«Que se jodan ellos»
“Que se jodan, que se jodan”. Estas palabras salieron de la boca de Andrea Fabra mientras toda la plana mayor del Partido Popular rompía en aplausos al anunciar el Señor Presidente Don Mariano Rajoy Brey unos recortes calificados por muchos como los más grandes en la historia de la democracia, una vez más en los últimos meses. Ella, hija del cacique de Castellón, el hombre más afortunado de este país, pues se jacta de que le toca la lotería dos veces al año, hija de un personaje que ha mandado en Castellón durante demasiado tiempo, pues hasta los muertos le votan. Un hombre que ha comprado a innumerables jueces para evitar ser condenado por corrupción, tráfico de influencias, delitos contra la salud pública (caso naranjax)…
“Que se jodan, que se jodan”, que se jodan los trabajadores, que se joda la gente honrada, debía pensar Andreíta, acostumbrada al caciquismo, al despotismo, pues lo ha mamado desde que nació. Pero por desgracia es solo un ejemplo más de qué clase de políticos manejan este país. Aplauden, orgullosos, las abominables reformas que atentan contra el trabajador. Aunque casi es preferible esa imagen al vergonzoso momento protagonizado unos meses atrás por la ministra de economía de Italia, llorando tras anunciar las reformas en su país, pues fue pura demagogia.
El mismo día que Andrea Fabra decía “que se jodan”, la policía, el brazo armado de los caciques del gobierno, atentaba contra la marcha minera en Madrid. Violencia institucional en el congreso, violencia física en el asfalto. Porrazos y pelotas “de goma” contra manifestantes ejerciendo el otrora libre derecho de manifestarse, trabajadores protestando por el abandono a su suerte de las cuencas mineras, donde ni se ha protegido la minería ni se ha hecho nada por la reconversión. Grandes regiones de este país se quedarán sin nada de lo que vivir, pues si no hay mina no hay horno, no hay bar, ni estanco, ni zapatería, ni peluquería ni mercería… “Que se jodan”.
Nos gobiernan caciques, terroristas económicos que se jactan de recortar la economía, se jactan de recortar libertades, se jactan de atentar contra su propio país. En los últimos tiempos hemos visto escenas dantescas a lo largo de todo el territorio. Todos nos acordamos del desalojo de Plaza Catalunya, del estado de sitio que sufrió Valencia en febrero debido a las protestas estudiantiles, de la violencia policial contra los piquetes durante la huelga. No tantos somos los que nos acordamos de los compañeros de Barcelona que tuvieron que estar un mes en prisión tras el 29 de Marzo, de Xuban, que estuvo 6 días en coma por un pelotazo “de goma”, de las cinco personas que han perdido un ojo en los últimos tiempos por las actuaciones de los Gossos, o de Iñigo Cabacas, asesinado por la Ertzaintza tras un partido del Athletic. Nos gobiernan caciques que controlan todos los aparatos del estado, y por su puesto también los medios de comunicación, por lo que es normal el silencio informativo sobre estos hechos. Tampoco los medios han difundido las escenas de la policía entrando casa por casa en los pueblos de la cuenca minera, como Pola de Lena, estos últimos días. Una mujer y una niña de cinco años fueron heridas por pelotas de goma mientras estaban en su casa. Daños colaterales, “que se jodan”.
De un tiempo a esta parte, a cualquiera que osa defender sus derechos se le califica como “radical antisistema”. El ministerio del interior, tras cada manifestación declara que “se han detectado grupos antisistema entre los manifestantes que quieren reventar la manifestación”, pretenden dividir fuerzas. Pues bien, visto lo visto, para ser prosistema hay que ser o muy tonto o muy hijo de puta. Son los grupos prosistema los que se organizan y acuden a las manifestaciones ataviados con armaduras protectoras, con escudos, con porras y pelotas de goma, son los peligrosos prosistema los que revientan la manifestación, los que incitan a la violencia. Son ellos los que se cubren la cara para no ser reconocidos, mientras que ahora, si lo hacemos nosotros se pretende aplicar la de Esquilache. Son los de azul, son ellos los peligrosos. Y cuando actúan contra la gente en la calle, Andreíta y todos los de su calaña piensan, “que se jodan”.
Pero la cosa está llegando demasiado lejos, y poco a poco, a base de golpes, una parte de la población está abriendo los ojos, se está rebelando contra Andreíta y los suyos, y quizás en no demasiado tiempo, pues tenemos muchas ganas, seamos nosotros los que digamos:
“Que se jodan, que se jodan.”