Perú. ¿A qué le temía Alan García?
¿A qué le temía Alan? ¿A que lo llevarán a la Avenida España donde le darían una cómoda oficina sin llegar a conocer las celdas donde en su gobierno se apilaba, torturaba y mataba a cientos de peruanos? ¿Le temía acaso a ser condenado y llevado a la hacienda de la Diroes, para cleptómanos de talla presidencial, que no podemos llamar penal, donde al igual que su colega de crímenes nos costaría mil soles al día y tendría visitas 24 por 7?
Alan se ganó su arresto a pulso. Y su propia mano y su propia arma lo tienen donde esta ahora. Que no me vengan con cucufaterías baratas los que me quieren quitar la alegría de ver que por un camino o el otro este comienza a pagar parte y solo parte de lo que hizo. ¿Piedad? ¿Con el que masacró presos y comunidades por igual? ¿Con el que remataba rendidos y permitía que los uniformados tomarán de botín a las mujeres? ¿Con el que asesinaba estudiantes y jóvenes de barrio? ¿Con el que robo y nos insultó hasta ayer no más con su cinismo? ¿Con el que lo volvería a hacer si fuera la ocasión?
No y me disculpan la sinceridad. A García nunca le importó su familia y lo demostró cuando humilló a su esposa tantas veces en público. A García no le importó su partido al que convirtió en la versión política de los injertos y menos sus militantes a los que vio como peldaños que sólo le servían para llegar al siguiente delito.
Yo voy a celebrar como el ejército rojo tomando Berlín. Como los partisanos colgando a Mussolini. Como el muchacho que escupió a Pinochet en su féretro y como el día que sentenciaron a Fujimori. Se vaya preso o se hunda en el último círculo del infierno. ¡Salud!