insurrección, 1965, Dominicana

República Dominicana. Las izquierdas en la insurrección del 1965

En los días previos al 24 de abril de 1965 existía en nuestro país una situación revolucionaria. Los de abajo no estaban dispuestos a soportar más, y los de arriba habían agotado sus posibilidades de maniobrar para sostener el poder sin cambios.

El carácter político creciente de las huelgas, la descomposición progresiva en el ejército y el repudio nacional al régimen despótico abrían camino para la materialización del “Retorno a la Constitucionalidad sin Elecciones” apoyado por todo el pueblo.

Las izquierdas de entonces fueron capaces de comprender esta realidad, de apreciar correctamente la consigna que unía a todo el pueblo, pero no lograron articularse como era debido a la conspiración militar democrática y no captaron la inminencia de la insurrección armada que como producto de esa situación se estaba gestando.

El Manifiesto del 16 de marzo del PSP, en vísperas del estallido insurreccional, fue el resultado de una tenaz lucha interna que condujo a la derrota de la concepción oportunista de derecha.

Fue la negación de la salida electoral propugnada entonces por una parte de la derecha y su publicación contribuyó a dar una orientación revolucionaria al movimiento de masas que luego se transformó en insurrección armada enarbolando la consigna planteada en ese Manifiesto, que en una parte de su combativo texto, redactado por el poeta Pedro Mir, expresaba lo siguiente:

Por tanto, la consigna del retorno de Bosch al poder tiene que ser el producto de la acción popular y bajo ninguna circunstancia el resultado de un compromiso con los enemigos de nuestro pueblo. El retorno de Bosch por la vía de la acción de masas significa no solamente el rescate de la dignidad nacional y la soberanía del pueblo. Significaría, además, y muy principalmente, un paso de extraordinario avance en la integración de las fuerzas que han de conducir a la emancipación general del pueblo dominicano.

Encabezar esa misión corresponde hoy a la clase obrera dominicana, única clase en condiciones de ponerse a la vanguardia de todo el pueblo y llevar la acción popular hasta sus objetivos supremos.

En tal virtud, el Partido Socialista Popular llama a la clase obrera y a todo el pueblo a librar la lucha por el retorno del Presidente Juan Bosch al frente del gobierno legítimo de la República sobre la base de las conquistas democráticas consagradas en la Constitución de 1963.

¡TODO EL PUEBLO A LUCHA EN LAS CALLES, EN LAS PLAZAS, EN LAS FÁBRICAS, EN EL CAMPO, ¡POR EL RETORNO DEL PRESIDENTE BOSCH AL FRENTE DEL GOBIERNO CONSTITUCIONAL!”

La militancia del PSP comprendió la importancia de esa orientación y de esa consigna, las hizo suyas y actuó en consecuencia a partir de ahí, en el momento de la insurrección y durante el desarrollo de ésta.

El MPD y el 1J4 sostuvieron una diferencia secundaria respecto a la concreción de la consigna, señalando que personalizaba la lucha popular y que ponía todo el movimiento democrático tras la figura de Bosch.

La dialéctica viva de la historia se encargó de demostrar el carácter unificador y movilizador de la misma: en los primeros días de la insurrección armada la consigna de todo el pueblo incluía el reclamo de Juan Bosch a la Presidencia, aglutinando y simplificando los anhelos populares.

El 28 de abril, tras el desembarco yanqui, y siendo evidente la postergación del retorno de Bosch, el pueblo y el propio Bosch apoyaron a Caamaño en la medida en que éste fue defensor ardiente de los objetivos democráticos generales. Toda la lucha además cobró el carácter anti-intervencionista -de esencia antiimperialista- que le impuso la resistencia contra las tropas invasoras yanquis.

Los antecedentes descritos fueron el prólogo de la insurrección y de la guerra patria.

En verdad, durante toda la trayectoria despótica del Triunvirato se desarrollaron en el país acontecimientos de tal magnitud e importancia, que hacían apreciar la inminencia de la insurrección armada y popular.

El PSP no estaba lo suficientemente preparado para la insurrección armada, pero participó con decisión y firmeza en la medida de sus posibilidades desde su inicio, reclamando ¡Armas para el Pueblo! y logrando crecer en el orden político y militar.

El IJ4 que venía de una tradición combativa guerrillera, desplegó su formidable estructura de cuadros y logró desempeñar, no sin déficits políticos y mucha división interna potencial, un importantísimo papel militar, y dio además una gran contribución en términos organizativos.

El MPD tenía una vocación similar, pero al ser más pequeño, y sobre todo por sus errores sectarios de ese momento y por su convicción inicial de que esa revolución no era la nuestra, sino de la burguesía, no logró desplegar todas sus potencialidades. La temprana corrección de esa visión le permitió, en el curso de la guerra, reponerse y significativos aportes en los combates armados.

DEL CONTRAGOLPE DEMOCRÁTICO A LA INSURRECCIÓN CIVICO-MILITAR

Originalmente el movimiento fue concebido como un simple golpe de Estado, con fines democráticos: un contragolpe democrático que anulara el golpe y sus resultados políticos.

La conspiración militar democrática entró en acción antes del día acordado, cuando uno de los grupos conspiradores fue detenido y otros, situados en cuarteles de infantería se lanzaron a la acción. Tal situación fue sorpresiva y audazmente anunciada por José Francisco Peña Gómez, con una exhortación a la movilización del pueblo a través de Radio Televisión Dominicana.

El detonante fue la acción audaz de un grupo de los sargentos y unos cuantos oficiales con el capitán Peña Tavera a la cabeza, hasta lograr el despliegue de los efectivos rebeldes de dos campamentos en las calles de Santo Domingo reclamando la destitución del Triunvirato golpista. Los sargentos tuvieron el mérito histórico de apresar a los jefes del Estado Mayor del ejército y desatar de la rebelión.

La intervención de las masas populares en el proceso de la lucha en las calles de Santo Domingo cambió las características originales del contragolpe y éste fue transformado en una insurrección popular, en una revolución democrática de profundo contenido político. Se conjugaron así, en las calles, el movimiento de masas y la actitud patriótica y democrática de los militares, las izquierdas y las fuerzas democrático-liberales.

El 25 de abril la ciudad amaneció ocupada por las fuerzas militares insurrectas, con grandes manifestaciones de masas en su apoyo.

En el curso de la mañana se tomó el Palacio Nacional, acción donde comenzó a destacarse el coronel Caamaño, que hasta ese momento era uno de los oficiales más conocidos.

Una comisión de oficiales de aviación intentó persuadir a los dirigentes insurrectos de la conveniencia para los militares de la formación de una Junta militar, al mismo tiempo que se producía un primer ametrallamiento aéreo del Palacio Nacional y de sus zonas de viviendas aledañas, seguido dos días después de bombardeos de la Marina de Guerra desde unidades navales que se sumaron a los jefes golpistas en las proximidades del Malecón.

Durante los días 26 y 27 de abril los militares derechistas siguieron bombardeando el Palacio Nacional y los barrios de la capital. Rafael Molina Ureña (Presidente designado por las Cámaras legislativas electas en 1962) y los miembros designados de su gabinete fueron llamados a la Embajada estadounidense por el embajador Tapley Bennet, donde se les pidió rendición bajo protección militar norteamericana.

Molina Ureña reaccionó con moderación, pero rechazando la propuesta estadounidense, y los oficiales presentes asumieron frente a esta oferta actitudes dignas, de rechazo vigoroso, y Caamaño, presente allí, impidió que el embajador yanqui sobrepasara los límites de la injerencia a que había llegado con sus amenazas y provocaciones. ¡Lo puso en su sitio con un “coño” realmente histórico!

El grupo presente en la Embajada se dividió en dos: Molina Ureña, algunos militares y casi la totalidad de los dirigentes del PRD, incluido el Dr. Peña Gómez, buscaron asilo en embajadas latinoamericanas.

Los coroneles Caamaño, Montes Arache, Lora Fernández, Lachapelle, Jesús de la Rosa, Sención Silverio y otros oficiales bajaron nuevamente a las calles de la ciudad a organizar la resistencia.

Las masas populares del PRD y una parte de sus dirigentes nunca se replegaron. Peña Gómez y otros, horas después, superaron la vacilación temporal y se reincorporaron. Molina Ureña renunció definitivamente a la Presidencia y dejó el vacío.

Los cuadros y militantes de las izquierdas continuamos los combates en las calles, asediando y tomando cuarteles pequeños, orientando la lucha y denunciando las posiciones de las derechas.

Nosotros, lo lideres juveniles del PSP, participamos activamente en esos esfuerzos, incluyendo la ofensiva de masas alrededor del Palacio Nacional y la participación en el contenido de los mensajes de Radio Televisión Dominicana antes y durante los bombardeos que finalmente la inutilizaron.

En Radio Televisión Dominicana colaboramos con Luís y Mario Báez Asunción que estaba al frente de esa emisora y confluimos con el historiador Franklin Franco y el periodista Alberto Malagón.

A raíz de ese confuso momento tuvo lugar un encuentro fortuito de gran trascendencia. Un equipo de jóvenes dirigentes del entonces Partido Socialista Popular avanzábamos hacia el puente Duarte, donde se comenzaba a librar una batalla decisiva. El coronel Francis Caamaño, acompañado de su primo, el mayor Claudio Caamaño, venía del referido lugar y nos encontramos en la entonces avenida Félix María Ruiz.

Allí se produjo un importante intercambio entre ellos dos como oficiales constitucionalistas y Asdrúbal Domínguez, José Israel Cuello, Carlos Dore y quien esto escribe, Narciso Isa conde, los que formábamos parte de la dirección estudiantil de izquierda, vinculados al Grupo Fragua y al PSP, luego Partido Comunista Dominicano-PCD.

Claudio reconoció a Asdrúbal y a José Israel, que fueron compañeros de estudios en la Facultad de Ingeniería y Arquitectura, y sin pérdida de tiempo nos presentó a Francis diciendo, con una sonrisa en el labio: “Estos son los comunistas de la Universidad”.

Caamaño, con la determinación que lo caracterizaba, nos habló de las vacilaciones del PRD y de su decisión de marchar junto a todos(as) los que se mantenían firmes, “aun fueran comunistas”.

Sin más preámbulo, rápidamente, la sugerimos que era urgente una orientación a nombre del Comando Constitucionalista, en la que se reafirmara la lucha por el retorno de Bosch y la Constitución de 1963, se condenara el genocidio de Wessin y las fuerzas reaccionarias, se precisara que con aviones (los cuales en ese momento ametrallaban la ciudad) no se tomaban ciudades y se indicara que la infantería del enemigo que intentaba entrar a la ciudad por el puente Duarte iba a ser derrotada por la resistencia heroica del pueblo y los militares constitucionalistas.

Caamaño captó de inmediato el valor de esa orientación, autorizó la elaboración y edición de un Manifiesto con ese contenido, así como su firma y la de otros coroneles miembros del Comando Central. Hubo, eso sí, que convencerlo de que su nombre encabezara la lista, dado que todos tenían el mismo rango. Héctor Lachapelle, Manuel Montes Arache, Lora Fernández, Hernando Ramírez y otros no tan conocidos hasta entonces que aparecieron a continuación del nombre de Caamaño.

Nos bautizó con el nombre de Comando de Propaganda y rápidamente redactamos el manifiesto y, con el apoyo de su personal técnico, tomamos la imprenta del periódico Listín Diario (situada entonces en la calle 19 de Marzo casi esquina Luperón), e hicimos una edición de 100 mil ejemplares. Su contenido además se divulgó por la Radio Constitucionalista, con lo que el liderazgo de Caamaño y el Comando Central creció en influencia.

Esa es la verdadera historia de cómo el Comando Militar Constitucionalista , compuesto por los militares dispuestos a la resistencia y al combate, emitió un documento encabezado con la firma del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, en el que se comprometía a continuar la lucha hasta la reposición de Bosch y la reimplantación de la Constitución de 1963, al mismo tiempo que precisaba orientaciones de tipo militar a la población civil en el sentido de que “con aviones no se toman ciudades, tendrá que pasar la infantería por el Puente Duarte; hasta ahora la resistencia popular se lo ha impedido y se lo seguirá impidiendo”.

En el reverso del Manifiesto podía leerse con destacados caracteres el siguiente mensaje: “Wessin es destrucción y muerte. La Constitución del 63 es democracia y vida.

Este Manifiesto selló definitivamente, desde el punto de vista propagandístico, a Caamaño como el principal dirigente de la revolución constitucionalista.

Ese, claro está, no fue el primer contacto de nosotros con Francis y otros jefes militares constitucionalistas.

Recuerdo que el día 25 de abril nos encontramos con Montes Arache en el Parque Independencia, en momentos en que las masas quemaban el local del Partido Liberal Evolucionista (PLE), vinculado al golpe de Estado y ubicado en la avenida Bolívar, frente a la funeraria La Altagracia.

Al día siguiente recuerdo haber estado con mi primo Amadeo Conde Sturla, asesinado en el curso de la guerra, en el Comando de la calle Pina, donde estaba Caamaño y desde donde se dirigió posteriormente la toma de la Fortaleza Ozama.

El 27 de abril Asdrúbal Domínguez, José Israel Cuello y yo localizamos a Montes Arache en la calle Caracas, cerca del liceo del mismo nombre, para proponerle un telegrama a las organizaciones internacionales denunciando la posibilidad de la intervención militar de EEUU. Montes Arache vio el texto y lo aprobó, no sin antes pedirnos que le agregáramos una referencia a la intervención soviética en Hungría. En aras de lo fundamental, no sin cierto sabor amargo, dada nuestra admiración por la Unión Soviética, incluimos la demanda del coronel.

Es justo decir que ya el PSP, por sugerencia del poeta Pedro Mir, ejecutada por el equipo de jóvenes universitarios que lo apreciábamos de verdad, había denunciado la inminencia de esa intervención en un volante que editamos en una pequeña imprenta clandestina ubicada al fondo de una zapatería de la calle Duarte.

Los días 27, 28, 29 y 30 de abril se produjeron en las calles de Santo Domingo las batallas decisivas contra la reacción. El 27, Wessin logró pasar 23 tanques a través del Puente Duarte, pero no pudieron resistir el asedio de las masas que los abordaron. Se ganó la gran batalla del Puente Duarte, y después se tomó la Fortaleza Ozama, donde el armamento de las masas se produjo en grandes cantidades. Previamente, fueron tomados todos los cuarteles pequeños.

En la toma de la Fortaleza Ozama jugó un papel destacadísimo el 1J4 y dieron un aporte significativo los combatientes del PSP, especialmente su Comando de Dirección, situado en la calle Espaillat con la participación de Alfredo Conde Sturla, Pedro Conde Sturla, Antonio Isa Conde, Manolo González (El Gallego), Getulio de León y otros camaradas.

DE LA INSURRECIÓN VICTORIOSA A EFRENTAR LA INVASIÓN MILITAR IMPERIALISTA

Luego del heroico triunfo en el Puente Duarte y de la destrucción del equipo blindado de Wessin, la maquinaria represiva heredada de Trujillo había saltado hecha pedazos. Se aprestaba así el pueblo a la liquidación del último reducto de la resistencia golpista: la Base Militar de San Isidro, cuando se produjo el desembarco yanqui.

El imperialismo envió sus propias tropas a sustituir el aparato militar represivo que dejó en 1924, que Trujillo desarrolló y perfeccionó y que en ese momento había sido demolido por la acción de las masas populares y los militares constitucionalistas. En esos términos lo explicó en la dirección del PSP el poeta e historiador Pedro Mir.

Nuestro pueblo había desarrollado su conciencia hasta el nivel de la insurrección armada en la lucha contra sus enemigos golpistas, las derechas locales y la oligarquía entreguista al interior del país. Los conocía y les propinaba derrotas reiteradas en cada momento de la lucha.

Sin embargo, en el instante del desembarco yanqui, el pueblo no estaba preparado para la lucha contra su enemigo externo, su principal enemigo, el imperialismo estadounidense.

Inicialmente, la conciencia antiimperialista era muy débil y se necesitaron vivencias muy concretas para que rápidamente se desarrollara.

Ese momento de debilidad política (de algunas horas, a lo sumo un día) resultó perjudicial y en medio del mismo se registraron costosas vacilaciones temporales en la dirección del movimiento constitucionalista y serias confusiones en las bases combatientes.

Entre tanto, el Nuncio Apostólico, los delegados de la OEA y algunos mediadores habían sorprendido a la dirección del movimiento constitucionalista con la propuesta de cese de fuego y el Acta de Santo Domingo.

Esas vacilaciones momentáneas frente al desembarco yanqui, producto de esa limitada conciencia antiimperialista, se manifestaron en mayor grado en la primera dirección política y militar del movimiento (la izquierda no participó en esa decisión), aceptando ella el cese del fuego, la zona de seguridad y el cordón yanqui. Esa dirección estaba influida por el PRD y por intelectuales liberales.

Costosas fueron esas vacilaciones iniciales para el desarrollo de la insurrección, pero no tardaron en ser superadas cuando los hechos demostraron los verdaderos fines de la intervención imperialista.

De todas maneras, nos hicieron un daño irreparable: los gringos aprovecharon el momento para dividir la ciudad, acordonarla y rearmar a las fuerzas reaccionarias en desbandada, modificando a su favor la correlación de fuerzas.

En el orden de recuperar la línea de combate contra el invasor, el 1J4, el PSP y el MPD, por sus intensas convicciones antiimperialistas, jugaron un importante papel. Igualmente, en todo el curso de la resistencia armada contra el invasor.

El PRD, por su parte, después de las vacilaciones señaladas, se incorporó con Peña Gómez a la cabeza a la resistencia anti yanqui. Bosch desde Puerto Rico se mantuvo firme.

La intervención militar yanqui, dentro de esas circunstancias, cambió decisivamente la correlación de fuerzas y posibilitó el aplastamiento de la resistencia en la Zona Norte de la Capital (a través de la llamada Operación Limpieza conducida por los coroneles Salvador Lluberes Montas y Enrique Pérez y Pérez con el apoyo gringo).

Imbert Barreras estaba ya al frente del llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional y avaló ese genocidio. De héroe del ajusticiamiento de Trujillo paso a ser presidente del gobierno genocida al servicio de la intervención militar de EEUU.

La historia posterior es la de la resistencia durante 4 meses en la zona Sur de la Capital, la del gobierno en armas presidido por Caamaño, la de la Guerra Patria. la de la Republica de los Comandos, las de las negociaciones y del pacto negociado que puso fin al conflicto armado.

Pero, por razones de tiempo, ese tema lo tengo reservado para otra oportunidad en el contexto de este 60 aniversario de la gesta de abril seguida de la Guerra Patria. (Santo Domingo RD / 23 de abril 2025 // 60 Aniversario de la gesta de 1965 / Facultad de Humanidades-UASD)

Narciso Isa Conde

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