Otro París

Por Iñaki Urdanibia

«De qué les sirven rodas esas leyes si no les impiden reproducir el mismo mundo, bello por fuera, y en el fondo, profundamente reprimido[…]. Pero, a fin de cuentas, ¿qué se encuentra en París, en el corazón de Francia? A una burguesía estrecha de miras, demasiado orgullosa de su cultura y siempre contenta de sí misma»

Tras el brillo de la Ville lumière, la sombra, y las vidas sombrías que la pueblan. Abdelá Taia (Salé, 1973) vuelve a la carga (*) y nos entrega algunas escenas de seres llegados de otros lares, muy en especial del Magreb, buscando unas condiciones de vida mejor y/o escapando de la represión o de las restricciones moralistas que imperan en sus países de origen. «Un país para morir», editado por Cabaret Voltaire, nos muestra la dura existencia de varios personajes que se buscan la vida, intentando alcanzar otra vida, convertirse en otros de lo que son. El eje de las historias giran en torno a una prostituta marroquí que ejerce en la capital del Sena, y que por lo general funciona como una buena samaritana, eligiendo su clientela entre miembros de la emigración, de los condenados de la tierra de los que hablase Franz Fanon; llega hasta tal pinto su entrega, que en algunas ocasiones llega a no cobrar.

Zahira, que así se llama la mujer, comienza narrando la enfermedad de su padre, al que le tienen alejado del resto de la familia en una habitación, para evitar cualquier posibilidad de contagio. La madre no esconde su dureza con el enclaustrado y le pone como contrajemplo, a sus hijos, de lo que puede suceder si no se lleva una vida como es debido. Una hermana de su padre, Zineb, desapareció de manera misteriosa y desde entonces nadie ha tenido noticias de ella. Ya en París, reducida en lo fundamental a Barbés, y a otras zonas alejadas de lo reclamos para turistas: la torre Eiffel, los jardines de Luxemburgo, el Sacre Coeur, le Quartier latin, conoce a Aziz, argelino que se prostituye como ella, y que quiere cambiar de sexo para convertirse en mujer, acudiendo con tal fin a un médico de nombre Johansson. Ambas mantienen largas conversaciones, Aziz que sueña con devenir otra, siguiendo la huella de aquello que dijese Arthur Rimbaud: yo soy otro, Zannuba se llamará, y que no excluye de su clientela a algunos intelectuales franceses de los que hace un crudo retrato. Las dos elogian a Isabelle Adjani, actriz de origen argelina, con la que se sienten identificadas al considerarla una de las suyas; Tambien comparten su admiración por las películas de Boolywood, con sus colores y con sus acicaladas actrices. Otros personajes asoman en la vida de Zahira, como Motjaba, iraní a quien encuentra casualmente en la calle y acoge en su casa; éste huye de la represión de su país, al haber sido descubierto en su actividad contra el régimen, al enviar sus crónicas al británico The Guardian, en las que se denunciaban las tropelías de Abmadineyad y sus epígonos que imponían con brutal violencia un modo de vida obligatoria y reglamentado hasta en los aspectos más personales. Motjaba está de paso ya que su destino es Londres o Estocolmo; mientras está en París vive en casa de Zahira, hasta que se despide de la hospitalaria mujer dejándole dos cartas: una para ella y otra con el ruego de que que la haga llegar a su madre, en Teherán, y con permiso para que pueda leerla, cosa que hace /hacemos y por medio de la cual nos enteramos de su vida y problemas pasados. Con él visitará, por primera vez, los hermosos jardines de Luxemburgo, zona que no pertenece a su París («ese parque era suelo extranjero»), y en el recuerdo las imágenes vistas en la televisión marroquí, «imágenes para hacer soñar y para aplastarnos un poco también. “Este mundo no es para vosotros. Mirad pero solo de lejos, a través de la pantalla. No vengáis. Quedaros donde estáis. Esto no es para vosotros».

A través de distintos fragmentos, y de diferentes voces narrativas, lo que convierte la novela en un coro fragmentario que reúne las rumias, los sueños y los deseos de los diferentes personajes, avanza la rauda lectura poblada de frases cortas y tajantes que se entrecruzan y que nos hacen palpar los sentimientos de las.os protagonistas y sus sueños no pocas veces defraudados, como le sucede a Aziz tras su cambio de sexo al no sentirse la mujer plena con la que había soñado, o la endeble relación de Zahira con el sirilanqués Iqbal, que se debilita y se hace ocasional y distante cuando éste se entera, por medio de unos amigos, de que su amada se prostituye; ello no hará que Zahira abandone sus sueños de una vida junto a él, constituyendo una familia…y otras voces se suman a las narradoras, la de los brujos( judío, de Gennevilliers y el de la aldea, Azilal) en los que confía nuestra mujer, y las ue proviene de su pasado con sus recuerdos familiares, y…otras voces también atraviesen el Mare nostrum, haciendo llegar la noticia a su primer amor, Allal, de que el dinero que llega periódicamente a la familia es a costa de la prostitución de su querida Zahira; Allal que sigue enamorado y esperaba que su amada volviese junto a él, se siente defraudado, tras haber sentido el rechazo de la madre de Zahira por ser negro («Soy negro. Marroquí y negro. Marroquí, negro y pobre»), y pertrechado con las voces del orden, la de los Amos, se dispone a irse a buscar a Zahira.

Si las dos primeras partes del libro está fechadas en junio y agosto de 2010 en París, la tercera y última , nos hace retroceder al junio de 1954, en Indochina, Saigón..y allá conoceremos la bota colonialista y conoceremos otras botas que evitaré desvelar.

Abdelá Taia toma el pulso, de manera certera, de esas vidas que buscaban el paraíso en otro lugar, deviniendo otras («me convertí[…] en otra mujer»), siempre con el rumor de los yoes de antes, de los yoes olvidados…que se plasman en los recuerdos, en los sueños…

L novela recibió el premio Pen America Literary Award 2021 en la categoría de mejor libro de habla no inglesa.

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(*) Me permito añadir el artículo que dediqué a otro libro del escritor:

Un magrebí en el Marais parisino

Por Iñaki Urdanibia

Munir es un marroquí que vive en la calle de Turenne, en el tercer arrondissement, antes lo había hecho en Belleville, en el once, que fue a la capital del Sena con el fin de realizar y culminar sus estudios de lengua francesa con un doctorado, presentado en la Sorbona, sobre las novelas libertinas del XVIII, escritas por gente hors norme . Vive en un apartamento de cuarenta y cinco metros cuadrados y los ruidos de las vecinas de arriba le traen por la calle de la amargura hasta el punto de temer que se está volviendo loco: bum, bum. bum. Las relaciones inicialmente amistosas con Madame Marty, señora de ochenta años, que le duplica en edad, vive sola en un habitáculo de catorce metros cuadrados, se van enturbiando a raíz de los ruidos, tanto de ella como de otra vecina austriaca; el caso es que un día la discusión con la señora Marty sube de tono y en el fragor de la discusión a Munir no se le ocurre otra que mentarle los cementerios de París: « no será por falta de cementerios en París , Madame Marty».

Tras la discusión aparecen en su casa una pareja de policías, avisados por la señora Simone Mary que dice temer la reacción de Munir que le ha amenazado de muerte, que no cesan de interrogarle acerca de lo raro que resulta su comportamiento y situación: una casa vacía, sin sofás, ni teles, lo discordante que resulta que un marroquí viva en una zona tan selecta como si lo propio sería que con tales orígenes viviese en la banlieue, estando en el paro hasta que pueda cubrir una sustitución en un liceo de las afueras, en Drancy, no se privan a la hora de interrogarle sobre el precio que paga por el alquiler, los motivos de su traslado a París, de su sexualidad – es gay- y de sus viajes , sellados en el pasaporte, a Egipto, Turquía o al propio Marruecos…tampoco se privan de recomendarle que acuda a buscar ayuda a algún médico de la cabeza, ya que parece que la soledad le ha hecho caer en una fuerte neurosis y en brotes paranoicos; en fin, es tratado como un terrorista en potencia, que esconde bajo sus educados modales alguna acción brutal, un sujeto bajo permanente sospecha. De todos modos, las cosas no son cómo empiezan sino cómo acaban, y la visita de los agentes fue una especie de señal de salida a lo que luego vendría.

Munir Rochdi vive solo pero su voz interior, a modo de pepitogrillo superyoico, no le deja en paz, ya que le recuerda sus orígenes, sus padecimientos en su país, la coraza que ha debido crearse con el fin de defenderse de los ataques de los abusones de turno, a la vez que le hace atenerse al principio de realidad: es un ser de otro lugar, un árabe, en el corazón de Francia y se ha de atener a las consecuencias, al tiempo que le señala que realmente es un vencedor si se compara con su vecina, que aun siendo francesa, vive en unos límites más escasos que los suyos, no cabe duda de que es un privilegiado si en cuenta tiene, lo que debe hacer, las condiciones de mala vida que sufrió en la pobreza de Marruecos…Es dicha situación la que hace que ante la visita policial se pliegue al rol de buen inmigrante, que hace serios esfuerzos por integrarse, etc., y hasta llegando a confesar de que está dispuesto a buscar un entorno más apropiado para una persona de su condición. Si en lo que antecede ya podemos ver un par de voces, la de Abdelá Taia, en su « La vida lenta», editada por Cabaret Voltaire, se convierte en un nosotros que es la de los marginados, despreciados, excluidos; de los condenados de la tierra hablaba Franz Fanon. En el conjunto de estos últimos conoceremos las andanzas de una cuñada de la anciana, Marion, que vendió su cuerpo a los alemanes para subsistir y las nefastas consecuencias que ello le supuso en los tiempos de la depuración, o algunas vidas humilladas de parientes, un prima homosexual de Munir residente en Bélgica, o conocidos suyos en Marruecos ( Maydulin, Baba Sinan)… cuyos avatares planean por las paginas de la novela, al igual que se refieren las primeras embestidas , allá en Rabat, que recibe Munir en su adolescencia y su aceptación placentera, abandonando luego a Sufian, Samir y a otros troncos ; sin obviar el enamoramiento, casi imaginario, de Munir de un policía que responde al nombre de Antoine, que no tiene asumida su homosexualidad, y que fue uno de los que le hicieron la visita nombrada, y que en la mente de Munir es el reflejo especular ( speculum, i= espejo) de un antiguo amante.

Se ha de tener en cuenta que el escenario es el París de los tiempos posteriores a los atentados de 2015; y la sensibilidad de los franceses están a flor de piel, y cuando hay temor la búsqueda de cabezas de turco va de soi. Con el paso de las paginas iremos conociendo la vida de la vecina de arriba, que al no tener cuarto de baño propio ha de ir al que sirve a la comunidad de las chambres de arriba; había servido a una familia burguesa y había optado por quedarse en Paris, primero viviendo en Barbès, barrio en el que compartía su pobreza con la de los demás habitantes del barrio, más tarde optaría por irse al tercer arrondissement que es en donde coincide con Munir. En la medida que los ruidos se hacen insoportables para el vecino de abajo, al resonarle en la cabeza como pedradas, el enfrentamiento entre ambos vecinos se hace ostensible y el propio portal se convierte en testigo , no mudo desde luego, del intercambio de gritos, amenazas e insultos; choque de dos seres que han conocido y conocen la pobreza y la necesidad.

Desde las primeras páginas que son un toma y daca veloz, en un balancea entre dominación y subordinación, entre la insipidez de una vida lenta( « la vida lenta. Interminable. Que ya no significa nada») y una veloz y violenta, que responde más a los cánones de la locura del país de origen, plasmándose en párrafos cortos pero explícitos que van dosificando la descripción de lo que sucede, y; la novela es la voz que pone en la palestra los temores que origina el Otro, y las posturas que se adoptan frente a ellos, estereotipados, convertidos en el origen de todos los males y responsables de la decadencia de los países que antes viajaron sin cesar para esquilmar las riquezas, los modos de vida y la cultura, de otros lugares y ahora claman al cielo ante la llegada de cualquiera que sea diferente y no sea automáticamente incluible en el Uno, en este caso, hexagonal .

 

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