Sobre la crisis del virus
Sería obligado dar a conocer públicamente, por una vez al menos, los entresijos de la llamada crisis del virus para, en interés de todos, tomar medidas radicales y efectivas contra los responsables.
Siguiendo un proceso que puede calificarse de cíclico, la elites del poder capitalista montan el escenario y preparan acontecimientos que desmontan la economía mundial. Ante el avance de las masas más allá de su función consumista, lo que ya supone un principio de poder, resulta que a través del trabajo acumulan riqueza que se sustrae al circuito del mercado. Con ello las masas cobran protagonismo y el modelo económico elitista observa en ellas un rival en el panorama específico del dinero. La idea de fondo del gran empresariado, que siempre ha sido mantenerse como minoría dominante en el panorama económico y, por ende, de toda la existencia colectiva, es mantener esa posición de privilegio a perpetuidad. De ahí que instrumenten procedimientos para, a través de las llamadas crisis periódicas, desmontar ese poder económico de las masas para atraerlo hacia el capital a través de las empresas encargadas de aumentar sus beneficios aprovechando el momento. El negocio está asegurado, porque si unas empresas son afectadas por las crisis y sucumben, otras obtienen beneficios añadidos, y la riqueza de las masas retorna al capital bajo el control de esa minoría directora.
En ese proceso de crisis cíclicas orquestadas por quien tiene el poder mundial para generarlas y manejarlas a conveniencia, podría ser algo más que una especulación que la crisis actual provocada por el virus responda, como en otras ocasiones, a las previsiones económicas de los intereses dominantes. Aunque los entendidos en la materia consideran que el virus no es un producto de laboratorio, tiene un aspecto demasiado perfecto para ser natural, habida cuenta de su efectos letales en algunos casos, mientras que en otros se muestra más complaciente con los elegidos y fundamentalmente por su rápida y extraña propagación. Excluyendo la conspiranoia y las fake news habituales, nos quedamos con que el virus pudiera ser natural, pero se asemeja a un producto resultado de la ingeniería genética, dado que resulta demasiado inteligente, habida cuenta de sus efectos exterminadores en términos selectivos y a la vez masivos de la población, no solamente local, sino a nivel mundial. Si se mira el asunto desde el lado de las crisis económicas pudiera ser el arma perfecta para aliviar el peso demográfico del planeta y con ello el creciente poder de las gentes comunes, trasladando su riqueza al otro lado. Lo que está claro es que se ha visto la vulnerabilidad de estas, afectadas por algo tan sutil como una enfermedad, mientras el poder que rige el mundo y su modelo capitalista sigue siendo inmune a cualquier virus, ya que la ideología no sufre deterioro y si desaparecen unas empresas otras toman su lugar, se pierde por un lado pero se gana por otro.
Económicamente lo que ya se define como la crisis del virus ha permitido aclarar posiciones sobre los dos modelos de capitalismo en litigio. De un lado, China se consolida claramente como representante del modelo de capitalismo productivo, convirtiendo en este orden en la primera economía mundial, de la que todos dependen. Del otro lado, USA, que había venido sosteniendo la supremacía económica mundial aprovechando las nuevas tecnologías, ha perdido el liderazgo desbordada por la productividad y efectividad china. No obstante, trata de mostrar fortaleza asiéndose al dominio mundial del dinero —aunque no tanto sea propio como prestado—. Desde el capitalismo especulativo, juega la baza de la Bolsa de New York como líder único, para tratar de demostrar que es quien domina el circuito del dinero global, y procura dejarlo claro cada día. De manera que si la elite del dinero actúa sobre el Dow Jones, en plena crisis del virus, automáticamente arrastra a las Bolsas mundiales en la misma dirección.
Del otro lado, las masas contemplan impotentes no solo como se esfuma su riqueza, sino también la deriva que están tomando sus derechos. Los intentos de combatir la pandemia ha llevado a los gobiernos a suspender e ignorar buena parte de sus derechos individuales e incluso la burocracia ha sido habilitada para tomar decisiones sobre la vida y la muerte. La libertad, la igualdad y la vida misma de las personas hace aguas por todas partes al haber sido entregadas a la voluntad de las elites sin la debida tutela del Derecho, en base a la excepcionalidad promovida al amparo de la crisis sanitaria. El hecho es que la imprevisión de la burocracia se trata de edulcorar desplazando el problema a las masas, en especial sobre aquellas personas que han tenido la mala ocurrencia de cargar con el virus. En esta situación, el elitismo como principio de gobierno social, pese a su incompetencia, trata de ganar la batalla política como sea y a las masas solo les queda la opción sumisa de entregarse a sus determinaciones, quizás porque a base de derechos ya son tan conformistas que han perdido la capacidad de alzar la voz.
Con ocasión de esta crisis, algo más ha quedado claro y es que el elitismo dirige el mundo ante la pasividad de los gobernados. La cuestión ahora es que hay una consecuencia más allá de los efectos económicos propios de toda crisis habitual, ya que en este caso se trata de una crisis muy especial que no solo deja sin recursos a las personas, sino que las mata sin consideración, siguiendo un método más aséptico que el empleado en las guerras convencionales. De probarse que la crisis humanitaria ha sido provocada intencionadamente se estaría ante un crimen contra la humanidad. Sería obligado dar a conocer públicamente, por una vez al menos, los entresijos de la llamada crisis del virus para, en interés de todos, tomar medidas radicales y efectivas contra los responsables.
Antonio Lorca Siero