus empresas al extranjero porque no querían pagar los salarios de los trabajadores estadounidenses porque eran salarios mayores que los de los trabajadores de países en vías de desarrollo o tercermundistas. Esta política de deslocalización de empresas la han permitido tanto los “republicanos” como los “demócratas” ya que ambas fracciones políticas tienen en común la defensa de los intereses de la gran burguesía yanki. No obstante, ahora Donald Trump dice querer traer empresas estadounidenses deslocalizadas a casa, algo que no está en sus manos. Este decir de Trump es pura retórica, pero le ha dado votos de la clase trabajadora. A los votos de sectores de la clase trabajadora a favor de Trump le podríamos añadir lo no votos a Kamala de jóvenes votantes por permitir el gobierno de Biden, de quien Kamala es vicepresidenta, el genocidio sionista en Gaza.
La realidad interna estadounidense no es precisamente sencilla. Los United States of America se construyeron ejecutando el genocidio de los pueblos indios, es decir, matándolos en masa, robándoles sus tierras y metiendo a los pocos supervivientes en “reservas”. Pero los “padres de la patria” y sus hordas blancas al asesinar en masa a los indios tenían que repoblar las tierras que habían robado para ponerlas a producir desde la óptica capitalista razón por la cual echaron mano de inmigrantes europeos y de mano de obra esclava negra y semiesclava china. Pero como los que fundaron los Estados Unidos y dirigieron su consolidación fue una burguesía étnicamente blanca, anglosajona, no entendieron la diversidad étnica como una riqueza social sino solo como la fuente de su riqueza y, por lo tanto, nunca estuvieron dispuestos a compartir el poder político con los demás habitantes de los Estados Unidos. Y esto es una fuente de problemas políticos y sociales hoy mismo ya que el racismo es estructural y Trump lo agudiza porque llama asesinos y delincuentes a los inmigrantes que ya han entrado en los Estados Unidos y este discurso racista convierte a los inmigrantes en una diana para las agresiones de los supremacistas y xenófobos.
Por su parte, Kamala y los “demócratas” no criminalizan a los inmigrantes, son conscientes de que hacen falta como mano de obra barata. Otras diferencias políticas que hay entre Trump y Kamala a nivel interno son importantes para sectores populares porque los “demócratas” defienden derechos fundamentales como el aborto y el reconocimiento del colectivo LGTBI. También han esbozado un plan de una paupérrima seguridad social y una parcial ayuda para que pudieran acceder a la universidad jóvenes de sectores populares pero estas medidas se han quedado básicamente en el terreno de las buenas intenciones. A modo de resumen podríamos decir que en la política interna los “demócratas” estadounidenses se plantearían aplicar en el futuro derechos y prestaciones sociales equivalentes a las existentes en las “democracias plenas” de la Unión Europea mientras que Donald Trump ni se lo plantea.
A nivel internacional tanto Trump como Kamala representan los intereses de la gran burguesía estadounidense, de sus multinacionales, razón por la cual la política internacional del gobierno estadounidense estará marcada ideológicamente por los denominados “neocons” (neoconservadores/reaccionarios) gobierne quien gobierne ya que todas las fracciones de la gran burguesía yanki consideran que los Estados Unidos son el centro del mundo y que, por lo tanto, son ellos los que tienen que marcar el ritmo político-económico y cultural planetario. Los “neocons” no quieren admitir la obviedad de que los Estados Unidos ya no tienen la hegemonía planetaria. Sí, en el mundo sigue dominando el capitalismo pero ya no lo hegemoniza el capitalismo yanki porque el mundo capitalista ya no tiene un centro sino varios, no es unilateral sino multilateral. Los actuales “neocons” beben de personajes como el inmigrante polaco Zbigniew Brzezinski, convertido en más yanki que nadie, que estaba obsesionado con la hegemonía planetaria estadounidense y que fue miembro de la Comisión Trilateral (definámosla como un gobierno de las multinacionales del “mundo libre”) o de aquel asesor de Ronald Reagan convertido en “historiador”, Richard Pipes, también de origen polaco, que mirando solo los intereses de la burguesía (el burgués piensa que lo malo que cae sobre su clase es malo para todo dios) afirmó que la “Revolución rusa fue una tragedia” a lo que ya en su día le contesté clarificando todo el contenido, sí, efectivamente, “la Revolución rusa fue una tragedia para la burguesía y una epopeya para la clase trabajadora”. Bien. La obsesiva concepción hegemónica del mundo “neocon” es compartida por Trump, aunque en campaña él puso el acento retórico en la realidad interna de los propios Estados Unidos de América. Por lo tanto, con Trump la política internacional variará más en la forma que en el contenido ya que los grandes oponentes de la hegemonía estadounidense siguen siendo hoy los mismos que había ayer.
En el Oriente Medio Trump va a seguir defendiendo al Estado sionista de Israel. Él ya fue el que reconoció a Jerusalén como la capital de Israel en su primer mandato como presidente. La diferencia estará en la forma, que apoyará al gobierno sionista sin la cínica literatura de evasión de Joe Biden. Para explicar la postura de los gobiernos de los Estados Unidos con el genocidio del pueblo palestino sería bueno recordar la magnitud del genocidio indio sobre el que se edificaron los propios Estados Unidos de América ya que esto nos ayudaría a comprender la razón de que el genocidio del pueblo palestino por sus aliados sionistas les parece a la clase dirigente yanki y a sus políticos una minucia y Cisjordania y Gaza “reservas” aceptables. Así, no hay que descartar que Trump acepte que una parte de Gaza pase directamente a formar parte del territorio del Estado de Israel y, además, que se aceleren las expulsiones de la población palestina en la Cisjordania ocupada mediante un incremento de la criminal y ladrona colonización sionista. Todo esto traería una agudización del enfrentamiento entre Israel e Irán.
En Ucrania la victoria electoral de Donald Trump se debe estar viviendo con una profunda alegría por los soldados ucranianos ya que sus muertos, mutilados y heridos se cuentan por miles. Esta alegría será “interna”, sin manifestaciones públicas, ya que el Estado ucraniano presidido por el vasallo Zelenski represalia “democráticamente” cualquier tipo de disidencia. Trump ha dicho que pondrá fin a la guerra en Ucrania en un visto y no visto. Está por ver. Si Trump retirara la ayuda económica y militar a Ucrania la victoria de la Rusia de Putin estaría cantada. ¿Qué hará Trump? ¿Intentará un armisticio sin un tratado de paz? Si esta fuera su intención posiblemente Putin no lo aceptaría.
Pero no es la Rusia de Putin el gran oponente de los Estados Unidos de América. No. El gran oponente es la China de Xi Jinping. La República Popular China será la gran potencia mundial. La diferencia entre la política exterior de los EEUU y la de China está en que Xi Jinping quiere mantener “relaciones mutuamente beneficiosas” y los Estados Unidos necesitan vasallos que reconozcan su hegemonía. Entender este proceder no es solo una cuestión económica sino también cultural, una cuestión de Historia. La Historia de los EEUU no da para más de 248 años lo que le crea a su clase dominante y a sus políticos un sentimiento de inferioridad cultural que combaten a base de chulería imperialista mientras que China no tiene problemas de identidad porque atesora más de 5.000 años de Historia, desde el Neolítico al Siglo XXI. Hoy (2024) el choque China-EEUU es ya una realidad “indirecta”, la cuestión está en saber cuándo va a ser “directa”. Posiblemente, lo primero que intentará Trump será una guerra comercial, empezando con la imposición de aranceles. Este proceder indica por sí mismo una debilidad productiva porque es sabido que solo pone aranceles el que produce menos y más caro. En el terreno militar el detonante puede ser Taiwán, esa isla china donde se refugió Chiang Kai-shek cuando perdió la guerra civil con los comunistas liderados por Mao. Taiwán, además, es un ejemplo de la torpeza estratégica de la gran burguesía estadounidense y de sus políticos ya que tienen la patente de los microchips más punteros pero los producen fuera de su país siendo Taiwán el primer productor mundial (y Taiwán está a merced del ejército chino). Hay estimaciones que dicen que el 87% de la producción mundial de los microchips está en Asia (Taiwán, Corea del Sur y China). El bolsillo le puede más a la burguesía yanki que la estrategia.
La Unión Europea es el gran vasallo de los Estados Unidos de América. Trump se encargará de recordárselo a sus “aliados” europeos. No se olvidan aquellas imágenes por televisión donde Trump empujaba -dicho literalmente- a los “líderes” europeos para salir en el centro de la foto (en el Estado español también se recuerda cuando con chulería Trump le indicó al presidente del gobierno español Pedro Sánchez que se sentara). Ha sido la Guerra de Ucrania la que ha acentuado el vasallaje de la Unión Europea. Sí. La UE se vio obligada por los EEUU a dejar de comprar las materias primas rusas (más baratas que las estadounidenses) y obligada a forzar a sus empresas a abandonar el mercado ruso (mercado que fue ocupado de inmediato por empresas chinas e indias). Verlo para creerlo. Ahora el presidente de la democracia por excelencia -eso se dice entre los “líderes” de la Unión Europea- del “mundo libre”, los Estados Unidos de América, puede imponerle aranceles a los productos de sus “socios” europeos. La UE le pone aranceles a China y los EEUU se los puede poner a la UE y a China. Caramba, la economía del “mundo libre” ya no es la más competitiva. Algo está cambiando en la economía globalizada, y ya sabemos que la economía es determinante en última instancia. Mirando a los “líderes” de la Unión Europea desde el punto de vista de los intereses capitalistas cuesta creer que no vean que la UE está en Eurasia, es decir, en el centro del mundo a nivel poblacional, económico y de materias primas y que, además, Eurasia está conectada con el Oriente Medio y África por lo que deshacerse de las garras económicas y político-militares de los Estados Unidos de América solo podría traer beneficios económicos y poner a la Unión Europea a nivel internacional como un actor importante a todos los niveles.
No hay que ser un genio para comprender que la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América no va a arreglar ninguno de los problemas existentes, ni los internos ni los externos. Al revés, va acentuar todos los problemas porque, sencillamente, no tiene ninguna solución para ellos y cuando los problemas no se arreglan se agudizan. La solución de los grandes problemas planetarios, entendiendo como tales la justicia social en cada país, la hermandad entre todos los pueblos y una economía basada en las necesidades de la mayoría social, no está en las manos de Donald Trump sino en las manos de la clase trabajadora planetaria. Pero ese es otro relato.
Madrid, 10, noviembre, 2024