Lupe Marín y Diego Rivera: la mula y el panzas
Por Iñaki Urdanibia
Si al hablar de la pareja que formaban el muralista mexicano y quien fuera tal vez la más célebre de sus mujeres, Frida Kahlo, se les catalogaba como el elefante y la paloma, los motes con los que se llamaban entre ellos la pareja que formaba el pintor con Lupe Marín eran los que constan en el título de este artículo.« Esa mujer es una yegua, no más bien una mula por prieta, por el brillo de sus ancas, su piel que no se arruga en los codos, sus rodillas, lisas…», decía él, mientras que ella estaba convencida de que el panzón, era « un gordo bueno que nunca le iba a hacer daño»
Elena Poniatowska, aunque nacida en la capital del Sena, vivió desde sus diez años en México, y las leyendas y los personajes de tal país le han preocupado a lo largo de su vida, cuestión que queda patente en sus creaciones escritas. México tiene quien le escriba, por si tuviera pocos ( Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Octavio Paz…). Poniatowska ha fijado su escrutadora mirada en varias mujeres que jugaron un papel importante en el mundo de la cultura y el arte de México. Si antes se fijó en Tina Modotti ( Tinísima ), más tarde lo hizo en Leonora Carrington ( Leonora ) para ahora hacerlo en Guadalupe Marín ( Dos veces única). Del segundo de los nombrado escribí en su momento una reseña: gara.naiz.eus/paperezkoa/20110330/256793/es/leonora.
Desde que Guadalupe Marín Preciado tuvo noticias de Diego Rivera, enterándose a través de un amigo que era el personaje más importante de México, se trazó el plan de conquistarlo para casarse con él; y dicho y hecho. Ya en cuanto la vio al pintor le cautivó la altura y la bella singularidad de la mujer; nada digamos en cuanto la oyó hablar con descaro y con frecuentes y espontáneas ocurrencias . Lupe se convirtió como ella misma decía una y otra vez en dos veces única: ya que a pesar de los pesares fue para Diego Rivera la mujer de su vida y además fue con la única con la que contrajo matrimonio, y por la Iglesia. Esto último da muestra cabal del influjo que la mujer poseía sobre el enamorado, que era ateo y que militaba, a su modo, en las filas del comunismo; ella por quedar bien con sus padres le arrastró al altar sin que él pusiera mayores pegas.
De la mano de Diego Rivera la mujer, sin formación, fue entrando en el mundillo de los escritores y pintores con los que se codeaba el afamado muralista; la celebridad de la mujer se fue imponiendo además de por su destacada figura por su lengua suelta que no se privaba de soltar lo primero que le venía a la boca; las relaciones también se ampliaban al entorno de la política, muy en especial en los tiempos de Lázaro Cárdenas. Desde luego, Lupe Marín no tenía pelos en la lengua y hasta me atrevería a decir que era una mujer a un permanente insulto pegada. A los amigos o camaradas de su marido los trataba con desprecio, insultándoles y llamándoles gorrones al tiempo que le conminaban que dejasen de aprovecharse de su marido…Las exigencias con respecto a Rivera, también eran constantes recordándole que era padre y que el dinero en vez de al partido debía dedicarlo a su familia, y en primer lugar al sustento de sus hijas y a la satisfacción de los gustos refinados que ella tenía. Con ella Diego Rivera tuvo dos hijas, Guadalupe y Ruth, que se quedaron con su madre en cuanto el pintor se unió con Frida Kahlo; ya antes había despotricado sin piedad, y no precisamente a sus espaldas , de Tina Modotti y su compañero Weston, pero especialmente de ella de la que desconfiaba y a la que consideraba una fresca, y de amores cambiantes, con todas las de la ley… Lupe temía por su matrimonio y las broncas hacia Diego Rivera eran constantes, sin hacer caso a las explicaciones que éste le daba acerca de sus relación meramente profesional , artística y política con la fotógrafa italiana.
Frida Kahlo también hubo de escuchar de boca de Lupe todo tipo de improperios que iba desde los ataques dirigidos a sus defectos físicos a sus viciosas costumbres ( alcohol, marihuana, etc.). Dicho comportamiento no impedía que las puertas de la Casa Azul siempre estuvieran abiertas para ella, y sus dueños mostrasen una sincera hospitalidad con ella; y que allá se adueñase de la cocina, medio en el que destacaba por la sabia elaboración de sabrosos platos, del mismo modo que sus vestidos y costuras llamaban la atención y eran solicitados por diferentes amigos; no se ha de obviar que en lo que hace a cultura, ella se fue labrando un singular bagaje, por medio de las conversaciones con unos y con otros y con las variadas lecturas: Balzac, Tolstói, y , sobre todo, Dostoievski eran sus preferidos y este último siempre estaba en su boca.
Las broncas con diferentes personajes de los ambientes culturales eran sonadas de la misma manera que lo eran las palizas que sacudía a sus hijas, en especial a la mayor, su tocaya. Si el trato con los comunistas que frecuentaba Rivera y Kahlo no era afable que digamos, mostrando distancia y recelo ( ya con la visita del poeta Vladimir Mayakovski no se había mostrado muy acogedora que digamos), a algunas luminarias de tal movimiento, como el propio Trotski que por allá llegó, las exigencias para con su ex tampoco eran cariñosas ya que las exigencias para que pasase el dinero que debía pasar y para que se dejase de pintar sin preocuparse, a veces, por el dinero, eran frecuentes y realizadas sin reparar las circunstancias, a voces en medio de reuniones sociales , o donde fuese menester; esto no impedía que ante los ataques que recibía Diego Rivera por sus tendencias folclóricas y comprometidas, saliese en su defensa, ya que , a pesar de los pesares, ella seguía considerando a Rivera como el más grande. La corriente de los contemporáneos que daban más importancia a la forma y a la influencias extranjeras, en especial a las que provenían de Francia, atrajo a nuestra mujer en cierta medida y con uno de sus más destacados miembros se unió. Con el poeta y critico Jorge Cuesta, quien era conocido entre sus pares como el alquimista y por el mundo de los negocios como el químico. La unión fue mal vista y desaconsejada por la acomodada familia de él, que veían un desastre que el hijo se uniese con una mujer divorciada, del peligroso Diego Rivera, y que además procedía de una escala social realmente baja. El desprecio fue mutuo, y el hijo que tuvieron, se quedó con su padre que se fue a vivir a la ciudad en la que habitaba la familia y en la que poseían una empresa de la que Jorge se hizo cargo, Lupe no quiso ni verle, y sólo de vez en cuando le veía a solicitud de él, tratándoles como una verdadera desalmada , al identificar al muchacho con su padre y con su familia; de modo que en él volcaba toda su inquina y su desprecio. Jorge Cuesta sumido en una depresión continua pasaba horas buscando sustancias que alargasen la vida, que produjesen momentos de exultantes felicidad , mostrando una capacidad realmente asombrosa para investigar y crear drogas de uno u otro tipo…práctica que continuó, por mediación de conocidos, hasta cuando estaba ingresado en el psiquiátrico. Al final su camino resultó desastroso, dándose muerte a sí mismo con el recurso a medios rebuscados y siniestros, ese hombre en el que -que en palabras de Lupe-. « se adivinaba la encarnación de algún trágico personaje de Dostoievski. No era una criatura humana ni inhumana ; más bien un rencor pensante que pisoteaba a sabiendas la vida »
Mientras las relaciones de Lupe continuaban en alza y sus viajes al extranjero también eran sonados recibiendo allá a donde iba muestras de admiración y cariño, se debe señalar que las relaciones con sus nietos fueron desde luego más cordiales que las que mantuvo con sus hijas, si bien entre ellos hacía claros distingos. Con todos, no obstante, tenía momentos de acogedora hospitalidad sin que ello conllevase una tregua en lo que hace a los tonos insultantes y de una sinceridad que rozaba el despellejamiento puro y duro. Cierto también es que se mostraba espléndida con ellos, y les facilitaba el acceso a tratar con diferentes personalidades que podían abrirles camino en el mundo de la creación.
Poniatowska, en su Dos veces única ( Seix Barral, 2016), novela elaborada a través de numerosas entrevistas de los protagonistas de los hechos o de sus herederos ( « todas las respuestas de las entrevistados apuntaban a un relato fantástico, y porque tanto Dos veces única como Leonora o Tinísima pueden ser el punto de arranque para que un verdadero biógrafo rescate la vida y obra de personajes fundamentales en la historia y en la literatura de México » ), relata todo esto: los avatares de Diego Rivera, la espectacular y costosa elaboración de sus obras, murales, discutidas en edificios significativos del capital yanki, sus viajes a Rusia y a otros lugares, sus críticas al estalinismo y su apoyo a Trotski, al igual que conocemos los viajes de Lupe , las fiestas en las que siempre animaba el cotarro con su espontaneidad y sus ocurrencias cargadas de ingenio; somos situados en el entorno íntimo y en el de las relaciones de esta mujer que se convirtió en un ser que imantaba a quienes se le acercaban , una mujer tirada palante, sin complejos y que no se dejaba dominar por nadie. Mujer de armas tomar y avanzada a su tiempo como de ello dejó prueba al servir de modelo, posando desnuda, y embarazada en algunos de los posados, a Diego Rivera, Frida Kahlo, Juan Soriano o el fotógrafo Henri Cartier-Bresson. Fémina cuya intempestividad e insolencia le valió ser conocida como Medusa, Diosa, Bruja, Arpía, Reina de la Noche…y que hizo bueno la publicación de un par de novelas -mejor sería calificarla como ajustes de cuentas – escritas por ellas en las que no dejaba títere con cabeza y que hizo que el propio Diego Rivera le aconsejase abandonar la escritura y dedicarse a otra cosa.