Noticias Uruguayas 21 octubre 2019
CHILE
Piñera adelanta su noche de brujas: el incendio espontáneo del modelo neoliberal
By Paul Walder Octubre 19, 2019
No es una coincidencia que a poco más de una semana de finalizadas las protestas en Ecuador, que obligaron a Lenín Moreno a echar pie atrás en el alza de los precios de combustibles, Santiago de Chile viva incidentes y manifestaciones similares. El alza en las tarifas del ferrocarril metropolitano de Santiago provocó a partir del lunes una escalada de protestas que el viernes por la noche alcanzó una extensión e intensidad no observada durante el periodo post dictadura. En ambos casos hay una costura común: el modelo de mercado y las alzas como la gota que rebalsa una copa rellena de paciencia.
Primer acto. Las protestas comenzaron a inicios de esta semana por estudiantes secundarios organizados a través de las redes sociales para asaltar las compuertas del Metro. Acciones puntuales que con el paso de las horas y los días se extendieron por todas las estaciones de la red del ferrocarril. El éxito rotundo de las acciones, que gozó de una retroalimentación positiva y a gran velocidad, amplió de manera espontánea las acciones que se reproducen en intensidad y frecuencia.
Un segundo acto se abre con la intervención cada vez más ruda de los carabineros y la habitual violencia de las fuerzas especiales. Y es a partir de aquí que todo se desbanda. Si en un comienzo fueron estudiantes en un proceso de desobediencia civil, hacia el viernes los disturbios escalaron a barricadas en las calles, destrozos de escaleras mecánicas, incendios de buses, vehículos policiales, contenedores urbanos y estaciones del Metro. Durante la noche ardía el edificio de Enel, una expresión sobre la verdadera naturaleza de la protesta. No son solo las tarifas del metro. Es un sistema basado en aquello que David Harvey llama acumulación por desposesión. Cada chileno siente que las grandes corporaciones le estafan un poquito cada día. Un hurto que se ha prolongado por décadas desde las tarifas de los servicios, los créditos usureros, el transporte, las pensiones privadas miserables, o el lucro en la educación y la salud.
En pocas horas la indignación se ha precipitado. Un país que el fin de semana parecía ordenado y sumiso, este viernes ha estallado de ira, de rabia acumulada por generaciones y traspasada a los adolescentes, como decantación de las frustraciones de sus padres, hermanos y abuelos. Políticos de la alianza Chile Vamos han increpado a los jóvenes de protestar sin una causa propia en cuanto gozan de tarifas escolares rebajadas. La respuesta no se ha hecho esperar. Es una expresión de un dolor social acumulado por toda la larga historia del neoliberalismo chileno.
Al inicio de la primera década del siglo, durante el gobierno de Ricardo Lagos, otra generación de secundarios le reclamó por el sistema escolar vigente impuesto por la dictadura. Un primer aviso remecía por primera vez el modelo chileno, representado entonces como el gran paradigma de crecimiento económico y aparato de ascenso social. Años más tarde otra generación de adolescentes movió nuevamente la brújula de las elites. A alguien, a más de uno estaban dejando fuera de escena. Aquella fue la revolución de los Pìngüinos que años más tarde, durante el primer gobierno de Sebastián Piñera a inicios de la presente década, retomó con nuevas demandas el movimiento universitario. En Chile, como en otros grandes movimientos, han sido los estudiantes quienes han empujado la historia.
Los incidentes del viernes 18 de octubre han sido los más intensos, espontáneos y extendidos de toda la transición post dictadura. La convocatoria a un cacerolazo realizada por redes sociales a las 18:00 horas tuvo una respuesta masiva en todas las estaciones del Metro a las 20:30. Decenas de millares de personas, la gran mayoría sin organización ni militancia conocida, pasaron horas golpeando latas y cacerolas en piquetes que detenían el tránsito.
Ante este levantamiento, que ha sorprendido al país porque no tiene detrás ni organización ni colectivo conocido, el gobierno solo atina con la amenaza. Desde inicios de la semana ha aumentado la presencia policial en las estaciones del Metro y los métodos de control. Este viernes en twitter aparecían videos de estudiantes heridas por balines o perdigones.
Piñera ha salido de la escena desde el miércoles. Este viernes, cuando la situación era ya difícil de controlar por la policía, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, un pinochetista que se esfuerza por no parecerlo, instala en un patio en La Moneda un punto de prensa para anunciar que el gobierno invocó la ley de seguridad del Estado, que aumenta las penas a quienes alteren el orden público. En poco más de cinco minutos y sin responder preguntas, Chadwick despachó lo que ya se intuía: la única estrategia del gobierno es la represión y no considera una revisión de las alzas de las tarifas. Pero se trata de una inútil estrategia comunicacional. A esas horas la red de Metro estaba cerrada, millones de santiaguinos intentaban buscar un medio para llegar a casa y la policía estaba totalmente superada. La intensidad de las protestas, de los millares de piquetes, de los incendios se extendían por toda la ciudad y sus barrios.
Hacia la medianoche del viernes, con las protestas brillando en numerosos lugares de Santiago, los rumores de una intervención del ejército cruzaban todas las redes sociales. Algunos hablaban de un estado de emergencia, de toque de queda, y todos sobre el acuartelamiento de las fuerzas armadas.
Piñera es el pato de la boda de un proceso largo que involucra a toda la clase política. Porque las políticas post dictadura no hacen diferencia entre aquellos socialdemócratas de la tercera vía, neoliberales y pinochetistas. En este momento la indignación ciudadana tampoco hace diferencia entre los carabineros, el gobierno y toda la clase política, responsable de todas las causas y efectos actuales.
PAUL WALDER
Se desató la adormecida furia
By Walter Garib Octubre 20, 2019
Si vivimos “tiempos mejores”, ¿cómo serán los “tiempos peores”? Se agotó la paciencia de la población. Vamos a los temas centrales, para comprender la realidad o la ficción del país. Chiquillas y chiquillos invaden el Metro de Santiago y se niegan a pagar el alza del pasaje, aduciendo que es abusiva. Como la autoridad se niega a escucharlos, porque es sorda y necia, hay desmanes, destrozos a granel, caos en el servicio de transportes, llevados al delirio. 41 estaciones del Metro son destruidas y colapsa la ciudad de Santiago. ¿A quién se le ocurrió subir el pasaje, mientras los sueldos rozan el hambre y el endeudamiento de la mayoría, alcanza cifras de catástrofe? ¿Acaso el gobierno no dimensionó lo que sucedía en Ecuador, donde el pueblo estuvo a punto de tumbar al traidor Lenin Moreno?
En Santiago, una dependencia del Instituto Nacional es incendiada por encapuchados. La facilidad de cómo operan, hace pensar que poseen una adecuada organización. ¿A quién beneficia semejante acto criminal? Me referí hace un tiempo a este posible hecho en un artículo titulado “Alessandri ¿alcalde o sheriff”? Ahí manifestaba que el terreno donde se emplaza el liceo, es apetecido por infinidad de empresas constructoras. La historia continúa y el desenlace nadie lo conoce.
La diputada y abogada Maite Orsini acusa en un programa de TV:“Hay parlamentarios que tienen vínculos con el narcotráfico” y que ese mundo, habría permeado al Poder Legislativo, aunque también afirmó no tener pruebas de ello. Orsini armó una casa de pensiones, donde sartenes, usleros y platos volaban por los aires, creando el terror de quienes podían ser tildados de pertenecer a esta organización. Lo expresado por la parlamentaria no admite ambigüedad alguna en sus afirmaciones, ni en el uso del lenguaje, pues lo expresó en castellano: “Hay parlamentarios”. No dijo: “Habría, ni a lo mejor hay o yo creo que debería haber, porque creo haber visto a alguien consumir droga en un rinconcito o quizá se trata de un sueño que tuve anoche…” Ella hizo una afirmación categórica, contundente, clara como el agua —me refiero al agua que se tomaba hace años— que debió haber meditado al momento de expresarlo. Jamás pensó, cómo las jaurías instaladas en el Congreso, la iban a reprobar, ningunear, acusar de lenguaraz y amenazarla con llevarla a la Comisión de Ética, o a la Santa Inquisición, que opera en la Cámara de Diputados. Al final se disculpó y el silencio ha regresado al cementerio de la censura.
Hacia el sur, se producen violentos enfrentamientos, donde se utilizan palos, incendio de neumáticos, piedras, adoquines para repeler a los carabineros, protagonizado por pescadores artesanales, que exigen a la autoridad un aumento en la captura de la sardina, para el próximo año. Esta manifestación se suma a la guerra de la jibia, que también produjo protestas entre el gremio de pescadores artesanales. Como el mar de Chile pertenece a cinco familias, las protestas van a escalar y bien podría llegar el momento donde no exista solución.
Como los portonazos para robar automóviles, empezaban a causar dificultades y contratiempos a nuestra delincuencia, reconocida a nivel internacional por su audacia y creatividad, inventó las encerronas. Dentro de las exportaciones, Chile envía avezados carteristas, cuenteros a todos los lugares del mundo. Viven como príncipes en Europa y envían las ayudas del caso a sus familiares. Ellos hablan de trabajo, el cual posee riesgos infinitos, sin embargo, la necesidad tiene cara de hereje. No olvidan a sus padres cesantes, ni a sus hermanos que no van al colegio y patean piedras en el barrio, ni a la novia que vendrán a buscar, cuando el negocio les permita independizarse. A su manera y siguiendo las normas del buen empresario, bien pueden recibir el calificativo de emprendedores.
Las encerronas resultan más violentas que los portonazos y adquieren ribetes cinematográficos. Superan las películas de acción, donde no hay trucos y el riesgo de morir arrollado, se vive en cada jornada de trabajo.
Como epílogo a esta retahíla de hechos calamitosos, pues el prólogo ha sido demasiado sombrío y variado, el 40% de los hogares fue víctima este año de un delito. La violencia se pasea oronda, mientras desde el gobierno se anuncia cambiar la ley de tenencia de armas, tras la muerte del bebé Baltasar, debido a una bala loca. La tormenta avanza descontrolada, y nadie se atrevería a pronosticar, cuándo finalizará. Si un equipo de fútbol pierde varios partidos, el entrenador es arrojado a la calle. ¿Y cuál sería el destino del entrenador de Chile, derrotado una y otra vez por el pueblo? Debe recoger pilchas, disfraces de payaso, libros sobre magia y brujería, empacar a prisa y huir de la Moneda.