«Allí mientras los hombres iban subiendo en fila de uno con las manos amarradas a la espalda los falangistas de arriba iban preparando los fusiles y pistolas en una algarabía de risas y fiestas que escuchábamos las vecinas de las casas cercanas a la Sima, era terrible los gritos de los que iban muriendo, cayendo por aquel agujero sin fondo…» Carmelita Martel Florido
En la finca de los Ascanio, ahora del Maipez, tiraban a los dos pozos actualmente tapiados a quienes llegaban más destrozados por las torturas y no podían caminar hasta la Sima de Jinámar. Hombres y algunas mujeres de cada rincón de Gran Canaria, secuestrados, detenidos en sus casas o sacados a golpes desde las comisarías de Falange o los campos de concentración de la isla.
Los testimonios hablan de cientos que en la boca de la chimenea volcánica fueron arrodillados a la fuerza por tipos vestidos de azul para el rutinario tiro en la nuca, antes de arrojarlos al oscuro abismo de más de ochenta metros de profundidad. Posibilidades escasas de sobrevivir y los cuerpos caían unos sobre otros en las madrugadas, formando una simbólica montaña, un monumento espontáneo a la dignidad, a la lucha por la democracia y la libertad.
Ahora que tantos años después de que se constituyera el vigente Régimen del 78 amnistiando a miles de criminales de lesa humanidad, se abre un hilo de esperanza con la excavación del Cabildo de Gran Canaria donde ya se han encontrado restos humanos con signos y señales claras de violencia política.
Será “dantesco”, me decía ayer un amigo que sabe de lo que habla, cuando si no se queda en un intento, profundicen entre las toneladas de tierra, escombros, piedras, restos de animales, vertidos y basura encontrando las evidencias de tantas atrocidades en este símbolo de la resistencia antifascista. No será suficiente con sacar de ahí hasta el último hueso humano masacrado, haciéndose necesario desarrollar un ejercicio de memoria y reparación que sirva para seguir investigando, estudiando sin límites presupuestarios, hasta conocer dónde están el resto de los miles de desaparecidos en cada una de las islas.
Si se logra y la institución publica ahora protagonista de este acto de justicia histórica no se queda solo en una declaración de buenas intenciones, en un vulgar acto propagandístico. Será el momento de comenzar a buscar y excavar en más lugares de exterminio, en muchos casos recabados en la memoria colectiva de todo un pueblo.
¿Llegará ese momento o será demasiado tarde? El olvido es la muerte y ya está bien de seguir encubriendo un genocidio que sucedió hace apenas unos segundos en la dinámica triste de las décadas, tras el comienzo de la brutal matanza planificada sobre personas que pensaban diferente, iniciada tras el sedicioso golpe de estado fascista del sábado 18 de julio de 1936.