Michel Onfray, devenir romano ( II )
Por Iñaki Urdanibia
Si en su primera entrega de su Journal hédoniste ( Grasset, 1996) el bulímico normando mostraba su deseo de ser un volcán ( vesubiano ), ahora se traslada a la cercanía de éste no con el fin de lanzarse a su cráter, al del Etna, como hiciese, según cuentan, Empédocles, sino para aproximarse y aproximarnos a los lectores, al pensamiento que se cocía por aquellos primeros años de la era común por aquellos pagos, reivindicándolo. La geografía cuenta mas ésta también sirve para proponer un modo de vida cuando el volcán, manera metafórica de simbolizarlo, de la civilización occidental, está a punto de finiquitar en su prolongada decadencia. ¿ Qué hacer en tal tesitura? La respuesta del autor viene expuesta en su « Sagesse. Savoir vivre au pied d´un volcan» ( Albin Michel / Flammarion, 2019) del que se han editado cien mil unidades, libro en donde reivindica una lectura de los romanos, cuya filosofía no se reducía al campo del pensamiento, como según dice era la propio de los filósofos atenienses, sino que era su práctica que daba ejemplo de vida, y en la que Onfray subraya ciertos valores encomiables: el coraje, el sentido del honor, el de la dignidad, el rechazo del exceso, de los comportamientos licenciosos; el propósito del autor queda claramente expuesto : « Sagesse no tiene otra ambición que renovar con el espíritu de la filosofía romana. No para obtener discípulos, sino para servir y ayudar a lectores desconocidos. No haya para mí mejor idea que una ida útil.[…]. En contacto con los filósofos romanos he aprendido que dando se deviene rico y pobre guardando lo que se tiene». La cosa, la admiración hacia los valores romanos, por lo que cuenta en el anterior libro del que dí cuenta, La pensée qui prend feu, venía de lejos, así en la página 53 hablando de sus tiempos de estudiante dice: « no estaba interesado por la moda de los 70[ se refiere a la psicodelia y sus lemas peace and love, y la búsqueda de paraísos artificiales]. Amaba entonces ya, la tensión romana de los filósofos antiguos y la virilidad de la época republicana» ( sic!).
El espíritu propio de la filosofía como cuidado de sí, como radicalidad existencial, en la onda de una filosofía auto-proclamada como rebelde, insumisa y libertaria, hedonista, solar( postulándose de la pensée du midi) cierto espíritu libertino( que no libertinaje; «no hay más que pensamiento libertino, es decir liberado, autónomo, independiente, poco preocupado de las consignas de una época y las modas que atraen a casi todos los domésticos, y criados» ) , defensora de cierto dandysmo, materialista , constante en la trayectoria del filósofo ( basta con ver las referencias a Lucrecio, a los cirenaicos, cínicos, y a pensadores más actuales como Nietzsche, por supuesto, Camus, Thoreau…y suficiente consultar su bibliografía: su contra-historia de la filosofía, su manifiesto hedonista, etc. ): una filosofía que se traduce en una manera de vivir , en la que coincide el pensar con el hacer, y no la que se limita a la nebulosa de las teorías fumosas.
La apertura de la obra resulta empalagosa en lo que hace a un retrato francamente paradisíaco de la sociedad roma de principios de la era común, el panorama pintado es de traca, atmósferas virgilianas, plebeyos, patricios, comediantes, esclavos, comerciantes, maestros de escuela amantes, panaderos, tejedores, escultores, cónsules, tallistas, herreros , joyeros , arquitectos, médicos, muleros, agentes inmobiliarios, y…mariposas, abejas, ruido del agua de las fuentes, ruidos, sonidos, perfumes, colores, vibraciones de la vida…viviendo al pie del volcán, allá en donde el fuego no duerme nunca. A este ambiente bucólico y pastoril, o similar, se vienen a sumar diferentes personajes destacados de la era: Séneca, Estrabón, Vitruvio, Diodoro de Sicilia, Suetonio, Tácito, Plinio el anciano y el joven que dan cuenta de los terremotos y de las erupciones volcánicas, y la consideración de Plinio que « Dios es, para un mortal, el hecho de ayudar a un mortal, y esa es la vía para la gloria eterna».
Tras ese solar prefacio, Onfray entra a exponer en tres partes el pensamiento de los romanos: Sí, una ética de la dignidad, Los otros, una moral de la humanidad y El Mundo, una ecosofía de las cosas. En la primera desvela la maestría en retórica de Quintiliano, el ocio mediterráneo de Plinio el joven, el descubrimiento del hombre romano por Panetius, la firmeza ante el dolor de Mucius Scaevola, el buen envejecer de Catón el anciano, la lengua perdida d Cicerón, el momento adecuado para suicidarse de Séneca, la preparación de la muerte según la visión de Cátulo y el poema cínico de Lucrecio. En la segunda se habla del tener descendencia, convenientes e inconvenientes, según la concepción de Demonax, el uso de la palabra en Regulus, la doble vida de Séneca, lecciones sobre el amor de la mano de Graco, la amistad reprsentada por Volumnius, la santidad pagana de Plutarco, el suicidio de Lucrecio, una carta de despedida de Cicerón a su esposa y la cojera de Epicuro. En la tercera nos las vemos con Dentatus que indica cómo poseer y no ser poseído, las ocupaciones políticas representado por Cayo Graco, el dolor del cínico Luciano, cómo pensarse en el mundo según Sextius el padre, las creencis de Pulcher, lo que supone vivir como romano según Marco Aurelio, los que nos enseña la naturaleza explicado por Escipión Nasica, el cachondeo presentado por Luciano , Celso, el último pagano, el modo de vivir como romano y un apéndice en el que Onfray deambula por las ruinas, indicando en qué consiste el buen uso de la Antigüedad. [ Imposible explicar el contenido de cada una de las entradas nombradas, lo que hace que simplemente vaya a entresacar aquellos puntos que resultan destacables como presentación de lo que Onfray presente como ejemplo a emular, y su pertinencia en los tiempos actuales; recurro en especial al apéndice- pp. 475 et ss.- ya que en él se presenta en cierta una explicación / justificación de la travesía realizada por el autor].
Onfray subraya la necesidad de tener en cuenta que los problemas de transmisión de textos de la antigüedad resultan problemático en lo que hace a su supuesta objetividad, ya que depende de quien escriba sobre ello, así resultará el retrato del personaje y la presentación de sus doctrinas: así, por ejemplo Marco Aurelio será distinto si es el presentado por Pierre Grimal, Pierre Vesperini, Pierre Hadot, u otros. Esta excusatio resulta necesaria si en cuenta te tiene que muchas de las cuestiones presentadas, y alabadas, por Onfray chirrían, con respecto a la visión que de ellas se han dado como buenas a lo largo de la historia. El resultado es un peplum mas no como a los que se nos tiene acostumbrados: aquí los gladiadores son presentados en contra de la imagen caricaturesca, habitual que les convierte en brutos de libro, como ejemplo de coraje y seres que desprecian el dolor, pues según sentencia Michel Onfray, saber morir es saber vivir, al tiempo que combaten en la edificación de su propia existencia.
Como queda indicado el autor recomienda la lectura de los consejos y de las vidas de los hombres antes nombrados, señalando su absoluta actualidad, y para ello los rescata del olvido, hasta el punto de que entra en la presentación de nombres realmente desconocidos, o conocidos tan vez únicamente en los ambientes especializados o académicos. Esta reivindicación de la lectura y del conocimiento de la lengua en la que escribían, enseñanza que han desparecido prácticamente de los planes de estudio, es digna de aplauso , en una abierta y decidida apuesta por las humanidades. De la misma manera que enfatiza en la importancia de los profesores a la hora de servir como transmisores de autores y doctrinas mantenidas fuera de los programas [ aunque a estas buenas intenciones puede oponerse la obligación de cumplir los programas marcados por la ley].
Entre las lecciones que pueden extraerse de la lectura se hallan las que eran el eje de los valores romanos: el honor y la amistad, cuestiones que quedan aparcados en los tiempos en los que domina el individualismo, como es el caso de las sociedades contemporáneas, en las que los lazos de amistad se reducen en no pocas veces en un me gusta, que se limita a una especie de señal de vida: de aquí estoy yo por parte de quien lo teclea y el gozo del que lo recibe como una afirmación de sí.
Ya anteriormente, véase su Décadence, Onfray vestido de spengleriano anunciaba el agotamiento de nuestra civilización y el desencanto que tal estado provoca; siguiendo en la misma senda, un tanto apocalíptica, y como propuesta de hallar cierta salida al atolladero, es en donde Onfray propone mirar hacia los tiempos y lugares en los que algunos ciudadanos se atrevían a enfrentar los peligros de la situación, como ejemplo aprovechable, mutatis mutandis, a la actualidad.
Nadie ha de buscar en el libro un remedo de un manual de auto-ayuda para vencer la desesperanza o un vademécum al que acudir para paliar los dolores que ocasiona el presente, sino que es la recuperación de una época intentando limpiarla de las excrecencias añadidas por distintos interpretes, y de manera especial el cristianismo; presenta así un muestrario de las luminarias de aquellos tiempos imperiales, con la ventaja de que apunta a cuestiones desconocidas, ignoradas o censuradas, con lo que hace que la lectura resulte sin dificultad, y nadie podrá negar que la prosa y la capacidad de narrar de Onfray facilitan la tarea ya que se desliza con agilidad y claridad, narrando abundantes historias y sabrosas anécdotas ( al estilo, en ocasiones, al anecdotario relatado por Diógenes Laercio en su vida de los filósofos ) que he de decir, en honor a la verdad que a veces resulta aliada de ciertas simplificaciones que parezcan, sin rizar rizo alguno, que son un claro barrera para casa, es decir para la concepción que Onfray defiende de antemano, de entrada y de salida.
La profusión de nombres propios y la acumulación de ciertos datos y fechas no supone solución a lo que acabo de indicar sino que en cierta medida provoca cierta sensación de agotamiento, o de para que acabéis de verlo claro: añado esto y lo otro que viene a confirmar lo que vengo diciendo. En este orden de cosas, y no es la primera vez que lo apunto, se observa en Michel Onfray una tendencia a simplificar las cosas desde el tono de sus primeras obras a las últimas en un descenso creciente, que a veces crujen, al ir despojándose lo que él considera jerga filosófica que desvía a la filosofía de su verdadera vocación ( conste que su criba la ha trasladado igualmente al campo de la historia, véase su revisión de la historia de la revolución francesa ; o de la literatura: puede confirmar esta usurpación en sus trabajos sobre el Quijote, Gulliver o Sade…que son ampliaciones de sus afanes de escribir una contra-historia de…). Precisamente en el apéndice nombrado lleva a cabo unas resentidas – al menos a mí así me lo parece- con respecto a diferentes filósofos y pensadores ( entre los primeros caen en desgracia, ya habían caído, Gilles Deleuze por su definición de la filosofía como creación de conceptos, Michel Foucault o Pierre Hadot, y entre los historiadores : Paul Veyne o Pierre Grimal, Jerôme Carcopino, por ejemplo). A este respecto dos cosas me parecen necesarias decir: 1) que las descalificaciones resultan en estos, y en otros , casos de sal gruesa, y hasta me atrevo a decir más, se notan ciertos resabios anti-academicistas que más parecen fruto de cierto resentimiento con respecto a Paris ( resabios de una fogosa defensa de la periferia contra el centro, girondinos contra jacobinos) y a algunas prestigiosas instituciones pedagógicas, 2) en este proceso de echar lastre, se despoja de manera abrupta de algunos autores a los que anteriormente había alabado, mostrando su deuda con ellos: es el caso de Deleuze o Foucault ( podría añadirse Derrida y unos cuantos más) a los que antes elogiaba sin ambages ( Deleuze por su inversión del platonismo), a Foucault por su giro metodológico que apostaba por la vida, o a Derrida por su tarea deconstructora…); no solamente en su Politique du rebelle. Traité de résistance et d´insoumission ( Grasset, 1997) en donde venía a decir que cada página de estos autores había más enseñanzas que en los libros enteros de los nuevos filósofos mediáticos que no hacían sino repetir jaculatorias y consignas propias de los cursos finales ( terminales) del bac; o todavía en las explicaciones que daba a su abuela sobre el posanarchisme ( Galilée, 2012); o el elogio que del compromiso que de ellos hace en su homenaje a Pierre Bourdieu, Célèbration du génie colérique( Galilée, 2002): «existe una corriente crítica que se opone, rechaza, resiste a la religión liberal y se desmarca de ella con potencia. En este linaje, Sartre abre la marcha, Foucault y Deleuze llevan en alto y con claridad el oriflama de la cólera. Sólo Derrida queda en la pista[ se refiera a que los otros habían fallecido] . Bourdieu era de los suyos», y también, y en concreto, hablando del nietzscheísmo de izquierdas incluye a Los tresa los que he nombrado, junto a Henri Lefebvre, Bataille o Camus ¿ No quedamos en que vida y filosofía van de la mano, siendo la segunda el reflejo de la primera? ¿ o varios de estos casos son una excepción?. En esta ocasión , sigue la senda contra las filosofías espiritualistas, basadas en las Ideas, con lo que anula amplias franjas de la filosofía griega al ponerlas en comparación con la de los romanos y apuesta por estos ya que estos pisan suelos mientras que los atenienses se mantenían en las nubes de la teoría; vaya por delante que le guste o no a Onfray las escuelas del helenismo ( estoicas, epicúreas o cínicas…) tuvieron su cuna en Grecia y las versiones romanas son aplicaciones ad hoc de estas aplicadas a su realidad, o al menos guardan ciertos aire de familia, lo que no quita que ciertos personajes latinos hayan sido vaciados históricamente de cualquier valía filosófica otorgándoseles una personalidad ajena al pensamiento filosófico: así si lo segundo parece absolutamente pertinente , lo primero, establecer una fractura absoluta entre lo griego y lo romano pienso que resulta excesivo. A pesar de lo largo de la cita, me permito transcribirla por la claridad de lo que Onfray se trae entre manos: « Atenas ama las ideas y los conceptos, la metafísica y el idealismo. Atenas, y toda Grecia con ella, es la Esfera de Parménides y el Número de Pitágoras, el Parménides de Platón y la Metafísica de Aristóteles, la Idea pura del primer y el primer motor inmóbil o la causa incausada del segundo, es la mentepsicosis pitagórica reciclada por Platón, después por el cristianismo. En Atenas se mira el cielo y , como Tales [ que no era ateniense, por cierto, sino de Mileto] la mirada perdida en la Vía láctea, se cae en los agujeros – provocando la carcajada de la sirviente tracia, dicho de otra manera de la persona sencilla y plena de buen sentido…
» Roma ama las cosas y la realidad, el muno y la historia, la geografía y la arquitectura, la agricultura y la política, las ciencias naturales y la retórica, la poesía y el teatro, también el derecho. Que se piense en Tácito y Vitruvio, Collumelo o Cicerón, Quintiliano y Plinio, Virgilio y Horacio, Perseo y Juvenal o Plauto y Terencio, o todavía en Ulpiano o Papiniano…En Roma, no se hace carrera con las Ideas puras o los conceptos, sino con lo concreto»[ un par de cosas me llaman la atención en la cita: por una parte, el exagerado balance que establece entre unos y otros, poniendo en el haber de unos todas las maravillas y el el de los otros todo va al debe ¿ no había teatro, arquitectura, política, geografía…en Grecia?; por otra parte, si el pensamiento que señala de Grecia, lo amplía a toda Grecia, ¿ dónde quedan todas las ideas del helenismo( estoicos, epicúreos, cínicos….?, o ¿a quedan reducidos los megáricos o los cirenaícos?, ¿ No daban los cínicos y el resto de tendencias nombrada ejemplo de vida? autores todos ellos a quienes Onfray ha estudiado y alabado como contrapuestos a la visión idealista, y defensores de un hedonismo materialista, y de una concepción de la filosofía como cuidado de sí encaminada al buen vivir – baste ver sus estudios sobre Epicuro, sobre el cinismo, los cirenaicos, o su primer tomo de su contra-historia de la filosofía: Les sagesses antiques ( Grasset, 2006) en donde se detenía en las filosofías de Leucipo, Demócrito, Anaxarco y Sa, Antífon, Arístipo, Diógenes , Filebo, Eudoxio, Prodicos, Epicuro, Filodemo de Gadara, Lucrecio, Diógenes de Enada…¿ No siguen algunos de los latinos de los que habla algunas de las ideas y concepciones coincidentes sino heredadas de éstos? ¿ O es que habiéndoles prestado suficiente atención a lo largo de sus obras, no quiere repetirse y acude a otra geografía y supuestamente a otra concepción?…cierto es, no obstante, que en este volumen que he leído sigue postulando el valor de Diógenes de Sínope, Epicuro, Eurípides, Heródoto, Homero…griegos todos ellos. También mantenía el magisterio de éstos en su Manifeste hédoniste en el que, por cierto de un hedonismo libertario y solar, parecía deslizarse a un hedonismo consumista, defendiendo la energía nuclear como modo de mantener nuestra comodidades materiales. En esta obra, expresa su decisivo descubrimiento de la labor desmiticadora de Pierre Sevrini, a quien sigue haciendo que algunos santos de su devoción dejen de serlo ya que no eran lo que pensaba: Epicuro un verdadero dictador y guiándose por una dialéctica espiritualista, nada comparable con el pragmatismo de Cicerón, anclado en el suelo y en la realidad de los humanos; Lucrecio, autor de un célebre poema, que se hacía pasar por epicúreo sin serlo, y que solo repetía las doctrinas del griego; ambos manteniéndose en niveles alejado de la inmanencia: De este modo, Onfray prosigue en su constante labor de despojarse de lastre, omo se puede ver en esta obra y en las valoraciones que en ella se hace con respecto a los os nombrados ]. En estos tiempos de desesperanza y desbrujule que Onfray señala tanto unos como otros pueden ser lecturas oportunas y pertinentes, sin necesidad de vivir en las cercanía de un volcán y sus incertidumbres, todos hoy vivimos en una situación similar – ¿asoma el fin de algo? ( aunque a veces, ante los anuncios apocalípticos o casi, parece oportuno entonar aquella copa de Ilegales: agotados de esperar el fin– a la que que vivieron tanto los griegos, en las cercanías del volcán, como los griegos, vislumbrando el fin de la polis y la ampliación a la inabarcable cosmópolis.
En algunos de esto cambios, que señalaba, podrían pensarse de que se trate de aquello que dijese su maestro Nietzsche: la serpiente si no cambia de piel muere, o – como señala en el apéndice que nombro- hubo momentos en que funcionaba con una vela [ se refiere a su admiración abandonada con respecto a los estudios sobre el helenismo de Foucault y Hadot] hasta que descubrió la electricidad…dichosa iluminación que guía su visión basada en la importancia decisiva que otorga al hapax existencial a señalar y subrayar aspectos tan filosóficos como la sexualidad desbocada y sádica de Foucault ( ya había usado este látigo en su ensayo sobre el erotismo chusquero del divino marqués, situándose en la onda del causalismo morboso de James Miller o en las bobadicas del marido de Isabel Preysler) o los años de sacerdocio de Pierre Hadot, o la pertenencia de Grimal al neogaullismo como poco menos que causa de algunas tergiversaciones con respecto a algunos personajes romanos, o el pasado petenista de Carcopino que impide leerle con serenidad…sin obviar el añadido de profesor en el Collège de France, o normalien, como si de insultos se trataran. No vemos las cosas como son sino como somos que decía Anaïs Nin; o por decirlo con palabras de su maestro en el Gai saber: toda filosofía es la confesión autobiográfica de su autor. [ No me parece aventurado afirmar que su despelleje de Freud, en base a anécdotas y argumentos ad hominem, descalificaba de una tacada al psicoanalista y a sus ideas y prácticas, supuso un giro a partir del que da la sensación que el normando se ha situado, cada vez más, él solo contra el mundo].
Concluiré el apresurado comentario de este libro que es el número cien (100) de los que ha publicado ( para cuando se publique este artículo igual ha aumentado la suma), diciendo que es el tercero de los anunciados de su Brève encyclopédie du monde, de los que ya ha publicado una filosofía de la naturaleza ( Cosmos), una filosofía de la historia ( Décadence); en la medida en que ha ido desarrollando la tarea ésta se ha ampliado ya que anuncia otros tres volúmenes: una filosofía de la naturaleza humana(Anima) , una filosofía del arte ( Esthétique) y una filosofía de los posthumano ( Nihilisme).