“Siroco” (1987). El tornado originado por las seis cuerdas de Paco de Lucía
Leo el siguiente titular en muchos medios de comunicación: “Fallece Paco de Lucía a los 66 años”, cuando el titular tendría que ser “Una leyenda de la guitarra ha sido provisional, hoy nos damos cuenta de que ha sido breve su paso por el tiempo de la música. Su música ahora más que nunca es inmortal, las seis cuerdas de su guitarra ahora son infinitas.” La vela se apagó, la guitarra enmudeció, se apagaron las luces del escenario y la silla quedó huérfana.
Es difícil escoger una obra de la treintena de discos que reflejan las distintas etapas de su carrera: junto a Camarón de la Isla, rodeado del famoso sexteto (con Carles Benavent, Jorge Pardo, Rubén Dantas…) colaborando con otros músicos de otros géneros como John McLauhlin… Sin embargo, hoy recupero uno de sus álbumes esenciales: “Siroco” (1987), porque como un temporal, que azota y zarandea árboles, después de escuchar este disco, agita el temple, revuelve el amor, sacude el instinto, estremece el alma, y sobre todo, conmueve las entrañas. Y esto sucede, no es accidental.
Como bien expresa el gran poeta y flamencólogo Félix Grande en las anotaciones del libreto, “A esta música de Paco de Lucía entramos con un alma; al salir, tenemos otra alma, más compasiva, bondadosa y fuerte: salimos de esta música con una mejor afinación vital.” Cierto es que “Siroco” (1987) azota al flamenco en su máxima expresión, además, Félix Grande sabiamente añade: “Nunca en mi vida había escuchado a la guitarra, ni siquiera en las manos del propio Paco de Lucía, tanta revelación flamenca, tanta tradición andaluza y tanta invención musical.” Efectivamente, estamos asombrosamente ante la invención musical transformada en reinvención musical de manos de Paco de Lucía, ¡y qué manos! Acompañado de los maestros: Rubén Dantas (percusión), el bailaor Juan Ramírez, Jose María Bandera, Pepe de Lucía y Ramón de Algeciras.
En 1987 se edita “Siroco” (Mercury), pero desde “Almoraima” (1976) Paco no había grabado un disco, digamos, auténticamente flamenco. Bien, “Almoraima” (1976) fue de nuevo la culminación de Paco de Lucía y el que las impresiones de este trabajo discográfico, adquiere reconocimientos unánimes. “Almoraima” (1976) es un disco fundamental para las generaciones de jóvenes intérpretes y creadores de flamenco; pues se combinan la guitarra flamenca con el bajo, la percusión o el laúd árabe, éste último elemento es de una vertiente innovadora capaz de romper los moldes clásicos del flamenco puro.
El arte de Paco de Lucía es la no sencilla tarea de conciliación de renovación del flamenco. Idea primordial de la genialidad de Paco y con los años, los críticos anuncian la notable búsqueda, y la ilustra como indispensable, imprescindible y necesaria. Esta renovación de Paco de Lucía, lo hace un visionario; pues hoy en día, las nuevas sendas del flamenco no se entienden sin varios de los elementos precursores de “Almoraima” (1976).
Llegamos a “Siroco” (1987), que marca con ocho piezas la nueva vanguardia de la creación flamenca. “Siroco” es un viento del Sahara que adormila y alucina, pero después de 27 años, mi titular (y juego de palabras) es de “tornado”, por la importancia, el significado y lo que constituye, además de lo que simboliza después de tantos años. “Siroco” (1987) se gestó de noche, como expresó el propio Paco de Lucía meses antes de la grabación: “Toco toda la noche y grabo todo lo que me viene a la imaginación. Después elijo lo que me parece mejor.”
El álbum abre con LA CAÑADA (tangos) lleno de energía, destacando la guitarra española al atractivo de la excelencia. MI NIÑO CURRO es una rondeña, cuyo silencio de guitarra parece casi ceremonial; religiosos son los acordes de cada nota en este tema.
Uno de los temas cabeceras de Paco de Lucía es LA BARROSA, canción simbólica que acompañó a giras posteriores y que además las mezclaba con otras alegrías que tenía. Le sigue la rumba CAÑA DE AZÚCAR, que armoniza dulcemente todos los sentidos. Le sigue las bulerías de EL PAÑUELO, llena de fuerza y brío, al compás de los zapateados de Juan Ramírez.
Otro de los temas donde brilla más la guitarra de Paco es en CALLEJÓN DEL MURO (minera), toda una declaración de intenciones. Los tanguillos de CASILDA, brotan como flores pequeñas hasta convertirse en uno de los jardines más bellos del palacio. El último tema es GLORIA A MI NIÑO RICARDO, una solea definitiva para la abstracción de los sentidos, y presentir la esencia de toda una leyenda como Paco de Lucía.
En definitiva, “Siroco” (1987) tiene un lenguaje musical rodeado de una libertad absoluta; se expande la guitarra flamenca abarcando nuevas vertientes más lúcidas de sonidos y melodías. Este disco equipara a Paco de Lucía como la culminación de los mejores músicos a nivel mundial, nunca elogiado lo suficiente, por su importancia, valor y calidad.
Por cierto, la portada de “Siroco” (1987) aparece fugaz, Paco de Lucía con su guitarra emulando el significado de la palabra, ése viento que hipnotiza. …Fugaz, palabra que ahora cobra más sentido…
Sirva este artículo como profundo respeto, admiración, agradecimiento a enriquecer la cultura a través de su música, de haber tenido la capacidad de convertir la música en poesía, su trascendencia, su grandeza, su magnitud… Sirva este artículo como una pequeña y última despedida a un gran genio.
¡Fortuna y salud!
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