Tolstói en zapatillas

Por Iñaki Urdanibia

«¡La música en general es algo terrible!¿Qué es? No lo entiendo. ¿Qué es la música? ¿ Qué produce? ¿Y por qué produce ese efecto?

                                Sonata a Kreutzer

Si el escritor ruso (1828-1910) destacó por su escritura, ésta fue desbordada por su personalidad que brillaba en sus tonalidades místicas, como ejemplo moral, proponiendo formas de acción ligadas a la resistencia pasiva y a la desobediencia civil, que tanto influyó´en el mahatma Gandhi, cristiano sin Iglesia, cuyo Jesús eran los campesinos… todo ello originó que su casa familiar, en Yásnia Poliana, se convirtiera en lugar de peregrinación por parte de amigos y no tan amigos.

Ahora ve la luz un libro que fue precedido por dos entregas anteriores con el significativo título de «Así era Lev Tolstói (III). Tolstói y la música», editado por Acantilado. En tales volúmenes se conocen las opiniones y vivencias de algunos de quienes conocieron al escritor uso en su propia casa; así pues, se presenta la figura del escritor de cerca y en diferentes aspectos que no solamente tienen que ver con la escritura sino con su forma de trabajar, sobre sus hábitos, sobre sus filias y sus fobias, su manías, etc.. La iniciativa de Selma Ancira (Ciudad de México, 1956), escritora y traductora de literatura rusa y griega tomó la iniciativa de reunir los testimonios de escritores, pintores, políticos, amigos, familiares y curiosos que tuvieron acceso al trato con Tolstói. Ya con anterioridad había dado muestras de su dominio al editar y traducir la Correspondencia y los Diarios (1847-1894) / (1895-1910), sin obviar algunas obras del propio Tolstói y la biografía escrita por el amigo del escritor el pacifista Romain Rolland.

En la presente ocasión conocemos los gustos, y disgustos, musicales de Tolstói, su relación con tal actividad y las relaciones con algunos compositores e intérpretes de relieve, lo que supone un conocimiento del sujeto que respondía al nombre de Tolstói no solamente en lo referente a la música sino también a aspectos ajenos a ella, ofreciendo pinceladas que en su conjunto dan cuenta de la personalidad compleja y plural del autor de Guerra y paz, y otras obras renombradas obras, a la que cabría añadir su propia vida como amplio objeto de el género narrativo.

Se puede constatar que generalmente, y es el caso de quien nos ocupa, de que la escritura sobre sí mismo, o la que se puede deducir de las cartas y otros materiales, más o menos íntimos, suelen jugar al despiste, escore que, en cierto sentido, se subsana con las opiniones ajenas, que es lo que ha buscado y recabado Selma Ancira en el museo Tolstói de Yásnaia, en Tula.

Si en las anteriores entregas le veíamos con un compañero de peregrinación a un monasterio ortodoxo, con el músico Chaikovski y con un periodista norteamericano, en la primera; en la segunda, se dejaba la palabra al médico de la familia, de nombre como el poeta Maiakovski, a su segundo hijo, Ilyá, al pintor Leonid Pasternak, padre del autor de Doctor Zhivago, a un hombre de teatro, Konstantin Stanislvski, el creador de un sonado método de puesta en escena, además de a varios escritores; en esta tercera entrega, los visitantes son alguna pariente (la condesa Alexandra Andréieva Tolstaia), algunos escritores ( Piotr Alexeievich Serguéienko y Maxim Gorki), una compositora y crítica musical(Valentina Semiónovna Serova), la sobrina de un amigo, más tolstoiana que el propio escritor, la baronesa Meyendorf, un pianista y compositor ruso (Alexandr Borísovich Goldenweiser) , un famoso cantante de ópera ( Fiódor Ivánovich Shaliapin), el hijo mayor del escritor, compositor y músico, Serguéi Lvóvich Tolstói, una pianista y clavecinista, Wanda Landowska. A través de las confesiones de estos testigos de excepción conocemos su admiración por Beethoven, por Chopin, en el que hallaba destellos del alma eslava, Mozart, de manera especial su Don Giovanni, Bach, por Chaikovski, a pesar de ciertos desacuerdos que tuvo con éste, acerca de Beethoven, el creador de El lago de los cisnes, sintió una profunda emoción al ver las lágrimas en los ojos del escritor al oír una interpretación suya; algunas de las personas nombradas e ofrecieron en su propia casa interpretaciones, al tiempo que mantuvieron algunos diálogos con él, en especial en lo referente a la música; hubo otro que por allá pasaron pero que guardaron sus abismales divergencias con la manera de concebir el arte y la música por al anfitrión, como Nikolai Rimski Korsakov. Vemos igualmente su honda animadversión hacia la música de Richard Wagner, al considerar que era una acumulación de ruidos estridentes, signo de primitivismo…conocemos igualmente su interés y admiración por diferentes escritores como Balzac o Dickens, Shakespeare, y sus disputas, debidos a un malentendido, con Turguéniev… a Gorki -que le calificaba como el “hombre-humanidad”- le dejó impresionado el deseo de Dios que mostraba el escritor, y sus momentos en que parecía no escuchar a nadie, presa de una invasión de ensimismamiento. Vemos sus pinitos por aprender música, y sus envíos a Chaikovski de canciones del folklore con la pretensión de que las utilizase como base para sus composiciones.

Y en las conversaciones íntimas se nos ofrecen anécdotas narradas por él mismo, se nos desvela su afición temprana al juego y el ajedrez como juego que perduró prevaleció sobre los demás con el paso de los años, le oiremos confesar el miedo pasado en la guerra de 1813, sus opiniones sobre el amor, sobre la juventud, la amistad, hasta el punto de que nos sentimos cerca de él, como si estuviésemos presentes en el intercambio de palabras …Y la enumeración de temas abordados, de sus cuitas personales y de las noticias de una larga lista de célebres visitantes que deleitaron la casa con sus instrumentos se queda corta en estas notas que ofrezco de este retrato que como las piezas de un puzzle, en su diseminación, componen el retrato completo, dentro de lo ilimitado de una desmesurada personalidad de este ser polifacético que respondía al nombre de Lev Nikoláievich Tolstói.

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