Las hermanas Carvia y los orígenes del sufragismo y el feminismo en el Estado español
Por Manuel Almisas Albendiz
Viendo la fotografía se puede considerar esta acción de «La Cruzada de Mujeres Españolas», organización liderada por Carmen de Burgos, y realizada en las puertas de Congreso el 31 de mayo de 1921, como el inicio del sufragismo en España. Nada más lejos de la realidad. Varios años antes vio la luz en Valencia la revista Redención…
El sufragismo en Inglaterra y en los Estados Unidos es un tema conocido, mediático e incluso literario y cinematográfico, y muchas personas pueden haber oído los nombres de la británica Emmeline Pankhurst, que fundó en 1903 la Unión Social y Política de las Mujeres (Women’s Social and Political Union), o de las estadounidenses Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony que en la temprana fecha de 1869 fundaron la Asociación Nacional para el Sufragio de la Mujer (National Woman Suffrage Association). Pero hasta ahora el sufragismo en España había estado muy poco estudiado, especialmente por la increíble falta de información sobre las principales protagonistas, las feministas valencianas de principios de siglo XX.
Como suele suceder en otros ámbitos, en la historia del feminismo se ha pecado de un centralismo inadmisible. Solo Madrid y Barcelona parecen que han contado e intervenido en dicha historia, y por eso son mencionadas María Espinosa de los Monteros, María Lejárraga («Martínez Sierra»), Carmen de Burgos o Ángeles López de Ayala, y dando un salto en el tiempo las archiconocidas Clara Campoamor o Victoria Kent. Pero salvo las investigadoras e historiadoras de la mujer, y muy pocas feministas más, apenas se conoce ni se valora la labor de años que hicieron las hermanas Carvia y el grupo de feministas valencianas en pos del feminismo y el sufragismo.
Todo comenzó con una revista. Así ocurrió también a finales del siglo XIX con Las Dominicales del Librepensamiento (Madrid) o con La Conciencia Libre (Valencia y Málaga, principalmente), por poner solo dos ejemplos. Las revistas o semanarios servían de aglutinador y cemento de ideas que se convertían después en colectivos con una misma forma de ver el mundo y la actividad militante. En este caso fue Redención, que la llamaron sin complejos «revista mensual feminista» y cuyo primer número apareció en Valencia en septiembre de 1915. Su directora fue la gaditana Ana Carvia Bernal y la administradora su amiga inseparable Ángeles Guiñón Romero. Amalia Carvia se sumó al proyecto unos meses más tarde, convirtiéndose en una habitual colaboradora. Fruto de la agitación feminista que generó Redención, se organizaron en pocos meses la Asociación Femenina «Concepción Arenal» en Valencia y otras más en varios pueblos de la provincia de Valencia y en otros municipios y capitales del estado. Pero como decían en sus páginas, el principal objetivo de la revista era organizar a las feministas españolas en una única asociación, y no cejaron en su empeño hasta que el 22 de abril de 1918 un grupo de 53 mujeres firmaban un comunicado dirigido a la prensa, titulado «A las mujeres españolas», donde proclamaban que se había constituido la Liga Española para el Progreso de la Mujer, primera organización feminista de ámbito estatal, y hacían un llamamiento a la adhesión y a que la mujer ocupara su puesto en la lucha por sus derechos. Encabezaban las firmas Ana, Ángeles y Amalia Carvia, y además de la ciudad de Valencia, verdadero epicentro de la Liga feminista, estaban representadas Barcelona, Játiva, Alcira y Burjasot de la provincia de Valencia, Madrid, El Ferrol, Tarrasa, Sabadell, Huelva, Monóvar (Alicante), La Jara (Cuenca), Cervo y Sargadelos de la provincia de Lugo, Lorca (Murcia) y Cádiz.
Se constituyó una Comisión Organizadora para preparar su fundación oficial, en la que estaban, cómo no, Amalia y Ana Carvia, y Ángeles Guiñón, que el 25 de agosto de ese año dio por concluido sus trabajos organizativos y lanzaron a los cuatro vientos que se inscribía en el Registro de Asociaciones la Liga feminista con más de 200 mujeres asociadas, cifra que no paraba de crecer. La reunión tuvo lugar en Valencia con asistencia de numerosas mujeres adheridas, con innumerables cartas de salutación –incluido del extranjero- y disculpas por la falta de asistencia de grupos de mujeres de Madrid, Barcelona y Játiva. Además se enviaron numerosos trabajos dedicados al acto de constitución de la Liga. Todo ello confirió un ambiente de vivo entusiasmo entre las allí reunidas por el hecho histórico que estaba teniendo lugar, multiplicándose los compromisos de redoblar la lucha feminista hasta la emancipación total de la mujer. Al final del acto, Ana fue elegida por unanimidad Presidenta de la Liga y Amalia como Secretaria. Ambas conservarían esos mismos cargos los años de existencia de la Liga. El comunicado final que firmaron Ana y Amalia, llamado «Voz de aliento», terminaba: «¡Españolas, vamos a la conquista de todos nuestros derechos; vamos en pos de nuestra total dignificación!»
Las noticias de ambos acontecimientos, a pesar de haber sido enviadas a numerosos medios de prensa, apenas se le dio publicidad, y fue en provincias (Vitoria, Guadalajara o Santa Cruz de Tenerife), y en fechas muy posteriores, donde aparecieron ambos manifiestos, que dicho sea de paso no eran nada radicales. Simplemente parecía que las feministas, y si estaban organizadas, aún menos, no eran bien vistas…
La excepción fue la prensa republicana de Valencia, El Pueblo, que el 4 de septiembre de 1918 en una pequeña nota y sin publicar el manifiesto, se vanagloriaba de que fuera en Valencia donde se había constituido legalmente la «primera Liga femenina de España» y que fuera allí donde «el feminismo había tomado carta de naturaleza».
Estas dos noticias provocaron una conmoción entre las feministas de Madrid, y pronto despertaron de su letargo para no quedarse atrás. Al año siguiente de Redención, apareció la revista La Voz de la Mujer, de contenido claramente patriótico y católico fundado por Celsia Regis (seudónimo de Consuelo González Ramos). Y a los pocos meses de constituida la Liga, en noviembre de 1918, se fundó en Madrid la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME) bajo la presidencia de María Espinosa de los Monteros, y casi un mes después, en diciembre de 1918 surgió la Unión de Mujeres de España (UME) presidida por la Marquesa del Ter (Lilly Rose Schenrich). Lo curioso de esta «explosión» de Asociaciones de mujeres en Madrid era que Ana Carvia, meses antes de lanzarse a constituir la Liga, había enviado numerosas cartas a estas mujeres para que se animaran ellas, como damas cultas y de prestigio que eran, a liderar la organización de las mujeres de España, pero siempre rechazaron la petición de Ana. Ahora, estaba claro, la férrea y consecuente decisión de «las valencianas», les había cogido con el «paso cambiado» y la actividad fue frenética.
Pero antes de ese momento, las mujeres de la Liga ya habían comenzado con sus primeras tareas, haciendo llegar a las Cortes iniciativas dirigidas a la supresión de numerosos artículos discriminatorios para las mujeres en el Código Civil. De hecho, el 26 de noviembre de 1918 el senador Royo Villanova había defendido «calurosamente» estas propuestas en el Senado y las había pasado al Ministro de Gracia y Justicia para la definitiva resolución. La iniciativa parlamentaria de la Liga se recogió en la prensa madrileña, principalmente en El País, que publicó la relación completa de artículos que pedían suprimir o reformar y el comunicado de la Directiva, con Ana y Amalia Carvia a la cabeza, donde los tildaban de ser «injustos y a veces depresivo para la dignidad de la mujer… lo cual podría poner coto a las arbitrariedades y desmanes de maridos despóticos o viciosos, disminuyendo los mal llamados crímenes pasionales, porque al elevar la personalidad femenina, el hombre dejaría de ver en la mujer la hembra de que puede disponer a su antojo».
Y en enero de 1919, las feministas valencianas se convirtieron «de sopetón» (como escribía una de sus redactoras) en sufragistas al tener que salir al paso de la ridícula y restrictiva reforma electoral que el gobierno pretendía realizar. Este comunicado se publicó íntegramente en El País (Madrid) dentro de una columna titulada «La mujer y el voto».
«A LAS FEMINISTAS ESPAÑOLAS
Esa mezquina merced que quieren hacernos nuestros gobernantes concediéndonos, con restricciones caprichosas, el derecho de sufragio, no debemos aceptarla las feministas españolas:
1º Por solidaridad con nuestras hermanas de las otras naciones, cuyo orden del día en este punto es «sufragio íntegro».
2º Por nuestro propio interés, pues de sernos concedido el sufragio en la forma propuesta, tarde lograríamos la plenitud de nuestros derechos.
Toda consideración sería improcedente en estos momentos, puesto que se trata de ser o no ser.
¡Feministas españolas, a luchar todas unidas por el sufragio femenino sin restricciones de ninguna clase!
Por la Liga Española para el Progreso de la Mujer: Ana C. Bernal, Ángeles Guiñón, Amalia Carvia, Pilar Villar de Deu y Vicenta Mora».
Y un mes más tarde, en febrero de 1919, volvieron a enviar otro comunicado a la prensa titulado «A los demócratas españoles», y que encabezaban de nuevo Ana y Amalia Carvia, al frente de numerosas mujeres de la Liga Española para el Progreso de la Mujer. En el manifiesto se hacía ver la necesidad de que en España gozara la mujer ampliamente de los mismos derechos que el hombre para ejercer sus deberes de ciudadana, lo que implicaba la concesión del voto. Y se señalaba que los «prejuicios de los enemigos del voto femenino están basados en que la mujer de España no tiene condiciones de cultura y es ajena a todo conocimiento de sentido social; pero es hora de que hagamos constar que esto no puede ser óbice, puesto que de seguir así llegaríamos al final de la presente centuria sin haber alcanzado las aptitudes necesarias, por el poco empeño que los hombres ponen en nuestra emancipación».
Recordaban las mujeres de la Liga que ya en 1907 y 1908 se presentaron en las Cámaras varias enmiendas de reforma electoral que incluía el voto femenino, y también se rechazaron por el mismo argumento: ni estaban las mujeres en condiciones de ejercer ese derecho ni demostraban aspiraciones de conseguirlo. Pero, después de pasados diez años, ¿por qué se consideraba la misma situación?, se preguntaban. Y se acusaba con el dedo:
«Si nos juzgabais ineptas hace diez años para participar de la vida de las mujeres de los pueblos cultos, ¿por qué no habéis trabajado en ese tiempo para sacarnos de nuestra ignorancia y apatía y ponernos en condiciones de no pasar por la vergüenza de nuestro atraso?…¿Qué habéis hecho, demócratas españoles, por elevar a nuestras mujeres al nivel de sus hermanas extranjeras?».
Según se publicó en El Pueblo el 6 de noviembre, el ministro Burgos Mazo había manifestado que se había aprobado en el Consejo de Ministro un proyecto de ley electoral que incluía el voto de las mujeres mayores de 23 años, pero se les impedía ejercer su capacidad de ser elegidas. Podían votar pero no ser votadas.
Coincidiendo en el tiempo, y siguiendo con los acuerdos de la directiva de la LEPM, Amalia Carvia como secretaria y con el visto bueno de Ana, la presidenta, el 12 de noviembre de 1919 enviaron una «Circular dirigida a cada uno de los diputados de izquierdas» en la que manifestaban que consideraban un deber ineludible que «las izquierdas» apoyaran la concesión del voto integral a las mujeres, «sin restricciones de ningún género que menoscaben nuestra dignidad».
Al día siguiente de emitir esta circular, el 13 de noviembre, el ministro Burgos Mazo envió al Parlamento el proyecto de ley para su tramitación en sede parlamentaria, pero nunca se debatió porque sobrevino otra crisis de gobierno y Burgos Mazo dejó el ministerio en diciembre de ese año.
En vista de este contratiempo, las mujeres de la Liga volvieron a presentar una petición sobre sufragio femenino dos meses después, esta vez formal y registrada en las Cortes. Era la misma que un año antes habían solicitado a las cámaras con su llamamiento «A los demócratas españoles», si bien en ese momento no lo materializaron. El Diario de Sesiones de las Cortes de febrero de 1920 recoge la primera petición formal de la historia solicitando el voto femenino sin restricción alguna y lo realizó la Liga Española para el Progreso de la Mujer.
La Comisión Permanente de Peticiones del Congreso escribía esto sobre la Petición nº 7 recibida:
« -La «Liga española para el progreso de la mujer», constituida en Valencia, suplica se conceda a la mujer el derecho de sufragio sin restricción alguna. La Comisión propone que se remita al Ministerio de la Gobernación».
Dicha petición lo acogió una comisión parlamentaria que la elevó al Gobierno y de ella nunca más se supo. Como hemos visto, la acción sufragista de «La Cruzada» de Carmen de Burgos se realizó un año más tarde y la labor legislativa de Clara Campoamor en pro del sufragio femenino tras la Segunda República no había surgido por «generación espontánea», ni mucho menos. Las hermanas Carvia y el resto de feministas valencianas habían sido las primeras sufragistas españolas, y por ello deben figurar con nombre propio en la Historia del Feminismo.
Artículo basado en «¡Paso a la mujer! Biografía de Amalia Carvia», de Manuel Almisas Albéndiz. Ed.Suroeste (El Puerto, Cádiz), marzo de 2019. 454 páginas. Incluye un CD con su obra recopilada por el mismo autor, «Desde las Cumbres. Amalia Carvia». Pedidos a la editorial: <editsuroeste@yahoo.es>.
Imagen: «Portada de la revista feminista Redención de julio de 1921».