Medalla a un símbolo en la era Kichi
Por Pepe Mejía
Aunque la petición venga avalada por el 5% de la población, un ayuntamiento del cambio tiene que ser sensible a estas solicitudes.
Los símbolos -que son una representación figurada de la realidad- son subjetivos y plurales y es conveniente recordar que no atienden a criterios dogmaticos. Los símbolos están presentes en nuestra historia social. Existen múltiples momentos de nuestra historia plagada de símbolos.
Según el cronista Francisco de Jerez[1], el 16 de noviembre de 1532 Francisco Pizarro capturó al último inca del imperio del Tahuantinsuyo, Atahualpa. El padre Fray Vicente de Valverde extendió una biblia que Atahualpa lo arrojó y esa fue la señal para que las tropas españolas iniciaran el genocidio en la plaza de Cajamarca.
Otro relato, del inca Tuto Cussi Yupanqui, rebelde que sobrevivió 40 años a la conquista, dice que este hecho no sucedió en la ciudad de Cajamarca sino antes. Según esta versión hubo dos conferencias. En la primera Atahualpa recibió a dos españoles a quienes les invitó a tomar chicha en señal de hospitalidad pero los españoles arrojaron la bebida de maíz al suelo. Era una falta de respeto tirar una bebida sagrada, así que Atahualpa decidió tirar también la Biblia.
El relato dado por Guamán Poma de Ayala es algo diferente. En esta versión el fraile Vicente de Valverde le dice a Atahualpa que sus dioses eran falsos. Entonces el soberano le pregunta quien se lo había dicho y este le responde que se lo había dicho la Biblia. Atahualpa pide el libro «Para oír por si mismo estos dichos». Pero como la Biblia no emitió ninguna voz la arrojo al suelo.
Tres relatos y siempre en torno a un símbolo. Sea como haya ocurrido, el inca fue reducido en lo que era una trampa en la ciudad de Cajamarca. Se pidió un inmenso rescate que fue pagado. No obstante luego, fue ejecutado por los españoles. Eso sí, se le puso una cruz en su mano en sus últimos minutos. Otra vez presente el símbolo.
En el caso que nos ocupa, la virgen del Rosario es ya un símbolo que está más en el pueblo que en la jerarquía eclesiástica. Abunda más los amantes de la bulla que los verdaderos devotos. ¿De qué religiosidad estamos hablando?
ARREBATAR LOS SÍMBOLOS. AZÚCAR Y LÁTIGO
Uno de los temas de fondo es que hay que empezar a arrebatar los símbolos que están incrustados, utilizados y manipulados por las instituciones del Estado y la jerarquía eclesiástica. El manejo de los símbolos y la ley del enemigo único. Hacer política en el campo enemigo. En las instituciones religiosas/católicas, así como nuestros diputadoxs van al campo enemigo que es el Parlamento.
Todo político ha sabido de siempre que la convivencia lleva a la comprensión del otro diferente. Construir la realidad socio-cultural hacia la tolerancia. Se puede imponer esta medalla y exigir a la iglesia católica que pague el IBI. Azúcar y látigo.
Porque la laicidad consiste en que ayuntamientos y cofradías mantengan su independencia y transparencia. El fervor puede ir de la mano de la defensa del laicismo. Por cierto, el alcalde de Cádiz, José María González Kichi (Por Cádiz Sí se Puede) no preside desfiles, no entrega el bastón de mando de la ciudad al Nazareno y asiste a las procesiones en calidad de ciudadano e hijo acompañando a su madre.
Y hablando de tolerancia. Hay un texto de Natán el Sabio (Lessing 1778) que nos puede ilustrar. Tiene por escenario a la Jerusalem en tiempos de las Cruzadas y sus protagonistas son Saladino, el sultán moro, Natán, el sabio judío, y el Templario, un guerrero cristiano. Los tres están enfrentados, pero Saladino, el político, se dá cuenta que la paz poco tiene que ver con una victoria militar. La raíz es cultural. Las tres poderosas religiones pretenden poseer la verdad en exclusiva.
Reyes Mate nos dice en «El Nathan de Lessing y el Nathan de Rosenzweig»[2] que la tolerancia moderna, representada en Natán el Sabio, se basa en los siguientes supuestos:
- Nadie tiene la verdad en exclusiva, sino que cada religión, cultura o tradición la tiene potencialmente.
- La activación de esa potencialidad no depende del poder o de la voluntad de quien la profesa sino del reconocimiento que de ella dan los demás.
- Ese reconocimiento no consiste tanto en la adhesión de ciudadanos a sus creencias cuanto en el amor y respeto que provoca en los demás, esto es, la verificación reside en la capacidad de seducción de sus buenas obras.
- A esta tolerancia se opone tanto la pretensión de posesión de la verdad cuanto la indiferencia respecto a la verdad. Propio del hombre es la búsqueda de la verdad, por eso hay que desconfiar de quienes se nos presentan en posesión de la misma; pero eso no significa que haya que abandonar la preocupación de la verdad, porque supera las capacidades del hombre. Habrá un momento en que se haga la luz sobre la verdad, de ahí que no sea una búsqueda asintótica (como el horizonte que se desplaza conforme avanzamos), sino que tendrá lugar.
- La traducción antropológica de esta teoría sobre la verdad y la historia es que todos somos hombres antes que judíos o cristianos o musulmanes. Si el criterio de verdad es el bien obrar y el reconocimiento por los demás, es porque la verdad tiene que ver con el hombre de bien o, mejor, con la bondad del hombre: «el hombre hace el bien porque él es el bien». La tarea consiste en hacer hablar al hombre que llevamos dentro, que nos es común y previo a cualquier diferencia: «Porque, ¿qué quiere decir pueblo? El cristiano y el judío, ¿son cristiano y judío antes que hombre? ¡Ah, si hubiera encontrado yo en vos a uno de esos a quienes basta con llamarse hombre!» (Lessing, 1985, 150).
La tolerancia medieval partía del reconocimiento de la diferencia. La tolerancia moderna centra su fuerza argumental en la abstracción de las diferencias y en el señalamiento de la humanidad común, previa y superior a cualquier diferenciación racial o religiosa. La religión ni es garantía de la verdad humana ni es el fundamento de la política. ¿qué seducía tanto a los judíos de Natán? su sabiduría y tolerancia.
LA INCOHERENCIA DE IU
Pero al parecer, ni tolerancia, ni sabiduría, ni coherencia han tenido los de Ganar Cádiz en Común, la marca de IU en Andalucía, que votó abstención en la sesión donde se concedió la medalla al símbolo popular. A esta diatriba se sumó el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, que dijo: «No soy fan de las medallas, y mucho menos para seres inanimados»[3].
Pero si tiramos de hemeroteca la postura de IU queda en entredicho. En 1978, y en el escenario de un acto del PCE en Sevilla, Rafael Alberti se arrancó con unos versos. “La Virgen del Baratillo/ Sobre cuarenta costales/ Sueña en la hoz y el martillo/ Para aliviar tantos males/ Déjame esta madrugada/ Lavar tu llanto en mi pena/ Virgen de la Macarena/ Llamándote camarada”[4].
En 1931, el alcalde republicano de Sevilla, Rodrigo Fernández y García de la Villa, llegó a ser hermano mayor de la hermandad de Los Negritos, ante lo que el poderoso cardenal Ilundáin reaccionó imponiendo una gestora en la cofradía, un episodio que soliviantó al resto de hermanos.
Daniel González Rojas[5], portavoz de IU en Sevilla, dijo -en una entrevista a El Mundo- que llora cuando ve a la Macarena. Y el ex teniente de alcalde Antonio Rodrigo Torrijos (IU), también tiene pasado nazareno.
En definitiva, como dice el antropólogo, Isidoro Moreno, entre los cargos públicos se ha dejado atrás el “nacionalcatolicismo” para abrazar el “municipal-cofradierismo”.
[1] Y Atahualpa lanzó la biblia. Ferney Yesyd Rodríguez · Fuente: Sin dioses · 16 noviembre, 2012
[2] Religión y tolerancia. En torno a Natán el Sabio de E. Lessing. J. Jiménez Lozano, F. Martínez, R. Mate y J. Mayorga. Anthropos, 2003.
[3] http://cadenaser.com/emisora/2017/06/05/radio_cadiz/1496647277_359908.html
http://www.eldiario.es/politica/Alberto-Garzon-medallas-seres_0_651284925.html
[4] Ángel Munárriz, 21-03-2016. INFOLIBRE
[5] http://www.elmundo.es/andalucia/sevilla/2016/03/14/56e5af2146163f49178b4646.html