Nació en 1960 en el territorio de Djugu, correspondiente a la actual provincia de Ituri, uno de los lugares más terribles de la RDC, con un sangriento historial de enfrentamientos entre las etnias lendu (mayoritaria) y hema, a la que Lubanga pertenece. Aunque formado como psicólogo no tardó en entrar en política y pasó por varios partidos, incluido el del actual presidente Félix Tshisekedi, cuando lo presidía su padre, Etienne, para unirse en el año 2000 a la lucha armada, en plena Guerra Mundial Africana, formando parte de la facción de Reagrupamiento Congoleño por la Democracia apoyada por Ruanda, dentro de la que llegó a ser nombrado ministro de Defensa.
En el año 2001 pasó a dirigir el recién fundado partido de la Unión de Patriotas Congoleños, impulsada por las élites de la etnia hema, y de su brazo armado, las Fuerzas Patrióticas para la Liberación del Congo (FPLC) durante la ocupación ugandesa de la provincia.
La UPC/FPLC es un buen ejemplo de los siniestros “bailes” que se dan en las guerras congoleñas entre los diferentes bandos, propiciados muchas veces por los intereses particulares de sus líderes. En agosto de 2002 ocupó la importante ciudad de Bunia, apoyada por fuerzas ugandesas a las que luego abandonó, para recibir ayuda de Ruanda y coaligarse con grupos armados apoyados por el régimen ruandés. Thomas Lubanga se convirtió entonces en líder supremo de ambas organizaciones.
El propio Ejército ugandés expulsó a las fuerzas de Lubanga de Bunia en marzo de 2003 pero éstas recuperaron la ciudad dos meses después. La UPC está acusada de ser responsable de la matanza de Mongbwalu, en la que fueron asesinados cientos de civiles, la mayoría de la etnia rival lendu.
ARRESTO, PROCESO Y CONDENA
En marzo de 2005 fue arrestado en Kinshasa y un año después trasladado a un centro de detención de la Corte Penal Internacional en La Haya. Se le acusaba de reclutar a más de 3.000 niños y niñas menores de 15 años que combatieron en las filas de las FLPC, además de ser guardaespaldas de los líderes de la organización, realizar tareas domésticas y, en el caso de las niñas, convertirlas en esclavas sexuales. No obstante en el juicio que se celebró con años de retraso, este último cargo -al igual que otros- no se incluyó, para agilizar el proceso. Ésta decisión del entonces fiscal de la CPI, Luis Moreno Ocampo, redujo también el número de víctimas con derecho a indemnización.
LIBERACIÓN Y VUELTA A LA VIDA CIVIL
Pese a que en 2015 se solicitó su liberación, Thomas Lubanga cumplió íntegramente su condena, pasándola precisamente desde el 2015 en la prisión de Makala, en Kinshasa, hasta el 15 de marzo de 2020. A su salida, y manteniendo su inocencia, declaraba a la BBC: «Regreso a casa con el perdón para permitir que la sociedad se reconstruya».
Levantadas también unos meses después las sanciones que pensaban sobre él por parte de la ONU, nada parecía indicar una vuelta de Lubanga a la lucha armada, sino todo lo contrario. «Desde su liberación el 16 de marzo de 2020, Thomas Lubanga ha estado trabajando para restablecer la paz en Ituri», citaba el 4 de noviembre de ese año el periódico digital congoleño mediacongo.net. Y ello porque en abril lideró al grupo de la etnia hema que junto a otro de la etnia lendu -liderado éste por Floribert Ndjabu, encarnecido enemigo suyo- se reunieron conjuntamente con el presidente Félix Tshisekedi para tratar de llevar la paz a la provincia de Ituri.
De aquella reunión salió un encargo del presidente Tshisekedi para ellos dos junto a otros ex rebeldes: visitar a una de las mas sanguinarias milicias congoleñas, formada por miembros de la etnia lendu, CODECO, y negociar un acuerdo de paz. Tan bucólico panorama no seducía a todo el mundo, como a nuestro colaborador, el activista Steward Muhindo que advertía: «Resulta bastante paradójico que, a veces, las mismas personas que cometieron crímenes en una comunidad, sin ser castigadas, sin siquiera reconocerlo, sean incorporadas para promover la paz», en un atinado ejercicio visionario.
La experiencia de Thomas Lubanga como mediador le iba a llevar a sufrir, aunque fuera ligeramente, la violencia de la que él había hecho gala con sus enemigos. Era febrero de 2022 cuando Lubanga, junto a otros «señores de la guerra» de la provincia de Ituri, recorría ésta en misión de paz encargada por el presidente Tshisekedi. Alguien en el Ejército que no estaba por la labor de esos acuerdos de paz o quiso gastar una cruel broma a los antiguos líderes rebeldes tuvo la idea de bombardear posiciones de la milicia CODECO mientras sus dirigentes hablaban de paz con Lubanga, Ndjabu, Katanga y otros antiguos abanderados de la peor violencia. La reacción de los rebeldes lendu fue inmediata y los «pacificadores» se convirtieron en rehenes. Mientras varios de ellos fueron liberados en las semanas siguientes, Lubanga y Ndjabu tardaron dos meses en recuperar la libertad, bien por un asalto del Ejército, por una fuga o a cambio de atender las peticiones de CODECO, que todas estas posibilidades se citaron.
En 2023 fue elegido diputado por su provincia aunque la elección fue posteriormente invalidada. Parece que este hecho acabó por apartarlo por completo de la vida civil y las prácticas democráticas y pacíficas.
Y DE NUEVO EN LA LUCHA
A principios de este año leíamos el informe de expertos de la ONU sobre el M-23 y de pronto… allí estaba de nuevo Thomas Lubanga. Y no estaba en labores de paz, precisamente, si no de nuevo completamente relacionado con la violencia, esta vez la del M-23 y de grupos armados de la provincia de Ituri. En julio de 2024 se había trasladado a Kampala (Uganda) y entrado en contacto con Corneille Nangaa, líder de la AFC, el movimiento político-militar donde se integra la milicia del M-23.
De nuevo Lubanga reclutaba civiles para convertirlos en rebeldes en lucha contra el gobierno congoleño. También había participado en su entrenamiento y mediado, otra vez, aunque ahora buscando la paz… entre grupos armados de la provincia de Ituri, con la finalidad de colaborar con el M-23 en el recrudecimiento este año de una guerra que tanto sufrimiento está costando en el Este de la RDC.
Pero sus aspiraciones no son las de ser subordinado o colaborador de nadie y a finales de marzo presentó en una zona minera y ganadera de la provincia de Ituri, cercana a la frontera de Uganda, su propio grupo, la Convención para la Revolución Popular que, por supuesto, tiene un brazo armado que, para no alejarse demasiado de la historia de las rebeliones congoleñas, está al mando de un desertor del Ejército congoleño, el coronel Justin Lobho Zissy.
Resulta casi sarcástico recordar lo que de Thomas Lubanga dijeron quienes pretendían acortar su condena de la CPI en cinco años: que se reintegraría fácilmente a la vida civil y que esto no desestabilizaría a la provincia de Ituri o que su liberación reforzaría las dinámicas en marcha de reconciliación…
HAY QUE RECONOCER que Thomas Lubanga lo ha intentado por la vía civil y pacífica, de la misma manera que es cierto que su pueblo, la etnia hema, sufre una sanguinaria persecución por parte de los milicianos lendu de CODECO -si bien la «autodefensa» hema no se queda parada contra CODECO y el propio Ejército congoleño- pero finalmente se ha subido al carro, actualmente victorioso, del M-23 y los intereses de Ruanda, y lo hace, además, en la provincia de Ituri, salpicada de yacimientos de oro cuyo comercio está mayoritariamente en manos de los grupos armados y sus líderes, un mercado en el que ahora él vuelve a ser actor importante.
@CongoActual