México. 14 de junio 2006, Oaxaca – diez años después
Hace una década comenzó una insurrección popular en Oaxaca.
Durante meses, el pueblo se levantó contra el gobierno del priísta Ulises Ruiz Ortiz. Hubo algunas manifestaciones multitudinarias, de cientos de miles de personas; se colocaron cientos de barricadas para defender a los habitantes de las colonias populares de los “escuadrones de la muerte”; se organizó la Asamblea de los Pueblos de Oaxaca, la APPO.
Todo comenzó en la madrugada del 14 de junio cuando la policía ocupó y destrozó las oficinas del gremio magisterial y simultáneamente intentó desalojar violentamente el plantón de los maestros en la ciudad capital. Inicialmente, los maestros retrocedieron. Pero cuando la noticia llegó a los barrios populares, espontáneamente se trasladaron miles de jóvenes, pobladores y pueblo en general a defender a los docentes de la agresión gubernamental. La represión fracasó y el movimiento fue a más.
Reproducimos fragmentos de una crónica escrita pocos días después por uno de los protagonistas, el profesor Miguel Linares, del POS, herido en el enfrentamiento.
A principios de junio [de 2006], junto con la dirección del Partido Obrero Socialista elaboramos algunas propuestas para el movimiento. Esto permitió que mi intervención en el mitin del 9 de junio se centrara en la conformación de las brigadas de autodefensa y la preparación de una huelga o paro de carácter estatal. En el punto en que hice más énfasis fue en la organización de las brigadas de autodefensa ante los rumores de una intervención policial, mostrando como ejemplo los recientes acontecimientos represivos en Michoacán y Atenco, y la explicación de que, no por ser muchos maestros en lucha, lograríamos repelar alguna agresión si no estábamos bien organizados. Así llegamos hasta el… 14 de junio del 2006.
La dirección sindical no previó la represión
Nos encontrábamos en nuestro campamento bajo los portales del Palacio de Gobierno (hoy Museo) los compañeros y compañeras de la secundaria técnica 172 de Benito Juárez, y los de Apango, Pochutla. Estábamos en “alerta amarilla”. Unos minutos antes de las 4:00 de la madrugada se escucha en las bocinas: “alerta roja, los granaderos nos están atacando”. Se interrumpe la transmisión de Radio Plantón, todo queda en silencio por algunos segundos, después todos nos levantamos, recogimos nuestras cosas con rapidez y salimos de nuestros campamentos. Ya había un mar de compañeros que venían de las diferentes calles del Centro Histórico para concentrarse en la plaza principal. Otros corrían a las escuelas que ya se habían asignado para una emergencia.
Víctima de “fuego amigo”
En cuestión de segundos, los granaderos ya estaban en la bocacalle del Palacio de Gobierno. Me armé con una butaca de madera, que me servía como escudo, unas piedras y una lata de chile y lancé los proyectiles a los policías. Otros compañeros hacían lo mismo. Los policías nos lanzaban gases lacrimógenos, en la primera fila de granaderos venían tres, ante la lluvia de objetos que les lanzábamos dos retrocedieron, quedando uno desamparado, como estaba ubicado en la mera esquina del Palacio, vi la oportunidad de lanzarme sobre él, para capturarlo de rehén. Me abalancé, lo atrapé, forcejeé con él. De pronto sacó un bote de gas y me lo roció en los ojos. Los compañeros se acercaron y dieron de palazos, y a mi me tocó un palazo amigo. Ante la confusión y la desorganización de la resistencia, todos nos echamos a correr sin rumbo.
Se empezó nuevamente la resistencia con los objetos que teníamos a la mano, nos fuimos de un lado para otro en la plaza central, desorganizados, escuchaba el llanto de los niños y las niñas con sus mamás, el gas lacrimógeno nos asfixiaba, los ojos los teníamos hinchados, rojos, con lágrimas. Así pasaron los minutos, veía como los granaderos destruían todo a su paso y lo quemaban, otros granaderos rapiñaban las cosas de los campamentos. Se empezó a perder el miedo, el gas se empezó a hacer familiar a nuestro organismo, cuando nos lanzaban los gases, la indicación era mojar las sábanas o colchas y ponerlas sobre las granadas de gas, o bien, levantarlas, teniendo la mano protegida, para regresar las granadas de gas contra los policías.
Proyectiles desde helicópteros, como en Irak
Ya estaba amaneciendo, la resistencia ya se estaba organizando, se empezaban a ver los grupos de autodefensa que empezamos a resistir. Además de intentar recuperar la plaza, tomamos la calle de Bustamante. Los granaderos nos hicieron correr, les dimos la vuelta por la calle de Las Casas, empezamos a construir barricadas a la altura de la tienda Milano y la Farmacia del Ahorro, detrás del Palacio.
Los granaderos nos siguieron lanzando gases, pero cada proyectil era regresado a los granaderos, les empezamos a lanzar todo lo que encontramos. Nosotros sólo estábamos armados con palos y gritábamos nuestras consignas: “ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó”, para darnos ánimos. Las brigadas de autodefensa le gritábamos a los policías: “otra, otra, otra” refiriéndonos a los gases lacrimógenos. Los granaderos intentaron lanzarnos a sus perros, pero al ver que algunos maestros blandieron sus machetes, estilo Atenco, desistieron. Nos acercamos más a los granaderos, escuchábamos el ruido del helicóptero que lanzaba desde el aire gases lacrimógenos y proyectiles que al tocar el suelo provocaban un fuerte estallido como si estuviéramos en Irak.
Pasamos a la ofensiva
Algunos compañeros que tenían celulares, nos informaron lo que pasaba en otras barricadas, de la llegada de grupos de diferentes colonias que venían en nuestro refuerzo, de estudiantes que secuestraron autobuses para las barricadas. Se empezaron a preparar las primeras bombas molotov, teníamos informes constantes de los avances de la resistencia, de las capturas de policías, la quema de dos camionetas que trasportaron a los granaderos, etcétera. La victoria se estaba aproximando.
Llegamos hasta el Centro de Salud a atender mis heridas. Unos médicos me atendieron, solamente cinco puntadas, listo, salimos del lugar y nos trasladamos al frente de batalla. Al llegar, ya los policías emprendían la huida, iban con las colas entre las patas, la resistencia había vencido, recuperamos la plaza, recuperamos nuestra dignidad y orgullo, recuperamos nuestra historia de 26 años de lucha, recuperamos nuestra confianza en que organizados y unidos venceremos.
(Tomado de El Socialista, julio de 2006)
Crédito de foto: Antonio Turok