Sexo, género y clase social
No cabe duda de que el sexo tiene, y se le da, una importancia destacada en nuestras sociedades, en estos tiempos de liberalización sexual, se habla sobre él, se discute, se escribe, se valora, mas no solamente en aquellos trabajos o dedicaciones que están directamente relacionados con él como puede ser la prostitución o los negocios dedicados a los juguetes sexuales, contactos y otros menesteres, sino que el sexo se valora, hasta llegar a convertirse en un capital sexual, que puede llevar a ser más valorada consiguiendo mejor empleo en ciertos niveles laborales, más si la sexualidad de quien busca empleo muestra alguna marca distintiva contra lo que se considera normal, no respondiendo al canon , lo que se considera que ello es una muestra de originalidad, de osadía, de creatividad e independencia.
Los lazos que la sexualidad mantiene con la economía y con lo social, centran el ensayo escrito por Eva Illouz y Dana Kaplan, publicado por Herder: « El capital sexual en la Modernidad tardía ». La pregunta que subyace al trabajo de investigación de ambas sociólogas, es cómo el sexo ha pasado de ser un instinto natural a convertirse en algo de tan relevante importancia no solo en lo que hace a la realización personal y el logro de la confianza en sí mismo sino también a la hora de conseguir empleo. En este orden de cosas, ya desde las primeras líneas del ensayo nos encontramos con Foucault y con su visión de la sexualidad como forma de conocimiento de sí, más tal visión es desbordada al jugar un papel de importancia en el terreno económico, en el mercado laboral. « La libertad sexual se incorporó al campo económico y al campo social y se transformó en un capital sexual, un recurso distribuido de manera desigual que produjo distintos tipos de ventajas bajo diferentes circunstancias sociohistóricas»; la libertad sexual entendida como un conjunto de ideas, de matriz de valores, como cuadro cultural y una práctica . Con esta óptica el propósito de las autoras es diseccionar la nación de capital sexual y erótico y los diferentes contextos históricos que ha producido distintas formas de capital. ¿ Cómo se ha llegado a esto? Es la pregunta que empuja a Illouz y Kaplan a constatar cómo el sexo se convirtió en objeto de estudio y al tiempo en un atributo personal, en un signo de identidad. La tesis que ellas defiende es que en la Modernidad tardía los lazos entre la esfera económica y la sexual se tornan difícil de separar, deviniendo un capital erótico, como se podía hacer en los tiempos del capitalismo industrial en que las esferas aparecían como netamente delimitadas: el sexo bueno era doméstico, dedicado a la reproducción, limitado al círculo familiar, lo que ayudaba al funcionamiento de la sociedad.
Pasan a continuación a señalar los cuatro tipos ideales de capital sexual y cómo se utilizan en los intercambios sociales y económicos: 1) el capital sexual por defecto ( la castidad); en el mercado sexual tal tipo exige la virginidad; 2) hacer del cuerpo una fuente de valor: la prostitución y los negocios del sexo, que las ensayistas denominan como capital sexual como plusvalía del sexo; 3) Serie de industrias que «derivan del valor sexual extra del cuerpo y del yo sexual», que se produce en esta fase del capitalismo escópico, vendiendo la imagen para el consumo no solamente de los consumidores sino también de los empleadores; y 4) buscar el éxito en los mercados matrimoniales y de citas.
El ensayo traza las transformaciones que se han dado en el tránsito desde la formaciones modernas a las tardomodernas, que supuso fundamentalmente el paso del dominio del sexo bueno ( centrado en la reproducción), la sexo malo ( comercial, erosionado). En la actualidad han aparecido diferentes formas de relación sexual, de emparejamientos y arreglos, a pesar de lo que el paradigma dominante siga siendo el de la heterosexualidad.
Las autoras visitan las diferentes concepciones de valor, desde el económico de Marx, al simbólico de Bourdieu, del mismo modo que acuden a explorar la distinción que se ha solido dar entre privado y público en este terreno, para lo que recurren a algunas afirmaciones al respecto de Freud y de Gramsci, que otorgaban un papel importante a la sexualidad de cara a mantener la fuerza de trabajo en condiciones adecuadas. Así las mujeres han sido situadas en casa o en los prostíbulos, definiendo la noción de capital de los campos sexuales, como el « estatus y las ventajas que uno logra dentro de un campo sexual específico, una comunidad o una subcultura…».
Con el fin de aclarar su visión, las ensayistas revisan las fases mentadas señalando sus diferencias y características, deteniéndose en el papel que juega la sexualidad y su regulación, en el siglo XX en especial , de cara a la regulación del orden social y económico. En el repaso se subrayan las incitaciones del mercado y del consumo con las propuestas premium, destacando igualmente como en ciertos ambientes minoritarios se priorizan los aspectos sexuales, difundiendo ciertas influencia a otras esferas de la sociedad, haciendo que el capital sexual funciones no solamente como canon de belleza sino también como valor de cara a lograr un empleo, para lo cual no se ha de tener en cuenta únicamente la genética sino que se pone el énfasis en el trabajo que cada cual puede realizar sobre sí para alcanzar mayores cotas de éxito. Cuestiones que dominan especialmente en la denominada clase media o en ciertos ambientes universitarios, en los que cierto tipo de comportamiento, muchas veces pasajero, sirve para ascender en el escalafón y en la valoración que de alguien se tenga, aspecto que es acompañado de algunas cifras basadas en algún estudio realizado ad hoc.
Concluye el ensayo con cierta mirada que retrata el paso de la escisión victoriana entre el yo público y el yo privado a comienzos del siglo XX, a la centralidad otorgada al sexo en los tiempos posteriores. Las autoras proponen una política radical al respecto, descartando las teorías del sexo como una cuestión meramente privada y personal para darle una importancia más amplia en el terreno de lo social; ajustan cuentas con las visiones nominalistas, economicistas, y los enfoques racionales y utilitarios, mostrando algunas insuficiencias y destacando que consideran « el sexo como algo más que un capital individualista de actores maximizadores y atomistas que calculan sus inversiones en busca de sus intereses»…algunas reflexiones, y alusiones a cuestiones anteriormente analizadas, cierran este ensayo, valorando los aspectos de sometimiento a que son sometidos los cuerpos, en especial los femeninos, en la industria del sexo, sin obviar que al tiempo que se señala como el sexo también representa la libertad, la autorrealización …que coinciden con los valores vendidos por el capitalismo, subrayando en este campo, en acuerdo total con las corrientes feministas que « la esfera de la reproducción, o “la vida misma”, está directamente implicada en el sometimiento del sistema capitalista y en la creación de capital», pretendiendo llevar las cosas más allá con las herramientas marxistas-foucaultianas, a la vez que mostrando su acuerdo con y también sus desacuerdos con Pierre Bourdieu, estos últimos al considerar las proposiciones del sociólogo bearnés, muy plegadas a la óptica de las clases y su dominación y en la separación que establecía entre las esferas económicas y culturales , lo que llevaba a mantener que las esferas de producción y reproducción estaban separadas», posturas que Illouz y Kaplan consideran que enlLa Modernidad tardía tales presupuestos son difíciles de mantener.