Las iras coloniales del Cardenal
Hace mas de cuarenta años resido en la Zona Colonial de Santo Domingo, y de unos treinta y siete a la fecha, en la calle Arzobispo Meriño 108 (al lado de Casa de Teatro), muy cerca del Convento de los Dominicos y del Parquecito Duarte.
En verdad, pese a los cambios acaecidos y a los nuevos fenómenos culturales que la dinamizan e impactan negativamente o positivamente la zona colonial de nuestra Capital, no percibo en ella un “desorden” insoportable, un cuadro de “depravación”, una situación especialmente “degradante” como la describe insistentemente el Cardenal López Rodríguez, clamando por prohibiciones conducentes a un orden autoritario y conservador de corte medieval.
Es importante entender de entrada que nuestra Ciudad Colonial podrá tener edificaciones de aquellos tiempos, pero sus habitantes somos seres del siglo XX y del siglo XXI, generaciones muy distintas a aquellas y también en cierta medida diferente entre sí. Que, por demás, nos ha tocado vivir en ella cinco siglos después de su construcción a sangre y fuego.
Es posible que el Papa “ilumine” al Cardenal para ver y apreciar en esta zona –mas allá del auge general de la delincuencia generado dentro de una dominación económica y política basada en el robo, la explotación, la enajenación y la exclusión social que todos visualizamos- lo que otros no logramos captar.
Es posible que sus “dones divinos” lo lleven a percibir procesos moralmente degenerativos en manifestaciones propias de los nuevos tiempos, relacionadas con los avances en el ejercicio de la libre opción sexual, con la aparición de nuevos géneros musicales, con la necesaria rebeldía juvenil contra las costumbres y represiones adulto-céntricas (dictadura de los adultos), con las acciones libertarias generadas por la conciencia feminista impugnadora del patriarcado (machismo), con la insumisión frete a los abusos y las injusticias… que en la iglesia católica institucional tienen expresiones mayúsculas y hasta aberrantes.
Es posible que la “excelencia celestial” del Cardenal sea tan potente que lo conduzca a ver en la adicción a las drogas y en la expansión de la delincuencia menor, pérfidas y condenables “influencias de Satanás” y no graves problemas sociales, profundas insatisfacciones espirituales y enfermedades físicas y/o mentales generadas por un injusto sistema de dominación, producción y comercio bendecido por esa institución apostólica y romana.
·  Contraste en la conducta del purpurado
 
Lo extraño es que mientras López Rodríguez lanza rayos, centellas y latigazos contra el Parquecito Duarte y contra  esa juventud, que con sus virtudes y defectos lo ha ocupado y revivido, simultáneamente decida obviar semejantes epítetos y exigencia de orden y autoridad respecto a las “Cuevas de Ali Babá” y antros de narco-mafias, criminalidad, represión, torturas, robo, prostitución moral, tráfico de influencia, depredación del patrimonio público y de los recursos naturales del país en que se han convertido el Palacio Nacional, el Palacio de la Policía, las oficinas de no pocos generales de las Fuerzas Armadas, las sedes de la DNI y la DNCD, ministerios, áreas de operaciones de corporaciones transnacionales, embajadas de ciertos países intervencionistas y otros centro de poder.
En las más encumbradas “torres” y palacetes de lujos puede que no se escuchen bocinas altisonantes ni se observen jóvenes de todos los sexos haciendo el amor; puede que los condones no rueden por sus alfombras persas; puede que no le den acogida a ladronzuelos de cadenas y celulares; puede que sus paredes no transparenten las expresiones de homosexualidad generadas por razones biológicos o sociales hipócritamente estigmatizados por las elites dominantes y la cultura milenaria transmitidas por ellas; puede que allí la simulación no de cabida al justificado “orgullo gay”…pero estoy absolutamente seguro de que en no pocas de esas mansiones de viejos y nuevos ricachones se aloja la peor delincuencia, la mas agresora, la que ejerce poder, la verdaderamente antisocial en tanto daña a casi toda la sociedad y a sus semejantes a favor del boato de minorías.
Esa delincuencia de alto nivel no existe en las actividades de calles, barrios, malecones y plazas coloniales; aunque bien podría contar con algunos nidos protegidos en ciertos bancos, oficinas y centros católicos de esta zona donde habitan determinados curas, jerarcas religiosos, empresarios inescrupulosos y altos ejecutivos pederastas, manipuladores, abusadores o sencillamente asociados a componentes corrompidos y corruptores    de la oligarquía y la partidocracia.
Pero para captar esa vertiente de la realidad de esta parte de la Capital y de los centros de poder del país, el excelso Cardenal dominicano, presidente por demás del Patronato de la Ciudad Colonial, “no tiene ojos para ver ni oídos para oír”. La “divinidad” al parecer no le ha concedido esa facultad mas allá de una percepción, que armónica con su vocación punitiva anti-popular, lo conduce a condenar a las victimas y no a los victimario, para entonces coartar y reprimir la diversión de los/as de abajo y otorgarle licencia para delinquir a los de arriba.
·  Razón de su irritación
Las formas de ser de la “chusma” baja y de la “chusma” mediana de estos tiempos irritan sobremanera al purpurado y lo sacan frecuentemente de casilla.
Por eso se siente tan mal en la Zona Colonial, a pesar de que el Palacete donde habita esta a prueba de ruidos y francachelas populares y juveniles.
Es cuestión de clase, de alcurnia, de hipócrita prédica moralizante.
Es su enfermizo empeño de llevar a cabo la “limpieza social y étnica” de este hermoso espacio urbano, construido con trabajo esclavo espoleado por latigazos bendecidos por la curia que hizo causa común con conquistadores y colonizadores. Empeño, en fin, por implantar en calles, malecones y plazas coloniales la moral conservadora y la hipocresía, al tiempo de proteger con grandes muros de simulación y áreas exclusivas las orgías de las elites sociales y políticas.
Complejo de culpa y sobre todo incapacidad para escoger el camino de Jesús, Montesinos y Las Casas. Ni hablar el de Duarte, Bolívar, Marx,    Camilo, el Che…
Identificación con intereses resistente a sustituir la teología de la dominación por la teología de la liberación.
Por eso su incomodidad con el componente popular e insumiso de esta Ciudad Colonial es tan explicable como nuestra comprensión e incluso satisfacción por lo mejor de lo que acontece o nuestra tolerancia frente a lo que puede molestar dentro de tanta diversidad de expresiones, ruidos, agresiones, aglomeraciones de vehículos, variados problemas y desafíos.
·  Solución a su tormento
En el caso del atormentado y amenazante Cardenal López Rodríguez habría que optar por una salida que lo ayude a superar sus sufrimientos y mortificaciones: irse definitivamente de esta zona, mudarse a una “torre” o en un mansión de Altos de Arroyo Hondo, devolverle las propiedades públicas coloniales usurpadas por la institución que dirige (sin incluir las iglesias, conventos y colegios católicos que deben pertenecer a los feligreses) a su legitimo dueño, al    pueblo, a la sociedad toda.
Entregar su lujosa residencia para que allí se instale un centro cultural autogestionado por artistas de diversas generaciones, procurando además soluciones similares para otras propiedades coloniales majestuosas.
Igual debería hacer su “guate” Bello Andino, propietario a la fuerza de innumerables casas coloniales.
Que se vayan y nos dejen a los/as niños/as, jóvenes, adultos y envejecientes que residimos y amamos esta Ciudad Colonial disfrutar de los nuevos tiempos y las nuevas expresiones culturales en este viejo y lindo contexto.
Y no es que no haya cosas que arreglar, mejorar, regular y ordenar. Las hay y bastantes, pero no en forma draconiana ni al margen de realidades distintas a las de nuestros años mozos y otros tiempos más remotos, realidades más complejas, que precisan de mucha tolerancia, participación e ingenio colectivo.
Tolerancia, sobre todo; mientras se procure armonizar generaciones distintas, gustos disímiles, aglomeraciones y niveles delincuenciales impensables en el pasado.
·  Libertad, respeto por los demás y patrimonio colectivo
Todo esto con un Norte bien claro: libertad y justicia para todos/as con el único límite de no dañar al prójimo, a los/as demás.
Libertad para crear, amar jugar, divertirse, relacionarse, enamorarse, trabajar, transitar, expresarse, estudiar, soñar, bailar y practicar la poesía, el teatro, la música, la pintura, la escultura…
Libertad en el Parquecito Duarte y en todas las plazas y espacios públicos, con normas que armonicen a todos los actores en juego, residentes y no residentes.
Sin perros de la DNCD
Sin policías abusadores.
Sin insultos cardenalicios
Como en Casa de Teatro, el Teatro Guloya, el Teatro de las Máscaras y tantos otros centros de cultura y diversión…Con mayor razón en espacios abiertos y sin costos como las plazas, parques, calles…convertidas en punto de encuentros sociales y manifestaciones  del alma de las presentes generaciones.
Con autogestión y autodefensa colectiva.
Sin Monseñores necios y arrogantes, y sin Vicini, viejos y nuevos ricos decididos a apropiarse de lo que no es suyo.
Sin isla artificial.
Sin privatizaciones
Sin ecocidios.
Sin daños a su entorno acogedor, a su hermosa arquitectura y a su gente.
Sin miedo a ser felices con dignidad y alegría.
Confieso, aun pendientes muchas soluciones de escollos y problemas, que en esta zona ni siquiera las cosas malas logran sacarme de mis cabales, porque son muchas las mejores.
Que se vayan, si quieren, los atrabancos
Aquí, en la Meriño, me quedo feliz con mi familia, lleno de tolerancia, presto a contribuir para que primen    los esfuerzos por acelerar las transformaciones que limiten los males dentro de lo posible y más allá.
¡Que se vaya el Cardenal y los que lo trajeron si tanto le molestamos!
¡Que nos dejen como patrimonio histórico colectivo lo que ellos falsamente creen suyo    y en verdad es ajeno, mas bien de todos y todas, de nuestra sociedad y    la humanidad toda, para protegerlo y disfrutarlo en común¡
Amén.
10-03-2010, Santo Domingo RD