Nación Asturiana: soberanía y marxismo
Nación Asturiana: Soberanía y Marxismo
Carlos X. Blanco
1.España: es un estado colonialista. El estado español, en coordinación con la UE y otros estados “de nuestro entorno”, no ha dudado en echar basura y tierra encima de las reivindicaciones nacionales internas, por medio de la difusión de discursos anti-nacionalistas, tales como que “las fronteras ya están dejando de tener sentido”, “la globalización económica es el fin de las banderas y de los apegos a la territorialidad”, etc. En el caso asturiano, país que sigue siendo emisor de emigrantes, estos discursos lanzados desde el estado español y sus instituciones regionales-sucursales tienen visos de ser más sangrantes y ofensivos. Se invita a los asturianos a salir al exterior del país, a salir a buscar trabajo en España o en Europa bajo el rótulo oficial de “movilidad”. Los políticos españoles en el poder, incluyendo los socialistas que gobiernan Asturies como una colonia, sostienen enérgicamente que hay que olvidarse de sentimentalismos territoriales, y que hay que participar de la movilidad laboral, tónica del capitalismo global y sin fronteras de hoy. Pero al mismo tiempo, y esto resulta paradójico cuando menos, esos mismos gobernantes apoyan y promueven medidas de protección estatal de fronteras cada vez más duras y expeditivas. ¿Así que no hay ya fronteras laborales? ¡Que se lo pregunten a los africanos baleados ante las vallas, cada vez más altas, de Ceuta y Melilla! ¡Que se lo pregunten a los africanos que cruzan el mar para llegar a Canarias! Es evidente que la emigración se hace en condiciones distintas desde Africa que desde Asturies. Ni las necesidades ni la situación vital de partida son las mismas. Pero España, así como la UE, siguen siendo instituciones rígidamente territoriales, las más “nacionalistas” y las más “excluyentes” en términos etnicistas, territoriales y racistas. España y la UE son superestructuras que se atreven a descalificar o a ignorar a las naciones pequeñas que pretenden desvincularse de los imperios coloniales a las que están sujetos, precisamente acusándoles de unos crímenes que solo han cometido las instituciones que poseen y defienden fronteras a sangre y fuego, comenzando por el Estado de España. Pues su objetivo sigue siendo estratificar la mano de obra, como medio de asegurarse plusvalías suculentas.
2. El invento de España ¿Existe España? Como estado sí: todos sabemos de su existencia. La última ratio es su poder coercitivo, esto es, el uso de la fuerza violenta y del derecho penal en caso de verse amenazada esa entidad (institucional, jurídica) tanto por enemigos internos como externos. La pregunta complicada de responder es si existe una nación española. La existencia de las naciones, inevitablemente, se mueve en dos planos, al menos: el subjetivo y el objetivo. En el plano subjetivo, fundamentalmente manejado en las encuestas sociológicas, se hace referencia a los sentimientos. Creo que en una democracia los sentimientos son libres y respetables. Los ciudadanos del estado español que no se sienten españoles deben respetar a los que sí poseen este sentimiento. Y viceversa. Es cierto que, según las coyunturas históricas se dan graves asimetrías o descompensaciones en esos sentimientos. También me parece que en este estado, la palabra “respeto” resulta desconocida en el acervo de muchos energúmenos de cualquier signo.
Pero, por más que la cuestión de los sentimientos aflore inevitablemente en la discusión sobre los nacionalismos, y por más que los sentimientos se traduzcan muy pronto en pasiones, incluso en pasiones violentas, no es esta la cuestión fundamental. Las naciones tienen que existir más allá de los sentimientos de quienes las aman, defienden, etc. Las naciones deben tener una cierta existencia objetiva. ¿De dónde, de qué caudal de datos procederá esa objetividad? Para mí no caben dudas. De la historia. La historia de los pueblos es la matriz de donde se pueden singularizar determinados componentes étnicos, lingüísticos, estéticos, etc., que sirven para una posible diferenciación ulterior. Es a la historia a la que hay que interrogar radicalmente, y no a éstos, por muy importantes que aparezcan o se resalten en una coyuntura dada.
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