Multas al 15-M o la dictadura de baja intensidad explicada a «tontos de los cojones»
O más exactamente, no protestar cuando, dónde y cómo las autoridades determinen, generalmente en estrechos márgenes que mantienen la apariencia democrática pero que, en realidad, domestican la reivindicación, lo que equivale a vaciar de contenido y eficacia uno de los derechos naturales, la protesta, toda vez que ésta se convierte en un mero paripé cuando se canaliza del modo que quieren los causantes de las quejas.
Las “autoridades” lo “justifican” arguyendo que “hay que conjugar el derecho a manifestarse con otros derechos de terceros”.
Infiltrados policiales y calumnias
Por otra parte, no olvidemos que contra el 15-M ya se ha empleado sin éxito la calumnia al vincularlos con ETA, y ha resultado imposible aplicarles el código penal, por más que los policías infiltrados hayan intentado encontrar “algo, lo que sea” que permitiera incoar diligencias penales.
Por cierto… ¡qué reconocibles son algunos infiltrados, madre mía… cómo se nota la barba de dos días, los musculitos, la riñonera, el zapato negro, el querer enterarse de todo, el girar instintivamente la cabeza cuando se menciona a la policía, el sentarse en el borde de la silla con ambas palmas sobre la mesas, así como otros muchos detalles que, por prudencia, omitiré!
De cualquier modo, si contemplamos la secuencia de hechos al margen del “atronador ruido”, que diría don Amadeo de Saboya, el escenario quedará así. Y no se rían, que el asunto es bastante más serio de lo que aparenta…
¡Comienza el espectáculo!
Se abre el telón. Tiempos del “España va bien” (cuando el catalán se hablaba en la intimidad, recuerden). Los banqueros decidieron prestar dinero a los ciudadanos para que adquirieran un bien de primera necesidad, la vivienda, que se encuentra sometido al “mercado libre”. Pero un mercado tan libre, tan libre, tan libre, que solo se abre para quienes posean dinero.
¿A quiénes pertenecía ese dinero que prestaban los banqueros para adquirir “libremente” viviendas? Pues, aunque parezca increíble, eran los depósitos de miles de ciudadanos. No pertenecía a los banqueros. Pero éstos disponían de esos fondos como propios y, además, lo prestaban a los depositarios añadiendo intereses.
¿Cuánto valían esos bienes (viviendas) que los ciudadanos no podían adquirir y por los cuales habían de pedir prestado dinero a unos señores que no eran dueños de ese dinero pero que lo prestaban con usura? Pues lo que los prestamistas determinaban, pues eran ellos quienes tasaban el valor de esas viviendas.
Y como les convenía inflar esos precios para recibir más intereses… pues lo hinchaban y con ello generaron una burbuja. Obviamente, los prestamistas sabían que aquellos bienes estaban sobrevalorados, pese a lo cual incluyeron como exactos esos valores artificiosos en sus balances.
De agujeros, ladrones de cuello blanco y chupópteros…
Para no aburrirles con el relato de este collar de despropósitos capitalistas, veamos qué ocurrió después aunque sea saltando algunos pasos…
Un buen día se descubrió que una de aquellas entidades, Bankia, presentaba un “agujero” (léase estafa, latrocinio, robo, saqueo, etc.) de docenas de miles de millones de euros. Entidad en la que, además, calentaban los sillones como “consejeros” una horda de chupópteros vinculados al Partido Popular. Y estos chupópteros ganaban (y ganan) mucho, mucho, mucho más por calentar aquellos sillones que lo que pueda ganar un neurocirujano, científico, profesor de instituto, cardiólogo, etc.
Cuando se destapó el latrocinio, y para que nadie pidiera cuentas a aquellos chupópteros (perdón, consejeros) ni a los ladrones de cuello blanco (perdón, banqueros) que perpretraron aquel robo (perdón “desajuste en los balances”), el PP decidió culpar al Banco de España, circunstancia que terminó de quebrar la escasa confianza financiera internacional que aún pudiera suscitar nuestro país.
Como consecuencia de estos hechos, y de otros muchos análogos ejecutados con idéntico afán de lucro por similares individuos puestos previamente de acuerdo, la economía española quedó hecha fosfatina.
Sin eufemismos: cogidos por los cojones
A la vista de lo anterior, los grandes capitalistas (que son canallas pero muy astutos) nos tienen ya (digámoslo sin eufemismos) enganchados por los cojones, y no parecen dispuestos a soltarnos.
Por cierto, no dudemos, seguirán apretando en forma de rescates (uy, perdón, “líneas de crédito”) para cubrir aquellos saqueos que pagaremos todos (menos los causantes) con nuestro bienestar, educación, sueldos, pensiones, sanidad, derechos civiles, etc.
¿Y cuál está siendo la reacción de nuestras “autoridades”?, ¿detener, procesar y encarcelar a los banqueros que falsearon balances e inflaron artificiosamente el valor de los bienes? Noooooo… ¿Señalar los bienes de los presuntos responsables a los efectos de previsibles indemnizaciones por daños? Noooooo, tampoco. Nos han convertido, sin pedirlo nosotros, en avalistas de un crédito que cubra esos pillajes y que permitirá al gran capital entrar a saco y arrebaatarnos las pensiones y los servicios públicos.
¡Pero, Aleluya, Oh Señor Jesús, nuestras autoridades nos defienden de los “graffiti borrokas”!
Verán, las “autoridades”, entre ellas la inefable delegada del gobierno en Madrid, son muy respetuosas con “los valores de nuestra constitución” y para asegurarse de que se respeta “el derecho de los ciudadanos a transitar por las plazas públicas (¡asunto de tremendísima importancia en estos tiempos, como puede suponerse!) decidieron limitar la permanencia de los manifestantes del 15-M y sancionar a quienes lo sobrepasen.
Permanencia que la propia delegación de gobierno había fijado, por supuesto.
Recapitulando, usted se vio obligado a comprar un bien sobrevalorado y además lo apoquinará con intereses durante décadas. Las ganancias de este proceso irán a unos pocos bolsillos cuyos dueños, para más recochineo, han hundido la economía al grito de “coge el dinero y corre”.
Y no solo eso, además Vd deberá pechar con ese desvalijamiento hipotecando (también) su futuro y el de sus hijos pero, eso sí, como proteste fuera de los cauces que le establezcan las “autoridades”, le impondrán multas, le abrirán la cabeza unos señores de uniforme (que ocultan su número de identificación y ojo, “actúan de manera impecable”) y hasta puede acabar detenido y procesado.
Y ahora, como guinda, la última morcilla del sainete: si frente lo anterior se le ocurre realizar pintadas de protesta será incluido en la “kale borroka”. Vamos, que se convertirá usted en una suerte de terrorista de “baja intensidad”.
Evidentemente nos encontramos instalados en una “dictadura de baja intensidad”. Eso sí, con elecciones cada cuatro años precedidas de una colosal manipulación y rematadas con el incumplimiento generalizado de lo prometido en campaña. Vamos, una democracia “como Dios manda”.
El movimiento 15-M, junto a cada vez más ciudadanos pensantes, está destapando y concienciando sobre todo este colosal montaje. Esta conciencia se va extendiendo lenta pero ineluctablemente y, el día que unos cuantos millones de ciudadanos más se hayan percatado, “autoridades”, chupópteros y ladrones de cuello blanco pueden comenzar a tener problemas muy, muy serios.
Y por eso se acosa al 15-M bajo el pretexto de “salvaguardar derechos de terceros”… ¿vais entendiendo ya de que va todo… tontos de los cojones?