:Desde los años setenta del siglo pasado, los científicos expertos en clima vienen avisando a los gobiernos y empresarios de lo que actualmente está sucediendo calentamiento global, deshielo polar, contaminación plural de aguas, tierra, aire, acelerada desaparición de especies, subida del nivel de los mares, y muchas cosas más, con las repercusiones de todo eso sobre nuestra salud y nuestros medios de vida.
¿Alguien hizo caso? En caso de duda, no pregunten a Trump y a sus colegas chinos, indios, brasileños o rusos, flor y nata del capitalismo destructor, primera línea de fuego contra la vida planetaria. Pero… no están solos.
Hace cerca de cuarenta años, incluso antes de que la Ciencia nos avisara de lo que podría ocurrir, una señora alemana residente en Würzburg de nombre Gabriele, una mujer normal en todo excepto en su don de traducir al lenguaje humano mensajes espirituales, ya nos contaba eso mismo… y algo más. Nos hizo saber que el clima físico alterado es la respuesta externa del Planeta a la alteración espiritual negativa de la humanidad. No puedo estar más de acuerdo. Con nuestras emisiones mentales de energía negativa en forma de pensamientos, deseos y sentimientos que desembocan en actos contrarios a nuestra salud, a la salud de la Tierra y a nuestros semejantes, somos individualmente responsables- cada uno sabe- del calentamiento global y de sus consecuencias catastróficas. Nuestro modo de relacionarnos, consumir y contaminar es la expresión externa de nuestro clima espiritual individual opuesto a las leyes de la Naturaleza y a la ley del amor altruista. ¿Donde se encuentran en nuestro mundo los grandes valores de libertad, igualdad, fraternidad, justicia y unidad por los que han dado la vida tantos de sus defensores?… ¿Quién ha decidido acabar con ellos? Cada uno sabe su propia medida. Constantemente se habla de crisis de estos valores, sí, pero sin que parezca haber un consenso colectivo de cómo salir de ella. La comunidad científica, por su parte, no parece tener interés en profundizar en este asunto, como si no existiera relación alguna entre principios y acciones…Algo, naturalmente, muy científico. Ni siquiera las Iglesias lo pretenden, y no es de extrañar: al fin y al cabo, no cesan de oponerse a todos y a cada uno de ellos. Algo, claro está, muy espiritual.
El predominio del individualismo egocéntrico, la falta de compasión y de amor de muchos hacia sus semejantes, es la raíz espiritual podrida que conduce a la falta de compasión y amor al mundo animal, vegetal y mineral. El amor es la energía básica universal, a la que se oponen los asesinatos diarios de cientos de personas aquí y allá en las guerras permanentes, sacrificios diarios de cientos de millones de animales para satisfacer el paladar humano, o el incendiar bosques para traficar con maderas y obtener nuevos espacios para piensos.
Una enfermedad colectiva como esta no se cura atacando los síntomas, igual que pretende la medicina alopática con los pacientes, porque si no se ataca la causa, la enfermedad volverá a aparecer una y otra vez en una u otra parte del cuerpo y de una u otra manera diferente. Igual sucede con el cuerpo social y con los modos de solucionar la crisis climática. Hay que ir al fondo.
De sobra saben quienes se ocupan de investigar la psicología humana, y con ellos los profetas, místicos y clarividentes iluminados, que todas las enfermedades tienen su origen en al ánimo, en el alma; que el foco infeccioso que debilita el sistema inmunitario y abona el campo para los virus son los pensamientos negativos, autodestructivos o violentos y sus correspondientes “emanaciones” emocionales convertidas en acciones destructoras que contaminan al Planeta y a todas sus especies, incluida la nuestra.¿ O es que alguien cree que estamos al margen cuando tan solo si terminan de desaparecer las abejas no podríamos ni disponer de alimentos básicos?
En estos tiempos escuchamos una y otra vez esa especie de mantra que dice “salvemos el Planeta”. Qué arrogancia. Un pequeño movimiento auto-regenerador de su parte, y tenemos un volcán, un terremoto, un tsunami, un corrimiento de tierras, un deshielo, fenómenos costeros y atmosféricos nunca vistos, y hasta un salto magnético de los polos, que cambia la faz de la Tierra. Ya cambiaron los polos otras veces, y el Sahara era un bosque. Así que no podemos acabar con el Planeta por mucho que lo intentemos. En cambio, él sí que puede hacerlo con nuestra especie de seguir por el camino que vamos. El sobrevivirá cambiando lo que considere. ¿Y las próximas generaciones?… ¿Cuántas van a quedar para hacer balance?