Preocupaciones d e los cubanos (I Parte)
En primer lugar no volver a los años calientes del llamado período especial, fundamentalmente  el `93 y `94 con  sus eternos apagones y las increíbles iniciativas para sobrevivir. Esa historia está por escribir y aún falta el gigantesco monumento, muy bien merecido, a la resistencia del pueblo ante tantas vicisitudes y el empeño consciente y revolucionario  por no dar un paso atrás.
Resistencia  que tiene como sustento  la confianza  en la dirección máxima del Partido Comunista, en Fidel  Castro con su genio conductor y esclarecedor, en el gobierno y en toda una obra  de beneficio al pueblo que  ha estado matizada por errores, pero también por incuestionables logros que dignifican una Revolución en campos como la salud, la educación, el deporte, la seguridad social y un bienestar que si  en verdad no está al nivel  de lo que se desea y quiere como seres humanos ante los retos de un desenfrenado consumismo al que país no está en condiciones de responder objetivamente.
Lamentablemente, y lo digo con toda propiedad, no tengo la experiencia de  confrontar cotidianamente realidades, algo que no debiera tener obstáculos, pero no olvido que en diciembre de 1990, pude formar parte del último  grupo de turistas cubanos  a la República Checa cuando el socialismo  comenzaba a ser pasado y allí quedé sorprendido ante  la proliferación desmedida de  publicaciones pornográficas, la desaparición de calles y avenidas relacionadas con hechos  y nombres patrióticos, un incremento en los niveles de delincuencia, el cierre de fábricas  consideradas improductivas ante los resortes competitivos del naciente capitalismo, el incremento del desempleo, la presencia  de indigentes,  el aumento desmesurado  de precios en productos de primera necesidad y hasta la posible desaparición del   complejo memorial Lìdice, el recuerdo de la barbarie fascista sobre una pequeña aldea.
Hasta comenzaba a cuestionarse la propia existencia del patriota antifascista y comunista checo Julius Fucik y de su obra testimonial  Al Pie de la Horca.
Tiempo después solo  tres días en República Dominicana, junto al calor  de amigos que me resultaron desconocidos hasta ese momento y que profesaban un gran amor por la Revolución cubana,  me resultó muy chocante ver a niños que en horario escolar limpiaban zapatos  para sobrevivir y las noticias impactantes en los noticiarios sobre una violencia callejera incontrolable. Pensé en mis hijos y sentí   la satisfacción de vivir en Cuba aún con sus limitaciones provocadas por un criminal bloqueo económico, financiero  y comercial impuesto desde los Estados Unidos, más los efectos de la caída del benefactor campo socialista y  la propia   “crisis” motivada por las reiteradas ineficiencias  del socialismo cubano.
Así, con múltiples presiones ha avanzado la Revolución, ahora atacada por las secuelas de una crisis estructural capitalista que ha empeñado sueños    y  proyecciones para  ir  a una estrategia realista que  convoca a la disciplina laboral, al  aprovechamiento de la jornada, al estricto control de cada recurso, a la búsqueda de resortes  para una superior productividad, muy   deprimida, al estimulo al  trabajo como fuente  honrada y digna de vivir. Hay un dicho muy viejo que afirma que el que no trabaja, no come y  ya es hora, sin traumatismos, pero   con la cabeza sobre los hombros,   comenzar a adoptar medidas enérgicas que conduzcan a hacerlo realidad.
Si  no se transita por ese camino la Revolución o se estanca o desaparece.