Polonia, la falta de olfato
Por Iñaki Urdanibia
Negra leche del alba la bebemos de tarde
La bebemos a mediodía de mañana la bebemos de noche
bebemos y bebemos
cavamos una fosa en los aires no se yace allí estrecho
( Paul Celan )
En los últimos tiempos no llegan noticias buenas desde el Este europeo: ya sea en lo referente a las prohibiciones de la homosexualidad, las restricciones a la hora de recibir inmigrantes siempre que estos no sean gente cualificada – y de muestra de buena conducta, como todo polaco que se precie-; tampoco me voy a detener en la entrada en vigor el próximo 3 de julio de la legislación sobre el régimen del sistema judicial, que según todos los datos atenta contra la independencia del poder judicial, reforma promovida por el partido, conservador nacionalista, en el gobierno, Derecho y justicia ( PiD)…Es obvio que este tipo de medidas contra la libertad sexual, legislativa y de movimientos no se da únicamente en el país al que me voy a referir, y no me voy a referir a él, por estas cuestiones sino por la verdadera batalla parlamentaria y legal que se lleva desde principios de años por reglamentar la verdad histórica, por medio de disposiciones legales. ¡ Ahí es nada!
El mes de febrero pasado se puso en marcha una ley, aprobada en el parlamento, que consideraba un delito penal hablar de los « campos de exterminio polacos» para referirse a los campos que en el territorio polaco pusieron en funcionamiento los nacionalsocialistas. Las multas y penas de cárcel contempladas podían llegar hasta tres años, siendo su aplicación según decía tal ley ampliada a cualquier lugar del globo, independientemente de las legislaciones particulares de los diferentes países : así un periodista o un historiador – pongamos que francés o americano, igual da- sería perseguido por los tribunales polacos en caso de que usase tal expresión, absolutamente corriente en los textos de historia y en los periodísticos. Si ya las autoridades polacas mostraban su disgusto cuando se hablaba de campos polacos, este año quisieron poner freno a estas expresiones que según ellos no hacen sino cargar una responsabilidad y una culpa sobre el pueblo polaco, que – según dicen – no tuvieron ni desde el punto de vista institucional ni nacional; aun admitiendo que sí hubo algunos polacos que no tuvieron un comportamiento ejemplar que digamos. Todo ello lo hacen según el presidente Duda y sus acólitos por defender la verdad histórica. El disgusto de la Unión Europea, y, en especial del Estado de Israel, fue inmediato y parece que para algo han servido, ya que ahora, estos mismos días, la ley se ha retocado, convirtiéndola en algo más benévola; eso sí siempre con el propósito de defender la verdad histórica…embellecida. En las discusiones parlamentarias se ha impedido en la práctica que las opiniones contrarias al gobierno y a otras fuerzas más de derecha todavía fueran pronunciadas; por las buenas y las no tan buenas se impidió el uso de la palabra a las voces discrepantes que temían, entre otras cosas, que bajo el manto de las disposiciones legales se pusiesen obstáculos a la libertad de expresión, también se pudieron escuchar acusaciones contra el gobierno por haber cedido a las presiones de los círculos judíos.
Desde el punto de vista geográfico la cosa está clara, Polonia fue el lugar en el que se instalaron, tras la invasión, los más infames, por su siniestra celebridad y por el número de víctimas ( tres millones y medio se calculan, de ellos tres millones de judíos), centros de fabricación de cadáveres: entre 1941 y 1945, funcionaron seis campos de exterminio: Auschwitz-Birkeneau, Belzec, Chelmno, Sobibor y Treblinka y Majdanek, allí hallaron la muerte homosexuales, gitanos, prisioneros de guerra y judíos que fueron los que indudablemente se llevaron la palma. Echar la culpa única y exclusivamente la culpa a los alemanes no responde con exactitud a la realidad de los hechos en la medida en que algunos de los campos nombrados fueron ubicados en territorios que dependían al Gobierno general de Polonia, de modo y manera que administrativamente la responsabilidad recaía sobre tal gobierno, todo lo fantoche que se quiera. Su máximo dirigente, Hans Frank ya había mostrado su patita años antes defendiendo en los tribunales a Hitler, y en sus posteriores decisiones en pos de vaciar los guetos y de paso el país de los malévolos judíos; tal atmósfera antisemita ya se respiraba desde años antes de la invasión germana, como deja ver, a modo de significativo ejemplo, una carta pastoral del cardenal Hlond, primado de Polonia, en 1936: « existe un problema judío que subsistirá durante todo el tiempo en el que los judíos no dejen se serlo…ellos que son la vanguardia del ateísmo y de la subversión bolchevique, ejerciendo una influencia perniciosa en la moral pública a lo que se ha de añadir que sus editoriales publican obras pornográficas…», y no sigo con el cúmulo de lindezas judeófobas que eran coreadas por el influyente Partido del Trabajo( Partia Pracy) , de tendencia demócrata-cristiana, que en su programa proclamaba con furia la necesidad de expulsar a los judíos del territorio polaco. Tampoco carece de significación la cantidad de cartas enviadas por las autoridades nacionalsocialistas dirigidas a judíos que eran devueltas con claras muestras de complicidad y alabanzas hacia el poder germano por los carteros ( judíos desaparecido, liquidado, ha sido transportado, o quitado de en medio…el problema no se resolverá hasta la victoria final del poder de Hitler). No hace falta ni decir, que no todos los polacos eran así, carteros o no, del mismo modo que también hubo muestras de apoyo y solidaridad por parte de algunos clérigos y jerarcas eclesiásticos que se oponían a los progromes ( 1 ). La postura de las autoridades polacas y de la mayoría parlamentaria, con la ayuda de una cohorte de especialistas en la memoria del país, se centra en distribuir responsabilidades con el fin , obvio, de difuminar las suyas …qué digo difuminar, borrar lisa y llanamente: la culpa fue de los alemanes, pero también colaboraron los rusos, los ucranianos, los consejos judíos…y algunos malnacidos polacos; como diría Alfred Jarry al inicio de su Ubu rey: los hechos de desarrollan en Polonia, es decir en ninguna parte. La tan cacareada búsqueda de la verdad histórica más parece un corrimiento de un estúpido ( que diga tupido) velo para que no se investigue la realidad de lo sucedido…Todo sea por la patria. Muy en especial si se tiene en cuenta al carácter francamente retrógrado de los actuales gobernantes polacos que si en cuenta se tienen sus filias y fobias, habrán hecho buenas migas con el ocupante germano; y que se me perdone por la anacrónica hipótesis histórico-política. A pesar de lo dicho, el hombre fuerte del país Jaroslaw Kaczynski, no se ha cortado en poner el listón muy alto afirmando que « como sociedad o como estado, hemos combatido , a vida y muerte, hasta el fin de la segunda guerra mundial».
Lo que es una obviedad es , para cualquiera que se haya acercado al menos de refilón, a la historia de aquellos años aciagos de la segunda guerra mundial, que hubo colaboraciones al por mayor y miradas para otro lado – no solamente en Polonia, claro-; como ejemplo de lo que digo me vienen al recuerdo algunos testimonios de supervivientes que , tras la liberación de los campos, vagaron por los alrededores buscando ayuda y horizonte hacia el que dirigirse; de memoria ( sabido es que es la inteligencia de los tontos, y yo tengo mucha) diré – sin consultar el desorden de mis libros- cómo Primo Levi, relata en su La tregua, que hablando con los campesinos que encontraba en las cercanías del lager, una vez abandonado, éstos le miraban como a un extraterrestre, y no daban crédito a lo que les contaba, mirándole absortos como quien se hallase ante un zumbao…con respecto a los olores que emanaba del constante humo de las chimeneas, nadie olió nada, ni se les ocurrió pensar que olía mal a pesar de la peste que despedían y que el olor era realmente extraño, sino sospechoso…Consideraciones del mismo pelo pueden leerse en Sin destino del entonces jovencísimo Imre Kérstez ¡ Nada, nadie sabía nada, ni se lo olía! Y si algo olía a podrido en Dinamarca , parece que en Polonia nadie olía nada. [ Conste que no eran los únicos que se sorprendían de las historias que contaba el locuaz Levi…llegado a su Turín natal él recuerda como se sorprendía a sí mismo comiendo la oreja a los viajeros del autobús que le miraban extrañados. Lo mismo le sucedía en el ámbito familiar- respondiendo al pie de la letra con los sueños recurrentes que le saltaban en el encierro concentracionario- …la gente no quería escuchar más penas, bastantes habían padecido].
Es claro que decir que la re-escritura de la historia no es una singularidad polaca resulta una verdad de perogrullo, no hay más que recordar el lavado de cara a que fue sometida la historia de Francia en los años de la Okupation con su flamante gobierno de Vichy, y la posterior lectura que magnificaba la resistencia al invasor como masiva y generalizada , cuando la cosa fue tardía – hasta que se unió el PCF que al principio mostraba serias resistencias a hacerlo debido al pacto germano-soviético- para luego convertirse en le parti des fusillés ( se llegó a hinchar la cifra hasta cincuenta mil…il faut pas exagérer!) . Pues bien, en el caso polaco, también hubo resistencia al invasor, ahora bien, de ahí a presentar a los polacos, en su mayoría, como resistentes al nacionalsocialismo como pretenden algunos de los actuales dirigentes de la administración polaca, dista no un trecho sino muchos trechos, abismales ( 2 ).
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( 1 ) Con respecto a las complicidades del la administración polaca de la época pueden consultarse con provecho: KL. Una historia de los campos de concentración nazis de Nikolaus Wachsmann( Crítica, 2015); El holocausto. Voces de las víctimas y de los verdugos ( Crítica, 2017); Los campos de concentración nazis de Rosa Torán ( Península, 2005), o también que es el que he consultado con más detalle: Dictionnaire de la Shoah , sous la direction de Georges Bensoussan, Jean-Marie Dreyfus, Édouard Husson, Joël Kotel ( Larousse, 2009). De interés resulta igualmente el dossier de la revista Esprit de junio de 1987, Les juifs dans la mémoire polonaise, en donde se puede ver las complicidades de la Iglesia cat´loca con su acendrada vena antijudía en la persecución de los judíos…
( 2 ) Un par de libros pueden situar a quien se interese en el tema de la resistencia en Polonia : la novela, considerada por Maurice Nadeau como la novela de la resistencia, de Romain Gary, L´Éducation europèene ( publicada originalmente en 1945, y traducida / publicada en 2009 por Galaxia Gutenberg, bajo el título de El bosque del odio): https://archivo.kaosenlared.net/en-el-maqui-contra-los-nazis/ ; y el testimonio del horror que relata un protagonista de los actos de resistencia durante los años que van de 1939 a 1943: Jan Karski, Historia de un Estado clandestino ( Acantilado, 2011). [ Hablando de miradas para otro lado y silencios cómplices, Karski que mantuvo no pocas conversaciones , al más alto nivel, con las autoridades de los aliados , relata como puso a éstas al corriente de las tropelías que estaban llevando a cabo los nazis en sus campos…y o no le creyeron o hicieron caso algunos a sus informaciones].