Sentido político y sentido común
  Los chirridos, es decir lo que tropieza con el sentido común, el del común de los mortales que no nos llevamos nada a la boca por pensar de éste o de aquel modo, se producen constantemente. Tan pronto nos felicitamos por actos u acciones que consideramos dignas de aprobación y respeto de personajes relevantes del mundo de la política, como tenemos que reprobarlos por sus audaces patadas a la rectitud de conciencia. Y en ambos casos es el mismo personaje…
  Sarkozy va a Chad y se trae al propio aeropuerto de Torrejón, a las cuatro azafatas españolas que han quedado en libertad. Ole, bien. Pero ahora resulta –acabo de leerlo- que quiere convertirse también en el libertador de unos tipos cuyo comportamiento en este cuanto menos vidrioso asunto de la adopción, en principio falsa por todos los indicios, de 90 niños, sin esperar a que la Justicia de aquel país africano decida. Parece que, cual maleante de esos que en las películas de vaqueros arrancan las rejas de la cárcel donde está el compinche, va a ir a arrebatar a la fuerza a los miembros de la ONG que al parecer intentaban una infamia. Ni deja Sarkozy a la Justicia en paz, ni tiene el más mínimo sentido su bravuconería. En cambio, como digo, tropieza frontalmente su atrevimiento con el sentido que tiene la gente corriente de la Justicia, de la falsedad y del crimen. ¿De qué nos sirve que científicos grandiosos cuya sabiduría pulsa Eduardo Punset en programas televisivos, nos informen de tantos adelantos en las universidades americanas por lo general, y tanto avance sobre el conocimiento de la neurobiología y otras especialidades (al final sobre el comportamiento humano), si luego los dirigentes mundiales no hacen más que mentecateces y monstruosidades, o no hacen más que propalar –borrachos o no- más que verdades a medias y absurdos?