En la geografía del corazón, Utopía es el destino más anhelado
En la geografía del corazón, Utopía es el destino más anhelado. Imposible elaborar un mapa de sus contornos, tan cambiantes como el devenir de todos y cada uno de quienes aspiran a realizar el viaje desde Distopía. En cambio, es fácil conectar con las sutiles corrientes del mar interior que conducen hacia ese lugar tan denostado por muchos distópicos, decididos a malvivir y sufrir por ello antes que esforzarse para viajar hacia esa región. No es tanto por pereza como por miedo a lo desconocido, a pesar de llevarlo dentro de sí, y de sentir las corrientes favorables que conducen a ese lugar, pues no ignoran que allí hay otra atmósfera y brilla otro sol y otra clase de vida y de gentes más felices entre las que podrían llegar a encontrarse alguna vez. Sin embargo, se comprenden sus reservas a emprender el viaje, porque quienes se atreven a navegar en las corrientes de su mar interior, han de enfrentarse a Distopía tanto como a sí mismos.
En el enfrentamiento, muchos sucumben ante los obstáculos que se van encontrando. Unos, introyectados intencionadamente por expertos, a la edad en que no se puede elegir; otros, colocados a propósito por las fuerzas cavernarias para impedir cualquier elección que ponga en peligro la existencia de Distopía. Por ello, a la par que la desinformación, nunca se excluye la violencia contra quien pretende viajar hasta Utopía. Es más: la violencia, junto a toda clase de malas artes, laberintos mentales y emocionales sin salida y toda clase de trucos para distraer y disuadir del viaje a Utopía, son parte esencial para el funcionamiento de Distopía.
A pesar de eso, los habitantes de Utopía no cesan de crecer a lo largo de los siglos. A menudo, en condiciones de soledad y grandes sufrimientos, atraviesan existencias muy difíciles de soportar para los mediocres, timoratos y sumisos. No solo porque cada uno de ellos tiene que vencer en la lucha interior para eliminar lastres de lo humano, sino que, además, han de enfrentarse al controlado mundo exterior en muchas de sus facetas. Y una de ellas, es ineludible. En cuanto los guardianes del mundo distópico perciben que el camino elegido por alguien lleva ciertamente a Utopía, y corre el peligro de convertirse en referente para otros y ser imitado por muchos, ponen en marcha muy diversos métodos para impedirlo: el descrédito, la calumnia, la acusación, la prisión, la persecución, la exclusión, y no por último la condena y el asesinato. Sus nombres son tantos que no cabrían en un grueso libro, y menos aún en unas páginas, aunque tal vez les suene Jesús de Nazaret, o Sócrates, Platón, Ghandi, Luther King. No están solos en la interminable lista de portadores de antorchas que iluminan diversos caminos hacia diversas versiones de Utopia. Junto a ellos conocemos los nombres de muchos profetas, artistas, pensadores, activistas sociales o ecológicos, y un largo etcétera. Porque Distopía es como un organismo que ha parasitado al Planeta Tierra, un organismo vivo que se resiste a ser alterado y por ello ha creado sus correspondientes anticuerpos. Sin embargo, este parásito de cuerpos y conciencias ha llegado a degenerarse tanto y a generar con ello tanto sufrimiento en sus habitantes, que cada vez son más quienes buscan el remedio contra sus males. Entonces piensan en Utopia… y buscan referentes.