
Tiananmen y el ocaso capitalista
  Pero para otros, para quienes contemplamos la historia con un gran angular, en una amplísima panóramica de hechos y relación de fuerzas humanas y de los sistemas que van desfilando en el tiempo, lo sucedido en Tiananmen no es más que la confirmación de que el sistema comunista tiene razón para restringir la libertad. Entre capitalistas, una libertad en cuyo nombre se cometen incontables barbaridades y crímenes, aunque sea fuera de sus metrópolis, frente a los que numéricamente palidecen las víctimas de Tiananmen…
  Muchos, después de resaltar que China se ha convertido en una superpotencia global cuyas inversiones en bonos del tesoro norteamericano se ven como garantía de que la crisis económica no va a degenerar en depresión planetaria, maldicen que China haya progresado poco en democracia, y dicen que nada parece haber que amenace el monopolio del poder del PCCh…
  Pero ¿cómo a todos esos no se les ocurre relacionar el efecto del saneamiento económico del gigante chino con la causa? ¿cómo no ven que la libertad vigilada que todo sistema socialista real ha de ejercer por principio, puede ser, y es, en efecto, lo que conduce al éxito global del pueblo y de la nación chinos? ¿No será, a la hora de comparar los dos sistemas que justo la restricción libertad es donde reside “la eficacia” que termina siendo “el bien”? ¿no será la libertad cuyos vapores embriagan a tantos a partir de un cierto nivel social (pero a costa de la que se priva a las grandes masas de población) la causa de la causa del desastre actual y del que se avecina?
  Parece mentira ese empeño denodado en celebrar las excelencias del capitalismo y de una libertad social que sólo disfrutan unos pocos a manos llenas, cuando se está derrumbando el entramado entero del capitalismo por culpa justo de los excesos de la libertad. Empezando precisamente por los cometidos en la distribución de la riqueza.
  Occidente no tendrá plazas de Tiananmen en sus metrópolis, pero tiene tantos genocidios repartidos por el globo sobre su conciencia que no debiera atreverse a insistir en recordar a China aquella tragedia. “Libertad ¿para qué? Lenin dixit. Lo prueba, prueba que la libertad es tan relativa como subordinada, que el coloso comunista asiático se ha situado ya a la mayor altura de la inteligencia y de la racionalidad correctamente administradas. Al corcel hay que ponerle bridas para que no se desboque. Y ni el capitalismo se las ha puesto ni quiere ponérselas. Sólo apariencias de control. De aquí viene que el capitalismo sea una verdadera aberración colectiva.
  La libertad como motor, como icono y como espejismo es al final el percutor definitivo de la desigualdad brutal en cada país y en el mundo, y el leit motiv de los genocidios encubiertos tras la expansión de la libertad. Al final del trayecto, la prueba del fracaso capitalista.
  China va por el buen camino. Lo que no está dispuesta a hacer la pésima filosofía social y económica del capitalismo es desprenderse de los fardos bajo cuyo peso se va hundiendo en la ciénaga. Lo que no hace es lo que debiera: tomar el sendero seguido hace mucho por China. Sólo así se alejaría del precipicio en cuyo borde se encuentra por norma todo Occidente, y millones y millones de seres humanos lo padecen.