Recuerda esta casa

 

Por Iñaki Urdanibia

«La historia de los negros en América es la historia de América. No es una historia bonita»

Así, como reza el título, se titulaba el libro en el que trabajaba James Baldwin (Nueva York, 1924- Saint-Paul-de-Vence, Alpes marítimos, 1987) cuando la Parca le sorprendió, lo que supuso que el libro que ya lo tenía apalabrado con si editor, quedase en estado de anotaciones, de borrador. Tal obra iba a basarse en tres luchadores de la igualdad racial en su país, que fueron asesinados entre 1963 y 1968: Medgar Evers, Malcom X y Martin Luther King. Los apuntes sueltos que dejó quien fuera portavoz ideológico de un importante sector de la intelectualidad negra y novelista de reconocido talento, fueron entregados por la hermana del escritor, Gloria Baldwin Karefa-Smart, al cineasta Raoul Beck, quien aprovechando dichos materiales y bastantes más, que recogían conferencias y entrevistas radiofónicas y televisivas, a lo que se han de añadir un número de fotografía variadas, realizó un documental, con la voz en off de Samuel L. Jakson, que resalta la figura del escritor. El resultado, con toda la información que contiene el documental acaba de ser publicada por Ediciones de Oriente y del Mediterraneo: «No soy vuestro negro» – una película de Raoul Peck a partir de textos de James Baldwin-. Eñ libro resulta un significativo patchwork que da cumplida cuenta del trato que recibían, y reciben, los negros en el país de las barras y estrellas.

Tras unas sabrosa aclaraciones sobre su trabajo y el modo de realización de Raoul Peck y de la montadora de la pieza, Alexandra Strauss, entramos en una avalancha de palabras e imágenes del escritor, quien a su vez presta la palabra a diferentes testigos y protagonistas de la segregación que se da y sufrieron en los USA. El repaso en su brevedad es amplio y hondo ya que en él podemos leer las opiniones de Baldwin sobre los héroes norteamericanos, todos blancos, que han sido presentados como modelos en la pantalla y en los medios de comunicación, imágenes que han sido, en no pocas ocasiones, interiorizadas por los propios negros («viendo el mundo como lo ve John Wayne, por ejemplo»), a pesar de que, por ejemplo, la matanza de indios fuera aplaudida, sin caer en la cuenta que los indios eran en el presente los propios negros convertidos en sujetos de todas las sujeciones y maldades. Las imágenes u diálogos de diferentes películas asoman con fuerza ilustrativa dejando expuesta la situación: «es importante descubrir que el país donde has nacido, y al que le debes la vida y la identidad, no ha creado en todo su sistema de realidad ni un solo lugar para ti».. Asistimos a diferentes debates y vemos en el uso de la palabra a Malcom X y a Martin Luther King, y conocemos los encuentros que Baldwin tuvo con ellos y también las circunstancias en que conoció el asesinato de ambos, y también el de Medgar Evers, luchador con quien el escritor mantenía una estrecha amistad, habiendo llegado a acompañarle en alguna compaña. Tampoco se nos hurta sus encuentros con Robert Kennedy, hermano del asesinado presidente y fiscal, y las posturas timoratas de éste cuando, aún admitiendo el trato infame que los negros recibían, se conformaba con decir que las cosas iban a mejor…cuatrocientos años han pasado desde la llegada, forzada, de los negros al país, y todavía la situación es de una desigualdad brutal que se traduce en agresiones, prohibiciones, y segregaciones múltiples. El país no sabe qué hacer con su población negra, y a los más la reduce a una manada de seres que no hacen más que bailar, reír y comer sandía; reduciendo su imagen a unos seres pasivos y mansos, que necesitan un blanco para guiar sus desbrujuladas vidas, cuando no se vende la imagen de un peligro potencial para la seguridad nacional ( pueden ver los informes del FBI sobre Baldwin, fechado en 1966, se le señala como ser peligroso «del que cabe esperar actos hostiles a la defensa nacional y la seguridad pública de los Estado Unidos», por lo que se suma su Nombre al Índice de Seguridad).

James Baldwin desbroza el camino y va derribando algunas leyendas que se vierten sobre los negros: así el tamaño de sus órganos sexuales, a la vez que se les considera como seres carentes de atributos sexuales, y aquellos que Sidney Poitier o Harry Belafonte son sex simbols, nadie se atreve a admitirlo; «a los negros se le ha robado todo en este país». Precisamente de estos dos se recogen sus palabras. El escritor también nos entrega un conjunto de disculpas de diferentes personalidades púbicas, como Nixon o Trump, que habla de los problemillas de la vida, que en los hechos resultan parole, parole, parole. Marca las diferencias entre los elogios, y cerrados aplausos, que recibe del uso de la fuerza si ésta es practicada con las armas por israelís, polacos o irlandeses, a los que se les considera como héroes, cambiando las tornas si algún negro dice los mismo, al considerársele de inmediato como un criminal y escarmentándoles por ello. No se priva de señalar la postura colaboracionista de los cristianos, señalando a su vez las dos iglesias existentes según el color de la piel. Denuncia igualmente las falacias del humanismo, de aplicación discriminatoria; señala los dos niveles de experiencia, encarnados por Gary Cooper y Doris Gray, por una parte, y por Ray Charles por la otra. Y reivindica el derecho a estar amargado frente a quienes le acusan de ello, pues hay buenas razones para estarlo: «la primera de todas, esta ceguera o cobardía americana que nos permite fingir que en la vida no hay razones para amargarse», y confiesa sin ambages que no está dispuesto a cargar con esa historia de injusticia, en la que «Blanco es una metáfora del poder, una mera forma de describir el Chase Manhattan Bank».

Y un deseo, una esperanza de un futuro reconciliado: «Es algo terrible que un pueblo entero se rinda a la idea de que una novena parte de su población es inferior a él. Y hasta ese momento, hasta que llegue el momento en que, nosotros, los americanos, el pueblo americano,sea capaz de aceptar lo que yo tengo que aceptar, por ejemplo que mis ancestros son tanto blancos como negros, que en este continente que estamos intentando forjar una nueva identidad para la que nos necesitamos los unos a los otros, y que no soy un pupilo de América, no soy un objeto de caridad misionera, que soy una de las personas que construyó el país; hasta ese momento, apenas quedará esperanza alguna para el sueño americano, porque las personas a las que se les niega su participación en él, por su presencia misma, lo hundirán. Y si esto ocurre, será una hora muy grave para Occidente».

N.B.: El uso de la expresión “de color” para referirse a los negros, expresión que aparece en las páginas 37, 51 y 72 del libro, es un eufemismo edulcorado con pretensiones de no nombrar con claridad como si el hacerlo fuese brutal en exceso (términos que se emplean, consagrados por el uso y el abuso hasta en las siglas, véase la página 51)…lo que hace, por otra parte, que quienes no son negros no es que sean rostros pálidos, que decían los otros, sino incoloros, y la verdad…

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