Esencialmente por dos razones. Una, porque creo que la extrema derecha es una amenaza real a las democracias liberales en las que vivimos. Estas democracias pueden ser mejorables pero la alternativa que se nos pone delante en la actualidad es mucho peor. Creo que en este momento la extrema derecha es la mayor amenaza existente a nuestras democracias y una serie de derechos conquistados a lo largo del último siglo. La segunda razón se conecta directamente. No se ha entendido muy bien qué es esta nueva extrema derecha. El libro intenta aclarar y ofrecer una serie de características para entenderlo. Si no entendemos bien qué es esta nueva extrema derecha y cómo se presentan, nos costará entender la amenaza real que representa.

 

Señala también que no tiene mucho sentido hablar de fascismo o posfascismo actualmente. ¿Por qué?

El término fascismo ha perdido casi cualquier significado respecto a su origen. Hoy en día fascista se ha convertido más bien en un insulto. Por un lado, estamos saturados del uso del término fascismo. Y por otro lo hemos vaciado casi de cualquier significado ese concepto. Por otro lado, el fascismo fue un movimiento político e ideología que tiene un origen y un fin. Como movimiento político abarca el período de entreguerras. La derrota en 1945 marca el fin del fascismo propiamente dicho como fascismo histórico, como movimiento político. En esto hay un consenso muy amplio entre los historiadores que han trabajado estas cuestiones. Prácticamente nadie habla de fascismo para referirse a partidos y movimientos que han surgido en Europa Occidental en los años de la Guerra Fría, y menos aún tras su final. Es importante entender qué fue el fascismo, qué fue el neofascismo y qué es lo que tenemos ahora.

 

En el libro trata de definir precisamente qué es esta nueva extrema derecha. Y la define como “2.0”. ¿Cuáles serían sus diferencias y por qué usa ese término?

Siendo breve, hay una serie de elementos que las nuevas extremas derechas, comparadas con el fascismo, no tienen. Por ejemplo, el tema de querer instaurar un régimen de partido único, una dictadura autoritaria. Está el tema de disponer de un partido milicia, un partido encuadrado militarmente y con fuerzas paramilitares. Por otro lado, no tienen tampoco la voluntad, y es algo que estamos viendo en países donde gobiernan como Hungría, de encuadrar a las masas en organizaciones de masas. Por último, no son una religión política ni tienen la voluntad de construir unos hombres y mujeres nuevos. No hay esta voluntad de influir sobre la sociedad. Si acaso su objetivo es vaciar la democracia liberal de su contenido, pasar a lo que Orban definió como democracia “iliberal”.

Sería un error definir a los Abascal, Bolsonaro u Orban como fascismo. Lo mismo pasa con “populismo”. Muchas veces se habla de populismo de derecha radical. El populismo no es, como dijo Enzo Traverso, un sustantivo sino más bien un adjetivo. El populismo no tiene un corpus ideológico. Definirlo como ideología tiene poco sentido. El populismo representa una característica de nuestra época, de cambio, de confusión ideológica, de transformaciones profundas. ¿La extrema derecha usa el populismo? Sí, pero lo hace también Macron.