Reacciones y ronchas ante discursos en Oslo – “Les cantó la tabla”, “eso no es conmigo”, “lo mismo de antes”
Variadas reacciones se suscitaron. Los incondicionales de uno y otro lado aplaudieron a Iván Márquez o a Humberto de la Calle. En el campo de la burguesía, cuyo discurso era más previsible, discordando, sólo se escucharon los trinos ya conocidos del ex presidente Álvaro Uribe quien hace de ave de mal agüero profetizando el desastre y denunciando la “capitulación” del gobierno Santos a las FARC, luego de que él las tenía casi derrotadas.
Entre la amplia masa de la población, trabajadores de las grandes ciudades, habitantes de sectores populares, las reacciones que se suscitaron se podrían agrupar en tres grandes franjas, que vale la pena analizar. La actitud política que adopten millones de colombianos ante el proceso será decisiva respecto a qué tan hondo cale y qué repercusiones tenga en el mediano y largo plazo.
Que tan hondo cale es importante para todos: para el conjunto de la burguesía y el imperialismo respecto a posibles repercusiones en el régimen político que les ha garantizado su control y dominio del país, para el gobierno en la aplicación de sus planes y posible reelección, para las FARC pues un fracaso supondría una nueva y prolongada etapa de accionar armado o el difícil camino de abrirse un espacio político en la legalidad.
También es importante para la totalidad de trabajadores, sus organizaciones y las fuerzas políticas que actúan a su interior, pues uno u otro resultado de las negociaciones podría significar modificaciones importantes en las condiciones de su actividad. Por lo anterior, como socialistas revolucionarios, no somos indiferentes al curso de este proceso.
“Eso no es conmigo”
Una combinación de dos factores divergentes hace que una profunda apatía y desinterés político sea lo predominante entre amplios sectores de la población. Por un lado, un régimen político profundamente reaccionario, que hunde sus raíces en el siglo pasado desde la época del Frente Nacional, alejó de la participación política a millones de personas convirtiendo su ejercicio en un “negocio” de gamonales y potentados, que trafican con el control del Estado, manejando sus cuotas, distribuyendo algunos favores durante las épocas electorales. Si bien esto también se presenta en muchos países en Colombia es muy acentuado, facilitando a la burguesía su poder y dominio.
Por otro lado la guerrilla, debido a su método y programa, ha contribuido al anterior proceso. Por sus propias características, la guerrilla no puede ser un factor dinámico de actividad política masiva para las amplias masas urbanas explotadas y oprimidas. Cuando más, se limita utilizar las barriadas populares como cantera para ganar milicianos y dirigentes, que inmediatamente vinculan a la actividad militar, aislándolos de la población y sus problemas, alejándolos de las tareas necesarias de organización y movilización masiva de la totalidad de la población.
La confrontación militar es vista por millones como un hecho ajeno a sus vidas, que se da la mayoría de las veces lejos de las grandes concentraciones urbanas, que no expresa directamente las necesidades y reivindicaciones obreras y populares. Por eso la guerra es mirada como ajena, como “eso no es conmigo” y se fomenta así la apatía, el encerramiento de la conciencia obrera y popular en el más profundo escepticismo y descreimiento de las propuestas revolucionarias. Incluso amplias franjas obreras y populares son dominadas por la más reaccionaria ideología burguesa respecto a la guerrilla. Muestra de ello fue el importante respaldo electoral que en sus dos elecciones tuvo Uribe Vélez en esas franjas y barriadas.
Ideológicamente, durante años y ahora, la burguesía ha cabalgado en ese círculo vicioso generado por su régimen político y por la estrategia guerrillera para endilgarle a esta la responsabilidad por los “males” del país, por los niveles de violencia (que golpean en lo fundamental a los propios sectores populares), por la escasez de presupuestos para salud, educación o servicios públicos.
Es bastante difícil que la guerrilla, debido a su programa, vuelque masivamente a su favor a esta masa enorme de los que piensan que “eso no es conmigo”. Por el contrario, su existencia aunque no sea un factor dinámico a su favor, facilita el accionar del gobierno y un aislamiento político de la guerrilla que pesará en su contra en la mesa de negociaciones.
“Lo mismo de antes”
En las grandes ciudades, a caballo del desarrollo capitalista del país en las últimas décadas, se ha configurado una masiva y poderosa “clase media” (que políticamente podemos denominar como pequeña-burguesía). Asume un comportamiento político independiente, errático, al vaivén de las propuestas de la gran burguesía o ansiando vientos de renovación, cambio y condiciones democráticas en lo político y social.
En los últimos años sobre esa franja cabalgó en gran medida el Polo Democrático Alternativo, obteniendo importantes votaciones y una fracción parlamentaria que ha ido disminuyendo. Con su típica miopía política cortoplacista esa “clase media”, en la medida en que aún la crisis económica no la ha convertido en papilla, respalda la propuesta de negociación de Santos sintetizando su posición en “que acabe la guerra”, que “dejen las armas” y “defiendan sus propuestas… ¡en las elecciones!”.
La negociación del M-19, EPL y otras guerrillas menores en la década del noventa, el que exitosamente algunos de sus dirigentes se hayan convertido en voceros políticos de sus expectativas de reformas y paños de agua tibia a la llaga capitalista (Petro, por ejemplo, como alcalde de Bogotá), refuerzan la actitud política de esta masa que demanda a las FARC una decisión efectiva de “dejémonos de vainas”, “cambien ya su estrategia” y sólo “demanden garantías para la acción política legal” o “si dejan las armas, luego todo su programa lo podrán defender… en el parlamento o desde las alcaldías”.
Ante el discurso de las FARC en Oslo el sentimiento dominante de esa franja se podría expresar en un “lo mismo de antes”, discrepando respecto a que las FARC intenten colocar la totalidad de su programa económico-social como punto de referencia de la negociación en lugar de reducirse estrictamente a los puntos señalados en la agenda previa. En ese sentido se interpreta el que las FARC se hayan “salido del libreto” como un volver al pasado de negociaciones tácticas, dilatorias.
La aparente salida del libreto de las FARC en su discurso de Oslo coloca a esta franja de la población al lado de la política de Santos, que es visto como haciendo una concesión con la apertura de la negociación y como queriendo ir a los puntos específicos que permitan a las FARC salir a la legalidad, a defender su programa y propuestas garantizándoles el derecho a hacerlo si abandonan las armas.
Todo indica que el discurso frío, de procedimiento, precisando los objetivos, términos y propuestas del gobierno para concretar el “fin del conflicto” ganó más simpatía entre esta franja política que el discurso (doble de largo) de las FARC, enunciando la totalidad de problemas económicos y sociales del país.
“Les cantó la tabla”
Es apenas lógico que el discurso de Márquez tuviese como primer auditorio las propias filas de las FARC. Cohesionarlas es necesario en medio de este complejo proceso. Por eso algunos comentaristas burgueses le restan importancia a que se haya “salido del libreto”, lo consideran lógico y natural. En lenguaje popular era previsible que Márquez no iba a “desaprovechar papaya” pues le era imprescindible reafirmar las que consideran razones suficientes, válidas y determinantes de su alzamiento armado; las mismas que han existido durante 50 años y que aún perduran. Cualquier otro enfoque a su discurso hubiese sido interpretado por la base guerrillera y sus franjas de simpatía como una “rendición” o “entrega” y la dirección de las FARC no es suicida.
No disponemos de informaciones para valorar el impacto del discurso de Márquez en las propias filas de las FARC. Es posible que las haya cohesionado para resistir la presión militar a la que estarán sometidas durante todos los meses venideros, dadas las condiciones de negociación pactadas.
Entre franjas radicalizadas políticamente y que participan en la lucha social el discurso de Márquez fue percibido como una brisa refrescante, pues es casi imposible escuchar en los grandes medios de comunicación masiva que se señale con nombres y apellidos a algunos representantes de los explotadores y opresores; responsables políticos de tropelías contra el pueblo. Esa simpatía es natural, comprensible y en gran medida positiva.
Pero… la burguesía sabe que las palabras se las lleva el viento cuando ellas no se traducen en hechos objetivos de organización y movilización de la población. La burguesía está dispuesta a tolerar algunas salidas del libreto siempre y cuando esté segura que mantiene asido el timón. Ya es indicativo que los grandes medios cerraron de inmediato los micrófonos a la rueda de prensa posterior en la cual, por parte de las FARC, vendría otra racha profundizando y afianzando su discurso.
A diferencia de las del Caguán, las actuales negociaciones no serán un balcón abierto y siempre disponible para las FARC agitar su discurso y propuestas. La burguesía abrirá y cerrará el balcón a su antojo. Ya eso se expresó con la restricción de viajes de los negociadores únicamente a los sitios necesarios para la misma negociación (Cuba y los países garantes).
Los discursos de Oslo, en síntesis, no modificaron nada sustancial en el tablero político. Muchas de las cartas están sobre la mesa, a la vista de los jugadores y de todo el país. Muchas otras se mantienen ocultas, pues las negociaciones han sido pactadas como secretas y sólo se irá informando de común acuerdo. Por ello, tampoco hay que descartar que algunas cartas jugadas –incluso algunos aspectos del enfoque del discurso de Márquez– sean sólo fuegos de artificio para confundir al adversario o atraer la atención de la gradería.
Sólo luego del mes de interregno hasta el inicio formal de las negociaciones el 15 de noviembre (mes en el cual casi seguro se continúa negociando) se podrán ver los movimientos decisivos de parte y parte.
Luis García
Bogotá, 26 de octubre de 2012