Pueblos de estiércol
No es necesario viajar muy atrás en la Historia de las naciones sudamericanas para constatar cuán grande ha sido la cobardía ante la voracidad de los imperios del hemisferio norte
La frase del título de esta nota no me pertenece. Jamás habría pensado siquiera llamar ‘pueblos de estiércol’ a quienes conforman las naciones sudamericanas. Menos aún siendo yo parte de ellas. Lo dicho, la frase no es mía… Es de Adolf Hitler, quien expresó su lapidaria opinión sobre las naciones sudamericanas en uno de los tantos almuerzos efectuados en “la guarida del lobo”, su refugio en Prusia Oriental durante el desarrollo de la Segunda Guerra.
La opinión de Hitler en uno de esos almuerzos fue recogida por un periodista alemán, transcrita luego a una especie de folletín y enviada finalmente a Inglaterra, donde fue transformada en un libro de exitosa venta escrito por Henry Picker: “Hitler. Anatomía de un Dictador. Conversaciones de sobremesa en el cuartel general del Führer, 1941-1942” (Ediciones Grijalbo S.A., México DF – Barcelona; 1965).
Respecto del punto que interesa a esta nota, dijo Hitler:
“Los Estados Unidos consiguen de esos países todo lo que quieren gracias a sobornos grandiosos, los que se explican por la inferioridad racial de la población de los Estados sudamericanos que, además, son hostiles a Alemania. La inferioridad se muestra también en el comportamiento contra los alemanes allí residentes, ya que, por lo visto, es innato en los bajos instintos de toda la vulgaridad de esos pueblos ‘escupir’ a los seres superiores. En realidad, deberíamos desembarcar allí alguna vez para poner nuestro puño bajo las narices de semejantes ‘pueblos de estiércol’.”
Molesta, indigna incluso, leer un comentario de ese calibre. Más aún si lo expresó el peor criminal y genocida del siglo veinte. Pero la indignación se transforma en vergüenza cuando la dura realidad avala el comentario del líder nazi. Nuestro controvertido historiador Francisco Antonio Encina ya había escrito mucho antes (año 1912) una de sus obras de mayor trascendencia: “Nuestra inferioridad económica”, siendo acusado por sus detractores de tener ideas racistas y plagiar capítulos de la ‘Historia de Chile’, de Diego Barros Arana, tanto como falsificar hechos históricos con amena pluma.
Todo lo anterior data de los años 1912 y 1941. ¿Muy antiguo? Avancemos entonces en los calendarios y fijemos la mirada en los comienzos de la actual centuria en nuestra vapuleada Sudamérica…
Colombia: ha vivido muchas décadas bajo las leyes de una política predadora impuesta por gobiernos obsecuentes del imperio estadounidense. Ello ha posibilitado, neoliberalismo mediante, la existencia de un poderoso narcoestado y un violentísimo paramilitarismo de ultra derecha permeando el andamiaje social, político y económico de esa república, instituyendo el secuestro de personas y el asesinato de líderes sociales como una forma “normal de gobernabilidad”.
Los gobiernos derechistas, en especial los encabezados por Álvaro Uribe (dos administraciones), abrieron las puertas de Colombia –y con ello las del subcontinente sudamericano– a la instalación de siete bases militares estadounidenses en su territorio (Palanquero, Apiay, Bahía Málaga, Tolemaida, Malambo, Laranda y Cartagena), con el desabrido discurso que la presencia armada de Estados Unidos en ese país pondría atajo y punto final a la guerrilla, al narcotráfico y al paramilitarismo. Los hechos duros y fríos demuestran que ello está absolutamente alejado de la realidad. Hoy, Colombia es uno de los más fieles ‘cachorros’ de Washington.
Venezuela: es uno de los países más ricos en recursos naturales en Sudamérica; petróleo, gas, oro, coltán, bauxita y hierro, además de contar con los espléndidos llanos del Orinoco que le permiten poseer una masa ganadera de enorme volumen. Durante más de un siglo este país fue una especie de propiedad estadounidense, no sólo en lo económico, también en lo político ya que el estado de cosas imperante dificultaba seriamente la presencia de una izquierda parlamentaria. Cuando la gente decidió salir a la calle a protestar, se le reprimió con extrema dureza. El “caracazo” es un ejemplo de ello.
En 1989 los venezolanos no aceptaron las reformas económicas del presidente Carlos Andrés Pérez, quien de golpe y porrazo decidió liberalizar completamente la economía del país, siguiendo los dictámenes del FMI y de Washington, poniendo en práctica una serie de medidas que fueron drásticamente resistidas por la población. Ante la poderosa manifestación popular, Carlos Andrés Pérez ordenó a la Guardia Nacional y al ejército salir a las calles y reprimir las manifestaciones. El resultado fue la masacre de mil o más personas.
Años más tarde, el ex coronel Hugo Chávez Frías resultaría electo presidente de la república, e iniciaría el largo proceso conocido como “revolución socialista y bolivariana”, que hoy enfrenta una grave crisis económica y política debido al cerco comercial impuesto a Venezuela por los gobiernos de EEUU (Obama y Trump). Debemos agregar a eso el cuestionable manejo administrativo y político del actual presidente Nicolás Maduro. Venezuela, que ha sido un sempiterno cachorro del imperio, hoy sufre las consecuencias de intentar no serlo.
Brasil: el gigante sudamericano es un aliado tan estrecho de EEUU que en ocasiones se transforma –al igual que Colombia– en lacayo más que en cachorro. Atendiendo a una ‘recomendación’ de Washington y Londres, fue el único país sudamericano que se plegó a los aliados en la Segunda Guerra Mundial enviando tropas a ese conflicto global. Fue también el primer país en obedecer sin remilgos las recomendaciones que Washington quería hacer aplicar en su ‘patio trasero’. El año 1964 los militares impusieron la deleznable “Política de Seguridad Nacional”, cínica forma de justificar la dictadura y las violaciones a los derechos humanos.
Hubo luego un período extraño. Fernando Collor de Melo (quizás el más relevante payaso político de esa época), Itamar Franco y Fernando Henrique Cardoso fueron imponiendo la idea de privatizarlo todo, obedeciendo a las sugerencias del FMI… hasta que llegaron Lula da Silva y Dilma Rousseff quienes pudieron provocar algunos ajustes a la economía neoliberal en beneficio de los trabajadores y pobladores del país.
Entonces, el imperio del norte volvió a actuar, aprovechando esta vez la innegable corruptibilidad de los políticos brasileños, parlamentarios y dirigentes partidistas en el nordeste del territorio. Apareció el ‘Lava Jato’ y los detentores del neoliberalismo salvaje se hicieron de la conducción del país. Primero Michel Temer (hoy enjuiciado y detenido por corrupción), y luego Jair Bolsonaro, ex oficial de ejército devenido diputado, reconocido proto fascista y contumaz admirador y cipayo de EEUU (en especial de Donald Trump). Ambos, Temer y Bolsonaro, han regresado el país a las doctrinas estadounidenses, claramente separatistas (del resto de Latinoamérica), de violento anti-izquierdismo y franca acción predadora de recursos naturales.
En Perú, los presidentes de las últimas décadas se encuentran detenidos, procesados e incluso encarcelados. Alan García, Alberto Fujimori, el “cholo” Toledo (prófugo), el nacionalista Humala y el socialdemócrata PPK, son perseguidos por la justicia… por corruptos e incluso por asesinos (Fujimori). Todos ellos, sin excepción, han sido cachorros del imperio cumpliendo a rajatabla y sin chistar las instrucciones emanadas desde Washington.
Lo mismo sucede en Argentina, donde los edictos estadounidenses y del FMI constituyen verdaderas leyes para el gobierno del empresario Mauricio Macri, quien ha logrado devolverle la pobreza a más del 30% de los argentinos al poner en acción las ideas y consejos del Banco Mundial, de la Casa Blanca y de los predadores empresarios transnacionales.
De Chile, esta ‘perla del subcontinente’ según los saurios de las finanzas mundiales, ¿es necesario escribir lo que ya todos sabemos? Único país del orbe donde las aguas son privadas (las nubes tienen dueños), y la previsión social un robo contra los trabajadores. Todo cuenta con el visto bueno de las cofradías políticas que maman de la misma teta que el mega empresariado; el sindicalismo es asfixiado oficialmente; la solidaridad fue convertida en un elemento inútil, acaso negociable; el consumismo enfermizo provoca el fuerte endeudamiento de más del 60% de la población activa; esta es una nación en la que nada le pertenece a Chile como país ‘soberano’, pues todo, absolutamente todo, se encuentra en manos privadas, satisfaciendo así a los imperios: sus capitales se han apropiado ‘legalmente’ de buena parte de los recursos e infraestructuras del país andino.
Podríamos gastar páginas y páginas hablando de este tema al desmenuzar la dependencia soez de las naciones sudamericanas del imperio del norte. En verdad habría que escribir una obra completa para dejar constancia del profundo nivel de servilismo que nuestros países sudamericanos han tenido y siguen teniendo respecto de los EEUU. Constatando que los dirigentes de esas naciones han sido y son corruptos, traidores, mentirosos, y en algunos casos, ladrones y delincuentes.
En fin, como naciones somos un verdadero ‘chiste’. Es doloroso comprobar que en esta parte del continente nada ha cambiado en lo sustancial desde la década de 1940. Por ello, resulta aún más lamentable y humillante constatar que sobran los motivos para dar crédito a aquello de ‘pueblos de estiércol’.