México: Reconozcámonos humanos
La existencia humana está en crisis, ésta afirmación no es una exageración, es una triste confirmación de algo que se ha venido diciendo desde hace mucho pero no hemos reflexionado de manera profunda, pareciera que preferimos evadir los grande problemas que nos aquejan y seguir viviendo en la simulación, nos han condicionado para aceptar lo inaceptable como parte de la vida diaria, nos despojan del sentido humano, de la solidaridad y la conciencia, anteponemos escusas y diferencias a nuestro entorno, somos apáticos y acríticos, lo que sucede a otros nos parece irrelevante e intrascendente, así es como se nos ha enseñado e inculcado, la fragmentación social tiene su origen en los discursos de la diferencia, en las palabras llenas de miedo y de odio, aquellos que hablan y promueven las segregación articulan para su beneficio el desanimo social, quieren que sigamos divididos para poder continuar extendiendo la crisis humana.
Las noticias que en los últimos días hemos conocido nos han confirmado que la degradación de nuestra sociedad se agudiza, la violencia avanza y se posiciona como un factor común, un aura de impunidad cubre los acontecimientos, la mujer es objeto de violencia y desprecio, el feminicidio avanza a paso agigantado en nuestro país y en el Estado, la violencia de género es tan común que termina siendo justificada por la propia sociedad, así se ha enseñado, las frases que tienen un discurso de sometimiento, de criminalización, de discriminación y de hostigamiento son repetidas de manera consciente e inconsciente, son frases que reflejan la violencia y la profundizan, los actos cotidianos dan forma física a esas frases, la violencia de género tiene su raíz en la misma definición de género, es una contradicción en sí misma, las instituciones la extienden, la practican y la hacen más común, las leyes, los valores, las ideas, los juicios y los prejuicios tienen esa carga no sólo semántica sino principalmente práctica, la mujer es objeto de violencia social, económica y cultural, el sistema está constituido bajo esa lógica, la exclusión y la segregación son su raíz, son su fundamento, la doble explotación que la mujer sufre es la base de la estructura social, una estructura que tiene por principio la opresión, oprimidas las mujeres son marginadas y condenadas a un plano alterno al que los hombres vivimos, la superación de ésta realidad únicamente será posible cuando transformemos la raíz de nuestra sociedad.
El juego del sistema es perversamente simple y profundamente complejo, habla de derechos y de leyes, pero cuando se pide el cumplimiento de esa legalidad por parte de la sociedad la respuesta es la impunidad, todas las mujeres son en el papel sujetos de derecho, pero en la realidad padecen la inexistencia de un marco igualitario y equitativo en la llamada impartición de justicia, el principio de discriminación y segregación está presente, pueden pedir a las autoridades e instituciones se haga justicia de manera formal, mas la realidad nos nuestra otra cosa, la aplicación de la “ley” sigue estando regida por la lógica patriarcal, la violencia está tan institucionalizada que se hace común, los discursos de equidad de género y de igualdad social tiene sus límites en la propia práctica social, la exclusión y opresión de la mujer está circunscrita a un entorno de valoraciones, prejuicios y tradiciones que impiden su desarrollo pleno como ser humano, por ello, la mujer que habla, exigen, lucha, hace uso de su juicio y de su voluntad, es juzgada, criminalizada y perseguida, al grado de ser violentada socialmente y físicamente, el asesinato es el peldaño último de una larga escalera que todas las mujeres afrontan en su vida diaria, reconocer esto es un principio si en verdad queremos hablar de justicia, paz y equidad.
La crisis que vivimos se va agudizando, las divisiones sociales son barreras que nos impiden crecer como sociedad, la lógica inequitativa del sistema provoca esa fragmentación mencionada, nos confronta, nos divide, nos hace vernos a partir de las diferencias, género, sexo, clase, entre muchos otros factores que nos distancian de alcanzar el bien común, la violencia de género es una llaga permanente, que todos los días es vuelta a abrir, que sangra, que nos desangra como sociedad. La impunidad que cubre la violencia contra la mujer es un manto lacerante, antihumano, es el reflejo de la permanente contradicción de éste sistema que niega la vida para vivir de ella, para explotarla y degradarla, estamos como sociedad en una hora crucial, el silencio y la pasividad solamente hará más profunda esa herida, pongamos fin a la degradación social reconociéndonos humanos, detengamos la violencia contra la mujer y reconstruyamos el tejido de nuestra sociedad. Gritemos juntos: ¡ALTO A LA VIOLENCIA DE GÉNERO!