Panamá, Una victoria impecable de los pueblos de Nuestra América
Una vez más América Latina y el Caribe han hablado con una sola voz, en una Cumbre cuyo epicentro fundamental no fue la agenda propuesta, sino la agresión que implica la orden ejecutiva que declara a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de los EEUU. La dignidad de nuestros pueblos expresada en los discursos altivos e irreverentes de sus líderes nos hizo recordar a ese Kirchner advirtiéndole a Bush que no nos van a patotear, sentimos la voz de Hugo Chávez diciendo al mundo que ese recinto diplomático olía a azufre por la presencia del Presidente Norteamericano, porque además es necesario decir que Bush y Obama tienen ese mismo hedor imperial.
La VII Cumbre de las Américas marca un hito en nuestro continente, una Cuba que regresa victoriosa a decir las verdades sobre la historia de un pueblo que ha vivido cinco décadas de hostigamiento imperial y hoy se muestra con una moral incólume que le permite alzar la voz a favor de Venezuela, una Cristina Fernández que haciendo el mayor honor a la sinceridad, le supo cantar las verdades más duras al Presidente Obama, “se vuelve de cualquier lugar menos del ridículo”.
Fueron igual de contundentes las intervenciones de Evo Morales que denunció detalladamente la hipocresía de EEUU al querer dar lecciones de democracia y derechos humanos siendo ellos los principales transgresores de estos principios y la de Rafael Correa quien le recuerda al presidente Obama que la era de la hegemonía de EEUU en América Latina ha terminado. Todos los mandatarios, unos con discursos más altivos y otros más moderados, coincidieron en dos elementos, el regreso de Cuba como una conquista del pueblo Cubano, Latinoamericano y Caribeño, y la condena absoluta al Decreto imperial en contra de Venezuela.
Nuestro Presidente Obrero Nicolás Maduro, con más de 11 millones de firmas, la voluntad libertaria y la heroica historia de nuestro pueblo como respaldo, dio lecciones de democracia y justicia social. Con altura política tendió la mano al Presidente Obama para abrir un diálogo respetuoso a partir de cuatro exigencias: 1. Reconocer la Revolución Bolivariana, la independencia y soberanía de Venezuela, 2. La Derogación Inmediata del Decreto infame en contra de Venezuela, 3. Desmotar la maquinaria de guerra que tienen en la embajada de los EEUU en Venezuela y 4. Tomar las medidas legales para detener la conspiración que se desarrolla desde los EEUU en contra de Venezuela.
Ya Obama podía percibir que se encontraría con un escenario sumamente adverso, en un intento por reducir la incidencia de Venezuela y cambiar la correlación de fuerzas, desarrolló una agenda previa a la Cumbre en los países de Centro América y el Caribe, pero la política demagógica del Tío Sam no pudo romper las relaciones solidarias que a través de PetroCaribe hemos consolidado en estos últimos años.
Los voceros de EEUU intentaron suavizar las implicaciones de la orden ejecutiva para disuadir sus efectos políticos adversos, en esto también fracasaron, acertadamente el Presidente Daniel Ortega señalaba las contradicciones en el discurso del imperio norteamericano “los yankees no cambian, por un lado un gesto con Cuba, por otro lado un golpe con Venezuela (…) ahora el decreto no dice lo que el decreto dice, que Venezuela es una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos, ¡eso dice el decreto! pero ahora bueno una interpretación el decreto no quiere decir eso”.
Pudimos ver hasta en su lenguaje corporal a un Obama expuesto y derrotado, no tuvo otra alternativa que rehuir de la historia, con vacuidades y viejos lugares comunes que encantaron a los antiguos gobiernos serviles, pero que hoy resultan insuficientes para engañar a los soberanos pueblos latinoamericanos y caribeños. Haciendo honor a su arrogancia imperial, sin pronunciarse sobre el decreto, justifica su postura declarándose defensor de los derechos políticos de la oposición venezolana y sus supuestos “presos políticos” dejando en evidencia su vocación injerencista. Luego, para evitar ser emplazado en el debate y en una demostración más de menosprecio, se retira antes de escuchar las intervenciones de los demás mandatarios.
En definitiva, la VII Cumbre de las Américas constituye una gran victoria no solo de Cuba y Venezuela sino para todos los pueblos soberanos de Latinoamérica y el Caribe, que han hecho frente común en contra de la amenaza que implica dejar espacios abiertos para que vuelva la oscura época de las intervenciones extranjeras y las serviles dictaduras militares.
La postura de América Latina y el Caribe fue clara y contundente, estamos en una era de soberanía y verdadera independencia, no aceptamos las pretensiones injerencistas e imperiales materializadas en el Decreto que declara a Venezuela como una amenaza para los EEUU. Igualmente Estados Unidos ha mostrado sus verdaderas intenciones, no desistiran en su empeño por acabar con la Revolución Bolivariana, y con el proceso de la unidad latinoamericana, recuperar la hegemonía en la región es su objetivo y harán lo que consideren necesario para esto, es esta la razón de ser del decreto, por tanto, su derogación resulta improbable al menos en el corto plazo.
Hemos ganado una batalla a un imperio agonizante, soberbio y más agresivo que nunca, oportuna es la pregunta que hizo nuestro Presidente Obrero ¿Es que estamos en guerra? Los acontecimientos responderán esta interrogante, lo que sí es seguro, es que pareciera venirse un vendaval sobre nuestra patria, un prueba de largo aliento para nuestra moral, pero los Yankees deben considerar la advertencia que magistralmente hizo el Presidente Raúl Castro, “El hostigamiento trae más revolución, y la historia lo demuestra” si es así, que soplen los vientos de las dificultades e icemos las velas para avanzar resueltos hacia el Socialismo.