El más leído e influyente de todos los escritos sobre la guerra de España. Machaconamente considerado como “trotskistas” en ambientes no necesariamente marcados por el estalinismo, Eric Blair alias George Orwell, fue un escritor que había hecho su viaje hacia el pueblo, luego hacia el movimiento obrero, y finalmente hacia una militancia en la izquierda socialista del ILP, la izquierda radical británica estrechamente afín al POUM. Esta abusiva afiliación le viene a Orwell sobre todo de su relación con el POUM (1), y en algunas de las obras que escribió Orwell, se puede decir que aunque las concordancias con el “trotskismo” son múltiples, también lo son las diferencias.
Como cuenta en Homenaje a Cataluña, hasta que tuvieron lugar los acontecimientos de mayo de 1937, las controversias entre los milicianos y la militancia sobre el curso político de la guerra habían tenido un lugar más bien secundario en sus preocupaciones que se centraban en el campo de batalla, aunque no tardó en plantearse una serie de cuestiones que comenzaba a ver claras y que le enfrentaban con la línea gubernamental, cada vez más abiertamente pro burguesa, y con su vanguardia que era, suprema ironía de la historia, el PCE. Éste había realizado un giro de 180° desde que en la primera etapa de la República había defendido descabelladamente el derrocamiento de ésta por “reaccionaria” y la instauración de unos soviets totalmente inexistentes, y aplicaba la teoría de los “hermanos gemelos” del fascismo con una superficialidad apabullante. Sin embargo, en octubre 1934 tomó parte de las actividades revolucionarias en Asturias y Cataluña, pero todo cambió cuando la política exterior soviética puso el meridiano en la alianza con las mismas potencias democráticas que lideraron la llamada política de no-intervención. Política que Stalin hizo suya inicialmente.
A Orwell, la “verdad” le parecía, en el fondo muy sencilla y era hija de una realidad que había podido comprobar desde la primera fila. Tuvo una seria preocupación por los temas militares en los que era un “experto” al lado de la mayoría de los bisoños milicianos. En una de sus notas dio a entender que los comandantes militares no habían aprendido mucho del último gran conflicto. Describió la contienda como “una copia mala de 1914-1918, una guerra de posicionamiento”. Un voluntario británico, Edwards, lo describe como alguien con un aspecto más bien excéntrico que llegaba “a grandes zancadas hasta mí (con su metro noventa de estatura) vestido con una mezcla grotesca de ropas; breeches de pana, puttee caqui y enormes botas cubiertas de barro, un justillo amarillo de piel de cerdo, un pasamontañas de color chocolate, una bufanda caqui de punto de una longitud desmesurada enrollada una y otra vez alrededor del cuello y la cara hasta las orejas, un anticuado fusil alemán al hombro y dos granadas de mano colgadas del cinturón.”
Sucedió que a finales de marzo, Orwell sufrió un envenenamiento sanguíneo por una herida que se le había infectado. Tuvieron que abrirle una mano con lanceta y pasó diez días en el hospital de Monflorite, justo detrás del frente. Mientras permaneció allí, lanzaron dos grandes bombas cerca de Huesca, a unos tres kilómetros de distancia. Causaron un estruendo terrible, sacudieron las casas y provocaron que todos los pacientes abandonaran aterrados sus camas. Y de permiso en Barcelona y frustrado por la inactividad del frente de Aragón, Orwell pensó (por segunda vez) en unirse a las Brigadas Internacionales para tomar parte en el duro combate que se libraba alrededor de Madrid. Su simpatía por estas reevidencia en un escrito de 1937 en el que las describió como “una línea fina de seres humanos sufridores y a menudo mal armados situados entre la barbarie que los comisarios estalinistas sospecharon que pretendía infiltrarse en sus filas y que sin querer había alertado a las autoridades, que pronto mostrarían una oposición violenta contra el POUM: “Blair preguntó si era probable que su relación con el POUM perjudicara sus posibilidades de alistarse en las Brigadas Internacionales . Quiere luchar en el frente de Madrid y manifestó que en pocos días nos presentará una solicitud formal para alistarse cuando se haya regularizado su licenciamiento del POUM.” Si hubiera logrado unirse a ellos, sin duda lo habrían fusilado por obvia consecuencia política, no en vano George y Sonia fueron vigilados y consideradas como “fanáticos trotskistas”. Las Brigadas eran un buen ejemplo de parte de las ambivalencias del estalinismo. Era gente muy distinta a los funcionarios que Stalin había destinado a actuar según sus imperativos solidarios, y Orwell se sintió muy atraído por su lucha en el frente de Madrid.
Su comandante, Georges Kopp, se convirtió en un amigo íntimo suyo y en protagonista de Homenaje a Cataluña. Su padre era un médico con contactos en toda Europa; su madre, apellidada Neumann de soltera, procedía de Odesa; y Georges, su único hijo, había nacido en San Petersburgo en 1902. Diez años después, la familia se trasladó a Bélgica antes de la revolución, presumía de haber estado en la universidad antes de conseguir el título (más tarde inventó una técnica eficaz para cortar carbón). Hizo el servicio militar, pero no tenía gran pericia castrense. Conoció a la que sería su primera esposa, Warnotte, de origen germano-belga, en 1925, se casaron y tuvieron cuatro hijos y una hija. Se divorciaron en 1934 y ella asumió la custodia de los chicos.
Al igual que muchos otros aventureros y soldados de fortuna (Malraux representa el ejemplo más notorio), Kopp embelleció la realidad creando un mito complejo sobre su pasado. Un periodista holandés, Bert Govaerts, descubrió recientemente que “en lugar de tratarse de un ingeniero belga con experiencia militar previa, Kopp era en realidad de nacionalidad rusa y jamás sirvió en el ejército (es decir, fue oficial de reserva en el ejército belga). Además, ni era licenciado en ingeniería ni un marido y padre entregado, como creía Orwell. Asimismo, también parece falsa la afirmación de Kopp según la cual lo obligaron a huir de Bélgica por fabricar municiones ilegales para la República española”. Tras examinar la carrera vital de Kopp, Govaerts concluía: “En conjunto, la célebre capacidad de observación de Orwell sufrió un golpe grotesco con este hombre curiosísimo.» Pero mientras luchaba en España junto a Kopp, Orwell no tenía manera de descubrir la verdad sobre el pasado de éste.
De cualquier manera, el mito que Kopp creó no altera en absoluto su impresionante heroísmo (en acción y en prisión) tanto durante la guerra civil española como en la resistencia francesa durante la II Guerra Mundial. Los retratos y descripciones del interesante y desmedido Kopp retratan a un hombre de un metro ochenta de estatura, fuerte como un toro, de cuello grueso y cara sonrosada: formidable, alarmante y feroz. También revelan que sirvió de modelo físico al dinámico y devastador O’Brien de 1984: “A pesar del cuerpo voluminoso, tenía una elegancia de movimientos extraordinaria. […] Una ola de admiración, casi veneración, fluía desde Winston hacia O’Brien. […] Cuando mirabas los hombros robustos de O’Brien y su rostro de rasgos abruptos, tan amenazadores y, aun así, tan civilizados, era imposible creer que pudiesen derrotarlo.”
En febrero de 1937, mientras Orwell luchaba bajo el mando de Kopp, Eileen llegó a Barcelona para trabajar como secretaria de McNair en la oficina del ILP. Aunque algunos idealistas servían como enfermeros, periodistas y mecanógrafos, en España había una escasez extrema miseria. El voluntario británico Strafford Cottman, precisamente el mismo que sirvió de modelo para Ken Loach en Tierra y libertad, describió a Eileen como “una maestra» ya que controlaba con eficiencia los negocios y finanzas de media docena de miembros del contingente del ILP. Comentando su relación con Orwell, otro voluntario inglés la llamó “una chica tímida que adoraba el suelo que él pisaba. Habría hecho cualquier cosa por él”. A mediados de marzo, le permitieron visitar a su marido durante tres días en las trincheras de la línea del frente. Según contó a Leonard Moore al mes siguiente, mientras estuvo allí “los fascistas lanzaron de improviso un pequeño bombardeo y bastante fuego de ametralladora”. Entusiasmada, en lugar de asustada, por el ataque, a Eileen la visita le pareció “muy interesante; de hecho, nunca disfruté tanto”.
Existen sobre esta experiencia varias fotos borrosas que permiten vislumbrar su vida en España. En la más famosa, realizada en enero de 1937, al final de una columna militar escuálida, aparece la cabeza inconfundible de Orwell más alto que sus compañeros. El fondo no es otro que el patio adoquinado del cuartel Lenin de Barcelona. Asimismo aparece sentado en un banco bajo la ventana enrejada de una casa encalada próxima al frente. Sus camaradas, de cara a la cámara, comen en platos de metal mientras Orwell (sin botas y cigarrillo en mano) se vuelve de lado para participar en una discusión acalorada. Durante el asedio de Huesca aparece sentado en un vasto campo arado, cerca de un árbol solitario, compartiendo guiso humeante con tres soldados. Durante la visita de Eileen, sus compañeros (algunos con casco, otros con la cabeza descubierta) se alinean detrás de un parapeto hecho de sacos terreros. Han montado una ametralladora sobre un trípode y apuntan al enemigo. Orwell, cuya cara se ve borrosa debido a que se trata de una fotografía sobreexpuesta, lleva la chaqueta de cuero que le había dado Henry Miller y destaca sobre el resto, mientras Eileen, de cara pálida y cabello tan oscuro como la ropa que viste, permanece sentada a sus pies.
Por aquel entonces, el futuro autor de Homenaje a Cataluña podía desconocer, por supuesto, que en diciembre de 1936, antes incluso de que saliera de España, Stalin había ordenado a los dirigentes comunistas de Cataluña que acabasen con el POUM. Su secretario, Andreu Nin, otrora vinculado al archienemigo de Stalin León Trotski, se había convertido en la presa más codiciada de España. Aunque el POUM no seguía a Trotski hacia el proyecto de crear una nueva internacional sino que se situaba más en un proyecto de más a largo plazo, como también pensaban otros partidarios de Trotsky como Víctor Serge o Isaac Deutscher, sin embargo era culpable de dos pecados intolerables para Stalin, denunció los “procesos” de Moscú en nombre de la tradición bolchevique, y además apostaba por una revolución socialista. No era un gran partido, pero tampoco lo era tampoco el bolchevique en febrero de 1917.
Para Stalin se trataba además de dar ejemplo, de disciplinar sus propias filas, de ahí que, como había sucedido en la URSS, la sospecha de “trotskismo” o de mera complicidad, se convirtió en un instrumento de coacción. El propio PSUC fue criticado por “tibieza”, y en realidad, muchos de sus militantes se negaron a secundar la “caza de brujas”, y los hubo, según nos consta por testimonios, que ayudaron a la gente del POUM. Por otro lado, dado que no podía evitar una guerra (y sobre todo una revolución) tan inoportuna, Stalin envió junto a los instructores militares, a numerosos agentes de su policía política, expertos en la caza de disidentes y en tareas de purga que instauraban su propio reino del terror entre las filas de los republicanos. Su política no pasaba por ganar base obrera por abajo (aunque sí dedicó un enorme esfuerzo en la juventud gracias a las JSU), sin o en ganar adeptos en la policía y en el aparato de Estado. Se trataba de ganar influencia, y también de aplastar la revolución como ya lo había hecho en Rusia. De ahí que la consigna de antes la guerra, y de no llevar la contraria a los gobiernos británico y francés, pasó a ser la línea general de toda la derecha republicana. Aplicó la eficacia “bolchevique” en los métodos para darle la vuelta a sus fines.
Todo eso comenzaba a ser una evidencia cuando Orwell se marchó de permiso a finales de abril, el mes posterior a la visita de Eileen al frente, imperaba una situación bastante normal, y los comunistas y el POUM aún eran aliados. El 1 de mayo, Eileen le comentó a su hermano que después de cuatro meses de privaciones, Orwell, por lo general austero, se había dado un buen atracón camino de Barcelona: “George está aquí de permiso. Llegó totalmente andrajoso, casi descalzo, algo piojoso, muy moreno y con un aspecto extraordinario. Las últimas doce horas las ha pasado en trenes tomando anís, moscatel en botellas de anís, aguardiente y chocolate. El propio Orwell, que permanecía de permiso en Barcelona, vio como estallaba la lucha abierta entre los obreros y las fuerzas gubernamentales. Como es sabido, la central telefónica estaba dirigida por la Confederación Nacional de Trabajo (CNT) que mantenía cierta relación de “comunidad” por la base con el POUM, y del cual surgió una fracción que reflejaba la indignación de su base social: Los Amigos de Durruti…
Los guardias civiles, controlados por los comunistas y descontentos con el modo en que se dirigía la central telefónica, intentaron hacerse con ella. Cuando los anarquistas se negaron a abandonarla y abrieron fuego contra los invasores, la pugna se extendió con rapidez por toda Barcelona y provocó una batalla a gran escala que paralizó la ciudad. Los comunistas contaban con una fuerza mucho mayor y estaban armados con ametralladoras. El POUM, inferior en efectivos y con sólo sesenta fusiles, se vio obligado a intervenir en la lucha para apoyar a los anarquistas. Mientras defendía la sede del partido, Orwell pasó tres horribles días en el tejado del cine Poliorama siguiendo las indicaciones improvisadas de Enrique Adroher. En un artículo periodístico, Eye-Witness in Barcelona (agosto de 1937), explicó aquella situación confusa y desesperada: “Todos pensábamos que, sencillamente, nos estábamos defendiendo de un intento de golpe de Estado llevado a cabo por la guardia civil, que se había apoderado por la fuerza de la central telefónica y se incautaría de algunos edificios más de los trabajadores si no manifestábamos ninguna intención de lucha.”
Otro voluntario afín al POUM, Willy Brandt explicaría en sus memorias el modo en que esta guerra dentro de otra guerra condujo a la persecución y exterminio final del POUM: causada por una bala que me atravesó la garganta y que, por supuesto, debería haberme matado, pero se ha limitado a causarme dolores nerviosos en el brazo derecho y a despojarme de la mayor parte de la voz. Según Kopp, una semana después de que las cuerdas vocales le resultaran dañadas “Eric podía articular algún sonido, pero débil y con el ruido chirriante característico de los frenos de un Ford T muy anticuado; a más de dos metros de distancia resultaba inaudible”.
Orwell fue informado de que tenía la laringe «rota» y que había perdido la voz para siempre. Hacia el 10 de junio, Eileen comunicó a su hermano que había recuperado parte de la voz y del apetito, pero que se sentía apenado por el fin de su carrera militar y por el cambio desastroso de la situación política en Barcelona: “Creo que Eric está mucho mejor, aunque él es incapaz de reconocer ningún progreso. La voz se recupera ciertamente muy despacio, pero usa el brazo más a menudo a pesar de que aún le duele mucho en ocasiones. Come tanto como cualquiera y puede pasear y hacer cosas normales con bastante eficacia durante un breve espacio de tiempo. Está totalmente deprimido, lo que considero alentador.”
Mientras Orwell se recobraba de la herida, el POUM era perseguido por la policía soviética. Richard Rees, que más tarde sería su primer biógrafo, y que conducía una ambulancia en España, vio a Eileen en Barcelona en mayo y se asombró del miedo que manifestaba: De pronto, Orwell volvía a verse atacado por sus antiguos aliados y atrapado en la lucha que se libraba tras las líneas del frente. Después de salir del sanatorio Maurín, recoger sus papeles del alta en el hospital de Monzón y visitar el frente próximo a Barbastro (donde el comandante debía firmar sus papeles), regresó a Barcelona el 20 de junio para encausada por una bala que me atravesó la garganta y que, por supuesto, debería haberme matado, pero se ha limitado a causarme dolores nerviosos en el brazo derecho y a despojarme de la mayor parte de la voz”.
Georges Kopp contará que una semana después de que las cuerdas vocales le resultaran dañadas “Eric podía articular algún sonido, pero débil y con el ruido chirriante característico de los frenos de un Ford T muy anticuado; a más de dos metros de distancia resultaba inaudible”. Orwell fue informado de que tenía la laringe “rota” y que había perdido la voz para siempre. Hacia el 10 de junio, Eileen comunicó a su hermano que había recuperado parte de la voz y del apetito, pero que se sentía apenado por el fin de su carrera militar y por el cambio desastroso de la situación política en Barcelona: “Creo que Eric está mucho mejor, aunque él es incapaz de reconocer ningún progreso. La voz se recupera ciertamente muy despacio, pero usa el brazo más a menudo a pesar de que aún le duele mucho en ocasiones. Come tanto como cualquiera y puede pasear y hacer cosas normales con bastante eficacia durante un breve espacio de tiempo. Mientras Orwell se recobraba de la herida, el POUM era perseguido por la
El arriba citado que los investigadores han encontrado en Moscú, en el que alude a El camino de Wigan Pier (publicado el 8 de marzo, mientras Orwell estaba en España) y revela que era bien conocido entre los comunistas que lo consideraban «La personalidad destacada y el hombre más respetado del contingente [del ILP] en la actualidad es Eric Blair. Este hombre es un novelista que ha escrito algunos libros [sobre] la vida proletaria en Inglaterra.» Pero «tiene pocos conocimientos políticos». El historiador James Hopkins llega a la conclusión de que el informe “lo acusa de haber desempeñado un papel activo en la lucha de mayo en Barcelona. Esto contradice su versión en Homenaje a Cataluña, donde se describe a sí mismo como un espectador pasivo y preocupado que no participó en la batalla real. […] Al calificarlo de trotskista, los comunistas habían firmado, en efecto, su sentencia de muerte en caso de que permaneciese en España. […] En cuestión de poco tiempo, todos los seguidores del POUM fueron asesinados, encarcelados o, como el herido Orwell, pusieron pies en polvorosa”.
Resultaba que Orwell se veía atacado por sus antiguos aliados e inmersos en una lucha que se libraba tras las líneas del frente y que le causaría un estupor total. Después de salir del sanatorio Maurín, recoger sus papeles del alta en el hospital de Monzón y visitar el frente próximo a Barbastro (donde el comandante debía firmar sus papeles), regresó a Barcelona el 20 de junio para encontrarse con que el POUM había sido declarado ilegal. Sus dirigentes habían sido arrestados y todos sus miembros eran buscados por la policía. Durante los tres días siguientes, aunque todavía débil por la herida, se ocultó y durmió en edificios en ruinas. Obviamente conmocionado por el encarcelamiento y la ejecución de muchos de sus camaradas, comentó a su compañero McNair: “Esto es terriblemente sangriento […] estos desgraciados (la policía) están disparando a los nuestros por la espalda.”
Los comunistas incluso capturaron a los hombres del POUM que estaban heridos; y cuando visitó la cárcel, Orwell vio a un chico de diez años y a dos hombres con las piernas amputadas. En alusión a estas experiencias en España, así como a las de Birmania, Orwell exclamó en Dentro de la ballena: “He visto los cadáveres de un montón de hombres asesinados, y no me refiero a que murieran en combate, sino asesinados.”
.” Orwell describió su propia huida ignominiosa en una carta a Heppenstall: “Empezamos como heroicos defensores de la democracia y acabamos escabulléndonos por la frontera con la policía pisándonos los talones.” El 23 de junio, después de pasar tres días ocultos, Orwell, Eileen, John McNair y Stafford Cottman recibieron del consulado británico documentos para viajar y tomaron el tren hacia Francia. Ociosos en el coche restaurante como si fueran turistas corrientes, eludieron la detención cuando dos agentes recorrieron el tren en busca de extranjeros sospechosos. Tras cruzar la frontera se abrazaron con alegría y Orwell y Eileen pasaron tres días de descanso en la localidad costera francesa de Banyuls.
Sin embargo, esta vez no hubo saludos por parte de los campesinos. Orwell había visto a los comunistas traicionar a los que habían tratado de hacer la revolución para la que ellos se habían constituido. Vería el ejército de Franco, ayudado por tropas y armas alemanas e italianas, derrotar y reprimir a los republicanos con una brutalidad sobre la que no se olvidó de dejar constancia. Lo más deprimente y decepcionante de su experiencia española fue que los comunistas oficiales convencieran a los trabajadores de que traicionasen a sus aliados por cuestiones ideológicas y luego difundieran mentiras sobre el POUM que fueron creídas por intelectuales de izquierdas en Inglaterra y América, pero no por mucho tiempo; lo más luminoso sería la entrega y el entusiasmo de una clase obrera que había accedido como protagonista de una historia viva y concreta de transformación social. La verdad histórica se acabaría mostrando más poderosa que la falsificación estaliniana.
En ese sentido, se podría hablar de la victoria de Orwell.
—Nota
–1) En un documento de la policía fechado el 13 de julio de 1937 se advierte que “según su correspondencia” tanto Eric Blair como su mujer Eileen Blair “son trotzquistas pronunciados. Son de la ILP de Inglaterra”; del primero se dice que era del “comité de la ILP que funcionaba en la División Lenin al frente de la Granja (Huesca), se “tiene que considerarlos como agentes de enlace de la ILP…Vivía en el hotel Falcón, apoyado por la Ejecutiva Comité del POUM”, su credencial está “firmado por Jorge Kopp por su carácter da lugar a suponer que es una credencial sirviendo durante los sucesos de Mayo a favor de Hielen…Enlace con Albacete por medio de David Wickes…Enlace con Moscú…Eileen B. estaba en el Frente de Huesca el 13-3-37 (fecha inscrita en una fotografía). Tiene una credencial extendida en Barcelona el 17-3-37…Su marido tiene un permiso de salir del rente para ir a Barcelona extendido el 14-3-37” (El proceso…1989; 75)