Se casa la duquesa: la revolución de los viejos
Creo que se nos casa Cayetana de Alba, apenas lo han aireado los medios de comunicación, es algo que se ha gestado en Facebook, me lo ha dicho gente que utiliza las redes porque yo no las utilizo, de manera que me estoy perdiendo las gloriosas revoluciones de la primera y segunda décadas del siglo XXI. Encima, mi inglés es muy escaso, por tanto, les aconsejo que dejen de leerme porque no soy más que un zorocotroco, un reaccionario de izquierdas que utiliza Internet para leer periódicos y artículos y luego lo apaga para leer buenos libros que no están en Internet. Mi disyuntiva es ésta: si no sé bien interpretar lo que mueve al mundo que es la economía y no he asimilado tampoco del todo el pensamiento de los grandes genios de la Historia ni la Historia misma, si como periodista y profesor debo estar al tanto de todo, ¿de dónde voy a sacar tiempo para aprender inglés y alemán? Si no tengo formación metodológica corro el riesgo de ése que era idiota en su idioma materno, aprendió diez idiomas más pero era idiota hablándolos todos. Antes, las cuatro reglas eran sumar, restar, multiplicar y dividir. Ahora, informática, inglés, marketing y relaciones públicas. No es necesario más pero a cambio se es idiota y encima se está peor que con las cuatro reglas primigenias.
Pero volvamos a Cayetana. Si la duquesa tuviera a bien invitarme unos días a su Palacio de las Dueñas, en Sevilla, donde nació Antonio Machado, me levantara una noche lluviosa, de truenos y relámpagos, a mear, y me la encontrara en camisón y con un candelabro con velas por uno de los pasillos del palacio, ya puedo ir donando mi corazón a la ciencia a ver si es capaz de hacerlo funcionar de nuevo en otro cuerpo. Para mí, la existencia habría terminado allí mismo, en tan noble lugar. Sin embargo, por otro lado, me cae bien esta mujer en su vertiente iconoclasta. Y es que hay otra revolución a la que estamos asistiendo: la de los viejos y viejas.
Ya que la juventud tiene –o ha tenido, hasta ahora- un sentido paroxístico de la desinhibición o se dedica a cultivarla por otros derroteros menos rompedores, ante un exagerado sentimiento contra el ridículo, los viejos se han tirado a la calle a dar lecciones de transgresión. Keith Richards se sube a una palmera y se da el hocicazo pero ahí sigue, ya mismo lo tenemos otra vez con el cigarro en la boca acompañando al morritos de Jagger. El Papa sale de su palacio y se expone a vientos y tempestades hasta el punto de que para que el negocio no se le vaya a pique no le importa que una tormenta tal vez diabólica le vuele el gorrito en el aeródromo Cuatro Vientos que por algo se llama aeródromo y encima Cuatro Vientos. Sampedro y Hessel se ven obligados a tirar por la ventana sus sopitas y buen vino para indignar a unos muchachos que no se indignaban ni aunque les robaran la PSP (antes Partido Socialista Popular, de Tierno Galván). Sampedro lleva diciendo las cosas con mucha claridad desde hace decenios, Hessel es tibio, ambiguo y confuso como buen socialdemócrata pero el hombre hace lo que puede para cocinar una tortilla (una omelette) sin romper los huevos, de forma parecida al movimiento 15-M que tarde o temprano se encontrará con su destino, o sea, con la realidad (predicar y dar trigo son cosas muy diferentes y hay demasiados predicadores).
Otro viejo, Hobsbawn, nunca se anduvo por las ramas, nos ofrece los análisis, las críticas y las alternativas muy concretas, por eso tal vez no lo promocionen tanto, porque se juega a la progresía desde el grupo Planeta (dueño de las editoriales Destino y Crítica, donde han  publicado todos ellos) pero dentro de un orden y siempre controlando. La excepción a la regla nonagenaria es Santiago Carrillo que ha seguido un camino a la inversa o, al menos, casi capicúa: primero fue revolucionario, luego nos encasquetó los pactos de la Moncloa, destrozó las ilusiones del PC (hoy un cacharro para hacer la revolución vía Facebook, antes un partido para hacer la revolución en el planeta Tierra) y ahora está por encima del bien y del mal. Supongo que cuando regresó del exilio, ya mayor, no tenía ganas de más follones y lo mismo que Zapatero se ha rendido a los mercados, él se rindió a otro mercadeo excesivo, se rindió ante Lampedusa. Le dio una patada a Lenin, se envolvió en la bandera de la monarquía y de Franco y el PCE pasó de partido a partidísimo hasta la extinción factual. El hundimiento de la URSS y el neoliberalismo hicieron el resto. Aquello no fue “un paso atrás y dos adelante” sino un paso atrás y el despeñe.
La que pone la guinda cañí y la salsa española y olé es Cayetana que, dicen, siempre hace lo que quiere. Es más fácil hacer lo que quieres si no tienes que trabajar, tu cuenta corriente está muy saneada y encima te pagan por tener tierras sin cultivar, por ejemplo. La duquesa se casa –según me han dicho- con un plebeyo y como no puede faltar un torero en la boda, ha invitado a su ex yerno que para ella no es ex. Si no recuerdo mal, cuando estaba casada con su segundo marido, Jesús Aguirre, declaró que hacía el amor todas las noches. Sé que al alcalde de Marinaleda, Sánchez Gordillo, y a los del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), en general, no les debe ser simpática la Cayetana pero no me digan que no tiene su gracia, la anciana, de unos 85 años, diciendo aquí estoy yo, me pongo en biquini y me dejo ver sin pudor, mando al carajo tanto deseo de cuerpo 10, me cago en el Plan Pons Belleza en Siete Días, en los yogures sin yogur, en los complejos de jovencitas, jovencitos y menos jóvenes de derecha, centro e izquierda, “este es mi cuerpo serrano que será entregado en santo matrimonio y será engalanado por Vittorio y Lucchino. Y que salga el sol por Antequera y le vayan dando a mis hijos”.
Debo recordar o informar de que quien firma este texto, junto a un grupo de escritores que formábamos el colectivo cultural Gallo de Vidrio, intentó en el verano de 1975, con Franco vivo, homenajear a Antonio Machado dentro del citado Palacio de las Dueñas. Pedimos permiso a la Casa de Alba pero no nos lo dio y nos cerró las puertas del palacio. Nosotros nos congregamos en el portón clausurado y allí recitamos versos en homenaje al poeta. Luego, cuando murió el generalísimo (que ya es chulo y guay haber tenido un generalísimo y no como los franceses que sólo tenían a un general, un tal De Gaulle), los homenajes se sucedieron y en un congreso machadiano el profesor José Cenizo Jiménez presentó una ponencia analizando aquel acto medio fallido. Los jornaleros han ocupado fincas de la Casa de Alba y han denunciado que no se puede tolerar que existan estas situaciones pero, al final, la Política Agraria Común (PAC) ha acabado con toda real y libre competencia y ha estrangulado al campo andaluz que también tiene que aguantar el pepinazo de Alemania y lo que no hay en los escritos. 
Así es esto. La cultura se olvida, los poetas se van al carajo con sus versos, los jornaleros van muriendo por agotamiento, se van cansando, los verdaderos empresarios campesinos tienen que renunciar a la tierra y la Casa de Alba perdura, gracias también a los políticos cómplices y a los serviles y mercantiles medios de comunicación. Ya lo dice Mario Puzo en su novela El Siciliano cuando un príncipe declara que los campesinos pasarán pero él y su estirpe no porque forman parte de la tierra y de la Historia y, lo que es más importante, de la fantasía hollywoodiense que la gente común parece precisar.
La riqueza que llegaba a Sevilla desde las Indias se las gastaba la Corona en reprimir a los protestantes de los Países Bajos. Como sabemos, aún hay dichos y lápidas que en Bélgica recuerdan, para mal, al Duque de Alba (que actuaba con dureza por razón de Estado, lo había dicho Maquiavelo). Algunos consejeros de la Corona le indicaban al rey la dirección del futuro de España: América. Pero el rey no hacía todo el caso que hubiera sido deseable, de lo contrario, hoy quizás existiría una especie de Commonwealth hispana o ibérica y no tendríamos que estar aguantando la bota de los llamados mercados ni América Latina el yugo de los gringos, felizmente muy aliviado en la actualidad porque algunos gobernantes le han echado huevos al asunto.   
No obstante, la vida es como es y no como uno quisiera que fuera. Servidor, por ejemplo, desearía que, en el seno de esta revolución de los viejos, Cayetana se casara con Gadafi pero va a ser que no, creo.