¿Líderes carismáticos o impuestos?

 

Me permito comenzar recordando algunas experiencias vividas, prácticamente todas ellas relacionadas, de uno u otro modo, con Mao Ze Dong, el Gran Timonel que se decía. Tras el XX Congreso del PCUS, en 1956, en el que un informe secreto, Nikita Kruschev, denunciaba los crímenes cometidos bajo el mandato de Stalin a la vez que se condenaba el culto a la personalidad que había rodeado al todopoderoso secretario general. El PCCh. puntualizaba tal condena con un espíritu cuantitativo al menos sorprendente: las cuentas eran 40% en el capítulo de los errores y el 60% restante en el de las realizaciones positivas, ergo no había que condenar a Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, alias Stalin. Algunos años después, a mediados de los setenta, recuerdo una semana organizada por las amistades franco-chinas en la Mutualité parisina en la que además de impresionantes exhibiciones de pin pong y otras especialidades del país homenajeado se veía un vídeo, la impresión me dura todavía al recordarlo, a una mujer dando a luz que no emitía ni un leve quejido, ya que tenía en su mano el libro rojo de Mao, y leía algunas de las sentencias, de modo y manera que ni epidural ni leches…la fe mueve montañas o , en ese caso, armada con el pensamiento Maotsetung, no había dolor más que gozo. No sigo.

Vienen estos recuerdos relacionados con una obra de Frank Dikötter (Stein, Limburgo, Países Bajos, 1961), editada por Acantilado: «Dictadores. El culto a la personalidad en el siglo XX». No es la primera vez que el catedrático de Humanidades en la Universidad de Hong Kong y profesor de Historia Moderna de China en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, se zambulle por los asuntos que se tratan en el libro, en especial en lo que hace al caso chino (de ello hable en varias ocasiones en esta misma red: https://archivo.kaosenlared.net/?p=783297 // https://archivo.kaosenlared.net/?p=167850 ). La obra es exhaustiva y el recurso a una amplísima investigación en diferentes archivos y documentos resulta inapelable.

Hablaba Max Weber de diferentes tipos de liderazgos, entre ellos el denominado carismático -abanico que se completaba con otros como el legal o el autoritario- que hacía que ciertos personajes alcanzasen gran prestigio entre sus seguidores, abarcando a países enteros, atribuyéndoseles poderes casi divinos. En los casos que se presentan en las páginas de la obra, puede verse, y así deja constancia de ello el propio autor, que muchas de las exaltaciones hacia ciertos líderes no eran fruto de la admiración sino que en el mayor número de casos era provocado por el miedo, la obediencia y el pavor a salirse de las filas, mostrando el más mínimo gesto de desacuerdo, lo que tal postura podía provocar. Los casos retratado son los de Mussolini, Hitler, Mao, Kim Il-sung, Duvalier, Ceausescu, y Mengitsu.

No cabe duda de que en estos casos de liderazgos, y en otros, baste con la explicación del miedo y la violencia ejercida, sobre quienes disienten, que también, sino que también juegan su papel otros factores que hacen que ciertos personajes sean elevados a tales cotas de prestigio y poder; mucho se discutió en momento acerca del papel de los individuos, masculinos, en el curso de la Historia, recuerdo las opiniones críticas de Plejanov en el seno de la socialdemocracia rusa, en las que subrayaba como factor destacado la capacidad de captar los intereses populares, lo que hace que pase a ser considerado como el individuo más capaz de serrvir a las necesidades de su época.

En el pormenorizado estudio de los casos presentados, Frank Dikötter destaca la importancia que exige el prestigio de cara no a lograr el poder, que también, sino, de mantenerse en él. Para este, hace falta que el respaldo popular brille para que el prestigio y la adoración persistan, suponiendo esto, unido a las arengas y los actos espectaculares, como marciales desfiles militares, estudiados con mimo, una condición para extender un estado de ánimo enfervorecido, que hace que la adoración se convierta en el estado de ánimo dominante. Como puede verse en la enumeración de los casos enumerados, y estudiados en el libro, el abanico es amplio tanto en lo ideológico como en los geográfico. Vemos un común denominador en los diferentes casos en lo que hace a la exaltación de las figuras del dictador, y la férrea censura y vigilancia con respecto a cualquier muestra de crítica, por nimia que ella fuese. No juegan un papel menor las técnicas enfocadas a fomentar el espíritu gregario, que fuerza la necesidad de contar con un pastor, o un padre, al que seguir y obedecer, lo que hace que se cree un supuesto calor, similar al propio del hogar, que hace que el que comulgue con tal unanimidad comunitaria, se sienta arropado y deje de notar la deuda contraída en lo que hace al miedo a la libertad -del que hablase Erich Fromm- y también a la soledad.

Junto a los casos más conocidos, se da cabida a otros de menor relevancia general, con lo que somos invitados a entrar en el conocimiento de todos ellos, por medio de significativos datos históricos, la génesis y evolución de los distintos casos, salpicado de anécdotas, que alcanzan hasta los límites de lo personal, y con las palabras propias de los dictadores presentados. El autor, combinando rigor y sencillez expositiva, entrega una serie de lecciones que nos conducen, además de a los mecanismos propios del poder, hasta las manías y tendencias caracteriológicas, sensaciones paranoicas por todas las esquinas, que lucen los personajes retratados.

No se priva el autor de subrayar su deseo de que sus investigaciones sirvan de cara a detectar los peligros presentes, lo que hace que el retrato de los personajes históricos, puedan servir de espejo en el que se pueden ver a ciertos personajes de la actualidad, lo que hace que la obra sirva a la vez como grito de vigilancia y alarma.

Por Iñaki Urdanibia par Kaosenlared

 

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