Réplica de Antonio Marcelo al artículo de Mª Antonia Trujillo
De la dieta mediterránea a la casquería navideña
María Antonia Trujillo – 09/12/2008
He tenido la oportunidad de compartir en mesas “muy cualificadas” conversaciones y decisiones sobre la dieta mediterránea. Aunque no he dudado de sus beneficios, me parecía que la dieta mediterránea era cara y no coincidía con el contenido de la mayoría de carros de la compra que salían de los mercados. Patatas fritas, bollería industrial, comida precocinada, conservas, etc. Si llenas la cesta de verduras, frutas y pescado, te arriesgas a que la cajera de turno te diga “¡Qué comida más saludable!”.
  Desde hace varios años quería escribir sobre este tema. Ahora, que acabo de leer Obesos y famélicos. El impacto de la globalización en el sistema alimentario mundial, del británico Raj Patel, no puedo desaprovechar la ocasión. Y más aún cuando, en los últimos meses, los medios de comunicación han relacionado la dieta alimenticia con la crisis económica mundial; la especulación con la crisis alimentaria; la alimentación con la salud, sobre todo, con el sobrepeso y la obesidad; la dieta mediterránea con el patrimonio cultural de la humanidad; en fin, el consumo de casquería con estas navidades.
  Todo surgió en la pasada legislatura cuando, al analizar los cambios que se estaban produciendo en los hábitos alimentarios de la población española -enmarcada dentro de la dieta mediterránea- se decidió políticamente fomentar esta dieta junto al deporte (estrategia NAOS, entre otras). La valoración de la dieta española de acuerdo con el Panel de Consumo Alimentario del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, concluye que la dieta de los españoles se ha modificado notablemente en los últimos 40 años, alejándose del modelo tradicional de la dieta mediterránea. Para hacer frente a esto, se requieren estrategias que fomenten la alimentación saludable y la recuperación de nuestra cultura alimentaria con la ayuda de las nuevas tecnologías de producción, conservación, comercialización y distribución de alimentos.
  Pero, ¿qué es la dieta mediterránea? ¿Es sostenible social, económica y medioambientalmente? ¿Quiénes la comen?, ¿Cuánto cuesta? ¿Varía por Comunidades Autónomas? ¿Depende del estrato socioeconómico, del tamaño de los núcleos de población, de la tipología de familia, de la edad, etc.?
  El grupo de alimentos típicos de la dieta mediterránea lo forman verduras y hortalizas, legumbres, frutas, cereales y pescado. Y si los hábitos alimentarios relacionados con la dieta mediterránea han cambiado en las últimas décadas, mucho más lo han hecho en los últimos meses con la crisis económica, que ha traído un descenso del consumo de estos alimentos y la compra de sustitutos. Además, ha aumentado la compra de marcas blancas, hasta un 39% más baratas. El IPC adelantado de noviembre no traslada los mejores datos de inflación a los precios del sector alimentario. Suben bastante los limones, la harina de trigo y el arroz, básicos en la dieta mediterránea. Y, en los cítricos, se dispara el precio del campo al supermercado. Como en las aceitunas, los ajos y las patatas.
  La crisis económica ha favorecido un incremento sustancial del consumo y de la rentabilidad en el segmento de comida rápida, la más alejada de la dieta mediterránea aunque se empeñen en acercarla a las costumbres de los consumidores locales ofreciendo ensaladas y alimentos más saludables. Menos mal que algunos comparten todavía el reto de Santi Santamaría a Burger King en su libro La cocina al desnudo.
Una dieta nada barata 
Por tanto, no es barato seguir la dieta mediterránea. Comer frutas, verduras y pescado es más caro que comer grasas (hay muchos estudios sobre esto). Una familia que siga una dieta mediterránea gasta más de dos mil euros más al año. Y según Cáritas, en España hay varios millones de personas con ingresos muy inferiores a los mencionados más arriba.
  De ahí, que muchos digan que en estas navidades, en vez de comer capón o besugo y mariscos, se comerá casquería (mollejas, callos, criadillas, lengua, sangre, etc.). Parece que ha llegado el momento de sustituir el “pavo por conejo” de las pasadas navidades por la casquería de éstas. Y si no se llega, la fast food supone menor coste con, eso sí, mayor carga calórica.
Sin embargo, la paradoja es que, si seguimos de forma general la dieta mediterránea, ese coste que asumimos es inferior al coste económico que representa el gasto sanitario asociado a la obesidad y el gasto social que representan las bajas laborales y el desempleo. En efecto, en un reciente estudio del Center of Disease Control and Prevention (Atlanta-USA), se constató que en países en desarrollo la obesidad se correlaciona de forma clara con los ingresos. Sin embargo, en países desarrollados, la correlación es inversa: a mayor ingreso, menor obesidad.
  El mismo estudio constata que la prevalencia de obesidad es mayor en las áreas urbanas que en las áreas rurales, lo cual demuestra que estas últimas, al conservar la posibilidad de ser economías autárquicas, que cultivan lo que consumen, aunque tengan ingresos bajos, no caen en la trampa de las “calorías baratas”. Queda claramente demostrado que la obesidad tiene que ver con el poder adquisitivo de las familias y con sus patrones económicos. Es decir, que la obesidad tiene que ver con el bolsillo y el bolsillo con la dieta. Hay más sobrepeso y obesidad entre las clases más desfavorecidas, entre las personas con menos estudios y más en los parados que en los ocupados. ¿Son estos estratos sociales los más perjudicados en su salud por no seguir la dieta mediterránea? ¿Pueden consumirla si es tan cara? ¿No es contradictorio que las políticas comerciales incentiven la producción, el comercio y el consumo de alimentos altos en grasas y azúcares en detrimento de la dieta mediterránea impulsada por las políticas de salud pública? Pero, ¿quién paga ésta?
  A pesar de todo, hay iniciativas eficaces para seguir la dieta mediterránea. La última ha servido para dar información y transparencia al mercado alimentario. Me refiero al nuevo indicador oficial de precios ofrecido por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, tan criticado por la patronal del sector comercial de la distribución. En mi opinión, al dar más transparencia, se convierte en una herramienta útil para que los consumidores adopten las decisiones más adecuadas en un momento de crisis económica, contrastando los precios de la alimentación entre ciudades, formatos comerciales y marcas y ahorrando entre 76 y 160 euros sólo en alimentación y bebidas. Orense más barata que Bilbao, Cádiz y Valencia, las tres ciudades más caras. Comprar en grandes supermercados es más caro, según el formato de distribución. Pero, por productos, el comercio tradicional es el más caro para la compra de pescado; los hipermercados para la carne y los grandes supermercados para frutas y hortalizas. ¿Es más barato Carrefour que El Corte Inglés?
  Esto me suena a cuando publiqué las estadísticas del precio de la vivienda ofreciendo, además del precio de la vivienda libre, el de la vivienda protegida, el de tasaciones y transacciones inmobiliarias, el del suelo, las cuentas satélite de vivienda, etc. A nadie le gustaba, porque daba información y transparencia a un mercado piramidal, el de la vivienda, y a otro oligopolístico, como el del suelo. Pero de esto también hablaré. Cuando proceda. El consumidor español, como el comprador-usuario-inversor de una vivienda, todavía no está ni bien formado ni bien informado. Bienvenidas las estadísticas a los mercados. Son la regla de oro de una economía de libre mercado.
 
RÉPLICA DE ANTONIO MARCELO
LA DIETA DEL TERCER MUNDO
“La realidad tiene límites la estupidez no” Napoleón
Al referirme al Tercer Mundo incluyo, salvando ciertas distancias, a las personas que viven a niveles de subsistencia en las sociedades occidentales “desarrolladas”, y entre ellas, los 430.000 extremeños declarados “pobres” por el Instituto Nacional de Estadística y por Cáritas.
La exministra de vivienda, exConsejera del gobierno Ibarrista hoy diputada a Cortes por la provincia de Cáceres, Mª Antonia Trujillo Rincón, entretiene sus ocios, ya que el Congreso lo pisa poco, escribiendo en el diario digital “El Confidencial”. Su último artículo “De la dieta mediterránea…” no tiene desperdicio.
Mª Antonia, mujer con tendencia a engordar, realiza en precitado trabajo periodístico una elucubración sobre dieta mediterránea, si es cara o barata, se pregunta qué es, y ella se contesta.
Nos ilustra sobre la obesidad, las calorías y los precios de los alimentos y, afirma que acaba de leer el libro “Obesos y famélicos. El impacto de la globalización en el sistema alimentario mundial” del británico Raj Patel.
No parece un tema apropiado sobre el que escribir, cuando eres la representante de una región cuyos habitantes en un 40% son pobres, un 70% de los asalariados son como máximo mileuristas, un 80% de los pensionistas perciben pensiones como mucho de 500 euros, y 94.000 trabajadores, como mínimo están en paro.
No creo que la inmensa mayoría de estas personas pudieran declarar lo que Mª Antonia en su perorata escrita:
“he tenido la oportunidad de compartir en mesas “muy cualificadas”, conversaciones y decisiones sobre la dieta mediterránea” fundamentalmente porque para muchos de nuestros paisanos el problema no es la dieta, sino poder comer.
El diario “Hoy”, publicaba el pasado día 7 en sus páginas un reportaje de Celia Herrera con el título de “Seis de cada diez hogares reciben algún tipo de prestación social”.
Y lo cito porque este diario, amigo del Régimen extremeño, no suele prodigarse en descripciones realistas de la Extremadura creada por los caciques, pero siempre hay una excepción que confirma la regla.
Describe un caso que no es único, el de Elisa Portillo, una viuda de Badajoz, 65 años, que “sobrevive” con 400 euros al mes, de los cuales dice ahorrar 200, narrando a modo de pinceladas sobrecogedoras la vida de esta buena mujer. Seguidamente el artículo hace referencia a la situación social extremeña, y cita otros casos de personas en niveles de subsistencia.
En todo momento y lugar, cuando la injusticia social es dominante y, surgen sus inevitables secuelas del paro y la pobreza, personas e instituciones de buena fe tratan de paliarla a base de caridad, siempre un sucedáneo de la justicia de la igualdad, y de la distribución equitativa de renta y riqueza.
Existe una escena magistral, que ejemplifica a lo que me refiero en la película “Viridiana” de Luis Buñuel. En un determinado momento de su desarrollo, el protagonista masculino, interpretado por Paco Rabal, está en el campo vigilando unas obras, pasa un carromato de “tracción” animal, que lleva atado en sus bajos a un perro que para no ser arrastrado debe correr. Rabal para el carretero y le dice que si el carromato está vacío por qué no lleva el perro en su interior, respuesta, es para las personas.
Rabal compra el perro para librarle de su triste sino y cuando se aleja con el animal a su vera, a su espalda pasa otro carro, de similares características que en sus bajos lleva atado a otro perro que corre para no ser arrastrado.
Si la situación en Extremadura es sumamente negativa, todavía existen años luz de distancia, relativamente, con lo que ocurre en otras partes del mundo. Según un reciente Informe de la FAO, la cifra total de desnutridos en el mundo se eleva actualmente a 963 millones, aumentando respecto al año 2007 en 40 millones (923 millones el pasado año).
India, China, Congo, Bangladesh, Indonesia, Pakistán, Etiopía, encabezan la lista de países con mayor número de hambrientos y, peor aún, la actual crisis económica y financiera puede hacer aumentar considerablemente la cifra indicada y el número de pobres.
De injusticias en España estamos sobrados, amén de las brutales desigualdades que padecemos en todos los ámbitos y sectores, en un país donde es tabú pedir, no ya la redistribución de la riqueza(ZP se cargó incluso el impuesto sobre el patrimonio), eso produciría risa, sino la disminución de las diferencias de renta, baste decir que, las cien primeras fortunas españolas, cotizadas en bolsa, acumulan un patrimonio en 2007, de cien mil millones de euros, la décima parte del PIB español, y muy por encima del PIB extremeño de 2007 (17.302 millones de euros).
Luego están los multimillonarios cuyas fortunas familiares no cotizan en bolsa, tipo Isidoro Álvarez (más de 6.000 millones), Juan Roig (mas de 6.000 millones) , la duquesa de Alba (entre 3.000 y 2.400 millones), hasta cincuenta fortunones de distintos niveles DONDE ESTÁ INCLUIDO DON ALFONSO GALLARDO, JEREZANO 75 AÑOS CON UN FORTUNÓN DE ENTRE 2.200 Y 2.000 MILLONES DE EUROS, en cuya acumulación ha tenido mucho que ver, pero mucho, el Régimen caciquil extremeño, que creo, no estoy ya seguro, se autodefine $ocialista.
Quizás entre estos agraciados ciudadanos existan quienes se preocupen por la dieta, las calorías y los beneficios que pueda aportar la dieta mediterránea, aunque hoy día, con los avances de la cirugía estética, un culo gordo, un barrigón o unos michelines desaparecen en el quirófano sin mayor problema, y el número de adipocitos, que son siempre los mismos en el cuerpo humano desde que este se forma y cuando engordan es cuando surge el problema de obesidad, disminuyen.
Quizás por eso el tema de las dietas mayormente es problema de burgueses de clases medias, tradicionalmente colchón para los de arriba, y techo para los de abajo.
¿Y para quien escribe entonces la inefable Mª Antonia? Posiblemente para ella misma.
Casi la prefiero soltando paridas como los minipisos de 30m2 y las zapatillas para buscarlos, con esas ocurrencias te reías, con artículos como el comentado, te indignas.
Antonio Marcelo Vacas.
Diciembre de 2008.