Papá cuéntame otra vez…
Quién lo diría, estamos en pleno  siglo XXI. Parece mentira que haya pasado tanto tiempo, parece ayer cuando se montaban barricadas, cuando se luchaba contra el franquismo y el fascismo en general, cuando ondeaba con honor la bandera revolucionaria por el mundo. Hace una eternidad desde aquel  mayo del 68, cuando el puño en alto era símbolo de dignidad y libertad.
Pero claro, en los tiempos que corren nada de eso tiene sentido. No existe la lucha social, no queda rastro de xenofobia, homofobia o   discriminación, los abusos a la clase obrera ya no suceden. Ya no existen dictadores ni genocidios de ningún tipo. El imperialismo es un cuento para niños, así como la revolución forma parte del pasado.
Tal vez todo ello sea percepción común e insustancial del pueblo. Tal vez como  Ismael Serrano sostuvo en la canción que da nombre a este artículo, toda clase de lucha social anterior a nuestra era fue en vano. Algunos sentimos una melancólica frustración cuando pensamos en ello, pues desde la historia más reivindicativa podremos entender el pasado, para saber vivir el presente y poder cambiar un incierto futuro.  No hace tanto tiempo desde todo aquello.
Papá, cuéntame otra vez  cosas como que la revolución ya no es francesa, es árabe. En Colombia sigue el conflicto armado, no cambió tanto desde el 64. En Grecia, Francia e Inglaterra todavía no dejan que se pisoteen sus derechos humanos, todavía existe esperanza. Israel sigue oprimiendo a Palestina, con el firme consentimiento de las fuerzas occidentales y norteamericanas, y la ONU sigue sin hacer nada. Toda clase de brutales represiones y atentados contra la libertad y derechos fundamentales del ser humano se suceden por el mundo.
Lloramos las catástrofes sucedidas en  Chile, en Sucre, en Haití, en San Juan, en Turquía, en Taiwán  y en muchos más lugares del mundo. No olvidamos lo ocurrido en  Lorca  o en  Galicia  desde España. La solidaridad existe, y eso reconforta. Altruismo y bondad no son términos ambiguos por ahora, y mientras eso no cambie, seguiremos demostrando que la moral humana aún no está completamente corrompida.
Vivimos el  11 de Septiembre y el 11 de Marzo. Asistimos casi en directo a la matanza ultraderechista de Noruega. Nos sentimos invitados especiales al asesinato estadounidense de  Saddam Hussein y Osama Bin Laden, así como a los golpes de estado de  Mauritania, Fiyi o Honduras, y al intento en Venezuela.
Conocemos lo que pasa en  Afganistán, en Irak o en el Líbano, y no nos olvidamos de  Guantánamo. Y es que no mucho ha cambiado en  Cuba, en China o en Corea del Norte. La Intifada para muchos tampoco ha dejado de existir.  Latinoamérica  sigue siendo un importante foco de esperanza mundial pero la verdadera revolución debe comenzar en  Occidente, cuando nos atrevamos a luchar de verdad contra los intereses de unos pocos. Entonces volverán las barricadas. 
Todavía nos apabulla el corazón cuando vemos la muerte en patera de un inmigrante, o la explotación laboral de cualquier ciudadano. La lucha social no está muerta, sólo ha cambiado de nombre, y debemos identificarlo cuanto antes.  Revoluciones de colores  triunfaron y fracasaron, pero lo intentaron. Por supuesto, en muchos aspectos la Iglesia no ha cambiado demasiado. Y el  SIDA crece.
Amigos, con todo lo mencionado anteriormente y todo lo que faltaría por mencionar, no nos debemos anclar en el pasado, pero sí apasionarnos y aprender de sus fundamentos y enseñanzas. Luchemos por cambiar el mundo, pues este cada día está más podrido.  Sigue siendo un poderoso el caballero don dinero, el capitalismo mata niños en Somalia.
Ha cambiado el escenario y los actores, pero no la obra teatral. Como termina  Ismael Serrano  su canción:  "Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad, ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam…"