Mohamed Ali, marcado por la tortura y asesinato de un adolescente negro
“Siempre le pregunté a mi madre ¿Mamá, por qué todo es blanco? ¿Por qué Jesús es blanco y tiene los ojos azules? ¿Por qué en la última cena todos son blancos? Los ángeles blancos”, contó a la BBC en 1971 Muhamed Ali (1942-2016), considerado uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos.
(Veamos ahora algunos extractos “retocados” de un artículo que publiqué en 2016, en el diario digital Piensa Chile, y que repetimos en esta ocasión tras el aterrador asesinado de George Floyd, quien decía con la rodilla de un policía aplastándole el cuello: “no puedo respirar” ¡mamá, mamá, no puedo!”)
Mohamed Alí y el asesinato del adolescente negro
Hace unos días, cuando me desperté con la noticia de la muerte de Mohamed Alí (1) el boxeador que desafió al Imperio y se negó a ir a la Guerra de Vietnam, pensé en “la condición humana” (sobre todo en el racismo que sufren los negros en EEUU) y en la filosofía de “America First” que no deja de exportar el modelo del superman blanco, el héroe más estúpido que ha parido el bastardo capitalismo que “no nos deja respirar”.
Cuando Mohamed Ali se negó a ir a la Guerra de Vietnam (2) tras ser llamado a filas a finales de 1967, pronunció un rotundo “NO” que le valió el despojo del título de campeón del mundo que obtuvo en 1964, la retirada de la licencia para boxear (en el mejor momento de su carrera) y una condena de cinco años de cárcel.
Aunque fue puesto en libertad bajo fianza, su pasaporte fue confiscado y se le prohibió boxear durante tres años y medio.
El joven que se entrenaba corriendo con cuatro kilos de plomo atados en cada tobillo para, una vez quitada la carga, poder volar como una mariposa y picar como una abeja, se vanagloriaba en su etapa de plenitud de que era “el más grande, el mejor luchador de todos los tiempos”. Aún no le había visitado la enfermedad ni había leído en El Libro de la Vida que “la juventud es locura; la madurez, lucha, y la vejez, lamento”.
Mohamed Ali, que dejó de llamarse Cassius Clay al considerar que era un nombre de esclavos, rechazó convertirse en otro nefasto Rambo-Terminator (también exportado por USA para amedrentar a los débiles) alegando dos poderosas razones. Primero dijo: “Ningún vietcong me ha llamado nunca ´nigger`” (término despectivo que usan las personas blancas para referirse a los negros), y luego, “¿Cómo voy a viajar diez mil kilómetros para pelear por la supremacía de los blancos?”
Cuentan sus biógrafos que el tricampeón del mundo de los pesos pesados recibió de pequeño un fuerte impacto que cambió para siempre su forma de pensar: el asesinato de un adolescente afro-americano, de 14 años, llamado Emmet Till, quien cometió el delito de silbar a una joven blanca para celebrar su belleza, hecho que ocurrió en la pequeña población de Money (Misisipi).
En la madrugada del 28 de agosto de 1955, Emmet piropeó a una blanca de 21 años y luego se marchó tranquilamente a casa. Días después, la familia de la chica le secuestró y, tras golpearle y mutilarle, le disparó en la cabeza y arrojó su cadáver a un río.
El pequeño Cassius Clay, que por aquel entonces tenía 13 años, sintió aquello –dicen los cronistas- como si aquella paliza y aquel balazo volaran la tapa de los sesos de todos los adolescentes negros que permanecían en el gheto de la esclavitud.
La rebeldía de Mohamed Ali, – quien no quiso sumarse a los bombardeos con Napalm que quemaron vivos a decenas de miles de campesinos y campesinas vietnamitas ni a las incursiones en las aldeas donde se violaba y mataba a las menores-, no era más que otra manifestación del espíritu de Martin Luther King quien dijo, en un discurso pronunciado en Nueva York el 4 de abril de 1967, un año antes de su asesinato, que el gobierno estadounidense “es el mayor proveedor de violencia en el mundo”.
Ahora con el escalofriante asesinado de George Floyd, asfixiado con la rodilla de un policía que descargó todo su peso sobre el cuello «de todos los hombres y mujeres libres» mientras decía: “no puedo respirar” ¡mamá, mamá, no puedo”, es el momento de preguntarnos otra vez, con Mohamed Ali:
“Siempre le pregunté a mi madre ¿Mamá, por qué todo es blanco? ¿Por qué Jesús es blanco y tiene los ojos azules? ¿Por qué en la última cena todos son blancos? Los ángeles blancos”.
Y por qué de paso ¿No nos manifestamos en las Embajadas y Consulados Usa de todo el mundo para gritar: No puedo respirar ¡mamá, mamá, no puedo! El caso de George Floyd merece una respuesta contundente y global. Otra: ¡Europa despierta, deja de ser ya el perrito faldero de la OTAN y del 666 de turno de la Casa Blanca!
(1) Mohamed Alí (17 enero de 1942- 3 de junio de 2016).Falleció a los 74 años de edad.
(2) La Guerra de Vietnam (1955-1975) terminó con la muerte de entre tres y seis millones de vietnamitas (al menos dos millones de civiles) y unas 55.000 bajas estadounidenses.
El blog del autor es: Nilo Homérico