Raúl Reyes pasó a la inmortalidad
Los(as) bombardearon en territorio ecuatoriano con ayuda de satélites, cohetes “inteligentes” y microchips de alta precisión.
Puntuales y mortíferos avances tecno-científicos del siglo XXI fueron desplegados en su contra en forma cobarde e impersonal. Y solo cuando lo convirtieron en cadáveres se apersonaron para llevárselos(as) a Bogotá.
Esta vez no pudieron hacerlo a base de pistolas, fusiles, motosierras y torturas. Ni los Rambo pudieron resultarles útiles al señor Uribe y al Pentágono para ejecutar tamaña masacre. Tuvieron que conectarse a sus satélites y emplear a fondo su inteligencia informática y sus Terminator y Robocop aéreos.
El blanco de esos ataques implicaba demasiada moral y valor para enfrentarlo con los métodos de la guerra moderna tradicional: Raúl Reyes y su heroica guerrillerada le inspiraban mucho temor para hacer uso de cualquier método de aproximación personal.
Necesitaron alta tecnología para compensar su enorme cobardía colectiva. No había de otra: el comandante era pequeñito de estatura, pero grandote de corazón. Igual que el de Julián Conrado y los(as) demás que le rodeaban. Un pequeño gigante fariano.
Lo conocí en San Salvador en el VI Foro de San Paulo (encuentro de las izquierdas y centro izquierdas latino-caribeñas) y recuerdo a los blandengues tratando de impedir que nos contara de su lucha y posiciones en la sesión plenaria. Algo similar hicieron con Chávez y lo lograron, después que Raúl habló. El los sorprendió, y sin que pudieran impedírselo, se subió a la tribuna. Experiencia guerrillera: audacia inesperada.
Conversé en intimidad con él y sellamos una gran amistad y una inconmovible identidad revolucionaria. Recuerdo que me acompañaba un compañero narizón al que apodábamos “el griego”, mientras él estaba junto a Rodrigo Granda (Ricardo González), otro comandante fariano recientemente liberado después de secuestrado en Venezuela y enviado a una cárcel colombiana de “alta seguridad”.
Raúl visitaba el mundo urbano de nuestra América después de combatir durante 14 años corridos en la selva colombiana contra la guerra sucia desatada durante las últimas cinco décadas por el Estado colombiano aliado al imperialismo estadounidense.
Militante del partido comunista, ingresó muy joven a las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y sus méritos lo llevaron a ser miembro del Secretariado de ese poderoso ejército guerrillero. En ese organismo estuvo encargado, además, de las relaciones internacionales y de la conducción de los diálogos de paz.
Pudo entonces salir al exterior en misión de servicio precisamente porque el gobierno de Pastrana decidió a finales de los 90´ abrir un proceso de conversaciones con las FARC-EP en busca de una salida política al conflicto armado, de lo cual se arrepintió mas tarde, cediendo a las presiones del gobierno estadounidense.
Entonces comenzó su proyección pública, reforzada posteriormente con su recorrido por países latinoamericanos-caribeños y europeos. Estuvo por aquí con nosotros(as) de anfitriones, acompañado de Ricardo, Marco y otros(as), y pudieron reunirse con muchos sectores políticos y sociales, incluido el entonces presidente electo Hipólito Mejía y con dirigentes del gubernamental Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Personalmente lo puse en contacto con Hatuey Decamps, quien fungía entonces de Secretario General del PRD.
Todos lo trataron con respeto y cortesía. Eran los días de los diálogos del Caguán y la satanización de las FARC-EP había dado paso temporal a su aceptación como “fuerza beligerante”, no terrorista.
Lilliam Oviedo le hizo una interesante entrevista, que fue desplegada por El Nacional.
Los representantes de las derechas dominicanas fueron amables y los escucharon con atención, pero no se atrevieron a contribuir a la paz en Colombia por temor al “Norte revuelto y brutal”. Nosotros(as) persistimos en la solidaridad.
Recuerdo también mi visita al Caguán y la hostilidad de las autoridades colombianas en mi paso legal por ese país.
Entonces volví a reunirme con Raúl en su “oficina” techada de plástico negro en un campamento situado al lado del que nos tocó convivir con el comandante Joaquín Gómez (quien ahora lo sustituye en el Secretariado) y con la breve compañía del comandante Manuel Marulanda, quien partió para esperarnos luego en un lugar no determinado, donde hubimos pasar momentos gratos y estimulantes.
Con Raúl nos internamos 500 kilómetros selva adentro, donde realizamos por varios días, con la participación de Marulanda, interesantes intercambios, en los que participamos varios dirigentes comunistas de Sur, Centroamérica y el Caribe.
Sobre esa visita escribí extensamente en el periódico Hoy y después de hacerlo jamás fui visado por las autoridades colombianas. Entré en su “lista negra” y luego en la de condenados(as) a muerte por Uribe y sus sicarios (“paracos”).
Por eso, impedida las delegaciones de las FARC de visitar otros países, tuve que recurrir a la vía clandestina para encontrarnos de nuevo. Así conocí otros campamentos de las FARC, incluyendo el de Raúl en el Putumayo, allí próximo a donde un cohete “inteligente” made in usa lo llevó a la inmortalidad.
Recibí su cariño, conocí sus inconmovibles convicciones revolucionarias, compartí momentos alegres con él y los suyos. Pude conocer la bondad, la entereza, la integridad moral de los(as) guerrilleros(as) más calumniados(as) de la historia moderna.
Valientes como “abeja de piedra”. Comunistas, sí. Antiimperialistas, sí. Bolivarianos, sí. Combatientes guerrilleros, sí. Artífices de la guerra irregular más prolongada de América, sí. Firmes y coherentes, sí. Terroristas, narcotraficantes, narcoterroristas… no.
Pero el ladrón, hermanos(as), “juzga por su condición”. Y por eso los gobiernos de Uribe y de Bush los(as) calumnian y estigmatizan con esos términos, aun después de su muerte física. Razón para indignarnos más aun y defender la verdada cualquier costo.